jueves, 16 de agosto de 2012

Vuelve el hombre masculino

Los metrosexuales han sido destronados. En la travesía de la masculinidad iniciada hace décadas por millones de hombres, se impone ahora el modelo megasexual, ese hombre varonil que, además, es capaz de entregarse sin escatimar ningún tipo de ternura y sensibilidad

Carmen Grasa

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Vuelve el hombre masculinoLo viril siempre se ha asociado a machismo, pero este vínculo ya no es tal PHILIP NEMENZ
El nuevo ideario masculino

Los hombres ahora:

-cooperan
-hablan
-escuchan
-colaboran
-expresan emociones
-son solidarios
-son sensibles

Machotes, metrosexuales, cibersexuales, ubersexuales. Hombres femeninos, dandis y de pelo en pecho. Caballeros, compañeros, chicos malos. Rebeldes, conservadores, con corbata o desgreñados. Depilados o hermosos como osos. Musculados, peterpanes, viriles. Dominadores, poderosos, sensibles, solidarios, amigos, padres, amantes… Hombres en busca de su identidad desde hace unas décadas, redescubriéndose para adaptarse a una sociedad que cambia, repensándose para satisfacer sus demandas. O reinventándose por puro hartazgo, porque ya no quieren ser superhéroes, porque su eterno papel de cazadores infatigables les pesa como una losa, porque han descubierto los beneficios del co-: cooperar, coeducar, convivir, corresponder, colaborar, cocinar, coincidir, concordar, confiar.
Debido a una evolución natural, a causa de las exigencias femeninas o por el cansancio acumulado de siglos y siglos en su papel de sexo fuerte, los hombres quieren, necesitan, encontrar su nuevo lugar en el mundo. Las mujeres llevan recorriendo ese camino siglos y todavía levantan ampollas temas como la maternidad o las diferencias salariales. Los hombres acaban de empezar. Novatos en estas lides, tienen un vasto camino por delante. Y mientras lo recorren, llueven del cielo modelos, opuestos o complementarios, las más de las veces mediáticos, que acaban por generarles una cierta confusión. “Estamos en una época de crisis y de cambio de la identidad masculina que dura ya varios años. En España llevamos unas dos décadas de estudios sobre la masculinidad. Este es un tiempo de cambios y es normal que haya una cierta confusión, pero viene generada por la falta de alternativas. Todos los modelos que se suceden tienen que ver con la dificultad de encontrar otras formas de ser hombre diferentes de las tradicionales”, reflexiona Erick Pescador Albiach, sociólogo, sexólogo y especialista en masculinidad y prevención de violencia machista. Y añade: “En la sociedad, en la calle, se ve la necesidad de plantear hombres que estén en contra de la violencia, que muestren otras formas diferentes de relacionarse en la casa, de hacer las tareas, de la crianza, de relacionarse afectivamente. Todo eso es una necesidad social realmente. Más que confusión, estamos en un momento de crisis y cambio, pero eso no es necesariamente malo”.

El hombretón aguerrido, extremadamente competitivo, fiero, dominante, que desprecia las emociones e inexpresivo, ha pasado a la historia. El machismo ya no le sale a cuenta a nadie, ni a hombres ni a mujeres. “El machismo es una psicopatología dentro de los entornos de comportamientos extremos”, expone José María Prieto, catedrático de Psicología del Trabajo de la Universidad Complutense de Madrid y coautor, junto a Ricardo Blasco y Gerardo López Montalvo, del estudio El discreto encanto de ser masculino. En este análisis, y desde un punto de vista psicológico, definen el machismo “como una mezcolanza de narcisismo, homofobia, autoritarismo, marcha, camaradería, ilusión de grandeza y complicaciones hormonales. Se trata, pues, de un meollo trastornado, anormal, muy distinto de la identidad masculina, saludable, normal”. Y aunque hay todavía quien se resiste a abandonar ese modelo trasnochado, ya nadie pone en duda que el macho, como esencia de la identidad masculina, ha agotado su espacio y su tiempo.

