miércoles, 13 de agosto de 2008
¿El porno sirve para aprender?. "A los chicos nadie les dice nada. están como cestos abandonados a su suerte". Sexo en la ESO
Los institutos españoles están al rojo. Los adolescentes practican sexo cada vez antes, más veces, con más gente. Se ha convertido en parte de su ocio. Creen que lo saben todo. No es así
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
EL PAIS SEMANAL - 25-05-2008
"Sí, el porno sirve para cascártela y aprender, pero exagera que te cagas. En la realidad te corres rápido, las pibas no tienen esas tetas, y nunca te vas los dos a la vez".
No estamos en una despedida de soltero sino en un instituto de un barrio trabajador del sur de Madrid. Una docena de varones de tercero y cuarto de Educación Secundaria Obligatoria hablan sobre sus inicios sexuales. Tienen entre 14 y 16 años. Pablo, el pico de oro, cumplió 15 en Navidad. Es uno de los cuatro que levantan la mano cuando se les pregunta quiénes han mantenido relaciones sexuales con penetración. Los iniciados gozan del respeto de sus pares. Sólo ellos logran aplacar el guirigay de exabruptos, obscenidades y machadas de gallito en celo con que se recibe cada palabra de la reportera.
-¿Dónde y cómo veis el porno? ¿No os controlan vuestros padres?
-¿Y qué? En Internet, el móvil, la tele, en el MP4. Las guarradas rulan por todas partes.
"Oiga, ¿y no nos pregunta cuántas pajas nos hacemos al día?", se impacienta un crío con voz de pito y cara cuajada de espinillas.
- Ya que lo dices, contesta tú mismo.
- Una es lo mínimo, pero mejor tres, como cepillarte los dientes.
Y se parten de risa. Así hasta que uno se disculpa por él y por todos sus compañeros: "Es que venimos calentando desde primaria y tenemos las pelotas a punto de reventar".
La Encuesta de Hábitos Sexuales del Ministerio de Sanidad de 2003, la última a escala nacional, daba pistas sobre ese calentamiento global en los institutos. Si se preguntaba a los españoles de menos de 30 años sobre la edad de su primer coito, se obtenía una previsible media de 17,5 años en los varones y de 18,2 en las mujeres. Pero los menores de 19 confesaban costumbres más precoces e igualitarias. Ellos se estrenaban a los 16,4, y ellas, a los 16,6. Con un pie en secundaria y otro en bachillerato o el mercado laboral.
Desde 2003 ha pasado un lustro. Cinco años es una eternidad y más en la edad del pavo. Parece que la contabilidad oficial se ha quedado vieja. Un estudio realizado por el Centro Madrid Salud Joven y la Universidad de Granada presentado el pasado abril bajaba aún más el listón. Seiscientos alumnos de institutos de Madrid confesaron en un cuestionario confidencial. Las chicas, hoy, se inician por término medio a los 16,3. Los chicos, a los 15,8. Pablo es un hombre de su tiempo. Las medias son falaces por definición pero sirven para acotar el territorio. Para saber de quién estamos hablando. Un promedio de 16 años raspados no quiere decir que todos tengan su primer coito a esa edad. Significa nada más, o nada menos, que hay tantos que lo tienen a los 18 como a los 14.
El ojo clínico de quienes ven el panorama confirma los resultados del estudio madrileño. Pediatras, profesores, psicólogos y sexólogos especializados en proporcionar información sexual y afectiva a los adolescentes avalan una percepción generalizada entre los profesionales que tratan con menores. Los padres pueden ignorarlo. Negarlo. No querer enterarse. Pensar que sus hijos no son de ésos. Pero sus niños (y niñas) lo hacen. Cada vez más. Cada vez antes. Cada vez con más gente. Hay mucho sexo en la ESO.
"Llegan del cole con 12 y 13 años a un instituto con alumnos de hasta 18. Las chicas están más desarrolladas y espabiladas, ellos aún le dan al balón, pero son como lagartijas: se mueven mucho y no muerden. Es a partir de segundo cuando empezamos a tener en cada clase un tercio de lanzados/as que van a por todas, otro de interesados/as y a la expectativa, y otro de niños más infantiles en ese aspecto", ilustra Juan, director de un instituto del norte de Madrid. Pero volvamos al sur.
-Si un tío se tira a varias tías, es un crack, pero si tú tienes varios rollos, te llaman puta. Son unos machistas aunque es verdad que algunas van sólo a pillar cacho, como ellos.
-Encima, a nosotras nos duele y nos podemos quedar embarazadas. Nuestra única ventaja es que decidimos si hay rollo o no, porque ellos siempre están empalmados.
Cambio de género. He aquí 12 chicas de 14 a 16 años reunidas en otra clase del instituto de Pablo. El mismo tema a debate. Semejantes risas tontas, similar nivel de procacidad, desmadre por el estilo. Sólo una de las 12 "lo ha hecho del todo". Fue el pasado día de los Enamorados, a los 15 años, con el chico de 16 con el que lleva nueve meses saliendo. "Me dolió un poco. La segunda vez estuvo mejor". Otras seis tienen "novio fijo", pero no han pasado a mayores. Están "esperando a estar preparadas". "Nos besamos y nos tocamos hasta el final, pero él me respeta hasta que yo quiera hacerlo", dice una morena guapa de 16 novia de un chico de 18.
"Eso es como hacer petting, pero con tu chico", explica una pelirroja con ojos ahumados y dos centímetros de raíces azabache.
-¿Qué es eso del petting?
-Besarte y sobarte sin dejarte hacer más. Ve un sábado por la tarde a la discoteca Fabrik de Fuenlabrada y mira los sillones.
Los chicos han sido más gráficos. Petting? "Restregarse todo, pero con ropa". "Calentarte a tope pa luego na". "Todo menos meterla", zanja Pablo el enterado.
El pasado 11 de febrero, la emisión del segundo capítulo de la teleserie Física y Química en Antena 3 provocó un pequeño terremoto social. La entrega, titulada Sólo es sexo, recreaba una fiesta petting entre escolares del instituto de secundaria en el que transcurre la trama. La Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) denunció que la serie da una visión "perniciosa y estereotipada" de profesores y alumnos y echa al traste sus "esfuerzos por difundir los riesgos de las drogas y las enfermedades de transmisión sexual". Otro colectivo, COAPA, estimaba que la serie hace "un flaco favor a los padres que intentan educar a sus hijos en valores y virtudes que nada tienen que ver con eso". Ambos colectivos pidieron la retirada de un espacio al que acusaban de mostrar "un mundo irreal".
Antonio, el joven director del instituto de Pablo, discrepa. No se sorprende al escuchar un resumen anónimo de las intervenciones de sus pupilos. Reconoce el fondo, y las formas, y confirma que el vetusto anglicismo petting partys, de to pet, acariciar, se denominaban las fiestas de la liberación sexual de los sesenta- forma parte de su jerga. "Y eso que al ser una entrevista voluntaria se han autoseleccionado. Los chicos que has visto son quizá los más lanzados, y las chicas, las menos".
Antonio practica una política de puertas abiertas. Cualquiera puede hablar con el director sin entrar en su despacho. Don Antonio es Toño en el Messenger y allí está siempre disponible. "Internet es una vía fantástica para enterarte de qué van los tiros con los chavales. Lo utilizan todos, desde primero, y ahí me entero de los conflictos que laten en las clases. Hablan de su vida escolar, pero también de asuntos que jamás me dirían cara a cara y que nunca les cuentan a sus padres".
