domingo, 21 de febrero de 2010

Que vienen los cucurrumachos. "La mili no farem, però els quintos mantindrem" Carnavales iniciáticos







Dos jóvenes jinetes participan en la carrera de cintas a caballo del carnaval de Torrelobatón, en Valladolid.

FOTOGRAFÍA - Dos jóvenes jinetes participan en la carrera de cintas a caballo del carnaval de Torrelobatón, en Valladolid.


Personajes fabulosos y pastas con moscatel en nueve carnavales iniciáticos, del 14 al 16 de febrero


MARÍA ÁNGELES SÁNCHEZ - VIAJAR - EL PAÍS - 06/02/2010

"La mili no farem, però els quintos mantindrem" (la mili no la haremos, pero los quintos los mantendremos), dicen en Agres (Alicante ). Esa misma decisión marca el resto de celebraciones protagonizadas por quienes nacieron en 1992. La letra cambia, pero el espíritu permanece. Ya no constituyen esas ceremonias iniciáticas que suponían el tallado de los muchachos para el servicio militar, el sorteo para conocer el escenario de sus próximos meses. La vida para los chicos, y a menudo también para sus familias, era una antes de los 18 años y otra después de los 19. Sin embargo, muchos de los rituales en torno a ese momento clave se han conservado. Los fríos días de carnaval (este año, entre el 14 y el 16 de febrero) los contemplan.


01 Casavieja (ÁVILA) 1.654 habitantes
Quince quintos, diez chicos y cinco chicas, protagonizan el carnaval de Casavieja (Ávila), en el que reluce, el martes, la belleza de sus caballos engalanados con las mejores colchas y el cuidado atavío de quienes los montan: bota, pantalón negro, camisa blanca, chaleco, un pañuelo de colores al cuello, otro amarillo a la cadera y sombrero, ellos; zapatillas bordadas, medias de punto de garbanzo, pololos, enaguas, refajo picado o bordado, mandil negro, faltriquera, camisa negra y mantón de Manila, ellas. "Los aderezos suelen ser de oro", dice Ana Muñoz, la teniente de alcalde, "con grandes pendientes y un collar haciendo juego".
El domingo sacan las carrozas; el lunes simulan una boda y premian el ingenio de los disfraces, y el miércoles consumen, entre lágrimas, sardinas asadas a la lumbre.
02 Navalosa (ÁVILA) 400 habitantes
"Somos los quintos del pueblo / a los que toca tallar / y aunque eso ya no se lleva / aquí queremos estar", cuenta una copla de 2009. Ocupan una casa en ruinas, que convierten en su cuartel general: los fines de semana no cesan en ella la música, las risas, las charlas, las invitaciones... "Ponen un bote por si alguien quiere echar algo, pero es voluntario", dice Valentín del Peso, empleado del Ayuntamiento de Navalosa (Ávila). El pueblo hace, sin embargo, generosas aportaciones: aceite, aguardiente, anís, arroz, azúcar, bizcochos, callos, chorizo, huevos..., minuciosa y alfabéticamente recogidos en un listado que será leído en público. Con ello se organiza el domingo de carnaval una comida multitudinaria. Y con los mil euros o más en metálico que recogen, los quintos (tres chicos y siete u ocho chicas este año) pagan la fiesta.
En torno al inmenso y enhiesto chopo que han plantado se forman dos corros. En el primero, los protagonistas, elegantemente vestidos: los chicos, con traje, garrota con cintas, pañuelos, sombrero y escarapela; las chicas, de serranas. En el centro, el quinto elegido como vaquilla, que se hace cargo del dinero y al que se da simbólica muerte con dos disparos de escopeta lanzados desde el balcón del Ayuntamiento, escenario también de la lectura de las coplas. En el segundo corro, sus madres y otras mujeres, ataviadas de serranas. Y abarrotando la plaza, espectadores y cucurrumachos, personajes tapados con mantas pingueras, provistos de cascabeles y ocultos tras una máscara (carilla) cubierta de crines y rematada con cuernos, que llevan un saco al hombro y lanzan paja de trillar. "Ahora se trilla mucho menos, así que algunos tiran papelillos, serrín, lo que pillan", señala Valentín del Peso.
03 Torrelobatón (VALLADOLID ) 506 habitantes
Son seis chicos y cuatro chicas nacidos en 1991: aquí, los quintos ya han cumplido 18 años. Los días de carnaval conviven intensamente: cenan juntos el domingo y el lunes y el martes invitan a comer a los amigos. Además, ejercen de jurado en el concurso de disfraces del lunes.
"Nada más terminar la Guerra Civil, los carnavales de Torrelobatón se volvieron a celebrar", comenta Natividad Casares, la alcaldesa. "En los años sesenta y setenta, la gente se disfrazaba con lo que tenían, los hombres se vestían de mujeres. Lo más importante era no ser reconocidos".
Ese arraigo se deja sentir en la pasión con que la gente sigue el martes, amenizada por la dulzaina, la carrera de cintas a caballo en el camino de las Cintas, en la que desde 1991 participan también las quintas. El objetivo es ensartar con un punzón una argolla, con un premio mayor: la cinta de los puros, con los colores de la bandera. La fortuna del jinete o la amazona lleva aparejada la invitación a puros a todo el pueblo.
El castillo del XV, reconstruido un siglo después, vigila estos juegos en la distancia. Magníficamente conservado, alberga el Centro de Interpretación del Movimiento Comunero.
No acaba ahí la actividad común de la quinta: en Nochevieja escriben en las paredes del pueblo proverbios y frases célebres, son los Reyes Magos de la cabalgata, plantan el mayo y en las patronales de Pentecostés ellas son las reinas de la fiesta.
04 Abejar (SORIA ) 384 habitantes
No hay ningún quinto este año, así que dos de 2009 ejercerán de barroseros, portando el domingo Gordo el armazón de madera adornado que simula una vaca y va embistiendo a todo el mundo.
05 Agres (ALICANTE ) 625 habitantes

No es un carnaval, aunque está inmerso en su fecha: el lunes anterior al miércoles de ceniza. En la Festa del Pi o de Les 40 hores (fiesta del pino o de las 40 horas), los quintos (tres chicos y siete chicas) trasladan un pino, lo plantan y lo queman por la noche.
06 Alija del Infantado (LEÓN) 900 habitantes
El lunes, los quintos salen por el pueblo para solicitar dinero, persiguiendo a la gente, pintando a todo el mundo e invitando a chocolate, pastas y moscatel.
07 Castronuño (VALLADOLID) 1.000 habitantes
Carreras de cintas a caballo el domingo. El sábado, los diez quintos, chicos y chicas, cenan gallo. Versos satíricos.
08 Gomezserracín (SEGOVIA ) 729 habitantes
Tres quintas (2009, 2010 y 2011) protagonizan el sábado y domingo el maragato, un juego de palabras encadenadas en el que demuestran su ingenio.
09 Lagunilla (SALAMANCA ) 570 habitantes
El domingo de Carnaval plantan el pincollo, un castaño de unos 20 metros: quintos (tres) y quintas (dos) tienen que subir a lo más alto.

NATURALEZA Y CULTURA: Cerebros plásticos. "Yes, we can!"


CÓMO APRENDER CAMBIA LA ESTRUCTURA CEREBRAL

A diferencia del cerebro de los animales, que viene con conocimientos de fábrica, el del ser humano nace vacío, pero con una fascinante y única propiedad: la plasticidad. Nuestro cerebro está hecho para cambiar, para reconfigurarse a cada instante y adaptarse al entorno. Y es nuestra herramienta secreta para aprender toda la vida

Cristina Sáez | 20/02/2010 SUPLEMENTO ES, La Vanguardia

María no para. Antes de las siete de la mañana hoy ya estaba en pie. A primera hora le toca taichi y luego tiene clase de informática; dice que les están enseñando a crear una presentación en Power Point con fotos y música, y ya piensa que ordenará las fotos de Navidad así para enseñárselas al resto de la familia. Además, se ha apuntado a un curso de inglés y también va a teatro, que siempre le ha gustado. Y, por si fuera poco, desde hace algunos meses dirige un centro de gente mayor en el barrio de Gràcia, en Barcelona. A sus 81 años, es incansable. Tiene energía y vitalidad para dar y tomar. "Dicen que somos de la tercera edad y a veces nos preguntan que para qué hacemos esto o aquello. Nos miran incrédulos cuando les decimos que estamos estudiando. Se creen que no podemos aprender. Pero, ¡ja!, eso se lo han creído ellos!", afirma desafiante. Ahora María sabe que la neurociencia les da la razón. 

El mito de las sopas de letras

A pesar de lo que muchos creen, hacer sopas de letras no ayuda mucho mantener el cerebro en forma ni tampoco prevenir ciertas enfermedades, como por ejemplo el alzheimer. Pero lo cierto es que esta creencia no está sustentada por ninguna evidencia científica. Si bien las investigaciones en neurociencia que se han realizado sugieren que las sopas de letras pueden aportar dentro de un programa de entrenamiento del cerebro, por sí solas no funcionan. Las sopas de letras ayudan a mejorar nuestra fluidez verbal, que es un tipo de proceso basado en los centros del cerebro del discurso y el lenguaje. Pero sólo aquellos pasatiempos complicados, que te suponen un reto, mejoran la función cerebral. Los que son demasiado fáciles no sirven de mucho. Es importante desafiar al cerebro para que mejore y se produzcan cambios. Y si bien la fluidez es una función importante, es una entre muchas. Lo mejor para mantener nuestro cerebro en buena forma es ejercitarlo en más de un campo.

Las neuronas espejo y el deporte

Las neuronas espejo, situadas en la parte frontal del cerebro, son las responsables de que aprendamos. Cuando vemos a otros realizar una acción, esas neuronas captan la información, la analizan y la almacenan, para que después podamos repetir esa acción. Se ha descubierto que cuando nos imaginamos haciendo algo, se activan las mismas neuronas que cuando realmente lo hacemos; eso quiere decir que el cerebro sigue aprendiendo, por lo que la práctica mental puede resultar eficaz e influir –sutilmente, claro– en nuestra respuesta a la hora de jugar al tenis o al fútbol o de patinar o de cualquier deporte. En este sentido, además, se han llevado a cabo experimentos con ratones y ratas y se ha visto que su hipocampo, encargado de la memoria y el aprendizaje, está influenciado por el deporte. Cuando los roedores hacían ejercicio, tendían a crearse neuronas nuevas en su hipocampo, algo que no ocurría en aquellos animales que apenas semovían.

