miércoles, 23 de marzo de 2011

Silencio en casa ante el debut sexual

Un informe de la Fundación Grifols reclama a la escuela y la familia más papel en los turbulentos años adolescentes 

http://edicionimpresa.lavanguardia.es/premium/epaper/20110323/54131388440.html



ANA MACPHERSON - Barcelona

Chicos y chicas necesitan contrastar la información que les llega a través de las series de televisión 

Un día de estos habrá que hablar del tema. El hijo o la hija han empezado a pasar más horas sin tener sobre ellos unos ojos adultos, y los escotes y los pelillos en la barba muestran una actividad hormonal de la que ya no hay escape.

La afectividad y la sexualidad ¿son educables? Esa ha sido la pregunta que la Fundació Grifols, que preside la catedrática de ética Victoria Camps, ha planteado a diez expertos en adolescentes, como profesores, especialistas en anticoncepción, en salud reproductiva, psicología clínica, enfermería, pedagogía…

"La respuesta es que sí, pero no hay recetas", resume la doctora Rosa Ros, coordinadora del grupo de trabajo y directora del Centre Jove d´Anticoncepció i Sexualitat de Barcelona. Los expertos coincidieron en que las claves se encuentran en ligar afectividad y sexualidad (que no es lo mismo que amor y sexo) y reconocer que se educa en ambas cosas desde que son muy pequeñitos, con la ternura, los abrazos, los límites, las caricias, que todo eso configura la respuesta al placer y sensibiliza el ánimo. "Cuando llega la adolescencia hay que seguir, lógicamente, de otro modo, porque el desarrollo de la propia sexualidad tiene un carácter muy subjetivo", apunta Rosa Ros. "Pero hay que estar, y estar atentos a que esa tristeza no se perpetúe, entender que hay una acumulación de emociones de las que hasta ahora no habían hablado".
A los padres, los expertos que han elaborado este documento les piden que estén presentes, a mano, atentos, que saquen esos temas que ayudan a pensar y que no se limiten a decir no o no decir nada. A esas edades, señalan, educar a los hijos es más reconducir que prohibir.

A las escuelas les proponen la transversalidad de esta formación (no sólo información, no sólo una máquina de preservativos). Insisten en que las emociones, el respeto, el aprender a decir no, el saber no sólo cómo se hace sino qué se quiere hacer, forman parte de su educación, sea en Naturales, en tutoría, en Educación por la Ciudadanía, en Sociales. Y que utilicen un modelo que da buenos resultados: los talleres, tanto segregados como mixtos. Hacen hincapié en que esos talleres favorecen que los chicos hablen, que son los que menos lo hacen, pero sobre todo permiten contrastar, porque "abundan las informaciones locas que adquieren directamente de las series o de vídeos porno en internet y que no saben distinguir de la realidad", señala la experta en sexualidad adolescente.

"Es quizá lo que más nos ha movido a plantear este debate; esas contradicciones de una sociedad que recibe enormes cantidades de información a través de series de televisión y una familia y una escuela que guardan silencio", señala Victòria Camps.

Ese caos, esa falta de criterio es lo que reciben estos adolescentes que adelantan sus relaciones cada vez más - entre los 15,5 y los 17,9 años, según el último informe Faros del hospital de Sant Joan de Déu-,que en ocasiones se relacionan sin saber si es lo que quieren. "Incluso tenemos muestras de un adelantamiento en las primeras experiencias homosexuales, mucho antes de que se defina su opción", indica la coordinadora del informe. "Reciben información fría y directa, desnuda completamente de afectividad, emociones, y que invita a actuar, a la actividad sexual pura y dura". Y la sexualidad incluye autoestima, frustración, convivencia en grupo, derecho a equivocarse. "Los adolescentes siempre están dispuestos a cambiar cosas si se les da espacio y un poco de ayuda", señala Rosa Ros.

Pronto, muchos, sin saber por qué

EL INICIO DE LAS RELACIONES. El último informe Faros del Hospital de Sant Joan de Déu sobre El adolescente y su entorno en el siglo XXI indica que, según varios estudios, la edad promedio de inicio de las relaciones sexuales es entre los 15,5 y los 17,9 años. En los últimos 50 años, la media de edad de la primera relación sexual se ha adelantado en España 5,6 años y el porcentaje de mujeres que ha tenido su primera relación sexual completa antes de los 16 se ha multiplicado por 12 y representa el 16,7% de la población juvenil.

NÚMERO DE ENCUENTROS. El número de relaciones sexuales por mes entre los jóvenes españoles de entre 15 y 19 años es de 9 veces las chicas y de 8 los chicos, según un estudio del grupo Daphne. Según el informe Faros, es una cifra semejante a las que publican los países europeos - entre 7 y 10 veces lo más habitual-.Alrededor de un 66% de las chicas conserva su pareja más de seis meses, frente al 45% de los chicos.

