Se han revisado los roles de acción, pero no la psicología atribuida a los personajes según sexo
"Cuentos de Princesas", "Cuentos Rosas Brillantes", "Cuentos para niñas", o "Esther y su mundo", una colección "femenina" sobre la vida cotidiana de una escolar británica que data de 1971 y que acaba de recuperarse para las niñas españolas del siglo XXI. Un vistazo a la sección de libros de unos grandes almacenes basta para comprobarlo: cada vez hay más cuentos diferenciados para niñas; muchos, rosas o con lentejuelas. ¿Qué ha pasado con los esfuerzos para promover modelos igualitarios en la literatura infantil?
"El sector del libro infantil sigue siendo el más marcado por el género, claramente". Así se expresa Iolanda Batallé, directora editorial de La Galera y profesora del máster de Edición de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, y reconoce que incluso las editoriales más comprometidas con políticas no sexistas están sucumbiendo a la moda de las colecciones para niños y para niñas. "Hay un bombardeo comercial; aquí y en el mercado internacional –el 80% de las grandes apuestas en las ferias son colecciones para niños y para niñas–, y también en todo lo relacionado con las licencias de los millones de princesitas Disney; se está creando mucho material marcado por razones de sexo desde el principio y, al final, incluso editoriales como La Galera, pioneras en libros no sexistas, entramos en las colecciones diferenciadas porque acaba mandando el mercado", explica Batallé.
Las ilustraciones también hablan
Una de las personas que más han contribuido a renovar los estereotipos de sexo transmitidos en la literatura infantil ha sido la escritora Adela Turín. Y no sólo porque en su colección A Favor de las Niñas las chicas aparezcan dotadas de rasgos de independencia, valentía o capacidad para hacer y pensar por sí mismas, y los chicos presenten sensibilidad o se impliquen en las tareas del hogar.
Su mayor aportación ha sido observar con ojos críticos los estereotipos que se transmiten en las ilustraciones.
El padre
Su mayor aportación ha sido observar con ojos críticos los estereotipos que se transmiten en las ilustraciones.
El padre
Si en sus primeros estudios Turín denunciaba que el delantal siempre lo llevaba la madre, que el padre siempre estaba ausente o sentado en el sofá, sus análisis más recientes apuntan que se ha renovado la figura del padre haciéndole figurar como un ser amoroso con su bebé, pero rara vez aparece empujando el carrito por la calle o cambiando el pañal. Ahora el padre también se dibuja en la cocina, pero sin delantal, porque su ocupación doméstica es excepcional.
La madre
No se ha actualizado la figura de la madre como pareja solidaria; se le atribuyen las explicaciones beatíficas y fantásticas, mientras que con el padre se habla de política, de trabajo y de asuntos internacionales.
La abuela
Se ignora que las abuelas con nietos de cinco años son mujeres de cincuenta años y no viejas a las puertas de la muerte.
Los pediatras
Siempre son hombres, en completa contradicción con las estadísticas.
Las gafas
Simbolizan inteligencia y siguen siendo un atributo masculino que rara vez lleva la madre. Cuando aparecen en las niñas es como símbolo de incompatibilidad entre belleza e inteligencia.
El periódico
Siempre está en manos de los hombres, y las niñas y las mujeres, si leen algo, son revistas.
La ventana
Se considera símbolo de pasividad, de aislamiento, de alejamiento de la realidad o de refugio en un mundo imaginario, y tras ella siempre aparece una niña o una princesa.
Pero ¿por qué? ¿Dónde están las normas que regulaban modelos equitativos en la literatura infantil? ¿Qué ha pasado con todo aquel movimiento en favor de princesas que se salvaban solas y de príncipes que podían llorar? "Lo que pasa es que se ha caído en manos del mercado; como ha disminuido la alerta sobre el avance de estos valores, los libros siguen ahora las leyes del mercado, y el mercado es conservador", resume Teresa Colomer, directora del máster de Literatura Infantil y Juvenil de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Y explica que el retroceso en los valores de igualdad en la literatura infantil tiene que ver con un movimiento social más amplio que vemos también en el fenómeno de las top-model, en las protagonistas del cine o los videojuegos: mujeres decididas, que han ganado en autonomía y agresividad, pero que reiteran los tópicos de una feminidad del pasado y buscan lo de siempre, gustar al varón, al que acaban sometidas. Es el auge de lo que denomina, de forma muy gráfica, princesitas con tatuaje, una puesta al día, con el barniz de los piercings y del descaro sexual, de la literatura rosa de otros tiempos.
