El sondeo, encargado por Sanidad, pregunta a los ciudadanos si les gusta atar a su pareja | La segregación es por sexo, edad, tamaño del municipio, situación laboral y nivel social | El estudio incluye preguntas sobre salud sexual y reproductiva útiles sociológicamente
CARLES CASTRO | LA VANGUARDIA Barcelona | 11/09/2010
Numerosos sondeos del Centro de Investigaciones Sociológicas preguntan a los ciudadanos por su grado de felicidad, su satisfacción con la vida, la sinceridad de sus vecinos o si suelen asistir a la misa del Gallo. En algún caso estas preguntas pueden parecer insólitas pero ayudan a radiografiar el país y las actitudes e inquietudes de sus habitantes. Y, de paso, brindan al poder de turno –ya que muchas encuestas del CIS responden a convenios con algún ministerio– una imagen muy precisa de la psicología de los electores. De ese modo, es posible saber que (siempre según el CIS) los mayores niveles de satisfacción emocional se registran entre las personas situadas en el centro político o que los jóvenes de centroizquierda e izquierda se lavan menos la cabeza que los de centroderecha.
Algunas preguntas, sin embargo, parecen evidenciar una gran curiosidad sobre los hábitos más íntimos de los españoles. Es el caso de algunos de los sondeos realizados por encargo del Ministerio de Sanidad, que indagan sobre la frecuencia con que los ciudadanos practican el sexo, dónde prefieren realizarlo y si utilizan bolas chinas o grilletes para acompañar las relaciones sexuales. Concretamente, el estudio 2.738 del CIS ofrece una imagen muy completa de las "actitudes y prácticas sexuales de los españoles", aunque con un nivel de detalle bastante llamativo.
El sondeo –que incluye también numerosas preguntas sobre salud sexual y reproductiva– empieza interesándose por la vida amorosa de los españoles y concluye que más del 75% se sienten satisfechos o muy satisfechos. Sin embargo, llevados por su celo profesional, los autores del estudio segregan la muestra a partir de variables como el género, la edad, el tamaño del municipio, la situación laboral o el nivel social de los encuestados. Y de esa manera es posible saber que la satisfacción con la vida sexual es superior entre las personas de clase social alta (72%), que entre las de clase baja (37%). O en otras palabras, el dinero no da la felicidad, pero parece ayudar bastante.
Para dilucidarlo, la encuesta penetra en la intimidad de las alcobas con el objetivo de ofrecer detalles sobre las enormes desigualdades sexuales. Por ejemplo, mientras casi el 80% de los consultados de clase alta tienen pareja estable, sólo un 65% de los de clase baja disfrutan de esa situación. Y lo que es más significativo: mientras la mitad de las personas de clase media, media alta o alta que tienen pareja estable sostienen relaciones sexuales con ella, ese porcentaje cae al 24% entre los pobres (que además confiesan un nivel de satisfacción muy inferior al resto de categorías sociales).
Pero el sondeo no se queda ahí y pregunta por el número de parejas sexuales que ha tenido cada uno de los encuestados a lo largo de su vida. Y de nuevo, la respuesta parece dictada por las leyes de la sociología marxista: frente a nueve parejas sexuales de las personas de clase media alta, la clase media baja se ha de conformar con sólo tres a lo largo de su vida. Claro que el estudio no aborda sólo los aspectos más extrovertidos y sociales de la sexualidad sino que se adentra en el ámbito de la introversión y la experiencia más individual. Para ello, pregunta sobre la masturbación (que paradójicamente suscita mayor comprensión entre los ricos que entre los pobres) y sobre su práctica concreta. Y el resultado, otra vez, revela grandes desigualdades sociales: mientras un 75% de las personas de clase alta confiesa esa práctica, la tasa cae al 34% entre las personas de clase baja.
