El vampiro vegetariano
El: "Estoy diseñado para matar".
Ella: "No importa".
Él: "He matado".
Ella: "No importa".
Él (sonriendo dulcemente): "Y así el león se enamoró de la oveja"
... Es imposible escuchar este diálogo de la película Crepúsculo sin acordarse del crimen de Pontevedra. ¿Cómo puede ser que una mujer se haga novia de un maltratador convicto y confeso? Cuando él es condenado a dos años por amenazar de muerte a su ex esposa, ¿cómo puede ser que la novia en cuestión suplique al director de la cárcel que le conceda el tercer grado y le permita salir antes de lo previsto? Y el director se lo concede y él, como ustedes recordarán, en cuanto sale va a casa de la ex para matarla; no encontrándola, derriba a hachazos la puerta de los vecinos, y los hiere, hecho lo cual va a buscar a su novia y la degüella. En las fotos que publicó la prensa aparecía un sesentón envejecido, agresivo y amargado, pero su novia debía de verle como el héroe de Crepúsculo:un chico estupendo, inofensivo - hasta es vegetariano-,que sólo tiene un defecto: es un vampiro. O lo era hasta que conoció a la mujer capaz de redimirle.
Crepúsculo se parece a Vicky Cristina Barcelona en que una y otra encarnan fantasías igualmente ingenuas e igualmente marcadas por el género de sus directores: Woody Allen sueña con el hombre todopoderoso, artista genial, millonario, donjuán irresistible que seduce a todas sin atarse a ninguna; Catherine Hardwicke y Stephenie Meyer recrean una vez más el mito del amor como única forma de poder posible y legítimo para las mujeres, capaces, mediante él, de amansar leones, maltratadores y vampiros. Dos versiones, masculina y femenina, del mismo imaginario patriarcal. ...
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