Colomer explica que los estudios realizados a partir de los años 70 en los que se denunciaban los modelos sexistas que se ofrecían a niños y niñas en los libros dieron sus frutos, y algunos países anglosajones elaboraron normas editoriales para impedir que hubiera colecciones diferenciadas y para que los modelos que se ofrecían fueran más equitativos. Como reacción surgió un movimiento de producción de libros infantiles que se esforzó por ampliar los valores de cada sexo y por ofrecer un reparto más equilibrado de los papeles sociales. "Se avanzó hasta el punto de cuestionarse si los cuentos podían ir por delante con sus valores de lo que estaba asumido socialmente o aquello era ya adoctrinamiento", explica la profesora de la UAB. Considera que luego, en los años 90, pareció que la mujer ya había avanzado mucho y hubo cierta relajación en el discurso igualitario, al tiempo que se comenzó a plantear que todo lo femenino había quedado relegado, que la igualdad había llegado por la vía de convertir a las niñas en niños de segunda clase. "Y ahora, para recuperar lo femenino, hemos ido hacia atrás y, en vez de mejorar a esos niños de segunda con los valores femeninos, hemos vuelto a las chicas sometidas, a la subliteratura rosa, a la mujer de toda la vida pero con tono del siglo XXI", señala. Y es en ese panorama social en el que sitúa las estrategias de mercado que llenan de lentejuelas los libros para "niñas muy femeninas".
Entonces, ¿no se ha avanzado? ¿Los autores de nuevos cuentos perpetúan los valores y los estereotipos sexistas? "Claro que se ha avanzado, y se crean historias de chicos antihéroes y protagonistas femeninas que llevan la batuta de su vida; también se crean colecciones donde los roles familiares están actualizados; pero no deja de sorprenderme la cantidad de manuscritos que llegan con roles cavernícolas, y de autores jóvenes, de 30 y 40 años", responde la directora editorial de La Galera.
En el 2006, Rosa María Pérez Grau, maestra de la escuela Gloria Fuertes, de Dos Hermanas (Sevilla), analizó la igualdad de sexos en veinte cuentos infantiles sacados de Los cuentos de la Media Lunita, de A.R. Almodóvar –Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2005–, y sus conclusiones no dejaron lugar a dudas. Encontró que el número de personajes masculinos es muy superior, pues sólo en cuatro de los veinte relatos analizados aparecen personajes femeninos, y es porque son protagonistas, pues las mujeres no aparecen como personajes secundarios ni en las ilustraciones. En el 90% de los casos la mujer aparece subordinada al hombre, incluso cuando se trata de reinas o princesas, y actúa como respondiente, no como iniciadora de conversaciones o acciones. En cambio, en ninguno de los cuentos revisados un hombre se somete a una mujer, aunque sí a otros hombres. Y el 80% de las mujeres que salen en esas historias se dedica a tareas domésticas, mientras que el 75% de las actividades intelectuales planteadas (por profesión o por resolución de conflictos) corresponden a hombres. A pesar de los datos de su análisis, Pérez Grau cree que la literatura infantil ha avanzado y que, como en muchos centros escolares se promueven planes de igualdad, los profesores también están más pendientes de los contenidos sexistas de los cuentos y reaccionan ante ellos buscando historias diferentes, cambiando el final u ofreciendo varios finales para promover un espíritu crítico.