Apartir de ahí, la encuesta desnuda hasta extremos insólitos los hábitos sexuales de los españoles. Así, los encuestados son preguntados sobre sus necesidades sexuales (algo mayores entre los ricos que entre los pobres, según el sondeo) o sobre su inclinación a ser más o menos imaginativos a la hora de practicar el sexo. El estudio refleja que el sexo oral tiene mayor predicamento entre los ricos que entre los pobres, que el vibrador encuentra su mayor nivel de aceptación entre las clases media baja y baja, y que las bolas chinas arrasan entre las personas de clase baja que utilizan juguetes de carácter sexual (un grupo, este último, que en ningún caso recurre a grilletes). Eso sí, tras preguntar por el uso de sustancias estimulantes o de cremas lubricantes, el sondeo concluye que la cama es el lugar preferido por todas las clases sociales.
El sondeo –que incluye también numerosas preguntas sobre salud sexual y reproductiva– empieza interesándose por la vida amorosa de los españoles y concluye que más del 75% se sienten satisfechos o muy satisfechos. Sin embargo, llevados por su celo profesional, los autores del estudio segregan la muestra a partir de variables como el género, la edad, el tamaño del municipio, la situación laboral o el nivel social de los encuestados. Y de esa manera es posible saber que la satisfacción con la vida sexual es superior entre las personas de clase social alta (72%), que entre las de clase baja (37%). O en otras palabras, el dinero no da la felicidad, pero parece ayudar bastante.
Para dilucidarlo, la encuesta penetra en la intimidad de las alcobas con el objetivo de ofrecer detalles sobre las enormes desigualdades sexuales. Por ejemplo, mientras casi el 80% de los consultados de clase alta tienen pareja estable, sólo un 65% de los de clase baja disfrutan de esa situación. Y lo que es más significativo: mientras la mitad de las personas de clase media, media alta o alta que tienen pareja estable sostienen relaciones sexuales con ella, ese porcentaje cae al 24% entre los pobres (que además confiesan un nivel de satisfacción muy inferior al resto de categorías sociales).
Pero el sondeo no se queda ahí y pregunta por el número de parejas sexuales que ha tenido cada uno de los encuestados a lo largo de su vida. Y de nuevo, la respuesta parece dictada por las leyes de la sociología marxista: frente a nueve parejas sexuales de las personas de clase media alta, la clase media baja se ha de conformar con sólo tres a lo largo de su vida. Claro que el estudio no aborda sólo los aspectos más extrovertidos y sociales de la sexualidad sino que se adentra en el ámbito de la introversión y la experiencia más individual. Para ello, pregunta sobre la masturbación (que paradójicamente suscita mayor comprensión entre los ricos que entre los pobres) y sobre su práctica concreta. Y el resultado, otra vez, revela grandes desigualdades sociales: mientras un 75% de las personas de clase alta confiesa esa práctica, la tasa cae al 34% entre las personas de clase baja.
Apartir de ahí, la encuesta desnuda hasta extremos insólitos los hábitos sexuales de los españoles. Así, los encuestados son preguntados sobre sus necesidades sexuales (algo mayores entre los ricos que entre los pobres, según el sondeo) o sobre su inclinación a ser más o menos imaginativos a la hora de practicar el sexo. El estudio refleja que el sexo oral tiene mayor predicamento entre los ricos que entre los pobres, que el vibrador encuentra su mayor nivel de aceptación entre las clases media baja y baja, y que las bolas chinas arrasan entre las personas de clase baja que utilizan juguetes de carácter sexual (un grupo, este último, que en ningún caso recurre a grilletes). Eso sí, tras preguntar por el uso de sustancias estimulantes o de cremas lubricantes, el sondeo concluye que la cama es el lugar preferido por todas las clases sociales.
1 comentario:
El hombre que triunfa socialmente tiene muchas más posibilidades de triunfo en lo sentimental. Y ahí el modelo de éxito no es ninguna construcción idílica y teórica, sino según los parámetros vigentes en cada sociedad en cada momento, incluyendo, agresividad,competitividad, etc. Los, según el feminismo, destestables valores masculinos, no son ningún impedimento, más bien al contrario, para encontrar y tener éxito en la pareja.
Alberto
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