Mecanismos de compensación

La plasticidad cerebral también sirve para compensar deficiencias, como la sordera, o la pérdida de alguna función, como ocurre en ocasiones tras un infarto cerebral o un accidente. En estos casos, los científicos han visto que el cerebro tiene la capacidad de reajustarse a las nuevas necesidades. Así, en las personas sordas, el córtex auditivo, en lugar de activarse y responder a las señales sonoras, como ocurre en los oyentes, se concentra en la lectura labial. Richard Haier, profesor emérito de la Universidad de California y neurocientífico, estudia esta plasticidad cerebral en hombres y mujeres. Este experto ha hallado que no todos los cerebros funcionan de la misma manera y que el cerebro masculino y femenino tienen formas distintas de llegar al mismo punto. Para Haier, "conocer estos caminos diferentes será importante para la rehabilitación de pacientes con lesiones cerebrales o con daños causados por impactos frontales, así como de ancianos cuyo deterioro podamos frenar con una reestructuración del cerebro". Así, conociendo cómo funciona cada cerebro, los neurólogos podrían aprovechar su capacidad de adaptación para estimular esas conexiones y restituir funciones.


Hasta hace apenas 30 años, se creía que los seres humanos nacíamos con un número determinado de neuronas, que se estimaba alrededor de los cien mil millones; que durante la infancia nuestro cerebro se formaba, maduraba y que a partir de los 40 años de edad, empezaba a deteriorarse irremediablemente, lo que nos imposibilitaba aprender nada nuevo. Sin embargo, durante la última década, el desarrollo de nuevas técnicas de imagen de resonancia magnética, que permiten escanear la actividad cerebral de una persona a lo largo del tiempo, ha permitido ver que, al contrario de lo que se pensaba, el cerebro sigue desarrollándose toda la vida. Y que sí, nos hacemos mayores, nos salen las primeras canas, las primeras arrugas; puede que nos cansemos mucho más al subir las escaleras, que durmamos menos, pero podemos seguir aprendiendo, porque nuestro cerebro viene preparado de serie para ser educado durante toda la vida. ¿No es fantástico?

Cerebros cambiantes  

Es cierto que nacemos con un número determinado de neuronas y que se van muriendo a medida que nos hacemos mayores –se especula que a razón de 1.000 al día–. Sin embargo, la ciencia no sabe si es bueno o malo. Que las células se autoliquiden es, en muchos casos, una garantía de supervivencia; por ejemplo, un buen número de células tiene que suicidarse durante la formación del feto para que este se forme correctamente, como las que unen todos los dedos de la mano; de no ser así, tendríamos membranas, como los patos, y no podríamos ni tocar el piano ni coger un bolígrafo ni teclear en un ordenador.

En algunas regiones, como el hipocampo, se ha visto que incluso pueden crearse nuevas neuronas.Y los neurocientíficos también han descubierto que no es tan importante la cantidad de células cerebrales como las conexiones que se establecen entre ellas, las sinapsis. Y estas sí se crean, se renuevan y se densifican, por lo que aunque tengamos 60, 80 o 100 años, podemos aprender a tocar el piano, un nuevo idioma o lo que nos echen.

"Esta máquina que tenemos todos dentro de nuestra cabeza está diseñada para cambiar. Nos confiere la capacidad de hacer cosas mañana que no podíamos hacer hoy y cosas hoy que ayer no podíamos hacer", explica Michael M. Merzenich, un prestigioso neurocientífico, profesor emérito de la Universidad de California, en San Francisco, experto en aprendizaje. Nuestros cerebros tienen la fascinante capacidad de modificarse físicamente; de reconfigurarse para adaptarse al entorno y las circunstancias cambiantes. Eso es la plasticidad cerebral, una cualidad fascinante y única del cebrero humano.

De forma instintiva y sin esfuerzo, a cada instante, aprendemos cosas nuevas. Con sólo estar aquí sentados, leyendo esta revista, nuestro cerebro está escaneando y registrando todo lo que nos rodea, obteniendo información que almacenará para después, en caso necesario, recuperarla y usarla. "No es estático, sino que responde a los cambios y a nuevos aprendizajes durante toda la vida", indica la neurocientífica Sarah Blakemore, del Instituto de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Londres. Aunque cómo ocurre eso y por qué es una cuestión mucho más profunda y complicada, y es lo que estudia la neurociencia actual; saberlo abriría las puertas a hallar soluciones para personas con alguna deficiencia, como sordera o ceguera, o que han sufrido daños tras un accidente o un infarto cerebral y han perdido funciones.

Cerebros sociales "Si cogiéramos a un niño actual y lo pusiéramos en la edad de piedra no aprendería nada. Ni Einstein hubiera sido Einstein así", asegura Javier de Felipe, neurobiólogo del Instituto Ramón y Cajal, del CSIC, que estudia con su equipo la neocorteza, la estructura que recubre el cerebro y que es la parte del sistema nervioso más propiamente humana. "Nuestro cerebro no ha evolucionado durante miles de años, sigue siendo el mismo que el de nuestros antepasados. Lo que hace que avance es la evolución cultural, no la biológica. Vemos, aprendemos, copiamos y avanzamos".

Para Michael Merzenich, "cada uno tenemos un set de habilidades y capacidades adquiridas que se derivan de nuestra plasticidad, la adaptabilidad de esta increíble máquina de cambios que tenemos en la cabeza. Pero esas habilidades y capacidades individuales están muy influidas por nuestro entorno y eso tiene que ver con la cultura contemporánea".

Y es que, a diferencia de los animales, que nacen con conocimientos de fábrica, nosotros lo hacemos vacíos, pero con la capacidad de aprender. Sin embargo, no podemos hacerlo solos, sino que necesitamos vivir en sociedad. En 1996 se descubrió que teníamos unas neuronas situadas en la parte frontal del cerebro encargadas de registrar las acciones de los otros y de repetirlas; se activan al observar acciones, emociones y sentimientos en los demás, por lo que son esenciales para interactuar con otras personas, entenderlas y, sobre todo, para aprender. "Somos cerebros sociales, necesitamos estar en contacto con otros cerebros para desarrollarnos", –asegura Sarah Blakemore, de la Universidad de Londres–. Si miramos a los bebés, veremos que pueden hacer pocas cosas, pero su cerebro es como una esponja, que retiene información y empieza a llenarse y a aprender; pero para eso necesita que otras personas le enseñen. Estudios realizados con bebés demuestran que aprenden mucho más si ven a personas de carne y hueso que si se les ponen grabaciones de audio o vídeos".

"Yes, we can!" En el laboratorio, los científicos tratan de ver qué pasa con el cerebro cuando se adquiere un conocimiento nuevo. Cada cosa nueva que aprendemos, ya sea una canción, un pase de baile, una palabra o una ecuación matemática, comporta cambios físicos constatables en nuestro cerebro. Es lo mismo que ocurre cuando practicamos un deporte. Basta pensar en el brazo derecho del tenista Rafa Nadal. La materia gris se puede encoger, si no la usamos demasiado, o todo lo contrario, densificarse, crecer. Los cambios físicos explican cada conocimiento adquirido pero también los despistes: que nos olvidemos del nombre de una persona o de cómo se llega a tal sitio puede reflejar que hay algún cable dañado, degradado.

Investigaciones recientes demuestran que, con las circunstancias adecuadas, el cerebro adulto también puede aprender, aunque la maquinaria se deteriore con la edad y sea menos maleable que la de un niño, por lo que cueste más asimilar cosas nuevas, tal y como señala Merzenich. "Hay cosas que podemos hacer para dar cuerda de nuevo a la maquinaria y que no se pare", afirma este neurocientífico, que ha fundado una empresa, Posit Science, en la que un equipo de expertos parte de los últimos avances en ciencia para crear software de formación cognitiva, programas de ejercicios mentales, para activar la mente (www.positscience.com). "Podemos aprender sin importar la edad. Toda la vida. En contra de lo que se creía. Eso sí, tenemos que esforzarnos, porque ya no somos tan ágiles como cuando teníamos 20 años", asegura Maria, la protagonista del inicio de este reportaje.

"Querer es poder. Úsalo o piérdelo –sentencia Merzenich–. El cerebro no es como los ordenadores, a los que les introduces información y ya está, y esa información se mantiene para siempre almacenada en el cerebro sin usarse. Nuestra mente es como un músculo: hay que ejercitarla cada día, estimularla para que se produzcan conexiones nuevas". Y en eso, quizás, las emociones tengan mucho que ver. Hasta hace poco, la ciencia se basaba únicamente en la genética para acercarse al cerebro. No obstante, ahora la neurología se ha aliado con la psicología para ver de qué manera nos afectan otros factores, como por ejemplo, nuestro estado emocional, y han descubierto que desempeñan un papel esencial. Que existe una relación muy intensa entre los sentidos, la memoria y la cognición. Por ejemplo, a medida que nos hacemos mayores, nos volvemos más olvidadizos, distraídos. En gran parte esto es así porque nuestro cerebro no procesa con tanta intensidad lo que oye o lo que ve como antes, lo que lleva a que no almacene las imágenes de nuestras experiencias tan vívida y claramente, y por tanto, nos cueste recordarlas.

Los avances en neurobiología, que se suceden a gran velocidad, gracias en buena medida al desarrollo tecnológico, están conduciendo a una mayor comprensión de la plasticidad cerebral. Y eso, coinciden en señalar los que saben, está empezando a revolucionar la ciencia e incluso la propia salud del cerebro, puesto que se están comenzando a buscar terapias basadas en la plasticidad del cerebro para tratar muchos problemas cognitivos. Esta increíble capacidad del cerebro de adaptarse a las circunstancias cambiantes puede ser de gran ayuda para estimular a las personas mayores con problemas de pérdida de habilidades cognitivas o en los primeros estadios del alzheimer para detener la progresión de su enfermedad. A los esquizofrénicos les puede ayudar a mejorar sus síntomas y a llevar vidas normales. Los músicos afectados por distonía focal –una enfermedad conocida popularmente como el "cáncer del músico" y que se trata de un repentino y misterioso trastorno por el que el cerebro incorpora un error en un movimiento automatizado y bloquea la movilidad de una parte del cuerpo– pueden aprender a tocar de nuevo un instrumento sin dolor. Aquellas personas que han sufrido un infarto cerebral y han perdido habilidades pueden reaprenderlas, trazar nuevas conexiones neuronales, y volver a recuperarlas.Y esta lista podría seguir hasta el infinito. "Yes, we can!"