Cristina Ramos, maestra de educación infantil, psicóloga y asesora de formación del profesorado en el CEP de Granada, ha creado una herramienta para que los profesores tengan en cuenta los elementos sexistas de los cuentos analizando los contenidos, el lenguaje, las ilustraciones, etcétera, y luego decidan si lo cuentan o no y, si lo hacen, elijan cómo. Su experiencia es que los cuentos no sexistas son, hoy por hoy, minoritarios. "Revisamos todos los cuentos de la Biblioteca de Andalucía y concluimos que sólo 40, de unos 3.000, eran no sexistas", afirma Ramos. Explica que, por una parte, los cuentos que más gustan en la infancia son los llamados de hadas, los tradicionales, y esos, como han puesto de manifiesto diversos estudios, no tienen en cuenta la perspectiva de género. Pero cree que muchos cuentos nuevos tampoco cuidan mucho este aspecto "y a veces resulta que la historia no es sexista pero le dan ese sesgo las ilustraciones –los niños aparecen jugando con coches y las niñas con muñecas, o la madre en la cocina al lado del bebé y el padre con la cartera y las llaves del coche en la mano– o el lenguaje utilizado", apunta. En su opinión, los cuentos de ahora han actualizado los estereotipos sobre el trabajo o las tareas de casa, pero no los rasgos emocionales, y a los personajes masculinos se les sigue dotando de fortaleza, vitalidad, agresividad y pasión por la aventura, mientras que a los femeninos se les atribuyen rasgos de protección, bondad y sensibilidad. "Ese sexismo sutil es más peligroso, porque los niños y niñas se socializa con los cuentos viendo que todos los hombres son valientes y activos y las mujeres sumisas, pasivas o frívolas, y de manera inconsciente y acrítica identifican esos valores como positivos, y así reforzamos un esquema social desigual", advierte Ramos.
También Virginia García-Lago, profesora de Psicología de la Educación y del Desarrollo en la Universidad Camilo José Cela de Madrid, cree que uno de los problemas de muchos cuentos nuevos que se presentan como igualitarios es que no han actualizado los rasgos de personalidad "y resulta que la madre trabaja fuera de casa y el padre colabora en las tareas domésticas pero la madre sigue siendo tierna y dócil y el padre valiente". En su opinión, al personaje femenino siempre se le acaba desvirtuando. "La protagonista femenina de Harry Potter, Hermione Granger, comienza siendo famosa por ser la chica más inteligente de su clase, valiente y leal, pero al final de la historia lo que se destaca del personaje es que se ha enamorado; siempre surge el final de novela rosa", ejemplifica.
Y los mensajes que emanan de los cuentos no son baladíes. "Todos asociamos manzana con Blancanieves, zapato de cristal con Cenicienta y alfombra con Aladino; todo lo que se transmite vía cuentos resulta difícil de olvidar, y eso los hace peligrosos", dice García-Lago. Hace unos años comprobó, con un trabajo de campo en varios colegios, cómo después de escuchar el cuento de La Cenicienta, todos los niños a los que se pedía que dibujaran una persona realizando alguna tarea del hogar representaban una figura femenina, mientras que en las clases donde se contó un cuento inventado sin estereotipos de género, una parte de los alumnos (el 12%) dibujó una figura masculina. "El cuento es uno de los recursos didácticos más potentes de los que disponemos; con ellos socializamos, inculcamos ideas, transmitimos modelos...", subraya Cristina Ramos. Pero tampoco cree que los cuentos nuevos sean la panacea: "El peligro es que sean tan políticamente correctos que no cuenten nada". García-Lago coincide en que el problema de los cuentos centrados en los valores es que no enganchan, no tienen fuerza ni magia, son trocitos de la vida cotidiana "y los niños nunca te piden que se los vuelvas a contar". En otras ocasiones, critican las especialistas consultadas, se incluyen personajes a modo de "mujer-cuota", simplemente virilizando al personaje femenino.
De ahí que muchos maestros y especialistas en literatura infantil reivindiquen los cuentos tradicionales a pesar de su contenido sexista. "Los cuentos clásicos son poderosísimos; Piel de Asno está lleno de sexismo y racismo, pero es una historia de liberación femenina y una advertencia de que podemos sufrir abuso sexual por parte de alguien cercano, como el padre", afirma Virginia Imaz, creadora y contadora de cuentos y fundadora del grupo de teatro Oihulari Klown. Reivindica los cuentos tradicionales, con tramas fuertes y grandes valores, "contados con aliento propio, cuidando el lenguaje y la entonación, porque las palabras no son neutras ni inocentes, los niños y niñas notan si tú censuras lo que estás contando, y también saben si son historias que hacen referencia al pasado, a cómo se hacían antes las cosas; lo más sexista de todo es que el lenguaje no sea inclusivo, que se utilice el masculino universal y se deje a las niñas fuera", dice Imaz. Coinciden con ella las maestras consultadas. "A veces basta dramatizar las escenas sexistas cambiando los elementos masculinos por femeninos para que los niños lo vean ridículo y se rían; otras veces la solución es cambiar el final y que la princesa diga al príncipe que no se casa con él porque ni siquiera le conoce y, además, prefiere ir a estudiar al extranjero", sugiere Ramos. "No se trata de dejar de lado los cuentos tradicionales o los sexistas, sino de formar lectores y lectoras críticos que disfruten con la lectura y sean capaces de interpretarlas en sus coordenadas socio-históricas, entendiendo que el momento actual responde a otros parámetros en los que no debe establecerse ninguna discriminación entre niños y niñas", afirma María Rosal Nadales, profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Córdoba. Y enfatiza que, a pesar de las nuevas corrientes del mercado, la literatura infantil ha avanzado en todo lo relacionado con los estereotipos, y hay editoriales, padres y madres, y maestros y maestras que se esfuerzan a la hora de elegir las lecturas para los niños.