LA FUERZA DEL ENTORNO. El 29% de los adolescentes ha mantenido relaciones sexuales presionados por el entorno y un 24% acepta que había hecho algo que realmente no quería hacer. Un 33% reconoce que su sexualidad ha ido demasiado deprisa y no acorde con su desarrollo y madurez personal. El grupo, el alcohol, la baja percepción de riesgo facilitan las prácticas sexuales que en muchas ocasiones ni son buscadas.

domingo, 20 de marzo de 2011

La rehabilitación de los maltratadores domésticos




¿Por qué hay que tratar psicológicamente a los hombres violentos contra la pareja? Rehabilitar a los agresores de pareja es una necesidad ineludible en un programa integral de actuación contra la violencia de género.
© Fotolia / Jason Stitt

El tratamiento psicológico a los agresores domésticos es, junto con otras actuaciones judiciales y sociales, una medida necesaria. Ahora bien, tratar a un agresor no significa considerarle no responsable. Es una falsa disyuntiva considerar al hombre violento como malo, en cuyo caso merece las medidas punitivas adecuadas, o como enfermo, necesitado entonces de un tratamiento médico o psiquiátrico.


Muchos hombres violentos son responsables de sus conductas, pero presentan limitaciones psicológicas importantes en el control de los impulsos, en el abuso de alcohol, en su sistema de creencias, en las habilidades de comunicación y de solución de problemas, en el control de los celos, etcétera. 


Un tratamiento psicológico puede ser de utilidad para hacer frente a las limitaciones de estos agresores que, aun siendo responsables de sus actos, no cuentan, sin embargo, con las habilidades necesarias para resolver los problemas de pareja en la vida cotidiana.


VER: Mente, cerebro y sociedad -  Violencia de género Echeburúa, Enrique 

Revista Mente y cerebro: 40 -El poder de la cultura

http://www.investigacionyciencia.es/Digital/solo_articulo.asp?indice=3

La violencia: la otra cara de la empatía


Revista Mente y cerebro: 47, marzo,  2011
Artículo completo La violencia: la otra cara de la empatía

 La violencia: la otra cara de la empatía Moya Albiol, Luis


La empatía y la violencia podrían compartir circuitos cerebrales. Tal particularidad abre caminos nuevos en la investigación para prevenir y tratar la conducta violenta en criminales y delincuentes.

Ponerse en el lugar de los demás, en eso consiste la empatía. Para algunas personas resulta una tarea sencilla, casi innata. Para otras, representa un proceso complicado, un esfuerzo activo que no siempre se logra, mas no por ello resulta imposible. Por lo general, se puede aprender a ser empático, a mejorar dicha capacidad e incluso a interiorizarla. El «cerebro empático» entiende con mayor facilidad los sentimientos, las emociones y los pensamientos de otras personas. Tal habilidad depende de la educación recibida, de las experiencias vividas y del aprendizaje de vida de cada uno, aunque también influyen factores biológicos, como la disposición y conformación de las estructuras cerebrales, la acción de diversos neurotransmisores, la estimulación hormonal y, posiblemente, la carga genética. Las mujeres, en general, se muestran más empáticas que los hombres. Ello se debe, en parte, a la exposición prenatal a las hormonas sexuales, proceso que organiza el cerebro en un modo específico, conformándolo como masculino o femenino antes del nacimiento mediante la acción cerebral de los andrógenos y los estrógenos. Dicha afirmación no significa que un hombre no pueda ser más empático que una mujer. De hecho, muchos varones lo son; además, las diferencias dentro de un mismo género resultan siempre mayores que las que surgen al comparar hombres y mujeres. Mas, según las estadísticas, ellas son más empáticas que ellos.
La empatía se conforma de dos componentes: uno de naturaleza cognitiva, otro de naturaleza emocional. El primero se relaciona con la capacidad de una persona para comprender y abstraer los procesos mentales de otro individuo. 
El segundo se refiere al acercamiento de un sujeto al estado emocional de otro, así como a las reacciones que ello le provoca. A pesar de la dificultad de evaluar la empatía, se han elaborado escalas y cuestionarios para medirla. Uno de los instrumentos de medida más empleados es el Índice de Reactividad Interpersonal (IRI), que evalúa la empatía desde una perspectiva amplia y en todas sus dimensiones, incluyendo factores cognitivos (toma de perspectiva y fantasía) y emocionales (preocupación empática y malestar personal). 
sigue en el pdf.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Apoteosis de mujer 'velina'

Cuando la piel cae o la grasa se concentra en los muslos, Eva se cree indigna de pasear por el paraíso

Artículos | 14/03/2011 - 00:31h

Al margen de la extravagante polémica sobre la tribuna femenina del Barça, en la pasada semana del 8 de marzo se ha hablado de los típicos temas que preocupan a las mujeres universitarias. De la no equiparación de los sueldos o del techo de cristal de las mujeres. Todo lo que hace referencia a la subordinación de la mujer se reclama con énfasis cada 8 de marzo. Pero la reflexión sobre el poder eclipsa otros aspectos no menos preocupantes de la condición femenina actual.

