jueves, 11 de septiembre de 2008

9. TEORÍAS SOBRE LA MASCULINIDAD: Godelier y Bourdieu, desde el marxismo y el estructuralismo

1. Maurice Godelier

Una de las aportaciones más influyentes y valoradas sobre la construcción de la masculinidad ha sido el del antropólogo de origen francés Maurice Godelier, autor del libro La producción de grandes hombres (The Making of Great Men: Male Domination and Power Among the New Guinea Baruya, Cambridge University Press, Cambridge, 1986.), donde estudió la sociedad de los baruya de Nueva Guinea.

En esta obra, y desde una perspectiva marxista estructuralista, Godelier presenta la masculinidad como un sistema de dominación en lo que el poder se basa en el control absoluto de los mujeres más que en la acumulación de bienes. El sistema de producción, las relaciones sexuales, el orden simbólico, ...todo, abso-lutamente todo sirve para asegurar el poder de los hombres sobre las mujeres.

Por su claridad expositiva reproduzco a continuación buena parte del artículo de Marta Lamas: Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género, donde explica con mucha claridad las principales tesis defendidas por Godelier en su obra:

Lo que define al género es la acción simbólica colectiva. Mediante el proceso de constitución del orden simbólico en una sociedad se fabrican las ideas de lo que deben ser los hombres y las mujeres. Una investigación especialmente fecunda y esclarecedora es la del antropólogo francés Maurice Godelier sobre los baruya, una pequeña sociedad de Nueva Guinea.(1)

La situación anómala de esta sociedad, que hasta 1951 desconocía la existencia de los hombres blancos occidentales, permitió un estudio privilegiado. En 1960, cuando el gobierno australiano decidió gobernarlos y emprendió un proceso de "pacificación", los baruya estaban organizados como una tribu acéfala compuesta de quince clanes y carecían de clases sociales y Estado. Godelier inició su investigación en 1967, y la visión de conjunto que da de las relaciones entre los hombres y las mujeres, tal y como debieron ser antes de la llegada de los blancos, es que en esa sociedad los hombres disfrutaban de [...] toda una serie de monopolios o de funciones clave que les aseguraban permanentemente, de modo colectivo e individual, una superioridad práctica y teórica sobre las mujeres, superioridad material, política, cultural, ideal y simbólica.

Godelier resume la situación de las mujeres como de subordinación: separadas del principal factor de producción (la tierra) y de los principales medios de destrucción y represión (las armas); excluidas del conocimiento de los más sagrados saberes; mantenidas al margen o en un lugar secundario durante las discusiones y toma de decisiones concernientes al interés general de la tribu o a su propio destino individual; valoradas cuando no se quejan y cuando son fieles, dóciles y cooperadoras; intercambiadas entre los grupos, con el agravante de que sus hijos no les pertenecen.

Hemos visto que el proceso de entrada a la cultura es también el proceso de entrada al lenguaje y al género. En el caso de los baruya, la adquisición del género se confirma,además, con los ritos de iniciación. Para Godelier, el dispositivo central de la dominación masculina es la maquinaria de las iniciaciones.

Estos ritos implican un proceso de afirmación de la identidad de género que vuelve evidentes todos los códigos y la información que de manera inconsciente han recibido los jóvenes a lo largo de sus vidas, y que los confirma como "hombres" o "mujeres" capaces de vivir en sociedad.

A partir de sus iniciación, se reafirmará la segregación sexual presente en todos los aspectos, materiales y simbólicos.

La vida se divide en masculino y femenino: el trabajo (la caza, la recolección, la agricultura, la ganadería, la producción de sal, la fabricación de útiles, armas, vestidos y adornos, la construcción de casas) y el espacio, desde el exterior (caminos para hombres y para mujeres), hasta el interior (diferentes áreas dentro de las casas).

Godelier cuestiona la explicación tradicional de que la segregación sexual, y su consecuente división del trabajo, explican el predominio social de los hombres y plantea que el predominio masculino presupone esa división del trabajo.

Así, Godelier se introduce de lleno en la problemática de lo simbólico. Esta separación de las mujeres de los principales medios de producción, de destrucción y gobierno se interpreta, en el pensamiento baruya, como "la consecuencia de una expropiación básica por parte de los hombres de los poderes creadores que antaño habían pertenecido a las mujeres". Para los baruya, la superioridad masculina nace del hecho "incontrovertible", ubicado en el terreno de los simbólico, de que en épocas remotas sus antepasados varones habían expropiado a las mujeres de sus poderes.