Colomer explica que los estudios realizados a partir de los años 70 en los que se denunciaban los modelos sexistas que se ofrecían a niños y niñas en los libros dieron sus frutos, y algunos países anglosajones elaboraron normas editoriales para impedir que hubiera colecciones diferenciadas y para que los modelos que se ofrecían fueran más equitativos. Como reacción surgió un movimiento de producción de libros infantiles que se esforzó por ampliar los valores de cada sexo y por ofrecer un reparto más equilibrado de los papeles sociales. "Se avanzó hasta el punto de cuestionarse si los cuentos podían ir por delante con sus valores de lo que estaba asumido socialmente o aquello era ya adoctrinamiento", explica la profesora de la UAB. Considera que luego, en los años 90, pareció que la mujer ya había avanzado mucho y hubo cierta relajación en el discurso igualitario, al tiempo que se comenzó a plantear que todo lo femenino había quedado relegado, que la igualdad había llegado por la vía de convertir a las niñas en niños de segunda clase. "Y ahora, para recuperar lo femenino, hemos ido hacia atrás y, en vez de mejorar a esos niños de segunda con los valores femeninos, hemos vuelto a las chicas sometidas, a la subliteratura rosa, a la mujer de toda la vida pero con tono del siglo XXI", señala. Y es en ese panorama social en el que sitúa las estrategias de mercado que llenan de lentejuelas los libros para "niñas muy femeninas".
Entonces, ¿no se ha avanzado? ¿Los autores de nuevos cuentos perpetúan los valores y los estereotipos sexistas? "Claro que se ha avanzado, y se crean historias de chicos antihéroes y protagonistas femeninas que llevan la batuta de su vida; también se crean colecciones donde los roles familiares están actualizados; pero no deja de sorprenderme la cantidad de manuscritos que llegan con roles cavernícolas, y de autores jóvenes, de 30 y 40 años", responde la directora editorial de La Galera.
En el 2006, Rosa María Pérez Grau, maestra de la escuela Gloria Fuertes, de Dos Hermanas (Sevilla), analizó la igualdad de sexos en veinte cuentos infantiles sacados de Los cuentos de la Media Lunita, de A.R. Almodóvar –Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2005–, y sus conclusiones no dejaron lugar a dudas. Encontró que el número de personajes masculinos es muy superior, pues sólo en cuatro de los veinte relatos analizados aparecen personajes femeninos, y es porque son protagonistas, pues las mujeres no aparecen como personajes secundarios ni en las ilustraciones. En el 90% de los casos la mujer aparece subordinada al hombre, incluso cuando se trata de reinas o princesas, y actúa como respondiente, no como iniciadora de conversaciones o acciones. En cambio, en ninguno de los cuentos revisados un hombre se somete a una mujer, aunque sí a otros hombres. Y el 80% de las mujeres que salen en esas historias se dedica a tareas domésticas, mientras que el 75% de las actividades intelectuales planteadas (por profesión o por resolución de conflictos) corresponden a hombres. A pesar de los datos de su análisis, Pérez Grau cree que la literatura infantil ha avanzado y que, como en muchos centros escolares se promueven planes de igualdad, los profesores también están más pendientes de los contenidos sexistas de los cuentos y reaccionan ante ellos buscando historias diferentes, cambiando el final u ofreciendo varios finales para promover un espíritu crítico.