Cuando aprendemos

Dime cómo es tu cerebro y te diré de qué trabajas. Nuestra materia gris nos delata, es capaz de ofrecer muchísima información sobre las cosas a las que dedicamos nuestro tiempo. Y es que, de la misma forma que cuando comenzamos a practicar un nuevo deporte, como por ejemplo, tenis, se nos desarrollan los músculos del brazo, en el cerebro pasa algo similar. Cada vez que aprendemos algo, ya sea una lengua, un paso de baile, una palabra o una cara, se modifica; se establecen nuevas conexiones entre neuronas y cambia la intensidad entre otras.

 De hecho, es posible ver cambios físicos en nuestra materia gris con tan sólo cinco días practicando piano, por ejemplo. En Londres, un equipo de neurocientíficos realizó un experimento con los taxistas para ver y analizar esos cambios que se producen en el cerebro. En la capital inglesa, los taxistas deben aprenderse cerca de 25.000 rutas distintas para aprobar el examen para obtener la licencia de taxi. Además, cada día tienen que recordar miles de nombres de calles, qué vías están cortadas, a qué hora hay más tráfico en cada zona de la ciudad. En definitiva, ¡tienen una memoria prodigiosa!

 Con técnicas de imagen cerebral, los científicos vieron que este colectivo tenía en hipocampo mucho más desarrollado que un conductor cualquiera. Esta región del cerebro es la encargada de ayudarnos a recordar dónde hemos dejado las llaves del coche o cómo llegar a tal plaza. Su tarea es almacenar coordenadas. Además, los neurocientíficos se percataron de que el tamaño del hipocampo tenía también que ver con el tiempo que cada persona llevara dedicada al taxi.

 Llevaron a cabo un estudio similar con músicos. Descubrieron que, por ejemplo los violinistas, tenían más desarrollada la parte de su cerebro que controla el movimiento de los dedos de la mano. Es más, el córtex auditivo –la región que procesa la música, situada muy cerca de la superficie del cerebro, a ambos lados de la cabeza, junto a las orejas– es casi un 25% más grande en los músicos profesionales que en el resto.

Enamoramiento y dopamina

Santa dopamina
 
Fèlix Badia - LA VANGUARDIA, SUPLEMENTO ES- 13/02/2010
 
La tradición anglosajona - o más bien la mercadotecnia, o ambas cosas a la vez- ha conseguido que mañana haya mucha gente que celebre San Valentín. Con todo, quienes lo conmemoran deberían pensar que su situación poco tiene que ver con la religión y mucho con la química. Porque, cuando alguien se enamora, en su cerebro se desencadena una tormenta hormonal de enormes proporciones: se dispara la producción de dopamina (un estimulante relacionado con las adicciones, el placer y la motivación); crece la norepinefrina (una sustancia vinculada a la adrenalina) y disminuye la serotonina (lo que provoca cambios de humor e incrementa los pensamientos obsesivos). Hay, sin embargo, otras muchas personas que no celebran ese día porque consideran, en suma, que someter un sentimiento tan intenso e íntimo a las leyes del marketing y de la publicidad es poco menos que contra natura. Yun tercer grupo que, aun en el caso de que le apeteciera celebrarlo, no lo haría, simplemente porque nunca se ha enamorado. Piergiorgio M. Sandri habla de estos últimos, un grupo de personas más numeroso de lo que creemos y que, a juicio de los expertos, no vive esta situación como una desgracia. ..."los que no se enamoran"  (ver post anterior)

Los que no se enamoran


Cuando llega, el enamoramiento es inevitable, pero su ausencia no implica ser condenados a la infelicidad. ¿Qué pasa con los que no están enamorados o que nunca se enamoran? Se puede vivir igual de bien. Solos o en pareja


Piergiorgio M. Sandri | 13/02/2010 | LA VANGUARDIA, SUPLEMENTO ES

Si usted ha encontrado a su media naranja, en estos momentos debe (o tal vez debería) de tenerlo más o menos todo a punto para celebrar mañana el día de los enamorados. Pero piénselo: ¿está enamorado de verdad?

Formas de no amar

Es difícil identificar categorías y tipologías de los que no quieren enamorarse (o que han dejado de estarlo) por mucho que la química o las hormonas se metan en medio.

Maniáticos

Son aquellas personas que con el pasar del tiempo se han vuelto quisquillosas y a las que cuesta asumir un compromiso o pactar con la pareja. No se quieren enamorar porque son incapaces de compartir la vida con alguien.

Hiperocupados 

No se enamoran porque no tienen tiempo. Trabajan muchas horas y caen rendidos cuando tienen un poco de tiempo libre. Algunos se sienten realizados con su oficio, su obra artística o el éxito profesional y eso les basta. Y a su pareja, a menudo, también.

Inseguros 

Creen que no dan la talla, se sienten feos, son tímidos, sufren algún complejo… Para no sufrir, deciden que es mejor no enamorarse porque están convencidos de que no encontrarán a nadie que les corresponda. Su autoestima los bloquea.

Perfeccionistas 

Están tan obsesionados con enamorarse de la chica de sus sueños que al final no se enamoran de ninguna. Probablemente porque no existe.

Aventureros 

Muy atraídos por las vivencias, no tienen ningún problema en saltar de una relación a otra. Algunos mantienen una relación estable principal, que cuidan a su manera. Disfrutan por momentos breves y ya piensan en la siguiente. Rechazan el amor, pero no el enamoramiento.

Autosuficientes 

Defienden el culto a la independencia y disfrutan de la soledad y de los placeres de la vida. Enamorarse les supone un estorbo.

Serenos 

Viven en pareja, respetan y quieren a su media naranja, pero ya no sienten la pasión de antes. Esto no le impide ser felices.



Se supone que sí. En nuestra sociedad tenemos la costumbre de identificar el hecho de tener pareja estable con el enamoramiento. Durante siglos las bodas se celebraban simplemente por conveniencia o interés, pero en la época del romanticismo el enamoramiento llegó a ser mitificado y glorificado. En la era moderna, con la llegada de la libertad y de la emancipación, las relaciones pasan a basarse en el sentimiento. Pese a que en algunas culturas todavía se conciba el vivir en pareja como un arreglo y contrato social, en la mayoría de las sociedades desarrolladas se comparte la vida con alguien "porque se le quiere". "Es en el siglo XX cuando el amor se convierte en la primera reivindicación auténticamente planetaria. Se impone el derecho de cada uno a ser amado y la pareja se convierte en una relación entre dos personas que se hablan, se observan, se juzgan y se aman", escriben Jacques Attali y Stéphanie Bonvicini en su libro Amours, un ensayo sobre la historia de las relaciones hombres y mujeres.

Sin embargo, en la actualidad, aunque la mayoría quiera a su pareja, su corazón no le late cada minuto como cuando era adolescente. Por no hablar de los que están encantados con su soledad o simplemente resignados a ella, sin agobios. Porque nunca han conocido el amor. O porque el amor, simplemente, no entra sus planes. Si usted forma parte de este grupo, entonces tranquilo. No está condenado a la infelicidad ni es una persona incompleta. Y tampoco es un bicho raro, sino miembro de una tribu más numerosa de lo que la gente cree: los que no se enamoran.

Preguntado sobre el tema, el ex presidente de Fiat Gianni Agnelli –dandi, bon vivant, playboy convencido y padre de familia a la vez–, contestó una vez al periodista Indro Montanelli con cierto desprecio que "sólo se enamoran las camareras". Agnelli creía que dejarse llevar por los sentimentalismos era una fantasía un tanto ingenua. Para él, gobernar las pasiones no sólo era posible, sino recomendable. Al teclear la frase "es posible no enamorarse nunca" en Google aparecen cuatro millones de entradas. La duda, por lo menos, es legítima.

Dicen algunos biólogos que enamorarse es un sano desequilibrio químico, con lo que las personas con el sistema neuroendocrino bien ajustado tarde o temprano experimentan esa sensación. Sería algo inevitable a lo largo de la vida, porque es un fenómeno incontrolable. Según Jean Didier Vincent, neurobiólogo del CNRS de París, el flechazo es un acontecimiento emocional transitorio, seguido de un reconocimiento recíproco. Desde un punto de vista estrictamente biológico, se liberan en ese momento determinadas hormonas, como la dopamina entre muchas otras.

Sin embargo, hay quien asegura estar inmune a esta descarga emotiva. Existen personas que eso del "amor ideal" y del "enamoramiento" no lo llevan muy bien. O que por lo menos no está en sus genes y en su biología. Leticia Brandon, psicóloga y autora del libro Las mujeres y los hombres que no aman demasiado (Letras Difusión, 2009) recoge algunos testimonios sugerentes. "Somos más individualistas que antes, tanto hombres y mujeres. Eso conlleva a que haya más gente dispuesta a estar sola. Todos conocimos a alguien con quien podríamos haber empezado algo pero no lo hicimos. Yo no me veo comenzando nada, aunque quiera" (Albert, ingeniero, 35 años). "Me siento llena en cuanto a vida profesional y a los amigos que me rodean, pero estoy un poco desanimada en cuanto a encontrar esa pasión tan añorada, que al menos dure un mes. Ya no hablo de encontrar al hombre de mi vida" (Marta, 30 años, notaria).

Walter Riso, autor de libros como Amores altamente peligrosos o Amar o depender (ed. Planeta), cree que hay que distinguir entre enamoramiento y amor. "El primero es una respuesta fisiológica o evolutiva o química, si se prefiere. Se escapa a la razón. Es una función genética, relacionada con la procreación. No se puede elegir no enamorarse, pero sí enamorarse brevemente, por unos meses y luego largarse", puntualiza. "En cambio sí se puede evitar el compromiso del amor, que es otra cosa respecto al flechazo. Porque el amor es algo que se construye, que se basa en la amistad, la ternura y el cariño y la compasión, además de una parte de enamoramiento. Es algo menos biológico, es un fenómeno más cultural, social y que se puede escoger como una opción cualquiera".