Por ello habían acumulado dos poderes: el que poseen los hombres como tales (simbolizado en el poder fecundante y nutricio de su esperma) y el de las mujeres, poseedoras de poderes femeninos que emanan de una creatividad originaria superior a la de ellos.

En esta interpretación simbólica Godelier constata el papel relevante desempeñado por la diferencia de sexo. Esta aparece como "una especie de fundamento cósmico de la subordinación, incluso, de la opresión de las mujeres".

El entramado de la simbolización se hace a partir de lo anatómico y de lo reproductivo, y Godelier señala que para los baruya todos los aspectos (económicos, sociales y políticos) de la dominación masculina se explican por el diferente lugar que ocupa cada sexo en el proceso de reproducción sexual. Resulta interesante comprobar la actualidad de esa creencia.¡Esa es también la idea rectora del pensamiento judeocristiano occidental, y compartida hasta la fecha por la mayoría de las sociedades (orientales, musulmanas)!

Ambos sexos comparten esas creencias, y en eso radica su eficacia. Todos los gestos, ritos y prácticas simbólicas que los baruya producen para mostrar y demostrar la primacía de los hombres en el proceso de reproducción de la vida se nutren del imaginario, pero tienen un vigor social avasallador. La participación, convencida, de las mujeres constituye la fuerza principal, silenciosa e invisible de la dominación masculina.(2)

Los baruya piensan que los hombres han sabido apropiarse de los poderes de las mujeres, añadiéndolos a los suyos propios. Obviamente estos poderes sólo existen en el discurso y en las prácticas simbólicas que confirman su existencia. La preocupación por la diferencia sexual y el interés por la reproducción marcan la forma como la sociedad contempla a los sexos y los ordena en correspondencia con sus supuestos papeles "naturales". Reconocer la diferencia de papeles implica una jerarquización. En el caso de los baruya hay un verdadero salto mortal simbólico: se disminuye la importancia del papel de la mujer en la reproducción, cuando justamente es del cuerpo de la mujer de donde salen los hijos, y es con su leche como sobreviven los primeros meses. Contra los datos de la realidad, prevalece la fuerza de la simbolización.

En su estudio sobre los baruya, Godelier sigue de cerca la operación mediante la cual la diferencia sexual se simboliza y, al ser asumida por el sujeto, produce un imaginario con una eficacia política contundente: las concepciones sociales y culturales sobre la masculinidad y feminidad. El sujeto social es producido por las representaciones simbólicas. Los hombres y las mujeres (baruyas, occidentales, orientales, etc.) no son reflejo de una realidad "natural" sino el resultado de una producción histórica y cultural.(3)

1 Godelier, Maurice. La producción de Grandes hombres, Poder y dominación masculina entre los Baruya de Nueva Guinea, Akal, Madrid, 1986.

2 Una explicación de por qué las mujeres no se revelan contra la dominación que retoma la fórmula de Gramsci de que la hegemonía consiste en dominación más consenso está en Rosas, Ana M. "Hacia una teoría de las transacciones desiguales: aportaciones de las discusiones antropológica y sociológica al debate feminista", en Debate Feminista, núm.2, septiembre de 1990.

3 Ya se ha puesto en evidencia el trasfondo ideológico del término "natural", que evoca nociones de inmutabilidad, de corrección, de normalidad.

Fuente: Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género, Marta Lamas, http://www.udg.mx/laventana/libr1/lamas.html

También podemos encontar un buen resumen de las aportaciones de Godelier en http://roble.pntic.mec.es/~jrodri14/godelier.pdf

(Una monografia de Jesús Rodríguez Obregón – Pág. 27) y en Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Maurice_Godelier)

Críticas

Según Mauricio Menjívar Ochoa y siguiendo a Irene Meler...

“...la división sexual del trabajo y los roles de género, lejos de constituir artilugios destinados a la supervivencia del grupo, son recursos para establecer las jerarquías sociales y la dominación masculina como el arreglo básico sobre el que ellas se sustentan”

Las bases del poder masculino se sustentarían en que las mujeres son excluidas de los medios de producción, de la política y de lo simbólico. No obstante, el problema de este planteamiento sería, a decir de Irene Meler, que “la división del trabajo no sirve como causa explicativa del dominio, porque lo presupone”, y que Godelier al explicitar la dominación no habría registrado “que existe una cierta funcionalidad en algunos arreglos”.