Quizá para contrarrestarlo, quizá como producto de marketing, aparecieron hace unos años los tan alabados, entonces, metrosexuales. Hombres a los que no les importaba mostrar su lado más femenino, hombres que se cuidaban, que prestaban atención a su aspecto, que consumían cremas hidratantes, que se fueron dejando caer por los salones de belleza, que exhibían músculo depilado. Hombres que gustaban a las mujeres y a los que no importaba que otros hombres los encontraran tremendamente seductores. Fueron los años del reinado de David Beckham, la estrella metrosexual por excelencia. Considerado un modelo impuesto por las grandes multinacionales de la cosmética, que vieron en los metros un mercado virgen que podía generar millones de euros, lo cierto es que Beckham y sus acólitos dieron una vuelta de tuerca a la masculinidad.

“Los metros no están necesariamente ligados a un cambio en las relaciones, aunque hay cosas en las que han dado un paso adelante. En su origen está el cambio estético, no ideológico. Con todo, cuando un hombre empieza a cuidarse a sí mismo, empieza a despertarse la necesidad de atender y escuchar el cuidado de los demás. Ese es un proceso importante. Es un proceso de descubrir el cuidado. Y ha sido contrario al de las mujeres. En ellas es ‘cuido a los demás y si me queda tiempo, a mí’. En los hombres empieza desde el ombligo, de ellos hacia los demás y se extiende”, observa Erick Pescador Albiach. Ver a una estrella de fútbol colgándose a sus niños de la cadera, llevándolos al parque a jugar, acompañándolos al colegio y protegiéndolos como hasta hacía poco sólo a una madre se le hubiera ocurrido, no es una cuestión baladí. Esas demostraciones públicas de ternura, de afecto, eran impensables hace treinta años. Ellos cambiaron el pelo en pecho por la cera depilatoria, pero no es menos cierto que reivindicaron su papel como padres y como compañeros, compartiendo el tónico facial y la crema antiedad, pero también la ética del cuidado familiar.

Sin embargo, desde hace un tiempo los metros están en franca decadencia. Hasta Beckham se ha dejado barba y refleja una imagen más varonil en las campañas publicitarias que protagoniza. Los prototipos afeminados están siendo sustituidos por hombres maduros que transmiten fortaleza, decisión, elegancia. Un nuevo modelo vuelve a imponerse desde los anuncios televisivos. Algunos expertos afirman que las mujeres se han cansado de esa imagen metro tan femenina; otros, que la crisis ha hecho que volvamos nuestros ojos a prototipos enérgicos, alejados del titubeo. Sea como fuere, los reyes de la belleza masculina son ahora Hugh Laurie, George Clooney, Javier Bardem, José Coronado, Xabi Alonso, Antonio Banderas, Cayetano Rivera, Carles Francino… Son los megasexuales: hombres que no han renunciado a cuidarse, aunque que no llevan esa tarea como bandera, y que se enraízan en la virilidad. Una virilidad controvertida, porque siglos de cultura patriarcal han convertido lo varonil en sinónimo de machismo, de ahí el recelo que provoca la hombría.

Quizás el nuevo modelo de hombre que reverbera en los anuncios ayude a sacar la masculinidad bien entendida de su ostracismo. “Lo masculino sigue siendo masculino. Se ha creado una extraña confusión en que todo lo masculino es igual a machismo. Lo viril sigue siendo viril y decir que lo viril es machista es una exageración. Por eso la mayoría de las cuestiones masculinas han pasado a la clandestinidad. Desde hace veinte años, los temas de varones se ven desde una perspectiva negativa. Ser varonil o hablar de la hombría es un insulto. Está prohibido hablar de hombría o virilidad, pero lo masculino no es un tema tabú, ni negativo, forma parte de la identidad de XY”, reivindica el doctor Prieto.