"Las relaciones sexuales se ocultan sistemáticamente a los padres, es el secreto por excelencia", confirma Javier Urra, psicólogo de la Fiscalía de Menores de Madrid. Urra tiene a punto de publicar un ensayo titulado Lo que callan los hijos, lo que ocultan los padre, donde exprime una encuesta entre 5.000 progenitores y vástagos. El sexo ocupa el primer lugar en el podio de tabúes mutuos. Los padres no hablan con sus hijos de su vida erótica ni los hijos con sus padres tampoco.
Menuda novedad. Para cualquier padre es difícil asumir que su hijo es un ser sexual. Con pulsiones. Con deseos. Que su niña de 12 o 13 años -edad media de la primera menstruación- lleva un par de ellos sintiendo ciertos calores en el cuerpo. Que su niño asiste fascinado -y puede que aterrado- a su propia metamorfosis y sus nuevas posibilidades. Por eso, más allá de la conversación sobre la regla, con ellas, y sobre el preservativo, con ellos, muchos padres de hoy, como siempre, miran a otro lado y ruegan que la naturaleza siga su curso... mejor cuanto más tarde. Pero sucede que sus niños han pasado a la acción.
En la pantalla del portátil de Toño emergen, codificadas en el trabalenguas SMS o ilustradas con fotos digitales, las andanzas de sus pupilos. Ahí están sus pasadas , sus niñerías, sus buenos y malos rollos. Su vida desde que se levantan hasta que se acuestan. "Son mucho más precoces que mi generación", dice este docente treintañero. "Muchas van a por chicos mayores. Los de su edad les vienen pequeños, y ellos, que flipan, se defienden haciéndose los malotes. Muchos, ellos y ellas, van al rollo por el rollo, sin pensar, sin sentir. Algunos tienen relaciones con una persona distinta cada fin de semana".
"El sexo se ha convertido en un objeto de consumo más. Los chicos son consumistas y notan la presión", confirma Iván Rotella. Los publicistas lo saben y van al grano. "Placer adulto" promete en la tele un chocolate con una niña mordiendo la tableta encerrada en su cuarto. "Siempre pensando en lo mismo", acusa una marca de gominolas a una adolescente que mira con gula a un coetáneo.
Rotella es sexólogo, coordina el Centro de Atención Sexual del Ayuntamiento de Avilés y lleva una década oyendo las cuitas de los adolescentes asturianos. Al teléfono, on line o a la cara, en las charlas que imparte en los institutos. "Los chavales viven en el mundo real y todo les empuja a iniciarse. Las revistas que leen las chicas. Los productos porno que consumen los chicos desde primaria. Los amigos que ya lo han hecho. Es una especie de carrera por ingresar en el mundo adulto. Ésta es la generación más informada de la historia, pero no la saben gestionar. No distinguen lo importante de lo banal. Les dejamos solos y hacen lo que pueden. Nunca es pronto ni tarde para el sexo siempre que se esté preparado, se haga porque se desee y se sepa qué se hace. Muchos ni lo saben".
La pediatra Nuria Culell lleva años viendo en su consulta de la Unidad de Adolescentes de la Clínica Dexeus a los cachorros de la burguesía de Barcelona. Hace tiempo decidió adelantar la "primera consulta confidencial" con las chicas. Fue después de que una niña de 13 años llegara con una infección urinaria y en la exploración surgiera la existencia de "un noviete de 15" con cartas en el asunto.
¿Demasiado precoz? Depende. "El Código Penal establece en los 13 años la mayoría de edad sexual", deplora Javier Urra, que considera este hecho un gravísimo error. Mantener relaciones sexuales "consentidas" con niños y niñas de esa edad no es delito.
"Desde aquello", dice Culell, "a partir de los 12 ó 13 pido a los padres que salgan y les pregunto a ellas por sus amigas, sus profesores, sus amores. Te lo cuentan. Todo. Están deseando hablar, que les escuchen". La doctora cifra "entre los 15 y los 16" la edad media en que sus pacientes se inician en las relaciones sexuales con penetración. "Y va a menos: los de 16 me dicen que los de 13 van a saco". Mientras, los padres, con dos carreras, dos coches y dos casas, "están a por uvas".
"Los padres siempre creen que los otros puede, pero que ni su niño ni, sobre todo, su niña lo hacen", dice Culell. "Piensan que sus hijos tienen un par de años menos de los que dice su partida de nacimiento", corrobora Rotella. Ambos aconsejan a los padres que hablen de sexo con sus hijos. Desde pequeños. Desde que empiezan a plantear preguntas embarazosas: ¿cómo saldrá mi hermanito de la barriga de mamá?, ¿cómo ha entrado ahí?, ¿para qué sirve mi pilila? Que contesten a esas cuestiones, pero no sólo a ésas.
"Darles un preservativo a los chicos es como dar un casco a un motorista sin enseñarle seguridad vial. El sexo no es sólo vagina, pene y coito", explica Rotella. "Es conocer tu cuerpo y el del otro. Son emociones y sentimientos. Placer y bienestar. No se puede zanjar con lo de papá puso su semillita en mamá. Ni limitarse a amedrentarles con embarazos. Hay que darles las armas y la autoestima necesaria para decidir cuándo, cómo y con quién quieren hacerlo. Para exigir que se use condón. Para decir no, o sí, sin sentirse mal. Para que sean dueños de sí mismos".
Culell tiene sobre su mesa un ejemplar de A mí también me pasa, ¿y a ti? El folleto, promovido por la Generalitat, fue repartido a los escolares catalanes de 10 y 11 años el pasado trimestre con gran escándalo de algunas asociaciones de padres. En él se habla de la masturbación como fuente de placer y bienestar. "Me parece estupendo", dice Culell, "si educáramos a los niños en el conocimiento y estima de su cuerpo, no sólo evitaríamos embarazos adolescentes, sino también trastornos de autopercepción, como la anorexia". "Las chicas, con la regla, aún saben algo. Pero a los niños nadie les dice nada. Que se les va a poner dura, que tendrán poluciones. Están como cestos, abandonados a su suerte".
Tarde de entrenamiento en el campo de fútbol del Club Unión Adarve del barrio del Pilar, pura clase media madrileña. Dos equipos de cadetes de entre 14 y 16 años se desploman en el vestuario. Veinte púberes varones en distinto grado de evolución. Del niño de metro y medio al gigante repentino que no puede con su cuerpo. Huele a sudor, a pies, a hombre joven. Si hubiera un detector de testosterona, habría estallado a su paso. Les han dicho que les van a preguntar sobre sexo y están, cómo no, muertos de la risa. La primera pregunta pone las cosas en su sitio. ¿Cuántos se han estrenado? "¿Vale follarse a la almohada con el condón puesto?", consulta un tirillas de 14 que insiste en enseñar el preservativo Durex Love talla XL que atesora hace meses en su cartera "por si acaso". No. Salen cuatro iniciados frente a 16 "locos por hacerlo del todo". Un 20%. El resto tiene grandes proyectos para el verano. "En vacaciones mojamos todos", corean. "O mejor este puente, en la excursión a Almería".
-¿Qué tal os fue la primera vez?
-Bien, pero no era para tanto, me esperaba algo más fuerte -salta un rubio de 16 que se estrenó el verano pasado y no ha repetido-. Prefiero que me la chupen. Perdón, es que no me acuerdo de la palabra técnica.
-Mamada -aporta un espontáneo.
-Que no, tío, que se dice felación -puntualiza un tercero-. Y a ti lo que te pasa es que lo has probado poco. Cuando le coges el tranquillo sólo piensas en hacerlo otra vez.
