domingo, 23 de mayo de 2010

En busca del padre

Progenitores

FRANCISCO CALVO SERRALLER - EL PAÍS - 22/05/2010
 

"De mi madre", escribe el novelista estadounidense Richard Ford (Jackson, Misisipi, 1944) en su libro Mi madre (Anagrama), "no conservo más que recuerdos sueltos hasta los 16 años, en 1960, un año decisivo para los dos: el año en que mi padre se despertó jadeando un sábado por la mañana y murió antes de poderse levantar". Se trata, pues, de una declaración que, en principio, emplaza la relación materno-filial en los veinte años posteriores, cuando ese hijo único, a la sazón un adolescente atribulado, inicia sus primeros años como adulto, que le acabarán convirtiendo en un gran narrador. Pero Ford, que escribió esta historia unos años después del fallecimiento de su madre y que fue publicada originalmente en 1988, no se limita a contar sólo la época en la que ambos debieron sobrevivir juntos, sino que rememora los primeros recuerdos dispersos de su infancia y, todavía más, se remonta, como puede, hasta los de la de su madre. A los recuerdos personales se suman, por tanto, los indirectos de su indagación, como debe hacerse cuando alguien quiere explicarse de verdad a sí mismo.

En Tiempo de vida (Anagrama), el escritor español Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968), otro hijo único, tras la muerte de su padre, el pintor Juan Giralt (Madrid, 1940-2007), también necesitó reflexionar sobre su propio andamiaje existencial, aunque en su caso, habiéndose divorciado sus padres cuando era todavía un niño, centrando su relato en la historia de su conflictiva recuperación de la efigie del padre ausente, algo que afortunadamente logra cuando éste está ya al borde de la muerte. Pero, como Ford, Marcos Giralt no sólo se limita a narrar el largo lapso de sus desencuentros con el padre, que perdió en su primera infancia y reencontró al inicio de su madurez, sino que también hace acopio de toda la información que dispone acerca de la vida completa de su progenitor para que su memoria autobiográfica no se quede, nunca mejor dicho, sin patrón.

Hijos únicos o no, hay una abundantísima literatura en la que escritores han hurgado en el misterio de su propia identidad a través de captar la de sus padres, porque, al fin y al cabo, es allí, en medio de estos velados entresijos, donde se esconde el tesoro, fascinante y terrible, de quién y cómo somos. El relato esencial, o, si se quiere, el más veraz: la historia que encadena todas las historias. El testamento o testimonio del patrimonio familiar. El término latino patrimonium significa el conjunto de bienes que se heredan de los padres, siendo su tasación económica finalmente lo más irrelevante de esta adquisición, porque siempre el problema está en el ser más que en el tener.

Cuando, al final de su evocación materna, la de una mujer sin el menor relieve público, Ford intenta dar un sentido a su historia, le atribuye el que ella hiciera para él posibles "sus afectos más verdaderos" y la aceptación de la realidad, "un acto de conocimiento que confirma el amor". Tras anunciar que está esperando un hijo, la última frase del libro de Marcos Giralt Torrente enuncia el siguiente deseo: "Me gustaría conservar algo de lo mejor de mi padre para que le llegue a través de mí". Y es que el relato patrimonial planta en el horizonte el vertical árbol que enlaza la raíz con el cielo, el pasado con el futuro: la auténtica progresión de la memoria.