Cristina Ramos, maestra de educación infantil, psicóloga y asesora de formación del profesorado en el CEP de Granada, ha creado una herramienta para que los profesores tengan en cuenta los elementos sexistas de los cuentos analizando los contenidos, el lenguaje, las ilustraciones, etcétera, y luego decidan si lo cuentan o no y, si lo hacen, elijan cómo. Su experiencia es que los cuentos no sexistas son, hoy por hoy, minoritarios. "Revisamos todos los cuentos de la Biblioteca de Andalucía y concluimos que sólo 40, de unos 3.000, eran no sexistas", afirma Ramos. Explica que, por una parte, los cuentos que más gustan en la infancia son los llamados de hadas, los tradicionales, y esos, como han puesto de manifiesto diversos estudios, no tienen en cuenta la perspectiva de género. Pero cree que muchos cuentos nuevos tampoco cuidan mucho este aspecto "y a veces resulta que la historia no es sexista pero le dan ese sesgo las ilustraciones –los niños aparecen jugando con coches y las niñas con muñecas, o la madre en la cocina al lado del bebé y el padre con la cartera y las llaves del coche en la mano– o el lenguaje utilizado", apunta. En su opinión, los cuentos de ahora han actualizado los estereotipos sobre el trabajo o las tareas de casa, pero no los rasgos emocionales, y a los personajes masculinos se les sigue dotando de fortaleza, vitalidad, agresividad y pasión por la aventura, mientras que a los femeninos se les atribuyen rasgos de protección, bondad y sensibilidad. "Ese sexismo sutil es más peligroso, porque los niños y niñas se socializa con los cuentos viendo que todos los hombres son valientes y activos y las mujeres sumisas, pasivas o frívolas, y de manera inconsciente y acrítica identifican esos valores como positivos, y así reforzamos un esquema social desigual", advierte Ramos.
También Virginia García-Lago, profesora de Psicología de la Educación y del Desarrollo en la Universidad Camilo José Cela de Madrid, cree que uno de los problemas de muchos cuentos nuevos que se presentan como igualitarios es que no han actualizado los rasgos de personalidad "y resulta que la madre trabaja fuera de casa y el padre colabora en las tareas domésticas pero la madre sigue siendo tierna y dócil y el padre valiente". En su opinión, al personaje femenino siempre se le acaba desvirtuando. "La protagonista femenina de Harry Potter, Hermione Granger, comienza siendo famosa por ser la chica más inteligente de su clase, valiente y leal, pero al final de la historia lo que se destaca del personaje es que se ha enamorado; siempre surge el final de novela rosa", ejemplifica.
Y los mensajes que emanan de los cuentos no son baladíes. "Todos asociamos manzana con Blancanieves, zapato de cristal con Cenicienta y alfombra con Aladino; todo lo que se transmite vía cuentos resulta difícil de olvidar, y eso los hace peligrosos", dice García-Lago. Hace unos años comprobó, con un trabajo de campo en varios colegios, cómo después de escuchar el cuento de La Cenicienta, todos los niños a los que se pedía que dibujaran una persona realizando alguna tarea del hogar representaban una figura femenina, mientras que en las clases donde se contó un cuento inventado sin estereotipos de género, una parte de los alumnos (el 12%) dibujó una figura masculina. "El cuento es uno de los recursos didácticos más potentes de los que disponemos; con ellos socializamos, inculcamos ideas, transmitimos modelos...", subraya Cristina Ramos. Pero tampoco cree que los cuentos nuevos sean la panacea: "El peligro es que sean tan políticamente correctos que no cuenten nada". García-Lago coincide en que el problema de los cuentos centrados en los valores es que no enganchan, no tienen fuerza ni magia, son trocitos de la vida cotidiana "y los niños nunca te piden que se los vuelvas a contar". En otras ocasiones, critican las especialistas consultadas, se incluyen personajes a modo de "mujer-cuota", simplemente virilizando al personaje femenino.