-¿Dónde lo hacéis?
-En el parque, en el sótano del portal o cuando tus padres salen a comprar. Te arriesgas a que te pillen, pero vale la pena.
Que se lo digan a Tomás y a Isabel. Algunos sábados, este matrimonio de profesionales en la cuarentena se siente como Cenicienta, pero al revés. Tienen prohibido llegar a casa antes de medianoche. Es la hora en que Adrián, su hijo de 16 años, despide "a la de turno" y les da vía libre para acceder a su propio domicilio. "Cuando entramos, nos recibe con una sonrisa de oreja a oreja, claro. Luego me encuentro las pruebas del delito en la papelera del baño", relata el papá con un tonito de perplejidad y orgullo en la voz.
O que se lo cuenten a Diana, una madre divorciada que va "dando portazos" cuando llega a casa. Se trata de que su primogénita, de 16 años, y su novio, de 17 -año y medio de amor-, la oigan. Pasan la tarde "estudiando" en la buhardilla del adosado. Se cansan, pobres, y abren el sofá cama para estar cómodos. Diana no duda de su aplicación, pero prefiere anunciar su llegada a bombo y platillo. Un día apareció un preservativo intacto en casa. Diana fue derecha a comprar En tu casa o en la mía, de Lorena Berdún, y le dio el libro a la niña. "Si tienes dudas, pregunta. La puerta está abierta", le dijo. Ya tuvieron la conversación de la regla -"a los 12"- y la de las precauciones -"a los 15"-, y Diana no cree oportuno entrar en detalles no solicitados. "Es su intimidad. Yo tampoco hablaba de eso con mis padres. Ojos que no ven, corazón que no siente, pero no me chupo el dedo".
El lunes es día punta en el Centro de Salud Joven de Rivas-Vaciamadrid, una localidad del este de Madrid. Después del fin de semana vienen las prisas. Parejitas de quinceañeros y chicas solas o con amigas acuden aterrorizados a este espacio atendido por un equipo de médicas, psicólogas y enfermeras en torno a la treintena. Vienen porque se les ha roto el condón. O porque con el calentón no se lo han puesto. O, como estaban pedo, no recuerdan si se lo pusieron o no. Piden la píldora del día siguiente. Esto es un centro de atención integral para jóvenes, pero ellas sólo saben que aquí "la dan".
"Vienen cabizbajos, como pillados en falta. La teoría se la saben de maravilla. Pero les falta seguridad en sí mismos. Habilidades para relacionarse entre ellos y herramientas para gestionar su sexualidad", dice la psicóloga Raquel Martín. Lo corroboran las enfermeras, que se encargan también de dar charlas en institutos: "Tienen esa sensación de inmortalidad de los adolescentes, de que nunca les va a pasar nada". "¿De qué estamos hablando?", inquiere una de las doctoras. "Los adolescentes son una caricatura de los adultos. Nos imitan. En todo. Cómo vamos a sermonearles si muchas separadas cuarentonas piden la píldora poscoital tras una noche loca porque iban borrachas o porque, para una vez que ligan, no le van a pedir al otro que se ponga condón. Esto no es culpa de los padres. No es culpa de nadie. Es lo que hay".
Los adolescentes españoles se inician en el consumo de alcohol a los 13 años. En el cannabis a los 14,6. En el éxtasis a los 15,5. No todos, por supuesto. Pero en torno a un 15% de los escolares que contestaron al cuestionario del Centro Madrid Salud Joven (CMSJ) dijeron haber mantenido "su último contacto sexual bajo el efecto de las drogas". Más datos: los abortos entre menores se han cuadruplicado en los últimos 20 años. Un total de 5.740 menores de 18 años interrumpieron su embarazo en 2006. Muchas por segunda vez.
Suena el teléfono en el despacho de Carmelo González, psicólogo responsable del programa de información sexual de Coslada. Gladys, una niña ecuatoriana de 15 años, quiere abortar. Van dos veces en un año. "Eso evidencia que todos estamos metiendo la pata", dice este profesional con décadas de trato con menores. Sabe bien que la mitad de los embarazos adolescentes son de chicas inmigrantes. Que, como recoge el estudio del CMSJ, las niñas de origen latino comienzan a copular "antes que los chicos". A los 14,3. Que, a veces, lo de embarazo no deseado no es del todo cierto: "En su círculo es una forma de atar a su pareja, de emanciparse". Pero vive cada caso como un fracaso personal.
A José Martínez Olmos, secretario de Estado de Sanidad, le ocurre algo parecido. "El problema no es cuántos. Un solo embarazo no deseado es un desastre. Llevamos siglos hablando de prevención, pero no hay que dejar de dar la batalla". El reciente acuerdo de la Comisión de Salud Pública en el que las comunidades autónomas se comprometieron a administrar gratuitamente la vacuna contra el virus del papiloma humano a todas las niñas de hasta 14 años antes de 2010 es sólo un paso. "La vacuna sólo previene el cáncer de cuello de útero, pero no otras enfermedades de transmisión sexual ni por supuesto el embarazo".
González y Rotella, bregados en cientos de institutos, del más pijo al más marginal, alertan sobre algunos síntomas preocupantes. El porno, se ha visto, es moneda corriente en los colegios. "Eso no es bueno ni malo, nosotros teníamos el Penthouse en el somier, pero propaga un modelo machista y falso del sexo". Las chicas, en su afán igualitario, están emulando lo peor de los chicos: "beber, drogarse, follar como ellos". Todos son celosos: "se controlan el móvil en prueba de confianza". Y, atención, emerge una homofobia que parecía en vías de extinción en los adultos.
"Puede que ser gay sea guay en la tele, pero en el instituto no. Eres el rarito, y lo último que desea un adolescente es ser distinto". Álex tiene 19 años. Hace uno que dejó el instituto Duque de Rivas de Rivas-Vaciamadrid para estudiar psicología en la UNED. A los 17 salió del armario ante sus compañeros. "Tenía el apoyo de mi familia y me atreví a dar el paso. Aun así, pasaré a la historia como el gay de mi promoción". Álex habla en presencia de Joaquín Álvarez. Este profesor de dirección de empresas puso en marcha hace tres años la primera tutoría GLTB -Gays, Lesbianas, Transexuales, Bisexuales- de España. Se trataba de "ofrecer apoyo y atención personalizada" a los alumnos con dudas o conflictos sobre su orientación, difundir una imagen positiva de la diversidad sexual y fomentar la sexualidad responsable entre los alumnos. Su blog (tutorgltb.blogspot.com) recibe cientos de visitas de chavales de toda España.
Los colectivos gays calculan que uno de cada dos adolescentes homosexuales sufre acoso escolar. Álex no ha pasado por eso. El idílico paraje de su instituto -chalés, parterres, profusión de jardineros municipales- no explica del todo su suerte. "No te fíes, esto es como Wisteria Lane. Todo muy civilizado, pero los prejuicios van por dentro".
"Las niñas ya no comen chuches, / ahora comen pollas. / Van a la moda. / 12 años y ya follan. / Algunas dicen que soy machista. / Salid un finde, / veréis que soy realista". Porta, un rapero de 19 años que triunfa entre la chiquillería, rima en el MP4 de Pablo. El rap, una especie de duelo de sexos a lo Pimpinela, sigue: "Los tíos son unos cerdos, / lo que nos falta de falda les falta de cerebro. / Cuenta a tus colegas cuántas tías te has tirado, / divídelo por tres y tendrás el resultado".
