sábado, 17 de enero de 2009

Chicos y cine: LA CLASE (Entre les murs)

Fuente: http://www.labutaca.net/films/61/entrelosmuros.php


cartel
Dirección: Laurent Cantet.
País:
Francia.
Año: 2008.
Duración: 128 min.
Género: Drama.
Interpretación: François Bégaudeau (François), Vincent Caire (Vincent), Olivier Dupeyron (Olivier), Patrick Dureuil (Patrick), Frédéric Faujas (Fred), Laura Baquela (Laura), Juliette Demaille (Juliette), Dalla Doucoure (Dalla), Esméralda Ouertani (Sandra), Franck Keïta (Souleymane), Wei Huang (Wei).
Guión: Laurent Cantet, François Bégaudeau y Robin Campillo; basado en la novela "Entre les murs" de François Bégaudeau.
Producción: Carole Scotta, Caroline Benjo, Barbara Letellier y Simon Arnal.
Fotografía: Pierre Milon, Catherine Pujol y Georgi Lazarevski.
Montaje: Robin Campillo y Stéphanie Léger.
Vestuario: Marie Le Garrec.
Estreno en Francia: 24 Sept. 2008.
Estreno en España: 16 Enero 2009.
SINOPSIS

François (François Bégaudeau) y los demás profesores se preparan para enfrentarse a un nuevo curso en un instituto situado en un barrio conflictivo. Llenos de buenas intenciones, deseosos de aportar la mejor educación a sus alumnos, se arman contra el desaliento. Pero las culturas y las actitudes se enfrentan en el aula, microcosmos de la Francia contemporánea. Por muy divertidos y estimulantes que sean los adolescentes, sus comportamientos pueden cortar de raíz el entusiasmo de un profesor que no cobra bastante. La tremenda franqueza de François sorprende a sus alumnos, pero su estricto sentido de la ética se tambalea cuando los jóvenes empiezan a no aceptar sus métodos.


Escrito por Miguel A. Delgado el 15.01.09 a las 23:54
Archivado en: Críticas

Despierta envidia cómo el cine francés ha sido capaz de hacer de los problemas del sistema educativo el eje central de algunas de las cintas más interesantes de los últimos años (“Hoy empieza todo”, “Ser y tener”). Sobre todo, cómo las diferentes aproximaciones comparten una mirada que intenta rehuir los clichés para enfocar su lente sobre los profesores y su relación con los alumnos. Ya ocurrió en la segunda de las mencionadas, pero esta capacidad de escrutar lo que sucede dentro de un aula es llevada al extremo en “La clase”: las escenas que transcurren fuera de ella son muy pocas, y casi inexistentes las que suceden fuera del instituto. No hay propiamente una línea argumental, una historia convencional con principio, nudo y desenlace. Comienza con el primer día del curso y termina con el último, pero lo que sucede entre medias no es tanto la crónica de un avance, de un aprendizaje, como el relato minuto a minuto de una lucha constante de un profesor que cree en la enseñanza sin castigos, y un alumnado compuesto por un aluvión de chicos de múltiples procedencias étnicas y que, en algunos casos, ni siquiera son capaces de expresarse correctamente en francés.

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Por todo ello, la película decepcionará a quien busque una narrativa en la que, además, se ofrezca un respiro en el que conozcamos hechos de la vida cotidiana del protagonista, el profesor real que escribió el libro original sobre sus experiencias y que fue base del guión. Pero, sin duda, disfrutará quien quiera presenciar en primera fila un combate constante, en el que este maestro no puede bajar la guardia en ningún momento para así evitar caer en las trampas que constantemente le tienden sus pupilos, buscando la manera de interesarles en el estudio de materias que, asumen ellos, no les servirán de nada (memorable el momento en el que los chicos protestan por tener que aprender a conjugar en subjuntivo, una pérdida de tiempo porque “ya nadie habla así”).

Esa lucha incesante hace que, si uno entra en el juego, asista a la sucesión de instantes arañados del curso escolar con la sensación de estar siempre rozando la catástrofe (no es de extrañar que algunas situaciones tengan consecuencias indeseadas). Pero lo más importante es que nadie aquí es de una pieza: el profesor aparece como una figura heroica, sí. Pero también investida de una humanidad que hace que no sea inmune a errores capaces de arruinar, en dos segundos, el escaso rédito acumulado durante meses de trabajo. Lo mismo sucede con unos alumnos (extraordinarios todos ellos, pese a tratarse de actores no profesionales), capaces de granjearse nuestra simpatía a través de sus problemas domésticos, o desesperarnos por su obcecación en seguir el camino equivocado que les expulse de la partida.

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De la misma forma, cualquier alianza entre los alumnos y el profesor se revela como frágil y fácilmente quebradiza, porque este último termina solo frente a ellos, frente a sus mismos compañeros y a la dirección. ¿Lo mejor de la cinta? Que no tiene ninguna moraleja, que abre multitud de puertas sin ofrecer una solución, pero inevitablemente plantea una discusión ante los retos de una sociedad cambiante. Esto, en el caso francés, llega incluso a poner en cuestión valores que hasta hace poco se consideraban inatacables, como la propia conciencia nacional. “La clase”, así, se convierte en una de las películas más lúcidas, adultas y apasionantes en mucho tiempo sobre un tema tan tergiversado y simplificado por el cine como es el educativo.


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