Los megasexuales son imagen, pero también concepto. Son hombres próximos a los afectos, contrarios a la violencia, solidarios, que han descubierto la palabra y la escucha, la entrega. Capaces de expresar sus emociones, de hablar del miedo y del dolor, de luchar por sus pasiones, de dar afecto y de recibirlo. “Sí hay nuevos hombres que se plantean una forma diferente de ser hombre. Hay que elegir el hombre, la persona que quieres ser. El hombre no nace, se hace. Y puedes llamarlo, etiquetarlo, como quieras. Lo cierto es que hay una necesidad de cambio y formas diferentes de plantearse la manera de ser hombre, la sexualidad, la vida. Naces hombre y puedes cuestionarte la forma en que deseas serlo, pero sí hay valores básicos; por ejemplo, plantearse la identidad masculina desde la no violencia. Ese sí es un planteamiento innovador, sin necesidad de ocupar los espacios de dominación y violencia y que no sea esta la que te dé la identidad del poder”, destaca Erick Pescador. En su nuevo papel, el hombre no se siente menos hombre por expresar sus emociones. Aman desde ellas cultivando lo que muchos han denominado “amar en femenino”. Apuestan por la no violencia, por el respeto a la libertad individual, por la caballerosidad entendida como humanidad, como educación. En sus relaciones desean “introducir elementos que no han estado en el ámbito de lo masculino y mantener otros masculinos que son estupendos y maravillosos. Muchos hombres de repente se recuestionan sus vidas, sus relaciones, su sexualidad”, describe el sociólogo. Entre las sábanas, los megasexuales son generosos. Despliegan un amplio abanico de juegos de seducción y erotismo destinados a dar y recibir placer, no sólo a obtenerlo. La sumisión femenina y el dominio masculino han pasado a la historia. Saben cómo mirar a una mujer, quieren establecer con ella una buena comunicación, desean que se sienta amada, satisfecha y respetada. Como compañeros de vida y de cama pueden ser una joya.

En casa, en las tareas del hogar, en el cuidado de los hijos, los megas echan horas y esfuerzo. Esta es la travesía más áspera, porque “el hombre debía tener la responsabilidad del patrimonio, que es diferente de la del matrimonio. Tenía asumida una iniciativa, una responsabilidad de siglos. Ahora está reajustando la concepción de cuál es su papel”, define el doctor Prieto. Los metrosexuales introdujeron una ética muy primaria del cuidado que los megas han empezado a desarrollar. “El 51% de los padres varones con niños de 5 a 10 años están altamente implicados en la crianza de sus hijos, aunque todavía sólo el 7% de ellos se implica igual o en mayor medida que las madres”, establece el estudio Infancia y futuro. Nuevas realidades, nuevos retos, de la Fundación Obra Social La Caixa. Según el mismo análisis, la proporción de padres que se acogieron a la baja por paternidad se ha cuadruplicado desde la puesta en marcha de la ley de Igualdad en el 2007: ha pasado del 15% al 58%. Los hombres del siglo XXI parecen haberse dado cuenta de que “la familia igualitaria contribuye más que la tradicional al bienestar de los niños españoles”, como concluye el informe.

En su tarea como cuidadores es donde parecen estar más perdidos, casi aturdidos, porque no acaban de encontrar el método. “Están descubriendo los aspectos positivos de la crianza y el cuidado, pero también aprendiendo que atender a los hijos es complejo, no es tan fácil”, sostiene Pescador Albiach. Muchas veces se produce el efecto péndulo, aunque tampoco las mujeres se libran de él, y “pasamos –como expone el sociólogo– del padre protector y dominante al padre que todo lo puede, que es amigo de sus hijos. El padre no puede ser nunca amigo, pueden ser más cercano, pero no amigo”. Porque siendo un colega más se acaba por no establecer los límites, que es uno de los grandes problemas de la educación en estos momentos, tal como alertan desde psicólogos a sociólogos o pedagogos. Según ellos, los límites hay que ponerlos, si no, convertimos a nuestros hijos en seres asociales, sin capacidad para la relación, la negociación o para resistir la frustración.