Antes se les había preguntado a los chicos y chicas del instituto por sus temores.
-A no aguantar lo suficiente, a que no se empine, a no saber por qué agujero meterla.
-A que me duela, a quedar embarazada, a que me tomen por una chica fácil, a dejar de ser la niña de mis padres, a hacerme mujer.
Antes. Más veces. Con más gente. Vale. Pero parece que hablamos de lo de siempre.
Los futbolistas han vuelto de Almería. Coincidieron en el hotel con una pandilla de adolescentes británicas de vacaciones. Quién sabe si el Durex Love XL del asaltador de almohadas seguirá en su cartera.
Encuesta: ¿Crees que los adolescentes ven el sexo como una cuestión de ocio?
Resultados
La construcción de una sexualidad genitalizada y machista
A pesar de que en las escuelas se lleva ya bastante tiempo postulando la equidad de género en aras de unas relaciones satisfactorias entre chicos y chicas, algo parece fallar porque al alcanzar la adolescencia los chicos vuelven a reproducir los esquemas de la sexualidad genitalizada y machista de siempre. La ampliación y liberalización de las vías de acceso al mundo del sexo, unidas a la deficiencia de la educación sexual oficial sin más contenidos que el de la prevención (justo cuando menos receptivo se es a tal mensaje) ha arrojado a los chicos a la pornografía como principal educadora en materia sexual. Y no hay medio más eficaz que la pornografía para inocular los patrones de conducta machista más abyectos. El trabajo realizado en los años precedentes parece disolverse con la celeridad de un azucarillo en el café.
Reproduzco a continuación algunos informes aparecidos recientemente en la prensa sobre el tema.
El sexo adolescente se salta la seducción
Las referencias en televisión y pornografía borran el erotismo - El inicio llega a los 14 años sin tabúes, más lúdico, pero reproduce roles de género y mantiene el ansia de impresionar
TEREIXA CONSTENLA
EL PAÍS - Sociedad - 19-01-2008
Ya no es tabú ni pecado. A los 14 años, como media, los adolescentes españoles se estrenan en las relaciones sexuales. A los adultos les sorprende esta precocidad porque la comparan con su propia experiencia, pero si se contrasta con la iniciación de jóvenes de países cercanos no hay lugar para el asombro. Ingleses, franceses o portugueses experimentan antes. La edad de inicio es quizás el cambio menor. La concepción de la sexualidad tampoco es la misma. Ya no está rodeada de lastre religioso ni de moralina oscurantista. Ahora es lúdica, algo corriente, parte del ocio, un intercambio entre amigos, algo que hay que hacer. Y se asimila, sobre todo, a partir de la publicidad, la televisión, el cine, internet y la pandilla, lo que ayuda a transmitir mitos erróneos y aviva algunos miedos. Unos nuevos. Otros, como el tamaño de marras, de toda la vida.
"La gente está como desesperada por hacerlo antes de los 18, como si fuera un fracaso no hacerlo antes. Incluso se tienen relaciones antes de los 14, se ve normal". El testimonio de Jesús V. J. es doblemente valioso. Tiene 17 años, estudia 2º de Bachillerato y aspira a ser ingeniero de Telecomunicaciones. Desde los 15 transmite información sexual a otros jóvenes tras formarse como mediador en un curso del Instituto Andaluz de la Juventud. "Lo que más piden es información sobre cómo ponerse el preservativo".
Jesús constata tendencias observadas por los expertos. Por ejemplo: el uso de la pornografía. "Está normalizado, ver películas porno es algo típico". Si no hay otro modelo que lo contrarreste, el resultado es la construcción de una sexualidad genitalizada y machista. Y la muerte de la sensualidad y el erotismo.
"No hay ceremonias de seducción, es el aquí te pillo, aquí te mato. El sexo es penetración", suelta tajante la pedagoga argentina Nora Rodríguez, autora del libro ¿Hablas de sexo con tus hijos? (editorial Temas de Hoy, 2007). "La influencia de la pornografía es total. Se ve en las posturas contorsionadas, en lo que importa el tamaño del pene, en la degradación del cuerpo de la mujer y en que creen que el sexo es algo rápido e impecable, penetración y genitalidad", detalla.
Para escribir ¿Hablas de sexo con tus hijos?, Rodríguez entrevistó a adolescentes y también compartió algunas horas de marcha juvenil. Le sorprendió la pervivencia de algunos fantasmas. "Ves a las chicas tan modernas, con sus piercing, sus minifaldas y te sorprende descubrir que siguen esperando al príncipe azul igual que hace 60 años, lo que quiere decir que si el chico que les gusta no quiere usar el preservativo no harán que se lo ponga para evitar que se vaya con otra".
No es una impresión aislada. En un estudio del Ministerio de Sanidad y Consumo sobre la utilización de métodos anticonceptivos en jóvenes, se alerta sobre las desigualdades de género: "En las chicas más que en los chicos, y en las clases medias altas más que en las clases medias y medias bajas, se aprecia un cambio de los citados estereotipos en una línea más igualitaria. Sin embargo, hay otros sectores sociales en los que siguen vigentes los estereotipos más tradicionales y en los que las chicas tienen menor capacidad de decidir libremente sobre cuándo y cómo mantener las relaciones sexuales".
Pero Nora Rodríguez también descubrió nuevos hábitos sexuales: el chill-out, el bluetooth o el sexo azul. El primero consiste en dejarse llevar: "Como soy joven, fuerte, guapo y vital puedo dejarme llevar y no usar el preservativo en la penetración, es el sexo como riesgo".
No es una moda seguida masivamente. Para tranquilizar a los padres véase la infografía de esta página: los jóvenes españoles usan anticonceptivos en mayor medida que los franceses, portugueses e ingleses. Los seguidores del chill-out serían el 10% de los chicos y el 4,3% de los chicas de 15 y 16 años que tuvieron alguna relación sexual, según el último estudio internacional sobre Hábitos de Vida y Salud en Adolescentes (HBSC) difundido, correspondiente a 2002.
La segunda práctica citada por Nora Rodríguez se mantiene con desconocidos a los que se ha contactado a través de la tecnología bluetooth. El sexo azul es, aclara la pedagoga, el que se obtiene después de tomar Viagra, a la que recurren algunos para neutralizar el efecto del exceso de alcohol y drogas. Porque no se puede fallar. "Hay mucho miedo a quedar mal y una necesidad de estar siempre excitado, feliz", sostiene Rodríguez.
Lo corroboró un estudio del Instituto de la Juventud (Injuve) entre chicos de 15 a 19 años. En la antesala de la primera vez, a los chicos les pesa "no dar la talla" y no saber ser "varón maduro". A las chicas las atenaza "el miedo al abandono", al "engaño", al "daño" y a no ser "suficientemente deseadas".
En esta investigación se hurgó en el peso de la pandilla. Concluyeron que la sexualidad adolescente "se ejercita en grupo" aunque con diferencias entre unas y otros. Ellas se sienten "presionadas" y "enjuiciadas". Ellos "celebran" sus relaciones. Hay una convicción que planea sobre casi todos: "Los chicos siempre quieren y las chicas siempre pueden".
De nuevo, Jesús ofrece su experiencia. "Los chicos hacen todo lo posible para que se sepa, con las chicas es distinto, con ellas hay bulos". Apostilla la segunda convicción con las diferencias de comportamiento ante el sexo oral, habitual en un sentido y raro en otro: "Se da más de chica a chico porque es él el que tiene más ganas de hacerlo".