Dicho de otra manera: la flecha de Cupido sí existe. Es inevitable, pero por definición es breve. Lo que ocurre es que existen personas que se conforman con eso y no dan el paso siguiente. Son los miembros de un colectivo que simplemente ha decidido vivir sin tener relaciones estables como estilo de vida o bien que optan mantener una relación permanente con otra persona aunque sin estar del todo enamorados. El sociólogo Francesco Alberoni declaró una vez que "enamorarse es un acto de rebeldía" en contra de la pereza, de las convenciones, de las costumbres. Pero al parecer no todos somos tan rebeldes, en este sentido. Enamorarse puede ser cosa de valientes, pero, pese a la presión social y cultural que lleva consigo, no es siempre indispensable. Hoy más que nunca. Y menos aún, en la pareja.

"A partir del 2000 la llegada de internet está renovando el lenguaje del amor. Nacen encuentros e historias de amor que revelan, tanto entre los chicos como las chicas, la existencia de un apetito sexual cada vez más desvinculado de cualquier connotación amorosa", advierten Attali y Bonvicini, que citan una encuesta reveladora: "Las razones para hacer el amor se transforman. Según un estudio norteamericano de agosto del 2007, existirían hasta un total 237. El primer motivo es la atracción física, mientras que la necesidad de amor está en el cuarto lugar para las mujeres y en el quinto para los hombres. Cada uno de los dos sexos ya no sabe qué esperar del otro y se está generando un fenómeno colectivo en el que pronto cada uno será enamorado sólo de sí mismo".

El cuadro puede resultar excesivo, pero –Romeo y Julieta nos perdonarán– si se aspira a vivir en pareja feliz, el estar enamorado… ¡puede ser un aspecto secundario! Carmen Penales López, del centro de Psicología Clínica y Psicoterapia de Madrid (psicoterapeutas.com) invita a no caer en el mito erróneo de que el amor romántico está en la base de un buen matrimonio. "Los estudios confirman que el enamoramiento dura entre 18 y 24 meses. Pero después esta pasión deja espacio a otras cosas. Aunque un miembro de la pareja sienta que no está enamorado, de alguna manera, sabe que la quiere. El amor es una elección, un acto de voluntad que se lleva a cabo con el lóbulo frontal", recuerda esta experta. En su opinión, "aunque se pueda experimentar en algún momento menos afecto o una disminución sensación emocional, es posible tener una relación feliz basándose en conductas como bondad, amabilidad, consideración, comunicación, participación conjunta en varias actividades, consenso en valores, reciprocidad, respeto mutuo. El matrimonio no es algo romántico, es una relación práctica y seria".

El reputado etólogo Desmond Morris va más allá al sostener que el enamoramiento exclusivo hacia una persona para toda la vida es incompatible con la evolución humana, lo que justifica la infidelidad por ejemplo. En un reciente artículo en la prensa británica, recordaba: "La estrategia principal del macho y de la hembra es la de dedicar una parte relevante de su tiempo y de sus energías a criar los hijos nacidos en la pareja. Pero existe una estrategia menor, que remonta a un pasado antiguo, que consiste en estar en condiciones, cuando tenga la oportunidad, de lanzarse a una aventura sexual, siempre que no se perjudique su estrategia principal. Hasta en un matrimonio feliz cualquier miembro de la pareja puede transgredir en nombre de este instinto primario de reproducción".

La reciente devaluación del enamoramiento explica también el auge que están teniendo los singles. Un tema de salsa de Ray Sepulveda y Johnny Rivera de hace unos años reflejaba bien este fenómeno. "No vale la pena enamorarse / El amor te da la vida. Y también te la quita / Cada que vez que te enamoras y luego termina". Si se busca el vídeo en YouTube, se verá como los usuarios dejan algunos comentarios muy indicativos al respeto. "Enamorarse es pura fantasía barata, porque la vida es dura... y los únicos que te quieren de verdad son los miembros de la familia". "Enamorarse: eso es pura mentira, algo que no existe".

¿Son estas personas unos fracasados? En absoluto. Porque, en el fondo, enamorarse no es tán importante como parece. "En las grandes ciudades como Barcelona y Madrid se puede hablar de un culto a la soltería y a las relaciones esporádicas. La gente no se enamora, pero tampoco está sola. Vivimos en la edad de la precariedad, incluso en lo laboral. Tampoco los sentimientos parecen ser la excepción", explica Leticia Brandon.

Según un estudio de Parship, portal de contactos en internet, en Europa hay unos 44 millones de singles sin pareja estable. De estos, un 24% no ha tenido ni una relación seria en su vida. Por lo tanto, en el Viejo Continente hay unos diez millones de personas que no se han enamorado nunca (o que en todo caso no han podido experimentar el amor al no ser correspondidos). De acuerdo con las mismas fuentes, en España existen 7,5 millones de solteros (más que todos los habitantes de Barcelona y Madrid juntos). No son unas almas en pena, sino todo lo contrario: de acuerdo con el informe, alrededor de la mitad de ellos no busca relación estable. Es decir, que no quieren saber nada del amor. Aparentemente, para ellos no hay química (y compromiso) que valga.

El culto al individualismo y el bienestar han hecho que el número de estas personas se haya disparado. Según la revista Impar, los solteros, separados, viudos y divorciados alcanzan al 42% de la población. ¿Deprimidos? Para nada. Los impares (así se llaman) son los que más salen, viajan, van al cine. Según sostiene el psicólogo Jorge Barraca en su libro 500 preguntas a un psicólogo (ed. Zenith) en la última década ese colectivo se ha incrementado un 10%. "A diferencia del pasado, la situación del single se idealiza, se percibe como algo provechoso, pues se supone que es una demostración de independencia, un deseo de no renunciar a la propia autonomía, de ir contra corriente, algo que revela la capacidad de dirigir la propia vida". ¿Vamos hacia una sociedad llena de cínicos y ascetas del enamoramiento? ¿San Valentín celebra algo que hoy por hoy carece de importancia?

Riso discrepa: "No es verdad que el colectivo del solterón empedernido aumente. Lo que aumentan son las separaciones. Por ejemplo, por primera vez, el número de separados ya supera al de casados en Estados Unidos. En pleno auge del individualismo, aumenta la propensión a buscar propuestas nuevas. Ojo, que los egoístas también se enamoran". En su opinión, no hay que caer en el estereotipo de que los que han decidido no enamorarse sean superficiales, inmaduros o irresponsables. "De alguna manera los que han optado por este camino también han asumido un compromiso: siguen su dictamen casi como si fuera una actitud religiosa, como un voto de castidad sentimental", explica.

El ya mencionado estudio de Parship muestra, no obstante, una contradicción que es muy reveladora. Sólo el 9% de los solteros en España (alrededor de un millón de personas) se declara "muy feliz". "Muchos no son felices, pero al mismo tiempo no quieren cambiar su estatus: significa que para ellos no estar enamorados tampoco es algo tan grave y que pueden sobrevivir así", dice Brando. De alguna manera, el mito de soltero feliz es igual de equivocado que el de la pareja feliz. Esta psicóloga concluye: "En realidad, ni estar en pareja es un paraíso, ni estar soltero nos asegura independencia, libertad y fiestas interminables. Tanto los hombres como las mujeres provienen de un hogar, que suele implicar una pareja: una madre y un padre. Por tanto, las personas solteras siguen aspirando a enamorarse y encontrar un compañero de ruta".

En resumen, puede que el hecho de enamorarse no sea tan determinante como antes, pero, ojo, que Cupido nos persigue…

SOS: Vuelven los cuentos en azul y rosa. "Hemos vuelto a las chicas sometidas, a la subliteratura rosa, a la mujer de toda la vida pero con tono del siglo XXI"

Se han revisado los roles de acción, pero no la psicología atribuida a los personajes según sexo
"Cuentos de Princesas", "Cuentos Rosas Brillantes", "Cuentos para niñas", o "Esther y su mundo", una colección "femenina" sobre la vida cotidiana de una escolar británica que data de 1971 y que acaba de recuperarse para las niñas españolas del siglo XXI. Un vistazo a la sección de libros de unos grandes almacenes basta para comprobarlo: cada vez hay más cuentos diferenciados para niñas; muchos, rosas o con lentejuelas. ¿Qué ha pasado con los esfuerzos para promover modelos igualitarios en la literatura infantil?


Maite Rius | LA VANGUARDIA, SUPLEMENTO ES, 13/02/2010 |

"El sector del libro infantil sigue siendo el más marcado por el género, claramente". Así se expresa Iolanda Batallé, directora editorial de La Galera y profesora del máster de Edición de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, y reconoce que incluso las editoriales más comprometidas con políticas no sexistas están sucumbiendo a la moda de las colecciones para niños y para niñas. "Hay un bombardeo comercial; aquí y en el mercado internacional –el 80% de las grandes apuestas en las ferias son colecciones para niños y para niñas–, y también en todo lo relacionado con las licencias de los millones de princesitas Disney; se está creando mucho material marcado por razones de sexo desde el principio y, al final, incluso editoriales como La Galera, pioneras en libros no sexistas, entramos en las colecciones diferenciadas porque acaba mandando el mercado", explica Batallé.

Las ilustraciones también hablan

Una de las personas que más han contribuido a renovar los estereotipos de sexo transmitidos en la literatura infantil ha sido la escritora Adela Turín. Y no sólo porque en su colección A Favor de las Niñas las chicas aparezcan dotadas de rasgos de independencia, valentía o capacidad para hacer y pensar por sí mismas, y los chicos presenten sensibilidad o se impliquen en las tareas del hogar.
Su mayor aportación ha sido observar con ojos críticos los estereotipos que se transmiten en las ilustraciones.

 El padre

Si en sus primeros estudios Turín denunciaba que el delantal siempre lo llevaba la madre, que el padre siempre estaba ausente o sentado en el sofá, sus análisis más recientes apuntan que se ha renovado la figura del padre haciéndole figurar como un ser amoroso con su bebé, pero rara vez aparece empujando el carrito por la calle o cambiando el pañal. Ahora el padre también se dibuja en la cocina, pero sin delantal, porque su ocupación doméstica es excepcional.

 La madre

No se ha actualizado la figura de la madre como pareja solidaria; se le atribuyen las explicaciones beatíficas y fantásticas, mientras que con el padre se habla de política, de trabajo y de asuntos internacionales.

 La abuela

Se ignora que las abuelas con nietos de cinco años son mujeres de cincuenta años y no viejas a las puertas de la muerte.

 Los pediatras

Siempre son hombres, en completa contradicción con las estadísticas.