Sin embargo, toda cara tiene su cruz. Advierten los expertos que tras la imagen de los megasexuales pueden esconderse hombres machistas, pero políticamente correctos, alentados por el devastado paisaje económico que nos rodea. Son el movimiento retrosexual, que ya protagoniza páginas web y convoca hasta manifestaciones para reivindicar la vuelta al prototipo de machote. “Cuando se produce el cambio, la crisis del modelo, a los hombres les da mucho miedo, porque ya no sirve el modelo que hasta ahora les había proporcionado seguridad. Y es entonces cuando aparecen movimientos como la retrosexualidad o el neomachismo. Son formas de resistirse a ese cambio que ya es una realidad y que supone que el modelo de ser hombre como siempre ya no funciona”, advierte Erick Pescador Albiach. Estas tendencias de rebeldía frente al cambio están habitadas sobre todo por enemigos de los metros, no buscan un espacio nuevo ni la revisión de los modelos relacionales. Y nacen del miedo, porque “cuando se cuestiona el modelo masculino se cuestiona el poder. El hecho de que se cuestione la masculinidad supone que se cuestione toda la estructura de relaciones de poder del sistema. Y los hombres tienen miedo de perder el poder. Todavía estamos por llegar al modelo equilibrado. Es un proceso costoso y lento”, concluye el sociólogo.

Bien dotados... de sensibilidad

Las multinacionales de la cosmética, siempre avispadas, ya se han dado cuenta de que una nueva masculinidad ha visto la luz. Dicen los expertos que no hay sólo un modelo de hombre, como no lo hay de mujer, pero siempre existen referentes a los que a todos nos gustaría parecernos. Querríamos tener el encanto de uno o de otra, la inteligencia de aquel o de aquella, su belleza, su capacidad de entrega, su equilibrio. Los admiramos por sus aptitudes y sus actitudes. Y en la larga travesía de la masculinidad, ahora es el momento de los megasexuales: apasionados, emotivos, entregados, viriles, fuertes, tiernos y decididos, representantes de la masculinidad bien entendida.

PEP GUARDIOLA
El exentrenador del FC Barcelona es un hombre elegante, de traje o en vaqueros, educado, exquisito en sus formas, respetuoso. Un apasionado por su trabajo, pero capaz de dejarlo todo “porque me he vaciado” y porque quiere devolver a su compañera y a sus tres hijos el tiempo y el espacio que les ha escatimado en los últimos años. Ha llorado en público, se ha mostrado enérgico. Amante de la disciplina, ha ejercido su profesión con firmeza, pero sin ahorrar afectos.

HUGH LAURIE
Es la nueva imagen millonaria de una firma de productos de belleza para hombres. El Doctor House ha seducido desde su inteligencia, desde su toque de rebeldía. Lo hemos visto evolucionar, aprender de sus errores, rectificar, ser apasionado y cuidar de los suyos. Hemos descubierto sus debilidades, sus miedos. Su intimidad sentimental ha quedado al descubierto. La experiencia, la madurez, se han combinado en él con un atractivo físico que hunde sus raíces en lo varonil.

JAVIER BARDEM
No le dedicó el premio que recogió en Cannes en el 2010 a su mujer, se lo dedicó a su amor, Penélope Cruz. Con sólo una palabra demostraba que detrás de su imagen ruda late el corazón de un hombre bien dotado de sensibilidad que no se avergüenza de expresar sus emociones. Es solidario, como demuestran sus acciones a favor del pueblo saharaui. Y en cuestiones menos espirituales, su cuerpo, grande, sus mandíbulas poderosas, lo convierten en el paradigma de la hombría.