De ahí que muchos maestros y especialistas en literatura infantil reivindiquen los cuentos tradicionales a pesar de su contenido sexista. "Los cuentos clásicos son poderosísimos; Piel de Asno está lleno de sexismo y racismo, pero es una historia de liberación femenina y una advertencia de que podemos sufrir abuso sexual por parte de alguien cercano, como el padre", afirma Virginia Imaz, creadora y contadora de cuentos y fundadora del grupo de teatro Oihulari Klown. Reivindica los cuentos tradicionales, con tramas fuertes y grandes valores, "contados con aliento propio, cuidando el lenguaje y la entonación, porque las palabras no son neutras ni inocentes, los niños y niñas notan si tú censuras lo que estás contando, y también saben si son historias que hacen referencia al pasado, a cómo se hacían antes las cosas; lo más sexista de todo es que el lenguaje no sea inclusivo, que se utilice el masculino universal y se deje a las niñas fuera", dice Imaz. Coinciden con ella las maestras consultadas. "A veces basta dramatizar las escenas sexistas cambiando los elementos masculinos por femeninos para que los niños lo vean ridículo y se rían; otras veces la solución es cambiar el final y que la princesa diga al príncipe que no se casa con él porque ni siquiera le conoce y, además, prefiere ir a estudiar al extranjero", sugiere Ramos. "No se trata de dejar de lado los cuentos tradicionales o los sexistas, sino de formar lectores y lectoras críticos que disfruten con la lectura y sean capaces de interpretarlas en sus coordenadas socio-históricas, entendiendo que el momento actual responde a otros parámetros en los que no debe establecerse ninguna discriminación entre niños y niñas", afirma María Rosal Nadales, profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Córdoba. Y enfatiza que, a pesar de las nuevas corrientes del mercado, la literatura infantil ha avanzado en todo lo relacionado con los estereotipos, y hay editoriales, padres y madres, y maestros y maestras que se esfuerzan a la hora de elegir las lecturas para los niños.
LO MÁS PELIGROSO, EL PRÍNCIPE AZUL
Si hay un papel que se perpetúa, por más que se haya avanzado y se hayan corregido estereotipos en la literatura infantil, es el del príncipe azul. Y para muchos psicólogos y pedagogos, es el personaje más peligroso. El mito del príncipe azul se mantiene en los cuentos, en los juegos (el Kent de la Barbie), en las películas (el capitán de Pocahontas), en las novelas y revistas para adolescentes, e incluso en las destinadas a adultos, pues a las famosas que inician una relación se les sigue preguntando si aquel es, al fin, su príncipe azul. Este referente es siempre un hombre soñado, irreal, mientras que las princesas de los sueños de los chicos acostumbran a ser de carne y hueso, normalmente cantantes o actrices despampanantes. "El estereotipo de príncipe azul es perjudicial porque hace que las niñas se identifiquen con esas figuras y vean algunos elementos mágicos de ese príncipe azul en un compañero o amigo cuya conducta creen que podrán cambiar con un beso, con entregarse, porque el amor lo puede todo; y para el niño también es negativo, porque transmitimos que el príncipe tiene que conquistar, ser valiente, decidido, osado, y les enseñamos que la conquista es algo vinculado a la hombría, y que así serán más valorados por los hombres y por las otras mujeres, porque el príncipe azul siempre es deseado por el resto de las mujeres", explica Cristina Ramos. También María Rosal opina que, en cuestión de estereotipos sexistas, "lo más peligroso son las imágenes de amor romántico y sumisión que todavía encontramos", sobre todo en novelas y revistas para adolescentes. Virginia García-Lago añade que resulta muy dañino que se perpetúe que sólo la chica guapa consigue al príncipe azul y tiene éxito. "Luego viene la anorexia, el aluvión de operaciones de cirugía estética...", apunta. propio, cuidando el lenguaje y la entonación, porque las palabras no son neutras ni inocentes, los niños y niñas notan si tú censuras lo que estás contando, y también saben si son historias quehacen referencia al pasado, a cómo se hacían antes las cosas; lo más sexista de todo es que el lenguaje no sea inclusivo, que se utilice el masculino universal y se deje a las niñas fuera", dice Imaz. Coinciden con ella las maestras consultadas. "A veces basta dramatizar las escenas sexistas cambiando los elementos masculinos por femeninos para que los niños lo vean ridículo y se rían; otras veces la solución es cambiar el final y que la princesa diga al príncipe que no se casa con él porque ni siquiera le conoce y, además, prefiere ir a estudiar al extranjero", sugiere Ramos. "No se trata de dejar de lado los cuentos tradicionales o los sexistas, sino de formar lectores y lectoras críticos que disfruten con la lectura y sean capaces de interpretarlas en sus coordenadas socio-históricas, entendiendo que el momento actual responde a otros parámetros en los que no debe establecerse ninguna discriminación entre niños y niñas", afirma María Rosal Nadales, profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Córdoba. Y enfatiza que, a pesar de las nuevas corrientes del mercado, la literatura infantil ha avanzado en todo lo relacionado con los estereotipos, y hay editoriales, padres y madres, y maestros y maestras que se esfuerzan a la hora de elegir las lecturas para los niños.
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