 Las gafas

Simbolizan inteligencia y siguen siendo un atributo masculino que rara vez lleva la madre. Cuando aparecen en las niñas es como símbolo de incompatibilidad entre belleza e inteligencia.

 El periódico

Siempre está en manos de los hombres, y las niñas y las mujeres, si leen algo, son revistas.

 La ventana

Se considera símbolo de pasividad, de aislamiento, de alejamiento de la realidad o de refugio en un mundo imaginario, y tras ella siempre aparece una niña o una princesa.



Pero ¿por qué? ¿Dónde están las normas que regulaban modelos equitativos en la literatura infantil? ¿Qué ha pasado con todo aquel movimiento en favor de princesas que se salvaban solas y de príncipes que podían llorar? "Lo que pasa es que se ha caído en manos del mercado; como ha disminuido la alerta sobre el avance de estos valores, los libros siguen ahora las leyes del mercado, y el mercado es conservador", resume Teresa Colomer, directora del máster de Literatura Infantil y Juvenil de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Y explica que el retroceso en los valores de igualdad en la literatura infantil tiene que ver con un movimiento social más amplio que vemos también en el fenómeno de las top-model, en las protagonistas del cine o los videojuegos: mujeres decididas, que han ganado en autonomía y agresividad, pero que reiteran los tópicos de una feminidad del pasado y buscan lo de siempre, gustar al varón, al que acaban sometidas. Es el auge de lo que denomina, de forma muy gráfica, princesitas con tatuaje, una puesta al día, con el barniz de los piercings y del descaro sexual, de la literatura rosa de otros tiempos.

Colomer explica que los estudios realizados a partir de los años 70 en los que se denunciaban los modelos sexistas que se ofrecían a niños y niñas en los libros dieron sus frutos, y algunos países anglosajones elaboraron normas editoriales para impedir que hubiera colecciones diferenciadas y para que los modelos que se ofrecían fueran más equitativos. Como reacción surgió un movimiento de producción de libros infantiles que se esforzó por ampliar los valores de cada sexo y por ofrecer un reparto más equilibrado de los papeles sociales. "Se avanzó hasta el punto de cuestionarse si los cuentos podían ir por delante con sus valores de lo que estaba asumido socialmente o aquello era ya adoctrinamiento", explica la profesora de la UAB. Considera que luego, en los años 90, pareció que la mujer ya había avanzado mucho y hubo cierta relajación en el discurso igualitario, al tiempo que se comenzó a plantear que todo lo femenino había quedado relegado, que la igualdad había llegado por la vía de convertir a las niñas en niños de segunda clase. "Y ahora, para recuperar lo femenino, hemos ido hacia atrás y, en vez de mejorar a esos niños de segunda con los valores femeninos, hemos vuelto a las chicas sometidas, a la subliteratura rosa, a la mujer de toda la vida pero con tono del siglo XXI", señala. Y es en ese panorama social en el que sitúa las estrategias de mercado que llenan de lentejuelas los libros para "niñas muy femeninas".

Entonces, ¿no se ha avanzado? ¿Los autores de nuevos cuentos perpetúan los valores y los estereotipos sexistas? "Claro que se ha avanzado, y se crean historias de chicos antihéroes y protagonistas femeninas que llevan la batuta de su vida; también se crean colecciones donde los roles familiares están actualizados; pero no deja de sorprenderme la cantidad de manuscritos que llegan con roles cavernícolas, y de autores jóvenes, de 30 y 40 años", responde la directora editorial de La Galera.

En el 2006, Rosa María Pérez Grau, maestra de la escuela Gloria Fuertes, de Dos Hermanas (Sevilla), analizó la igualdad de sexos en veinte cuentos infantiles sacados de Los cuentos de la Media Lunita, de A.R. Almodóvar –Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2005–, y sus conclusiones no dejaron lugar a dudas. Encontró que el número de personajes masculinos es muy superior, pues sólo en cuatro de los veinte relatos analizados aparecen personajes femeninos, y es porque son protagonistas, pues las mujeres no aparecen como personajes secundarios ni en las ilustraciones. En el 90% de los casos la mujer aparece subordinada al hombre, incluso cuando se trata de reinas o princesas, y actúa como respondiente, no como iniciadora de conversaciones o acciones. En cambio, en ninguno de los cuentos revisados un hombre se somete a una mujer, aunque sí a otros hombres. Y el 80% de las mujeres que salen en esas historias se dedica a tareas domésticas, mientras que el 75% de las actividades intelectuales planteadas (por profesión o por resolución de conflictos) corresponden a hombres. A pesar de los datos de su análisis, Pérez Grau cree que la literatura infantil ha avanzado y que, como en muchos centros escolares se promueven planes de igualdad, los profesores también están más pendientes de los contenidos sexistas de los cuentos y reaccionan ante ellos buscando historias diferentes, cambiando el final u ofreciendo varios finales para promover un espíritu crítico.

Cristina Ramos, maestra de educación infantil, psicóloga y asesora de formación del profesorado en el CEP de Granada, ha creado una herramienta para que los profesores tengan en cuenta los elementos sexistas de los cuentos analizando los contenidos, el lenguaje, las ilustraciones, etcétera, y luego decidan si lo cuentan o no y, si lo hacen, elijan cómo. Su experiencia es que los cuentos no sexistas son, hoy por hoy, minoritarios. "Revisamos todos los cuentos de la Biblioteca de Andalucía y concluimos que sólo 40, de unos 3.000, eran no sexistas", afirma Ramos. Explica que, por una parte, los cuentos que más gustan en la infancia son los llamados de hadas, los tradicionales, y esos, como han puesto de manifiesto diversos estudios, no tienen en cuenta la perspectiva de género. Pero cree que muchos cuentos nuevos tampoco cuidan mucho este aspecto "y a veces resulta que la historia no es sexista pero le dan ese sesgo las ilustraciones –los niños aparecen jugando con coches y las niñas con muñecas, o la madre en la cocina al lado del bebé y el padre con la cartera y las llaves del coche en la mano– o el lenguaje utilizado", apunta. En su opinión, los cuentos de ahora han actualizado los estereotipos sobre el trabajo o las tareas de casa, pero no los rasgos emocionales, y a los personajes masculinos se les sigue dotando de fortaleza, vitalidad, agresividad y pasión por la aventura, mientras que a los femeninos se les atribuyen rasgos de protección, bondad y sensibilidad. "Ese sexismo sutil es más peligroso, porque los niños y niñas se socializa con los cuentos viendo que todos los hombres son valientes y activos y las mujeres sumisas, pasivas o frívolas, y de manera inconsciente y acrítica identifican esos valores como positivos, y así reforzamos un esquema social desigual", advierte Ramos.

También Virginia García-Lago, profesora de Psicología de la Educación y del Desarrollo en la Universidad Camilo José Cela de Madrid, cree que uno de los problemas de muchos cuentos nuevos que se presentan como igualitarios es que no han actualizado los rasgos de personalidad "y resulta que la madre trabaja fuera de casa y el padre colabora en las tareas domésticas pero la madre sigue siendo tierna y dócil y el padre valiente". En su opinión, al personaje femenino siempre se le acaba desvirtuando. "La protagonista femenina de Harry Potter, Hermione Granger, comienza siendo famosa por ser la chica más inteligente de su clase, valiente y leal, pero al final de la historia lo que se destaca del personaje es que se ha enamorado; siempre surge el final de novela rosa", ejemplifica.

Y los mensajes que emanan de los cuentos no son baladíes. "Todos asociamos manzana con Blancanieves, zapato de cristal con Cenicienta y alfombra con Aladino; todo lo que se transmite vía cuentos resulta difícil de olvidar, y eso los hace peligrosos", dice García-Lago. Hace unos años comprobó, con un trabajo de campo en varios colegios, cómo después de escuchar el cuento de La Cenicienta, todos los niños a los que se pedía que dibujaran una persona realizando alguna tarea del hogar representaban una figura femenina, mientras que en las clases donde se contó un cuento inventado sin estereotipos de género, una parte de los alumnos (el 12%) dibujó una figura masculina. "El cuento es uno de los recursos didácticos más potentes de los que disponemos; con ellos socializamos, inculcamos ideas, transmitimos modelos...", subraya Cristina Ramos. Pero tampoco cree que los cuentos nuevos sean la panacea: "El peligro es que sean tan políticamente correctos que no cuenten nada". García-Lago coincide en que el problema de los cuentos centrados en los valores es que no enganchan, no tienen fuerza ni magia, son trocitos de la vida cotidiana "y los niños nunca te piden que se los vuelvas a contar". En otras ocasiones, critican las especialistas consultadas, se incluyen personajes a modo de "mujer-cuota", simplemente virilizando al personaje femenino.

De ahí que muchos maestros y especialistas en literatura infantil reivindiquen los cuentos tradicionales a pesar de su contenido sexista. "Los cuentos clásicos son poderosísimos; Piel de Asno está lleno de sexismo y racismo, pero es una historia de liberación femenina y una advertencia de que podemos sufrir abuso sexual por parte de alguien cercano, como el padre", afirma Virginia Imaz, creadora y contadora de cuentos y fundadora del grupo de teatro Oihulari Klown. Reivindica los cuentos tradicionales, con tramas fuertes y grandes valores, "contados con aliento propio, cuidando el lenguaje y la entonación, porque las palabras no son neutras ni inocentes, los niños y niñas notan si tú censuras lo que estás contando, y también saben si son historias que hacen referencia al pasado, a cómo se hacían antes las cosas; lo más sexista de todo es que el lenguaje no sea inclusivo, que se utilice el masculino universal y se deje a las niñas fuera", dice Imaz. Coinciden con ella las maestras consultadas. "A veces basta dramatizar las escenas sexistas cambiando los elementos masculinos por femeninos para que los niños lo vean ridículo y se rían; otras veces la solución es cambiar el final y que la princesa diga al príncipe que no se casa con él porque ni siquiera le conoce y, además, prefiere ir a estudiar al extranjero", sugiere Ramos. "No se trata de dejar de lado los cuentos tradicionales o los sexistas, sino de formar lectores y lectoras críticos que disfruten con la lectura y sean capaces de interpretarlas en sus coordenadas socio-históricas, entendiendo que el momento actual responde a otros parámetros en los que no debe establecerse ninguna discriminación entre niños y niñas", afirma María Rosal Nadales, profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Córdoba. Y enfatiza que, a pesar de las nuevas corrientes del mercado, la literatura infantil ha avanzado en todo lo relacionado con los estereotipos, y hay editoriales, padres y madres, y maestros y maestras que se esfuerzan a la hora de elegir las lecturas para los niños.


