Robert Mur | 05/05/2009 - 23:23 horas
En apenas cuarenta metros cuadrados tres chicas casi desnudas, cubiertas sólo por ropa interior de fantasía de colores chillones, sirven cafés dentro y fuera de la barra. Evelyn, morenaza, se mueve por todo el local, alternando. Indudablemente la estrella es Giordana, rubia platino de pechos descomunalmente siliconados que no para de contornearse ante su afortunado cliente de turno, consciente de que atrae las miradas de todos. No sé por qué a mí me toca Ámbar, otra morena que me recibe con un beso en la mejilla que intencionalmente roza la comisura de mis labios.
Los cafés con piernas no son prostíbulos, ni barras americanas. Surgieron al acabar la dictadura. No sirven alcohol, abren de día y los clientes son mayoritariamente empleados del centro de Santiago que acuden después de comer o visitan a las chicas antes de regresar a sus casas. No hay contacto físico entre unos y otras, más allá de los "cándidos" besos de bienvenida y despedida, aunque hay camareras que aprovechan para hacer horas "extras" con clientes habituales cuando cierra el café. La mayoría son bailarinas o modelos de poca fortuna, estudiantes que se pagan las clases con las suculentas propinas -más que con el sueldo-, o jóvenes madres que quieren dar un futuro a sus hijos.
Mientras me pone un cortado, Ámbar insiste en que su nombre es auténtico. Tiene 24 años y empezó en esto a los 18. Dice que la crisis se nota, que quienes antes tomaban varios cafés, ahora toman uno. Que hay menos propinas. Y que muchos "vienen a despedirse" porque han quedado en el paro. Es el caso de Óscar Z., capataz de obra, desempleado desde hace unos meses. "Ahora casi no puedo venir", cuenta este cafetero, que antes frecuentaba casi cada día estos locales.
A metros del Paraíso, en una librería, encuentro a su dueño, que también es propietario del Blumenau y de otros cinco locales de la galería. Alfredo Figueroa, no obstante, niega la crisis y dice que no ha notado menos recaudación. "Hay otras cosas en las que se puede ahorrar más que con un café que cuesta 900 pesos (1,2 €)", dice Figueroa.
En Santiago hay un centenar de cafés con piernas, algunos en versión recatada, como el Haití o el Caribe, en el concurrido paseo Ahumada. De hecho estos bares fueron los precursores, a finales de los sesenta, de los cafés más canallas. Sus vidrios son transparentes, su interior es luminoso y sus puertas están abiertas. Es normal ver a mujeres tomando café. Y las camareras son esculturales, pero llevan tapados y ceñidos vestidos, aunque sus minifaldas permiten contemplar sus largas piernas. El cajero del Caribe no quiere dar su nombre, pero reconoce el impacto de la crisis. "¿A qué no afecta la crisis?", se pregunta, antes de reiterar que su local no es un café con piernas. "Es café servido por mujeres", matiza.
1 comentario:
Estimado autor,
Sí, los bien llamados cafes con piernas son un fenómeno importante, desde un punto de vista de los estudios de masculinidades, porque delatan modalidades de (con)vivencias de los géneros. Mi proyecto de tesis en la Universidad de Chile fue justamente ese tema.
Muy pertinente su comentario
Puedes encontrar el articulo en gazeta de antropologia buscando cafe con piernas y masculinidades
saludos
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