Entre los jóvenes entrevistados para el estudio del Injuve, el sexo es "básicamente el ocasional". Es el que se obtiene en momentos de ocio, un "paréntesis" en las normas "sin límites" para el disfrute. "Caben alcohol, estimulantes, frivolización, contactos y no caben el compromiso, la prudencia y el cálculo".
Las vivencias de Jesús no concuerdan plenamente con el resto del estudio: los jóvenes de su pueblo tienen sexo en pareja. Tal vez porque no hay una foto fija, un retrato uniforme y homogéneo de la sexualidad de los jóvenes de hoy. La sociedad española es un mapamundi de familias reconstituidas, tradicionales, unipersonales y homosexuales. Aunque corten temporalmente los lazos con los seres que superan las dos décadas de vida, los adolescentes no son ajenos a su entorno. A semejanza de los adultos, hay jóvenes homosexuales y jóvenes homófobos. Descubrir que la orientación sexual de uno no es la predominante en su entorno a una edad en la que se vive por y para el entorno puede desestabilizar a muchos adolescentes. "El proceso de aceptación es muy duro porque la presión del entorno determina muchísimo", expone Francisco Jesús Pérez, presidente de Entiendes, una organización juvenil de la federación Colegas de lesbianas, gays y transexuales.
Su caso no fue traumático, pero sí "complicado". A los 15 años le comunicó a sus amigos, heterosexuales, que era gay. "Reaccionaron con algo de incredulidad, pero lo encajaron de forma natural, a ellos también les ha servido de mucho", revive. Con su familia aguardó hasta los 18. "Quería estar seguro. Al principio fue muy difícil porque confundían al gay con el que quiere cambiar de sexo, pero con el tiempo fueron cambiando".
Ahora trabaja para que otros jóvenes homosexuales salgan adelante. No es fácil. La homofobia arrasa en las aulas. El 44% de las estudiantes y el 24% de los alumnos consideran que la homosexualidad es una enfermedad, según un estudio elaborado por Colegas. Unos porcentajes similares consideran que heterosexuales y homosexuales son desiguales. Y aún más: alrededor del 80% está convencido de que si alguien en su clase se declara homosexual sería "discriminado".
Gays y lesbianas se pueden casar, pero las leyes no destierran prejuicios. "Mi hija tiene 16 años, tiene una amiga, dice que siente una atracción muy fuerte hacia ella. No sé si llevarla a un psicólogo o qué hacer. Llevo días llorando". La voz que suena corresponde a una madre preocupada porque a su hija le gusten las mujeres. Su receptor es Pedro Villegas, un médico y sexólogo que atiende el Teléfono de Información Sexual para Jóvenes de Andalucía desde hace 14 años. Casi nunca recibe consultas de lesbianas. "Pero sí lo hacen chicos con dudas sobre su orientación sexual, que fantasean con penes o han tenido sueños gays". A partir de los 14 años de historia del servicio, el más antiguo de carácter público en España -depende del Instituto Andaluz de la Juventud-, se podría analizar la evolución de la sexualidad juvenil.
Nadie llamaba para contar sus dudas sobre su orientación sexual hace 14 años. "Al principio las mujeres no preguntaban por la falta de orgasmo", recuerda. "Y los hombres preguntan ahora más por la anticoncepción", apuntala su compañera, la psicóloga Isabel Luna. "Hay nuevas mitologías como el placer de la penetración anal para las chicas", cita Villegas. "O el del esperma alien, que esté dónde esté siempre ataca. La pregunta tipo sería 'le hice a mi novio sexo oral, me dio un beso, luego él a mí, ¿puedo quedarme embarazada?", reproduce Luna.
Responden a cuestiones sobre píldoras poscoitales, preservativos rotos, eyaculaciones tempraneras, el tamaño de marras o embarazos imposibles. A Villegas le asombra la sexualidad "pornográfica". A Luna, que los jóvenes están "hiperinformados, hiperliados e hiperasustados". A su confusión contribuyen que las nuevas fuentes de conocimiento son medios audiovisuales que no siempre divulgan. Apenas educan la escuela o la familia. Aunque no pueda culparse de ello a los padres por sistema. Los dos hijos de Pedro Villegas, de 14 y 16 años, se niegan a conversar de sexo con el profesional, su padre.
-Un día le pregunté a mi hijo si se masturbaba, y le dije que si no lo hacía que era bueno que lo hiciera.
-¿Y qué le dijo?
-Nada, farfulló algo y se fue. Se avergüenzan totalmente de mi trabajo. En mi casa se habla de todo menos de placer y de sexo.
Sexo adolescente: ¿cómo es su primera vez?
Isabel Navarro
Fuente:Autor: AP
Los roles de chicos y chicas se intercambian. Forman la generación más informada, pero también la más vulnerable. Las chicas se inician pronto y se muestran valientes, pero no disfrutan tanto como aseguran y se sienten culpables. Ellas necesitan sentirse amadas y, a veces, lo confunden con creerse deseadas. Ellos dan importancia a los aspectos físicos, como el placer, la excitación o el atractivo físico. Son relaciones sexuales que esconden muchas connotaciones de fondo. Descúbrelas.
Sin rodeos, sin seducción, sin erotismo y sin ataduras. Directos al grano, los adolescentes llegan cada vez antes al sexo genital. No piensan, actúan, y la represión de antaño se ha convertido en desinhibición. Algunos estudios sitúan la edad de inicio a los 14 años y otros a los 16, pero todos coinciden en que la precocidad va a más, también para ellas. Sin embargo, a pesar de las apariencias, entre los jóvenes persisten estereotipos machistas, y el descaro de muchas chicas se contrarresta con una angustia soterrada. “Ellas se inician muy pronto en prácticas genitales y van de valientes, pero están muy acomplejadas –explica Isabel Luna, una de las psicólogas que atiende el Teléfono de Información Sexual para Jóvenes de Andalucía–. Por un lado, han interiorizado el mensaje de que tienen derecho a disfrutar del sexo igual que ellos, aunque ven que asumir un modelo masculinizado (con muchas relaciones y distintas parejas) les da problemas porque no disfrutan tanto como dicen y se sienten culpables”.
La utopía de Blancanieves
Las chicas siguen preocupadas porque no son capaces de conseguir el orgasmo y creen que están haciendo algo mal. Permanecen ancladas en el cuento de Blancanieves, esperando que venga un príncipe a descubrir el Himalaya del punto G. Sin embargo, van directas al coito sin conocer su cuerpo ni saber lo que les gusta. Ellos también tienen sus dudas, pero se las guardan. Se sienten inseguros ante las chicas con iniciativa y creen que el placer depende del tamaño.
A través de la televisión, internet y la pandilla les llegan mensajes de que no hacerlo antes de los 18 años es un fracaso y también les sigue preocupando la masturbación, pero de un modo muy diferente al de otras épocas. Según Fernando Villadangos, presidente de Sociedad de Sexología Al-Garaia, el autoerotismo ha evolucionado de lo prohibido a lo obligatorio: “Antes a los varones se les decía que si se masturbaban les iban a salir granos o se iban a quedar ciegos... Hoy masturbarse es lo normal y te preguntan si es cierto eso de que si no te masturbas estás enfermo”. Y es que la sobreestimulación de la sociedad y la presión del grupo respetan muy poco los tiempos de cada individuo.