GEORGE CLONEY
El actor es, a sus 51 años, el paradigma de casi todo. Seductor, capaz de entregarse con pasión a la causa de los refugiados y acabar en la cárcel por defender sus principios. Clooney es educado, elegante, con una personalidad arrolladora, tan cautivadora como su sonrisa. En su mirada puedes descubrir la ternura o la fortaleza, el cariño y la energía. Tan decidido como capaz de reconocer su miedo e inmadurez para ser padre. Y no se considera menos hombre por preferir el descafeinado; intenso, eso sí.

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miércoles, 15 de agosto de 2012

Más shorts que nunca en las escuelas

¿Reivindicación adolescente, sexualización de la infancia o simple moda?

La seducción es natural, pero hay que evitar que la chica se presente como objeto

LA VANGUARDIA 09/06/2012
 
Más shorts que nunca en las escuelas
Cuatro amigas adolescentes, ayer, a la salida del instituto Ana Jiménez
Cristina Sen

  Se observan estos días en las calles grupos de piernas coronadas por un short de diseño minúsculo. Es la moda de niñas, adolescentes y jóvenes en edad universitaria, un uniforme de verano que acapara casi todos los estantes de las tiendas de ropa y que convierte en una aventura incierta encontrar un pantalón corto con algo más de tela. Los minishorts sirven para todo. Se llevan al colegio, al instituto, a la universidad. A la discoteca y a la playa, y también se han visto en algún puesto de trabajo. Madres y padres discuten con sus hijas, especialmente con las pequeñas, los profesores lo comentan. ¿Es el debate de siempre, el de la expresión y reivindicación de la juventud, o hay nuevos elementos?

La preocupación hoy latente a la hora de analizar el significado de esta moda es el de la hipersexualización, el acortamiento de la infancia, el ritmo de maduración de los jóvenes... Esto no significa vincular en términos generales la moda de los minishorts (los de la foto no son los más cortos del mercado) a estos aspectos que analizan psicólogos y sociólogos, pero sí que da pie a plantear si todos sus usos son adecuados, lógicos, sanos.

"Podríamos considerar que es una provocación de los adolescentes, una forma de enfrentar-se a los padres", señala Cristina Ramírez, profesora de Psicología Evolutiva y de Psicología de la Sexualidad (Universitat de Barcelona). Sin embargo, esta profesora, que aborda el debate desde muchos puntos de vista, estima que la forma de vestir es un lenguaje y cada uno ha de saber lo que expresa con ello. La coquetería, prosigue, es natural pero la cuestión es saber hasta dónde, "hasta dónde es adecuado llegar para que uno no sea visto como un objeto".

En cambio, quienes ciñen el análisis al pulso reivindicativo de la adolescencia y de la primera juventud recuerdan que a lo largo de la historia siempre ha habido polémica con las formas de vestir. El caso más paradigmático es el de la minifalda, creada en 1965 por la diseñadora Mary Quant, que se extendió rápidamente, y los shorts tampoco son nuevos en la historia del mundo. Pilar Pasamontes, directora científica del Instituto Europeo de Diseño (IED) en Barcelona y profesora de Historia de la Moda, considera que los shorts son una expresión de la juventud y surgen no de una imposición comercial, sino de las redes sociales y de los blogs. "Es verdad que en algunos casos no pueden ser más pequeños, son sorprendentes, pero tampoco diría que son una barbaridad", dice a modo de pincelada.

El elemento positivo que observa es su uso extensivo. Es decir, el hecho de que lo lleven altas y bajas, gordas, flacas. Pasamontes ve en ello un cierto desacomplejamiento, una cierta actitud yanqui de más desparpajo.

Hay que desmenuzar el tema. No es lo mismo cómo viste una chica de 17 años que una de 10. Ni es lo mismo ir al colegio con minishort que llevarlos el fin de semana. La cuestión, por lo tanto, es el tipo de valores con los que se crece, el armazón sentimental, sin que esto suponga caer en el puritanismo o defender el conservadurismo. Cristina Ramírez señala que lo que falta es una buena educación sexual, entendida no como el manual de cómo se pone un preservativo, sino de un sistema transversal que hable de valores, de comunicación, de sentimientos y de respeto, entendiendo que la sexualidad no es sólo genitalidad. Una educación tanto en la escuela como en la familia en la que cada uno se plantee cosas sobre sí mismo, que ofrezca criterios de selección a los niños y a los jóvenes, y autoestima.