Fuente: De ritos, fugas, corazas y otros artilugios:Teorías sobre el origen del hombre o de cómo se explica la génesis de la masculinidad, Mauricio Menjívar Ochoa http://www.historia.fcs.ucr.ac.cr/cuadernos/c-25his.htm

2. Pierre Bourdieu

El sociólogo Pierre Bourdieu sostiene en su obra La dominación masculina (Anagrama, Barcelona, 2000, en castellano) que la división entre sexos es una construcción social que permite la opresión de los hombres sobre las mujeres y que, si ha tenido tanto éxito, es porque se ha presentado como algo natural e inevitable, hasta incorporarse completamente en la manera de concebir el mundo, de percibir y sentir nuestros cuerpos, de imaginarlo todo.

“La división entre los sexos parece estar en el orden de las cosas, como se dice a veces para referirse a lo que es normal y natural, hasta el punto de ser inevitable: se presenta a un tiempo, en su estado objetivo.... (La casa, por ejemplo) con todas sus partes sexuadas... cocina=femenino, oficina=masculino.”

Y como hemos sido socializados en esta división, encontramos una clara “concordancia entre las estructuras objetivas y las estructuras cognitivas”, entre cómo están conformadas las cosas y las formas en que las conocemos, entre cómo transcurre el mundo y las expectativas que de este mundo tenemos. Seco/húmedo, duro/blando, público/ privado, fuera/dentro encima/debajo, activo/pasivo aparecen con sentido objetivo en la forma en que nos representamos el mundo, en la forma en que consideramos que somos hombres y mujeres”

(Bourdieu; 2000: 20; en ¿Son posibles otras masculinidades? Supuestos teóricos e implicaciones políticas de las propuestas sobre masculinidad, Mauricio Menjívar Ochoa, 2004; http://www.reflexiones.fcs.ucr.ac.cr/documentos/83_1/son_posibles.pdf

).

De hecho, la supuesta diferencia anatómica que justifica la división sexual no deja de ser una diferencia construida y exacerbada socialmente para exhibirse como garantía y justificación de que existe una diferencia natural entre mujeres y hombres. Esta justificación circular conduce a asimilar que las relaciones de dominación están objetivamente inscritas en el orden de lo natural i no de lo social.

“De esta manera se inscriben las relaciones de dominación masculina en la naturaleza biológica, cuando en realidad se trata de la naturalización de la dominación. Es una dominación que responde a una construcción social (naturalizada) de relaciones históricas basadas en la división sexual del mundo. Es una realidad construida antes de nacer, que nos recibe al momento del alumbramiento y nos configura desde el inicio de nuestras vidas.”

(Bourdieu; 2000: 37 en ¿Son posibles otras masculinidades? Supuestos teóricos e implicaciones políticas de las propuestas sobre masculinidad, Mauricio Menjívar Ochoa, 2004; http://www.reflexiones.fcs.ucr.ac.cr/documentos/83_1/son_posibles.pdf).

Según Bourdieu, hay que trastocar este imaginario si queremos construir relaciones equitativas i satisfactorias. La masculinidad es parte de un imaginario construido socialmente, no una inferencia biológica de los cuerpos de los hombres y las mujeres, ni una esencia que no pueda modificarse.

Críticas

Los nuevos datos aportados por los biólogos evolucionistas, la Neurología, la Genética y la Etología Humana apuntan a que hay un substrato biológico masculino diferente del femenino, ni mejor ni peor, diferente. Somos híbridos de biología y cultura y cualquier análisis de las cuestiones de género nunca debería olvidarse de esta realidad, magnificando la importancia de un elemento en detrimento del otro. Por otra parte, reconocer la importancia del sustrato biológico no necesariamente ha de conducir a afirmar la superioridad de los hombres de las mujeres, porque es compatible armonizar la igualdad de derechos y el reconocimiento de diferencias. Negar las diferencias en evitación de posibles excesos y abusos puede llevar a opresiones aún mayores.

9 comentarios:

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