Circuito cerrado
La pervivencia de los falsos mitos encuentra su caldo de cultivo en internet y el patio del colegio. Una encuesta realizada a 2.000 estudiantes de Secundaria de Granada, que coincide en los resultados con otro estudio de Guipúzcoa, revela que la principal fuente de información sexual de los adolescentes son... otros adolescentes. Para ellas, la segunda fuente es la familia y, para ellos, las revistas pornográficas. Armados con semejantes armas de desinformación, sin vincular lo emocional con el cuerpo, los adolescentes llegan a la sexualidad con poco juego porque creen que la penetración es de primera categoría y el resto de prácticas, sexo de segunda.
Muchos psicólogos afirman que, más que buscar el placer, la carrera por el coito en los adolescentes es una manera de intentar romper con la infancia. “No van al sexo para encontrarse con el otro, sino para demostrarse a sí mismos que ya son mayores. Para ellos, es una conquista contra los padres, no algo que hacen por enamoramiento o por deseo del otro, sino por narcisismo propio. Algunas chicas que han pasado por mi consultan alardean de una sexualidad aparentemente libre y frecuente, sin embargo, es bastante fácil descubrir lo poco placentera que les resulta, como si se tratara de un ejercicio físico que su cuerpo hace y la obtención de placer no les concerniera”, explica la psicoanalista, especialista en niños y adolescentes, Mª Angeles Albamonte.
El papel de la familia
Entre los adultos sorprende esta precocidad porque la comparan con su propia experiencia y existe la tendencia a simultanear dos versiones de la realidad engañosas: “Mi hijo no tiene nada que ver con esos datos” y “los jóvenes son todos unos degenerados”. Pero ni una cosa ni la otra. Con una visión tan reduccionista, los adultos eluden su responsabilidad en la formación psicosexual de los hijos, necesaria desde la primera infancia, y olvidan las complejidades de la adolescencia.
Según Mª Ángeles Albamonte, “durante toda la infancia, la seguridad y el amor están garantizados gracias a que los padres son figuras ideales para el niño, pero el adolescente los baja del pedestal para favorecer su independencia y busca desesperadamente el apego en alguien externo a la familia. Lo normal es que se inserte “en cuerpo y alma” en alguna pandilla, pero puede ocurrir que la cobertura afectiva que les proporciona el grupo no sea suficiente y se enreden en alguna aventura amorosa con alguien que los padres nunca aprobarían”. Lo que ignora el adolescente es que estas figuras transgresoras son, en realidad, sustitutos encubiertos de los padres. Como dice la psicoanalista y pedagoga Isabel Cerdán, “para una chica de 16 años cambiar a la madre por el novio es una manera de no estar nunca sola”.
Miedos y riesgos
Según un estudio del Instituto de la Juventud (Injuve) entre chicos de 15 a 19 años, en la antesala de la primera vez a ellos les pesa “no dar la talla” y a ellas “el miedo al abandono, al engaño, al dolor y a no ser suficientemente deseadas”. Y es que la incapacidad para decir lo que quieren o lo que les gusta, las deja en un lugar de debilidad frente a la explosiva mezcla de alcohol, presión de grupo y “aquí te pillo, aquí te mato”. Según Mª Ángeles Albamonte, “la presión cortocircuita el pensamiento y los adolescentes evalúan muy torpemente los riesgos. Se sienten invulnerables frente a enfermedades o riesgos de todo tipo”.
Al deseo de inmediatez y a la falta de reflexión se une la carencia de seguridad en sí mismos, sobre todo de las chicas. Y es que, durante la infancia, los niños y las niñas tienen la misma autoestima, pero a partir de los 12, la de ellas va disminuyendo, pero la de los varones se mantiene. ¿Por qué? “El autoconcepto femenino está muy impregnado por el tema del físico y por una sobreexigencia muy fuerte con el tema de la belleza –explica la psicóloga Isabel Luna–. Necesitan sentirse amadas y, a veces, lo confunden con sentirse deseadas. Por eso, en cuanto sienten afecto por el chico se relajan y piensan que el amor las protegerá contra todo mal”.
Según datos aportados por la Universidad de Granada, el 54% de los enfermos que desarrollan el sida contrajo la enfermedad entre los 13 y los 18 años. Los adolescentes se sienten ajenos al VIH, pero consideran que tienen una pareja estable cuando llevan tres o cuatro meses con la misma persona. Pasado ese tiempo, dejan de usar preservativo y pasan a la píldora anticonceptiva. El problema es que esas parejas se rompen pronto y se inician nuevas relaciones, una tendencia que hace que los peligros se disparen.
Perfiles sexuales
No existe una foto fija de la sexualidad del conjunto de los adolescentes españoles. Son la generación más tolerante y con más información de nuestra historia, pero les siguen faltando habilidades para relacionar esos datos con lo que están viviendo. “La juventud en general es muy heterogénea –subraya Isabel Luna– y hay mucha diferencia entre lo que pasa en el campo y en la ciudad, por ejemplo. Es cierto que hay un porcentaje importante de jóvenes que toman drogas y alcohol, mantienen relaciones sexuales y al día siguiente no se acuerdan de lo que hicieron ayer, pero no son la mayoría. También hay muchas parejas jóvenes con relaciones afectivas sanas. La mayoría de llamadas son por miedo. Aunque son muy activos sexualmente, lo pasan fatal y están tan asustados como siempre”.
¿Desafío a los padres, moda o una forma de integración?
Algunas chicas jóvenes desafían los deseos paternos buscando como pareja a compañeros de clase de otras nacionalidades. Según los sociólogos, las mujeres de todas las edades son menos racistas que los hombres.
La mayor tolerancia femenina, unida al desafío a la familia y a que ellos todavía conservan los valores del cortejo, ha convertido en casi una moda las pandillas de adolescentes con parejas de chicos latinos y chicas españolas.
“Los chicos españoles no saben bailar, son muy sosos”, dice Ana, abrazada a su novio colombiano en un parque del madrileño barrio de Tetuán. Él la llama “mi lechosa”, un término cariñoso para referirse a su color de piel. Ana tiene 15 años y no le ha dicho a su madre que sale con Ricardo, “porque me mataría”.
Dice que “aún” es virgen, pero está enamorada… y se ríe, mientras lanza miradas cómplices al resto de sus amigas, una de las cuales, Rocío, sí que le ha dicho a sus padres que está con un colombiano. Además, afirma que está “harta de peleas y prohibiciones”.
Ricardo, el novio, tiene 17 años y alardea de haber perdido la virginidad “hace tiempo”. ¿Qué va a decir? Los chicos ascienden dentro del liderazgo del grupo cuando tienen muchas relaciones sexuales, suben de nivel. Mientras que ellas pueden salir estigmatizadas si se las cataloga como “fáciles”. Hecho que pone en evidencia que hay ciertas cosas que no cambian.
En línea
Ellas llaman más. El Teléfono de Información Sexual para Jóvenes de Andalucía lleva 14 años de funcionamiento y es el servicio de orientación más veterano de España. Según la psicóloga, Isabel Luna, el 60% de las llamadas son de chicas y el 40% de chicos, pero al principio ocurría justo lo contrario. “Para ellas, la mayor preocupación sigue siendo el tema de la anticoncepción y para ellos, las enfermedades de transmisión sexual, sobre todo el VIH. Ellos siempre suelen preguntar qué riesgo han corrido”.
Nuevos interrogantes. Los chicos empiezan a preguntarse por la contracepción y las chicas empiezan a hacer preguntas sobre el virus del papiloma humano. Además, cada vez las preocupa más la ausencia de orgasmos.
Y además... Otras de las preguntas frecuentes son las relacionadas con píldoras poscoitales, embarazos imposibles, dudas sobre la orientación sexual o la importancia del tamaño, una duda masculina que siempre está presente.