LO MÁS PELIGROSO, EL PRÍNCIPE AZUL

Si hay un papel que se perpetúa, por más que se haya avanzado y se hayan corregido estereotipos en la literatura infantil, es el del príncipe azul. Y para muchos psicólogos y pedagogos, es el personaje más peligroso. El mito del príncipe azul se mantiene en los cuentos, en los juegos (el Kent de la Barbie), en las películas (el capitán de Pocahontas), en las novelas y revistas para adolescentes, e incluso en las destinadas a adultos, pues a las famosas que inician una relación se les sigue preguntando si aquel es, al fin, su príncipe azul. Este referente es siempre un hombre soñado, irreal, mientras que las princesas de los sueños de los chicos acostumbran a ser de carne y hueso, normalmente cantantes o actrices despampanantes. "El estereotipo de príncipe azul es perjudicial porque hace que las niñas se identifiquen con esas figuras y vean algunos elementos mágicos de ese príncipe azul en un compañero o amigo cuya conducta creen que podrán cambiar con un beso, con entregarse, porque el amor lo puede todo; y para el niño también es negativo, porque transmitimos que el príncipe tiene que conquistar, ser valiente, decidido, osado, y les enseñamos que la conquista es algo vinculado a la hombría, y que así serán más valorados por los hombres y por las otras mujeres, porque el príncipe azul siempre es deseado por el resto de las mujeres", explica Cristina Ramos. También María Rosal opina que, en cuestión de estereotipos sexistas, "lo más peligroso son las imágenes de amor romántico y sumisión que todavía encontramos", sobre todo en novelas y revistas para adolescentes. Virginia García-Lago añade que resulta muy dañino que se perpetúe que sólo la chica guapa consigue al príncipe azul y tiene éxito. "Luego viene la anorexia, el aluvión de operaciones de cirugía estética...", apunta. propio, cuidando el lenguaje y la entonación, porque las palabras no son neutras ni inocentes, los niños y niñas notan si tú censuras lo que estás contando, y también saben si son historias quehacen referencia al pasado, a cómo se hacían antes las cosas; lo más sexista de todo es que el lenguaje no sea inclusivo, que se utilice el masculino universal y se deje a las niñas fuera", dice Imaz. Coinciden con ella las maestras consultadas. "A veces basta dramatizar las escenas sexistas cambiando los elementos masculinos por femeninos para que los niños lo vean ridículo y se rían; otras veces la solución es cambiar el final y que la princesa diga al príncipe que no se casa con él porque ni siquiera le conoce y, además, prefiere ir a estudiar al extranjero", sugiere Ramos. "No se trata de dejar de lado los cuentos tradicionales o los sexistas, sino de formar lectores y lectoras críticos que disfruten con la lectura y sean capaces de interpretarlas en sus coordenadas socio-históricas, entendiendo que el momento actual responde a otros parámetros en los que no debe establecerse ninguna discriminación entre niños y niñas", afirma María Rosal Nadales, profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Córdoba. Y enfatiza que, a pesar de las nuevas corrientes del mercado, la literatura infantil ha avanzado en todo lo relacionado con los estereotipos, y hay editoriales, padres y madres, y maestros y maestras que se esfuerzan a la hora de elegir las lecturas para los niños.

viernes, 19 de febrero de 2010

¿Existe una lectura de género de la resiliencia?. "Ellos son más impulsivos, menos tolerantes al sufrimiento crónico y más reacios a buscar ayuda profesional".


Avanza el estudio de la resiliencia, la capacidad de encajar adversidades y superarlas



La palabra, derivada del latín 'resilire', significa rebotar, y aplicada a la psicología es la suma de flexibilidad, resistencia, adaptación y recuperación del ser humano



NÚRIA ESCUR | LA VANGUARDIA Barcelona | 15/02/2010

Los habitantes de países occidentales no abandonan este mundo sin antes haber afrontado, por término medio, dos serias adversidades que pusieron en peligro su integridad física o mental. Así lo cuantifican estudios epidemiológicos del último lustro. La capacidad para resistir es algo que ponemos a prueba diariamente: en el trabajo, en casa, en el barrio. La sociedad moderna, con retos y/o trampas, nos exige grandes dosis de adaptación, y que salgamos indemnes, ahora se sabe, depende de nuestro particular manejo de un fenómeno: la resiliencia.
Qué significa? Es la capacidad humana de encajar, resistir y superar las adversidades. La palabra, derivada del latín resilire, significa rebotar, y aplicada a la psicología es la suma de flexibilidad, resistencia, adaptación y recuperación del ser humano. Charles Darwin aseguraba en El origen de las especies (1859) que "no son los más fuertes de la especie los que sobreviven ni los más inteligentes. Sobreviven los más flexibles y adaptables a los cambios".

En esa dirección apunta el psiquiatra y profesor de la Universidad de Nueva York Luis Rojas Marcos en su último libro –"el que más tiempo me ha llevado"–, escrito tras ocho años de investigación: Superar la adversidad (Espasa). "Quise hacer este estudio no para saber por qué se rinden o perecen las víctimas de desgracias, sino por qué hay tantas que luchan y sobreviven", detalla el hombre que dirigió durante siete años el mapa de salud de Nueva York. Unas sociedades fomentan la resilencia más que otras. "En EE.UU. se glorifica más que en España la capacidad del individuo de luchar contra adversidades y sufrimiento –explica a La Vanguardia el psiquiatra–, y en España, en cambio, se tiene más apoyo familiar, resignación y creencia en fuerzas mayores".

Los seis pilares de la resiliencia. Los expertos han identificado seis rasgos identificativos de las personas con más resiliencia: tienen conexiones afectivas ("la mayoría de los supervivientes de desgracias dicen que una clave para sobrevivir fue pensar en una persona a la que se sienten unidos"), funciones ejecutivas ("la introspección, el autocontrol, la energía para tomar decisiones ayudan a no tirar la toalla"), centro de control interno ("sentir que controlas tu vida y no depositas esperanzas sólo en la suerte, fuerzas espirituales o terceras personas"), autoestima, pensamiento positivo ("no incompatible con la capacidad de evaluar ventajas e inconvenientes") y motivos para vivir ("se alimentan de pasiones, no de instintos").

Razones para continuar.

Los cuatro motivos más frecuentes para querer vivir, según estudios de varias universidades estadounidenses y europeas, son: experimentar el amor en sus diversas facetas, tener una misión o deber moral, la determinación de no rendirse ante la adversidad y el propio miedo a la muerte.

Nadie se libra de las desgracias. Algunas son previsibles, como la pérdida de seres queridos; otras, insospechadas, como un desastre natural, y son estas últimas las que suelen plantear un reto emocional mayor. Con ellas hay más resiliencia porque no existe el sentimiento de culpa. Lo que más acrecienta el estrés es la incertidumbre futura, especialmente en nuestra época. Para luchar contra ella los estudios americanos y europeos proponen la misma solución: creer que el azar no es un enemigo. El destino, los malos caprichos –como les llamaba Voltaire– de la suerte nos pueden ayudar a conseguir metas en las que ni siquiera pensamos.

Las mujeres, más resiliencia. ¿Existe una lectura de género de la resiliencia? Parece que también. En todas las etapas de la vida, más hombres que mujeres mueren prematuramente en situaciones estresantes o traumáticas. "La mujer tiene más capacidad de superación, y el hombre tiende a exponerse más a situaciones de peligro. Ellas, más partidarias de conciliar y protegidas por el efecto reductor del colesterol de los estrógenos –explica el doctor–, suelen perecer más tarde. Viven siete años más que ellos". Y otro dato: aunque la ansiedad y la depresión se diagnostican más en mujeres, tres veces más hombres que mujeres se quitan la vida. ¿Razones? Según el estudio, "ellos son más impulsivos, menos tolerantes al sufrimiento crónico y más reacios a buscar ayuda profesional".

Aunque la genética también favorece la tendencia a la resiliencia, Rojas Marcos concluye con una reflexión extraída de sus casos clínicos: "La inmensa mayoría de los humanos no sólo no tiramos la toalla, sino que celebramos la vida hasta el final. Al afrontar adversidades, lo más común es superarlas".

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sábado, 13 de febrero de 2010

Cultura (secretillos de tíos)

Firma invitada En el número 350 de este suplemento nos preguntábamos en el dossier ´El sexo de la cultura´ acerca de la especificidad femenina en el ámbito creativo. Eloy Fernández Porta replica y propone un cambio de perspectiva

ELOY FERNÁNDEZ PORTA  - 06/05/2009

Si es usted mujer, tómese este ejercicio como el sueño feminista de un gañán heteronormativo; si es hombre, tómelo como una pequeña excursión a la peculiaridad; en ambos casos, relájese y disfrute
La producción cultural española suele presentarse como una modalidad mas de la dominación masculina, en lo económico, en lo estadístico, en lo simbólico. En este contexto la masculinidad heterosexual funciona como identidad neutra, fuente primordial de los temas y preocupaciones universales. Por contraste, la feminidad es codificada como una perspectiva peculiar, centrada en si; misma, que debe rendir cuentas de su propia sexuación antes que de sus valores creativos, y por encima de ellos. Esta tesis se ve reforzada si acudimos a las Historias de las distintas manifestaciones creativas. En todas ellas el concepto de tradición se define implícitamente como "complicidad masculina apta para mujeres", es decir, como una serie de maestrazgos, enseñanzas y herencias en la cual algunos hombres y mujeres "son influenciados" por antecesores masculinos, pero las mujeres no tienen por costumbre "influenciar" a los hombres. De este modo la complicidad viril adquiere legitimidad absoluta y transversal, mientras que la complicidad entre féminas - "la tradición femenina"-es sólo eso, cosas de tías. ...