Los asesinatos de mujeres causan ciertamente una gran inquietud. Las leyes del Estado han llegado al extremo de discriminar con penas más duras la violencia ejercida por los hombres, pero la alarma no ha servido para frenar a los bárbaros. Por fortuna –nos decimos– estamos lejos de la misoginia que avanza en otras latitudes: en México, matar a mujeres se ha convertido en un deporte. Por fortuna, estamos lejos de la tiranía masculina que soporta la mujer en los países musulmanes o en aquellas zonas de África en las que se practica la ablación. En Catalunya se va a prohibir el burka, y el otro día leímos que una ONG del Vallès ha conseguido, al parecer, erradicar la ablación de un territorio del Senegal. Somos muy sensibles a las problemáticas exóticas, pero nuestras vergüenzas de toda la vida siguen sin resolverse: no disminuye la cifra de mujeres muertas, y nuestras carreteras siguen llenas de jóvenes desvalidas en minifalda (la crisis no hace mella en el comercio carnal: seguimos siendo el prostíbulo de Europa).

Cuando nos referimos a la problemática femenina siempre la vinculamos a los mecanismos de poder. Me pregunto por qué nunca la relacionamos con el claro progreso en nuestro entorno del modelo de mujer que en Italia han dado en llamar velina.

Me refiero a las chicas que predominan en televisión, cortadas por el patrón de la cirugía estética, armadas con formidables tacones, exhibidoras de vertiginosas curvas. Todas adoptan la identidad decorativa, aunque unas muestran, a la manera tradicional, sonrisa perenne y esforzada simpatía, mientras otras exhiben, a la manera moderna, agresividad de camorrista y lenguaje tabernario. Atraen por su belleza, pero nunca son protagonistas de nada, pues su función es la de acompañar, alegrar, agradar, provocar o animar a los hombres que las contemplan. ¡Curiosa paradoja! Discutimos hasta la saciedad sobre si hay que felicitar o condenar al Barça por su iniciativa de considerar a las socias reinas de la tribuna por un día, pero aceptamos sin rechistar el progreso de las velinas en los medios, creadores de pautas de conducta.

Es verdad que, en determinados ámbitos universitarios y mediáticos, la mujer ha conquistado, si no el liderazgo, sí la razón moral. Es verdad: ya nadie se atreve a discutir las reivindicaciones del feminismo. Nadie se atreve a discutirlas, pero, como sucede en general con la retórica del politically correct, la cruda realidad enmienda sin descanso la retórica feminista. Si algún modelo de mujer progresa es el de la mujer objeto: moda, publicidad, medios e internet se alían para propagarla. No es extraño que la expresión haya perdido actualidad y suene a anacrónica o carca: la mujer como objeto decorativo, como objeto de compra y de uso. La mujer como kleenex de usar y tirar.

Dos mundos paralelos se reparten la condición femenina. En uno se discute hasta el bizantinismo (incluso sobre el machismo de la gramática). En otro, más popular, progresa la visión de la mujer como figura decorativa. Un tipo de mujer que puede, curiosamente, aparecer como muy liberada, pues su capacidad de seducción es enorme y su sexualización le concede un aparente poder sobre el macho.

La velina funde tradiciones: de la donna de los trovadores a la dómina de Sacher- Masoch, de la prostituta de arrabal a la coqueta de los escenarios burgueses. El supuesto poder sexual que este modelo de mujer encarna permite sublimar el mito de Eva corruptora, origen de todos los pecados. Puesto que en nuestra sociedad nada tiene más prestigio que lo que antes se llamaba pecado (sinónimo ahora de placer), la que en el mundo tradicional era causa de la expulsión del Edén cree ser ahora una Eva triunfante. Cierto feminismo se funde aquí con el velismo.

La belleza de la nueva Eva liberadora se degrada con el tiempo. Su atractivo se deforma, su apariencia se arruga. Ha roto las viejas contenciones carcas y se ha liberado gracias al feminismo de la pose sumisa, pero las esclavitudes a las que se somete le causan un dolor indecible, aunque silencioso. La mujer contemporánea se ha liberado de viejos límites y represiones, pero ha sido atrapada por la tiranía del espejo. Tiene que supeditarse al imperio de la belleza, al canon de las medidas. Cuando su papel decorativo flaquea, cuando el atractivo mengua, Eva, para no ser expulsada del Edén, combate desesperadamente contra el tiempo y la genética. Ya nadie se atreve a culparla, como en la versión tradicional, de los males de la humanidad. Ahora es ella la que se cree culpable. Cuando la piel cae o la grasa se concentra en los muslos, se cree indigna de pasear por las pasarelas del paraíso.

No le queda más remedio, me dice una amiga cáustica, que esperar a que al macho le pase tres cuartos de lo mismo. También el hombre metrosexual, e incluso el clásico cachas, empieza a ser víctima de la tiranía del espejo.