DIFERENCIAS DE GÉNERO
• Los chicos encuentran la mayor parte de la información sexual a través de amigos/as de su edad o algo mayores (24%) y en revistas “porno” (20%).
• Las chicas también la obtienen principalmente de amigos/as de su edad o más mayores (26%). En cambio, su segunda fuente de información son los padres (18%). El material “porno” queda relegado, con un 3%.
• Los motivos por los que se implicarían en un encuentro sexual también son distintos. Ellos hacen hincapié en los aspectos físicos, como el placer, la excitación o el atractivo físico, así como la limitación de recursos, que entienden como “el no dejar pasar la oportunidad”. Por el contrario, ellas dan importancia a las condiciones afectivas y relacionales en las que se va a dar el encuentro sexual.
• Los datos de investigaciones sociológicas describen un progresivo acercamiento de chicos y chicas en la iniciación sexual, tanto en la edad como en el tipo de pareja con quien se tienen las primeras experiencias sexuales. Esta confluencia se produce a través de una especie de masculinización de las chicas en la edad de inicio –que ha descendido–. Y de una feminización por parte de los chicos en los motivos y el tipo de relación de pareja, ya que cada vez más se inician sexualmente con personas a las que se consideran vinculadas afectivamente, de forma muy similar a las chicas
"Ahora, los chavales se inician antes, pero arrastran las lagunas de siempre". Padres y educación sexual
Sexualidad: un abismo entre padres e hijos
JAVIER URRA
EL PAÍS - Sociedad - 04-07-2008
Las relaciones sexuales entre los padres son un verdadero mundo insondable, silenciado, para los hijos. Recuérdelo.
El sexo es lo más natural, pero lo más callado. Los padres (algunos) se quejan de que los hijos aprendan de este tema en la escuela, en la calle, pero a ellos les cuesta adelantarse, empiezan a hablar a los hijos a los 14 años y en ocasiones es tarde. La masturbación, las relaciones completas, el uso del preservativo, la píldora del día después ya han sido parte de su desarrollo, pero creemos que el hijo por serlo es muy niño. Craso error.
Debemos hablar sin tapujos, sin la sombra del pecado ancestral, asentando los pilares del respeto a uno mismo, al otro, a los demás.
Educar en el respeto a las distintas orientaciones sexuales, a la capacidad de amar, de hacer feliz, de sentir lo que el otro percibe, de asumir las rupturas y fracasos con disgusto pero con admirable aceptación positiva.
Más allá del pene, la vagina, las zonas erógenas, los tiempos, el entorno, el antes, el después -pero sin obviarlos- está la relación, la comunicación verbal y gestual. Los silencios acordados u ofrecidos.
No todo es explícito ni debe serlo. Creo que los padres han de hablar, desde la verdad, de lo que se quieren, de cómo se conocieron, del porqué de traerte a ti, hijo, al mundo, de los miedos o dudas cuando fueron adolescentes, de los riesgos del alcohol y otras drogas. En conexión con el tutor abordaremos las diferencias entre el hombre y la mujer, la fisiología, los ciclos, la adolescencia, poluciones, la regla... Confiarán más en nosotros.
Todo niño se ha preguntado qué hacen los padres en la cama (algunos se han escondido debajo de la misma).
No seamos pacatos y meapilas, hablemos con claridad, mostremos nuestra disposición, pero no violentemos, no perturbemos. Son niños, no vayamos más allá de sus intereses, de lo que internamente se preguntan.
Claro que hay que hablarles del sexo de pago, del sida, y de los abusos sexuales a menores, de su derecho a la intimidad.
La sexualidad trasciende, disfrutamos de orgasmos, pero también de miradas, de roces. Eduquemos.
Los padres que se dejan desbordar por otras instancias se sienten mal, deslegitimados. Sépanlo y actúen en consecuencia.
¿Alguien logra hablar de sexo con sus hijos?
Una generación muy informada y unos padres que pretenden ser cercanos siguen topándose con el mismo tabú - La idea de que hablar de relaciones implica autorizarlas dificulta el diálogo
CARMEN PÉREZ-LANZAC
EL PAÍS - Sociedad - 04-07-2008
Se llama Alberto y tiene 15 años:
"¿Que si mis padres me han hablado de sexo? Lo han intentado, pero les cuesta. Se ponen raros. Me hablan de la semillita y del pito, como si fuera un niño de cinco años. Conozco los gestos faciales de mi madre y, cuando dice vagina, le cambia la cara. Las pocas veces que han sacado el tema ha sido para lo típico de que tome precauciones, que no vaya a echar mi vida a perder por un calentón... No tengo muy claro que sean las personas idóneas para hablarme de sexo en condiciones. Son cincuentones y en este tema siguen en su época. No me lo imagino, me daría la risa. En realidad, no sé si quiero. Prefiero hacerlo con mi hermano mayor".
Cuando se habla de adolescentes y sexo, una tesis parece estar clara: ahora, los chavales se inician antes, pero arrastran las lagunas de siempre. Entonces, como parte de la solución al problema, suele repetirse la frase: "Hay que hablar de sexo con los hijos". Y nunca fue más cierto aquello de qué fácil es decirlo y qué difícil hacerlo. De un lado, tenemos al adolescente, muerto de corte, hermético, con el pudor a flor de piel y con una tendencia a escabullirse ante situaciones incómodas (¿hay algo más incómodo que el que tu padre te hable de sexo?). Del otro, a unos padres a menudo incapaces de ver a sus hijos como personas con pulsiones sexuales y que tienen que hacer un auténtico esfuerzo para sacar el tema, como esta madre de dos adolescentes: "Ha sido una conversación que me he impuesto porque creía que era necesaria. Cuando lo hablo, trato de no darle importancia, pero cuando acabo pienso: '¡Uf, por fin!'. Es como si te hubieras quitado un peso de encima".
La realidad es que el pudor hace que un gran número de padres opten por dejar el tema en manos de los profesores, de Internet, del mundo ahí fuera, lo que a muchos adolescentes, desde luego, les parece fenomenal y contestarían lo mismo que Diego, de 14 años: "¿De sexo? Buf, he tenido la suerte de que mis padres nunca me han hablado de eso".
Pues mal hecho, opinan los sexólogos. Los padres, aunque les cueste, deben hacer un esfuerzo y romper el hielo. Y superar sus temores, como ese muy extendido según el cual hablar del tema con los hijos viene a ser como darles luz verde para mantener relaciones. Hablar no significa autorizar, como se repite varias veces en el libro ¿Hablas de sexo con tu hijo?, de la pedagoga argentina Nora Rodríguez, y del que se ha extraído el siguiente párrafo: "Para muchos padres, hablar de sexo con sus hijos implica darles permiso para tener actividad sexual. Sin embargo, hablar no significa autorizar. (...) La información combinada con el respeto y la tolerancia permitirá que no se enfrenten a prácticas de riesgo. Por absurdo que parezca, ésta es la única vía realmente efectiva. Diversos estudios han comprobado que cuando los padres son excesivamente rígidos o temen hablar del tema, empujan a los hijos a averiguar por sus propios medios lo que desconocen. Igualmente, los padres muy liberales, que impiden en los hijos un desarrollo tranquilo de la sexualidad, los impulsan a probar experiencias sexuales sin que estén preparados para ello".