Eloy Fernández Porta Escritor (Barcelona, 1974), su último libro publicado es Homo sampler. Tiempo y consumo en la Era Afterpop (Anagrama, 2008)

Ser una ´wrestler´, Masculinidad femenina


ELOY FERNÁNDEZ PORTA  - LA VANGUARDIA 19/11/2008
 
En el universo de Jaime Hernández, la figura de la luchadora cuestiona varios presupuestos culturales, emocionales y de sexuación

"¡Rayos, nadie es perfecto! ¡No soy una madre! ¡Soy una wrestler!"He aquí una frase que define a un personaje. Se trata de Vicki Glory, campeona del mundo de lucha, y una de las figuras surgidas de la pluma del dibujante californiano Jaime Hernández. El recorrido del personaje puede seguirse en los primeros volúmenes de Love & Rockets,realizada al alimón con su hermano Beto, y posteriormente en series como Las mujeres perdidas y Locas: Maggie y Hopey,publicadas aquí por la editorial La Cúpula. En el universo de Jaime Hernández, populoso, matriarcal y agonístico, la figura de la luchadora es el hilo conductor de un culebrón que recorre espacios fronterizos y generaciones confrontadas, cuestionando varios presupuestos culturales, emocionales y de sexuación. El grito exasperado de Glory no sugiere que el papel de madre amantísima sea incompatible con el de reina del ring, sino que refleja la catadura de una mujer cuyas atribuciones superan, con mucho, las de un hombre - como su marido Cash, bonifacio y pasivo-. En efecto, desde el punto de vista de la teoría del género, Glory es un ejemplo de lo que Judith Halberstam denomina masculinidad femenina,es decir, la condición personal y social de aquellas "personas que, habiendo nacido mujeres, se identifican con lo masculino pero no necesariamente con los varones y ciertamente tampoco con las mujeres". La masculinidad femenina es una categoría que incluye un ramillete de prácticas y actitudes que cuestionan, de manera más o menos conflictiva, el binarismo hombre/ mujer. Vicky es fuerte, pero no hombruna; es heterosexual, pero no heternormativa; su habilidad para la pelea no es representada como un déficit de feminidad,sino como una efusión de potencia en un contexto en el que antes de empezar a hablar es preciso hacerse respetar. En este sentido, los códigos del wrestling se revelan como posibles rasgos de caracterización emocional y reflejo de estados de ánimo. En una viñeta de Las mujeres perdidas leemos que "ha cambiado el apelativo sádica por el de alegre y ha renunciado a su molinete atómico"; en cambio, en un pasaje de Locas vemos cómo sus técnicas de combate se vuelven más peligrosas a medida que se complica el trato con su sobrina y ahijada Maggie. Este retrato desactiva la mayor parte de los tópicos sobre la representación de la potencia y el atletismo femeninos. En sus páginas, la violencia, que llega a ser extrema, no aparece como una compensación psíquica ni merece análisis clínicos: es un personaje rudo, afectuoso y con punch,qué menos. ...

¿Tiene sexo la creatividad?

El sexo de la cultura

¿Tiene sexo la creatividad? O más concretamente: a las mujeres, en el arte y en la cultura, ¿se las reconoce por sus méritos o hay algún tipo de discriminación, de prejuicio…?

Laura Freixas | LA VANGUARDIA  04/03/2009  Cultura/S 359
 
¿Qué significa que "el cine es de las mujeres" o "los libros son cosa de mujeres"? Curiosamente, esos y otros titulares se publican sin ir acompañados de una sola cifra. Cuando la hay, como en "el 80% de los lectores son lectoras", no cita fuente… y hace bien, porque los datos lo desmienten. Lo cierto, según la última Encuesta de hábitos de consumo cultural del Ministerio de Cultura, es que el consumo cultural está bastante equilibrado: leen regularmente el 57% de las españolas frente al 48% de los hombres, van al teatro el 21% de ellas y el 17% de ellos, al cine el 50% de ellas y el 54% de los varones…
La portada del número 350 del suplemento Cultura|s
La portada del número 350 del suplemento Cultura|s /   La Vanguardia
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Nada parecido entre los gestores. Cierto que hay muchas mujeres entre galeristas de arte y agentes literarios (en este caso –y es un ejemplo que todos citan–, ellas son casi el 100%), tal vez por tratarse de profesiones relativamente nuevas. También abundan las jefas de prensa, subdirectoras, coordinadoras…, algo que Victoria Combalía (historiadora y crítica de arte) atribuye a que se trata de tareas "más fatigosas y menos pagadas". En cambio, las empresas de envergadura (dirección de cine y de teatro, museos, orquestas…) están, casi sin excepción, en manos masculinas.

Pasemos ahora a las creadoras. ¿Hay tantas como creadores? La novelista Belén Gopegui contesta con sarcasmo: "Desde luego, basta con ver los catálogos de las –si quedan– editoriales de prestigio, las listas de los premios no comerciales, las nóminas de los suplementos culturales". Y otra escritora, Cristina Peri Rossi, concreta: "De los libros que se publican en España, sólo un 20% o 25% están escritos por mujeres." En artes plásticas, "hay muchas menos mujeres que hombres", asegura Combalía, y lo corrobora un estudio de la Associació d'Artistes Visuals: de los 1.500 residentes en Catalunya, son mujeres el 29%. En música, salvo solistas de algunos instrumentos (piano, flauta), los varones predominan, sobre todo en composición (12% de mujeres) y dirección orquestal (6%). En artes escénicas, tres cuartos de lo mismo: "Lo que hay es mucha secretaria", ironiza la actriz Imma Colomer. Según datos recopilados por el Projecte Vaca que ella dirige, hay más varones en todas las profesiones de ese campo –actores, dramaturgos, directores, escenógrafos– con la única excepción de los bailarines. En cine, "somos muy pocas y siempre las mismas", se queja la directora Inés París, y un estudio dirigido por Fátima Arranz, de la Universidad Complutense, concreta cifras: de las películas españolas estrenadas entre el 2000 y el 2006, sólo un 7% han sido dirigidas por mujeres…

En síntesis, parece que las mujeres son la mitad o poco más de los consumidores de cultura, mucho menos de la mitad de los artistas (10% de cineastas, 20% de escritores, 30% de artistas plásticos, en números redondos), y casi inexistentes en aquellos puestos, creativos o de gestión, que conllevan más poder, visibilidad y presupuesto: directores de cine, de orquesta, de festivales, de productoras de cine, de cadenas de televisión… Pero esta regla, según la cual las mujeres se abren hueco en actividades autónomas, baratas y solitarias, como escribir o pintar, se incumple en muchos casos… en detrimento de ellas: así, contra pronóstico, hay mayoría masculina entre compositores y dramaturgos (quizá porque ambas profesiones, aunque se ejerzan en privado, desembocan en el espacio público, el abultado presupuesto y el trabajo de equipo), y cosa a primera vista más sorprendente: son varones la inmensa mayoría de críticos de casi cualquier área (excepto, quizá, artes plásticas).

Inercia y prejuicios

Cuál sea la causa de la desigualdad es algo que no suscita demasiadas controversias. "La inercia machista" (Margarita Borja). "La norma no escrita por la que se reconoce siempre lo masculino y los varones como de mayor valor" (Fátima Arranz). "El prejuicio inconsciente de que las mujeres no piensan igual que los varones y por tanto piensan mal", corrobora Marisa Manchado. Inercia, machismo, prejuicios… pero ¿operan igual en uno y otro sexo? "Los espacios de poder siguen reservándose para los hombres y cuesta dejar el mando", sugiere Imma Colomer. "Todo el mundo pretende estar libre de prejuicios, pero una cosa es lo que decimos públicamente y otra lo que pensamos o incluso lo que decimos entre hombres", confiesa el crítico literario de este periódico Juan Antonio Masoliver. Y Belén Gopegui apunta con ironía: "Siempre que un grupo social conquista el poder procura inmediatamente compartirlo, los banqueros ceden el control de sus bancos a obreros y parados, etcétera, y esto es lo que ha ocurrido con el patriarcado". ¿Y las mujeres? "Llevo años en la universidad –explica el crítico de arte Fernando Castro Flórez–, y veo pasar generaciones enteras en las que las mujeres suelen tener mejores expedientes y demuestran una vocación y capacidad de trabajo extraordinaria. Luego, hombres de manifiesta mediocridad se encaraman a los puestos de máximo poder y muchas de aquellas mujeres, supongo que decepcionadas hasta límites innombrables, abandonan la especialización en que tantas esperanzas habían depositado."

Todo ello se confabula para hacer que el techo de cristal sea "como mínimo de duralex", ironiza Fátima Arranz. La cuestión, claro, es saber si las cosas están cambiando. Algunos ven el vaso medio vacío, otros medio lleno: "Se percibe una evolución pero a un ritmo claramente más lento del que sería lógico esperar", opina el compositor José Luis Turina. "Las cosas evolucionan. No muy deprisa pero ostensiblemente", dice el crítico musical Arturo Reverter. "Estamos en el buen camino", afirma Colomer… No es esta la opinión de Fernando Castro: "Las cosas están evolucionando… a peor. La impresión que tengo es que estamos en un momento regresivo. El feminismo está, popularmente, caricaturizado. Incluso entre las generaciones más jóvenes se advierte un repunte de la mentalidad retrógrada."

No es sólo cuestión de cifras. "Se pone demasiado énfasis en el acceso y el número en detrimento de la visibilidad", opina la musicóloga Susan Campos, fundadora del Portal de Compositoras. "No creo que en el mundo del arte se pueda hablar de igualdad o desigualdad en términos cuantitativos. Sí podemos hablar de oportunidades, de prestigio, de reconocimiento", explica Anna Caballé. "La cotización de las artistas es inferior, a las mujeres no se les reconoce casi ningún mérito hasta que están muy mayores", dice Combalía; y la escritora Carme Riera: "Tenemos que estar demostrando continuamente que no somos floreros ni cuota". ¿Ejemplos concretos? Todas tienen su anécdota, como la que cuenta Peri Rossi: "Una vez, en Berlín, el bueno de Juan Rulfo, en un congreso, fue a escucharnos a Elena Poniatowska y a mí diciendo, afablemente: "Ahora vamos a escuchar a las nenas"". Anécdotas aparte, lo más preocupante es que el futuro lo construyen, imperceptiblemente, unas academias, una crítica literaria, unos espaldarazos institucionales (como el premio Cervantes o los Nacionales), libros de texto y programas universitarios, de los que están ausentes las mujeres y el afán de igualdad. "Para las escritoras es más difícil entrar a formar parte del canon y de las academias, como la RAE, con una sola escritora –Matute–, o el Institut d'Estudis Catalans", observa Riera. "Me asombra, me pasma y me azora que la crítica literaria sea un reducto casi exclusivo de los hombres", dice Peri Rossi, y añade: "Mientras el canon esté en manos de críticos varones, dudo mucho que se reconozca con inteligencia y generosidad la obra de algunas escritoras." Todo lo cual se refleja, y eso es seguramente lo peor, en los manuales escolares. "Mi hijo de 14 años estudia literatura en la ESO y en el libro de lecturas que manejan no figura una sola escritora. Sólo varones. ¿Cómo pueden formarse las niñas de su curso que quieran ser escritoras? Están aprendiendo en un modelo que no las incluye, ni se interesa por ellas formativamente, ni por considerar otra mirada sobre el mundo que la masculina. ¿Qué ejemplo es ese?" Pues sí que vamos bien…


Positivar la crisis

La solución a la actual crisis económica no puede ser sólo económica. La situación responde a un complejo entramado que nos remite, en el fondo, a una crisis de percepción. Y no podemos seguir obviando su dimensión ecológica y psicológica. Estamos ante un rito de paso, que quizás nos conduzca a una sociedad más sana, sabia y ecológica
Jordi Pigem | 11/03/2009 | Actualizada a las 03:31h | Cultura
Imaginemos que en este año internacional de la Astronomía se produjera en pleno día un eclipse de sol que nadie hubiera previsto. No bastaría con dar un tirón de orejas a los profesionales de la astronomía. Sería evidente que la teoría astronómica requiere un cambio de paradigma, como el que en su día introdujeron Copérnico, Kepler y Galileo en la cosmología medieval. En vez de remendar la vieja teoría astronómica con más epiciclos, deferentes y excéntricas, habría que transformarla por completo.