El tema de la edad es por tanto importante, ya que, como señala, Ramírez, hay niñas de 10 años que eligen ropa sexy y no saben qué es ser sexy. Se trata así de plantear un proceso madurativo lógico, que ofrezca seguridad.

Hace un tiempo que el debate está sobre la mesa (en forma de cinta de tanga, de enseñar el calzoncillo...), ha llegado a los colegios con el planteamiento de cuál es la indumentaria adecuada para ir a estudiar e incluso en el Reino Unido ha sido una cuestión de Estado (véanse las informaciones adjuntas). Pero nadie se inclina por prohibir el uso de unas determinadas prendas, sino de ofrecer las herramientas para la autorreflexión. Ursula Oberst, profesora de Psicología (Blanquerna-Universitat Ramon Llull), señala que los adolescentes acentúan sus perfiles hiperfemeninos e hipermasculino, una actitud que acostumbra a suavizarse con el paso del tiempo. Y actúan también en función de la identificación con un grupo.

Considera, asimismo, que hoy "ya no se lleva" el perfil de "la chica mona", sino que lo que triunfa es una sexualidad agresiva en la que las féminas tienen un papel dominante a la hora de jugar con el poder de seducción. Se ensalza así a la mujer como objeto, pero eso ya no está siendo exclusivo de ellas, sino que la presión se empieza a dar también sobre los varones. La hipersexualización de estas etapas de la vida se ve en el mundo real, señala Oberst, pero queda más subrayada en las redes sociales, en los perfiles que las adolescentes exponen de ellas mismas en Facebook. Pese al análisis, esta doctora en Psicología considera que no hay que escandalizarse por el éxito de los shorts, ya que pasará como todas las modas, y también cambiarán de gustos quienes los llevan.

La American Psychological Associaton elaboró en el 2007 el Informe sobre la sexualización de las niñas, que ponía altavoz a un debate latente y a lo que se consideraba una realidad creciente impuesta por el modelo de consumo de los adultos. La sexualidad es inherente a la vida y un descubrimiento en la juventud, pero quienes defienden las tesis de esta excesiva sexualización señalan que esta llega contaminada por un determinado mundo adulto obsesionado. Los anuncios -con la mujer como objeto-, el contenido de las revistas para adolescentes, algunas series de televisión... A ello debe añadirse el acceso a cualquier contenido en internet, sin pasar por filtros previos explicativos. Y las consecuencias, según muchos expertos, son negativas, ya que mucho se ha escrito y se ha hablado sobre lo que conlleva la obsesión por la imagen y el excesivo culto al cuerpo.

"Cuando alguien te mira de una manera, hay que tener la madurez para saber responder", señala Cristina Ramírez, quien recuerda la importancia del aprendizaje de los límites aunque la adolescencia sea un momento de lucha contra lo impuesto. Se trata, por lo tanto, de buscar un equilibrio en el que, aunque suene prosaico, todo acaba dependiendo del tipo de shorts y de cuándo se usan. Algunas niñas salen de su casa con pantalón muy corto y leggins, y después las medias acaban en la mochila. En la universidad hay profesoras (en femenino) que comentan que hay chicas que vienen tan sexis que no se sabe muy bien cómo mirarlas. No es cuestión de debatir si han de ir o no sexis, sino de señalar, dicen, que igual el lugar más adecuado sería la discoteca.

Hay, así, shorts buenos y malos, y la cuestión sería hacerse con aquel con el que una se siente bien consigo misma en el momento adecuado. Y, sobre todo, que no se lleven en la cabeza.