"Los padres son la mejor voz para transmitir educación sexual", insiste Rodríguez, ya al teléfono. "Pero es un error esperar a que sea adolescente. Hay que empezar desde que es pequeño. Llamando pene al pene y vulva a la vulva, y no de mil maneras estúpidas. Hay que ayudarle a que entienda su cuerpo, que hay órganos que, aunque ahora no lo siente, de mayor le darán placer, que todo eso tiene que ver con la procreación... Eso ayudará a que, cuando sea adolescente, se pueda seguir hablando. Porque hoy en día, los chicos están sobreinformados, pero no formados. Muchos padres piensan: 'Yo qué voy a hablar con éste, si sabe más que yo'. Y no es cierto. Se ha demostrado que por más que los adolescentes quieran cortar el cordón, lo que dicen los padres lo toman muy en serio y les hacen más caso del que parece. Pero muchos padres han dejado todo este asunto en manos de los colegios, que suelen llegar tarde. Las primeras clases de educación sexual las reciben a los 14 o 15 años, una edad a la que algunos tienen ya experiencia".
El sexólogo Iván Rotella, de Ourense, imparte cursos entre adultos para explicarles cómo enfrentarse a este tema. "Por lo que veo, los padres están desbordados. Lo primero que me dicen es que les da vergüenza hablar del tema. Es normal, en este país ha habido generaciones y generaciones que han crecido con 'el apáñate tú mismo'. Trato mucho con adolescentes y enseguida me doy cuenta de cuándo a uno le han hablado del tema en casa, porque lo aborda con mucha más tranquilidad".
Como explica Rotella en sus clases a padres y como repiten todos los sexólogos consultados, la educación sexual empieza desde que el niño habla y te entiende. "Cuando a tu hijo lo abrazas, lo mimas, ya le estás dando autoestima. Y todo eso ya es placer sexual. Más adelante, cuando empiece a preguntar de dónde vienen los niños, hay que responder de forma sincera. Aunque no se haga de forma perfecta, no se trata de que seamos todos sexólogos; lo importante es que tu hijo sepa que te puede preguntar lo que sea para que así acabes siendo su fuente de información. Pero si tratamos de empezar a hacerlo cuando ya ha cumplido 14 años, llegamos tarde. Los referentes de los niños son primero la familia y después los maestros. Los de los adolescentes son sus iguales y después los medios de comunicación. Hay que trabajárselo antes".
La sexóloga Pilar Cristóbal atina aún más en el tema de la edad: "Una época maravillosa y perfecta para la educación sexual es de los 7 a los 11 años. A esa edad comprenden todo y pueden visualizar las cosas aun sin emociones y cuando los padres todavía son una autoridad moral para ellos. Más tarde, olvídate. ¿Qué vas a contarle a un adolescente de 14 años y enamorado?".
Ha quedado claro. Hay que hablar de sexo desde el principio, y poco a poco, nada de brusquedades, no vaya a ser que a alguien le suceda lo que a Marta, de 35 años. Cuando tenía 10 años, en el mercado oyó a una mujer gritar "¡cojones!". Ya en casa, durante la comida, preguntó por el significado de aquella palabra nueva. Y su padre, ni corto ni perezoso, se levantó y ahí mismo se bajó los pantalones. Pura información anatómica. Pero la susodicha sufrió un shock y 25 años más tarde no lo ha olvidado. Nada que la haya traumatizado. Es un chascarrillo divertido en las cenas de amigos.
¿Y qué ocurre si el chico ya ha entrado en la adolescencia? "Hay que mantener la comunicación usando lo que yo llamo el monólogo", dice Rotella. "Aunque parezca que no te escuchan, que están con los cascos del MP3 puestos y en otro planeta, te están escuchando. Yo me he sorprendido diciéndoles cosas que me decían mis padres y que me espantaban. Y mira, años más tarde me han encajado". Para facilitar las cosas, Pedro Villegas, un médico y sexólogo que atiende el Teléfono de Información Sexual para Jóvenes de Andalucía desde hace 14 años, reivindica el sentido del humor: "No sirve de nada ponerse muy serio a largar un discurso. Hay que darles cancha, aceptar con picardía el que mamá y yo tenemos sexo, hasta contar chistes verdes. Los padres tienden a ocultar su propia sexualidad, y así tampoco la mostrará su hijo. Se pueden decir cosas como 'mamá y yo nos vamos arriba a dormir la siestecita...'. Y con un poquito de picaresca, ir mostrándoles que nosotros también somos seres sexuados".
Carmelo González, psicólogo y sexólogo del programa A mano, de Coslada (Madrid), da otro consejo que puede ayudar a hacer más fluida la comunicación con los hijos: "En mi opinión, no se trata tanto de un asunto de contenido como de hacerse partícipes de vivencias. Los padres pueden empezar contando vivencias de su pasado, cómo tenías ganas de tal cosa, de cómo te temblaban las rodillas antes de una cita... Eso puede aportar un poquito más de naturalidad y ayudar a estar más cercanos y a acortar el abismo generacional".
Las madrileñas Luz de León y su hija Julia son un buen ejemplo de comunicación en ambos sentidos. Luz tiene 34 años y su hija, 14. "Mi hija me cuenta esas cosas que yo no le contaba ni muerta a mi madre, pero estoy segura de que es porque yo siempre le he contado mis cosas", explica Luz. "Considero que esto es un quid pro cuo. No vale con sólo preguntar. Estoy divorciada desde hace tiempo y, si tengo un disgusto con mi actual novio, se lo cuento. Nunca la regaño. La escucho. Parto de la base de que lo sepa yo o no lo sepa, si quiere hacer algo lo va a hacer, así que es mejor saberlo. El único consejo que le doy sobre sexo es siempre el mismo: cuando decidas hacer algo, decídelo tú. Entonces te sentirás a gusto, tengas 14 o 25 años". Julia lo confirma: "Soy la rara de mi clase porque hablo de casi todo con mi madre", dice. "Creo que es bueno. Veo que cuando mis amigas tienen una relación con un chico se dejan llevar sin pensar mucho. Yo sé cuándo parar, qué quiero y qué no quiero...". Eso sí, Julia tiene claro que a la hora de las dudas de índole práctica, Luz nunca sería su interlocutora: "Esas cosas las hablaré con mis amigas. ¡Que es mi madre!".
La sexóloga Pilar Cristóbal advierte de que hay que poner un límite a la hora de contar experiencias propias: "No soy partidaria de que los padres den información basada en experiencias personales. Por mi consulta ha pasado gente que me ha dicho: 'Lo más horrible de mi vida fue cuando mi padre me contó cómo se lo montaba en la cama'. Hay que poner un límite, al igual que no le vas a contar a tu hijo que de pequeño robabas en los grandes almacenes. Yo separo lo que es hablar de sexo práctico y el teórico. Cuando hay padres que me dicen que quieren ser amigos de sus hijos, les digo que me parece muy mal, porque lo que une a los amigos es la complicidad, y un padre y un hijo no deben ser cómplices. Yo siempre he dicho que para estas cosas la figura ideal es la del tío. Tiene la autoridad del padre, pero no las prerrogativas".
María, madre de una preadolescente, ha tomado nota de su experiencia. A ella, sus padres nunca le hablaron de sexo más allá de "la típica conversación sobre la regla. Las relaciones sexuales, en mi casa, eran una entelequia". Un error en el que no quiere caer: "No es que te vayas a poner a explicarle posturas o cómo hacer una felación eficaz. Para eso están los amigos y la propia experiencia Pero creo que si desde muy niños se aborda con naturalidad el tema, la puerta siempre estará abierta y se puede ir avanzando en la comunicación y evitar lagunas, mitos y traumas. Considero que en casa esa cuestión debe estar tan presente como cualquiera otra relacionada con el crecimiento de los niños".