En 1989 se dijo que todos los politólogos tendrían que dimitir por no haber previsto ninguno la inminente caída del muro de Berlín. También se ha dicho ahora que los grandes profesionales de la economía deberían dimitir por no haber previsto la magnitud de la crisis global en la que hemos entrado. Aparte de Nouriel Roubini (tachado de excéntrico y apocalíptico) ningún economista convencional la vio venir a tiempo. Lo reconoce incluso Paul Krugman, el reciente Nobel de Economía. No menos grave que la crisis del sistema económico es el colapso de las teorías económicas convencionales, que se han visto completamente desbordadas por la realidad. Las caras largas del último encuentro de Davos no sólo tienen que ver con el deterioro de la economía. Tienen mucho que ver con el hecho de que los mapas que usábamos ya no sirven. Los dioses que adorábamos resultaron ser falsos. Aunque nos empeñemos, por inercia, en seguir dando crédito a los mismos métodos y a los mismos expertos.

Un periodista del Corriere della Sera, Federico Fubini, hizo este año en Davos una encuesta a directores de bancos centrales y otras figuras clave del sistema financiero global. Les preguntó si creen que han hecho algo a lo largo de su vida "que pueda haber contribuido, aunque sea mínimamente, a la crisis financiera". No, respondió sin titubeos el 63,5 por ciento. David Rubinstein, cofundador y director ejecutivo del Carlyle Group, comentó irónicamente: "Creí que el cien por cien diría que no tiene nada que ver". Al fin y al cabo, es habitual que quienes se aferran a un paradigma obsoleto no se den cuenta de su propia responsabilidad o de lo que hay ante sus ojos. Tampoco los teólogos de hace cuatro siglos veían nada cuando miraban a través del telescopio de Galileo. Hay una burbuja mucho más antigua y mucho mayor que la burbuja bursátil y la burbuja inmobiliaria. Es la burbuja epistemológica: la burbuja en la que flota la visión economicista del mundo, la creencia en la economía como un sistema puramente cuantificable, abstracto y autosuficiente, independiente tanto de la biosfera que la alberga como de las inquietudes humanas que la nutren. En este sentido, la crisis del sistema económico tiene su origen en una crisis de percepción. La economía ecológica de Joan Martínez Alier y la psiconomía de Àlex Rovira son lentes correctoras de ambos tipos de miopía. La solución a la crisis económica no puede ser sólo económica.

Hoy se habla de volver a Keynes. Pero hace setenta años Keynes ya criticaba que todo se reduzca a valores económicos: "Destrozamos la belleza de los campos porque los esplendores no explotados de la naturaleza no tienen valor económico. Seríamos capaces de apagar el sol y las estrellas porque no nos dan dividendos". En sus últimos años Keynes señaló a un joven economista alemán como el más indicado para continuar su legado. Se trataba de E.F. Schumacher, que en los años setenta publicaría un libro de referencia de la economía ecológica, Lo pequeño es hermoso, en el que criticaba la obsesión moderna por el gigantismo y la aceleración y proponía algo insólito: "Una economía como si la gente tuviera importancia". Schumacher sabía que las teorías económicas se basan en una determinada visión del mundo y de la naturaleza humana. Y todavía hoy, en el siglo XXI, pese a la física cuántica y la psicología transpersonal, la economía imperante se basa en una ontología decimonónica: ve el mundo como una suma aleatoria de objetos inertes y cuantificables, es reduccionista y fragmentadora y tiende a oponer a los seres humanos entre sí y contra la naturaleza. Schumacher ya diagnosticó en 1973 que "la economía moderna se mueve por una locura de ambición insaciable y se recrea en una orgía de envidia, y ello da lugar precisamente a su éxito expansionista". Y añadió que hoy la humanidad "es demasiado inteligente para ser capaz de sobrevivir sin sabiduría".

No pocos bioeconomistas y economistas ecológicos, conscientes de que el crecimiento económico se había convertido en una carrera contra la geología, contra la biosfera y contra el sentido común, veían venir esta crisis desde que se aceleró la globalización. Otros parecen haberla intuido mucho antes. El economista suizo Hans Christoph Biswanger analizó en Dinero y magia la segunda parte del Fausto de Goethe como una crítica premonitoria de la fáustica economía moderna. El dinero (nuestro símbolo favorito de inmortalidad) se vuelve adictivo y el individuo entrega su alma por él. En el cuarto acto Fausto define así su deseo más profundo: "¡Obtendré posesiones y riquezas!" (y anticipando nuestra sociedad hiperactiva añade: "La acción lo es todo"). La alquimia ha sido sustituida por la especulación financiera: se trata de crear oro artificial que a partir de la nada pueda multiplicarse sin límites.

Goethe aparte, hoy sabemos que nuestro rumbo no es sostenible a escala económica, energética, ecológica o psicológica. Mientras la economía crecía creíamos poder ignorar el incremento de las desigualdades y el deterioro ecológico, o soñar que serían resueltos por la bonanza económica. Ahora ya no. La burbuja epistemológica empieza a desvanecerse: el mundo real existe y llama con fuerza a nuestras puertas, por ejemplo en forma de imprevisibles cambios climáticos y de escasez de materias primas. Las crisis interrelacionadas del mundo de hoy nos sitúan, a escala planetaria y a escala personal, ante un rito de paso sin precedentes. Nuestra sociedad tiene mucho de rebelión e hiperactividad adolescentes: rebelión contra la biosfera que nos sustenta y contra un cosmos en el que nos sentimos como extraños, hiperactividad en el consumismo y en la aceleración que nos lleva a posponer la plenitud a un futuro que nunca llega. La crisis como rito de paso nos desafía a alcanzar una madurez sostenible y serena que redescubra el regalo de la existencia en el aquí y ahora.

Realidad, ilusión
Hace ahora cuatro siglos, en el año 9 del siglo XVII, Kepler publicó su Astronomia nova y Galileo empezó a explorar los cielos con su telescopio. Ambos sentaron las bases de una astronomía que sabe predecir con precisión los movimientos planetarios. Pero el método se llevó a un extremo, identificando el mundo con un libro escrito en lenguaje matemático y reduciendo la realidad a lo que es cuantificable. De modo que los colores, olores, sabores, toda apreciación de sentido o de belleza y todo lo que constituye nuestra experiencia inmediata del mundo serían sólo ilusiones. La geometrización del mundo nos ha brindado un enorme poder, sin duda. Pero hemos acabado reduciéndolo todo a códigos de barras, cifras, estadísticas y redes de abstracciones. Como las que rigen la economía, cada vez más ajenas a la experiencia concreta de tierras y gentes. Ajenas, incluso, a sus propias crisis.

La palabra crisis viene del griego krinein (decidir, distinguir, escoger), raíz también de crítica y criterio. Durante las crisis resulta decisivo saber usar nuestro mejor criterio. Uno de los significados de krisis en griego era el momento decisivo en el curso de una enfermedad, cuando la situación súbitamente mejora o empeora. Este sentido médico es el sentido principal que crisis tuvo en latín y en la mayoría de lenguas europeas hasta el siglo XVII, y sigue siendo el primero que da el Diccionario de la Real Academia (hay que esperar al siglo XVIII para que surja en francés el sentido político de crisis, aplicando metafóricamente al cuerpo social lo que era propio del cuerpo humano). Durante siglos se ha hablado con toda naturalidad de la buena crisis que conduce a la curación del enfermo. Joan Coromines recoge algún ejemplo del siglo XVII: "Lo malalt ha tingut una bona crisa". En este sentido, una crisis es una oportunidad. O una especie de viaje por los espacios que analiza la teoría del caos, en los que una pequeña fluctuación puede dar lugar a desarrollos sorprendentes y duraderos. Lo único que está claro en un momento de crisis es que las cosas no seguirán igual.

Los años venideros están llamados a ser un rito de paso para la humanidad y la Tierra, un tiempo crucial en el largo caminar de la evolución humana. Podemos imaginar que participaremos en transformaciones radicales y muy diversas, en amaneceres sorprendentes y crepúsculos intensos, y que el colapso de las estructuras materiales e ideológicas con las que habíamos intentado dominar el mundo abrirá espacios para la aparición de nuevas formas de plenitud.

En este rito de paso del final de la modernidad una mala crisis nos conduciría a extender la sed de control, la colonización de la naturaleza y de los demás y nuestro propio desarraigo. Una buena crisis, en cambio, nos conducirá a una cultura transmoderna, en la que una economía reintegrada en los ciclos naturales esté al servicio de las personas y de la sociedad, en la que la existencia gire en torno al crear y celebrar en vez del competir y consumir, y en la que la conciencia humana no se vea como un epifenómeno de un mundo inerte, sino como un atributo esencial de una realidad viva e inteligente en la que participamos a fondo. Si en nuestro rito de paso conseguimos avanzar hacia una sociedad más sana, sabia y ecológica y hacia un mundo más lleno de sentido, habremos vivido una buena crisis.

Buena crisis y buena suerte.