Los metrosexuales han sido destronados. En la travesía de la masculinidad iniciada hace décadas por millones de hombres, se impone ahora el modelo megasexual, ese hombre varonil que, además, es capaz de entregarse sin escatimar ningún tipo de ternura y sensibilidad
Carmen Grasa
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Lo viril siempre se ha asociado a machismo, pero este vínculo ya no es tal
PHILIP NEMENZ
El nuevo ideario masculino
Los hombres ahora:
-
cooperan
-
hablan
-
escuchan
-
colaboran
-
expresan emociones
-
son solidarios
-
son sensibles
Machotes, metrosexuales, cibersexuales, ubersexuales. Hombres
femeninos, dandis y de pelo en pecho. Caballeros, compañeros, chicos
malos. Rebeldes, conservadores, con corbata o desgreñados. Depilados o
hermosos como osos. Musculados, peterpanes, viriles. Dominadores,
poderosos,
sensibles, solidarios, amigos, padres,
amantes… Hombres en busca de su identidad desde hace unas décadas,
redescubriéndose para adaptarse a una
sociedad que
cambia, repensándose para satisfacer sus demandas. O reinventándose por
puro hartazgo, porque ya no quieren ser superhéroes, porque su eterno
papel de
cazadores infatigables les pesa como una losa,
porque han descubierto los beneficios del co-: cooperar, coeducar,
convivir, corresponder, colaborar, cocinar, coincidir, concordar,
confiar.
Debido a una evolución natural, a causa de las
exigencias femeninas
o por el cansancio acumulado de siglos y siglos en su papel de sexo
fuerte, los hombres quieren, necesitan, encontrar su nuevo lugar en el
mundo. Las mujeres llevan recorriendo ese camino siglos y todavía
levantan ampollas temas como la maternidad o las diferencias salariales.
Los hombres acaban de empezar. Novatos en estas lides, tienen un vasto
camino por delante. Y mientras lo recorren, llueven del cielo modelos,
opuestos o complementarios, las más de las veces mediáticos, que acaban
por generarles una cierta confusión. “Estamos en una época de
crisis y de cambio de la
identidad masculina
que dura ya varios años. En España llevamos unas dos décadas de
estudios sobre la masculinidad. Este es un tiempo de cambios y es normal
que haya una cierta confusión, pero viene generada por la falta de
alternativas. Todos los modelos que se suceden tienen que ver con la
dificultad de encontrar otras formas de ser hombre diferentes de las
tradicionales”, reflexiona Erick Pescador Albiach, sociólogo, sexólogo y
especialista en masculinidad y prevención de
violencia machista.
Y añade: “En la sociedad, en la calle, se ve la necesidad de plantear
hombres que estén en contra de la violencia, que muestren otras formas
diferentes de relacionarse en la casa, de hacer las tareas, de la
crianza, de relacionarse afectivamente. Todo eso es una necesidad social
realmente. Más que confusión, estamos en un momento de crisis y cambio,
pero eso no es necesariamente malo”.
El hombretón aguerrido, extremadamente competitivo, fiero, dominante,
que desprecia las emociones e inexpresivo, ha pasado a la historia. El
machismo
ya no le sale a cuenta a nadie, ni a hombres ni a mujeres. “El machismo
es una psicopatología dentro de los entornos de comportamientos
extremos”, expone José María Prieto, catedrático de Psicología del
Trabajo de la Universidad Complutense de Madrid y coautor, junto a
Ricardo Blasco y Gerardo López Montalvo, del estudio El discreto encanto
de ser masculino. En este análisis, y desde un punto de vista
psicológico, definen el machismo “como una mezcolanza de
narcisismo,
homofobia, autoritarismo, marcha, camaradería, ilusión de grandeza y
complicaciones hormonales. Se trata, pues, de un meollo trastornado,
anormal, muy distinto de la
identidad masculina,
saludable, normal”. Y aunque hay todavía quien se resiste a abandonar
ese modelo trasnochado, ya nadie pone en duda que el macho, como esencia
de la identidad masculina, ha agotado su espacio y su tiempo.
Quizá para contrarrestarlo, quizá como producto de marketing, aparecieron hace unos años los tan alabados, entonces,
metrosexuales.
Hombres a los que no les importaba mostrar su lado más femenino,
hombres que se cuidaban, que prestaban atención a su aspecto, que
consumían cremas hidratantes, que se fueron dejando caer por los salones
de belleza, que exhibían músculo depilado. Hombres que gustaban a las
mujeres y a los que no importaba que otros hombres los encontraran
tremendamente seductores. Fueron los años del reinado de David Beckham,
la estrella metrosexual por excelencia. Considerado un
modelo impuesto por las grandes multinacionales de la cosmética, que vieron en los metros un mercado
virgen que podía generar millones de euros, lo cierto es que Beckham y sus acólitos dieron una vuelta de tuerca a la masculinidad.
“Los metros no están necesariamente ligados a un cambio en las
relaciones,
aunque hay cosas en las que han dado un paso adelante. En su origen
está el cambio estético, no ideológico. Con todo, cuando un hombre
empieza a cuidarse a sí mismo, empieza a despertarse la necesidad de
atender y escuchar el cuidado de los demás. Ese es un proceso
importante. Es un proceso de descubrir el cuidado. Y ha sido contrario
al de las
mujeres. En ellas es ‘cuido a los demás y si
me queda tiempo, a mí’. En los hombres empieza desde el ombligo, de
ellos hacia los demás y se extiende”, observa Erick Pescador Albiach.
Ver a una estrella de fútbol colgándose a sus niños de la cadera,
llevándolos al parque a jugar, acompañándolos al
colegio
y protegiéndolos como hasta hacía poco sólo a una madre se le hubiera
ocurrido, no es una cuestión baladí. Esas demostraciones públicas de
ternura,
de afecto, eran impensables hace treinta años. Ellos cambiaron el pelo
en pecho por la cera depilatoria, pero no es menos cierto que
reivindicaron su papel como padres y como compañeros, compartiendo el
tónico facial y la crema antiedad, pero también la ética del
cuidado familiar.
Sin embargo, desde hace un tiempo los metros están en franca
decadencia. Hasta Beckham se ha dejado barba y refleja una imagen más
varonil en las campañas publicitarias que protagoniza. Los prototipos
afeminados están siendo sustituidos por hombres
maduros que transmiten
fortaleza, decisión,
elegancia.
Un nuevo modelo vuelve a imponerse desde los anuncios televisivos.
Algunos expertos afirman que las mujeres se han cansado de esa imagen
metro tan femenina; otros, que la crisis ha hecho que volvamos nuestros
ojos a prototipos enérgicos, alejados del titubeo. Sea como fuere, los
reyes de la belleza masculina son ahora Hugh Laurie, George Clooney,
Javier Bardem, José Coronado, Xabi Alonso, Antonio Banderas, Cayetano
Rivera, Carles Francino… Son los
megasexuales: hombres que no han renunciado a cuidarse, aunque que no llevan esa tarea como bandera, y que se enraízan en la virilidad. Una
virilidad
controvertida, porque siglos de cultura patriarcal han convertido lo
varonil en sinónimo de machismo, de ahí el recelo que provoca la
hombría.
Quizás el nuevo modelo de hombre que reverbera en los anuncios ayude a
sacar la masculinidad bien entendida de su ostracismo. “Lo masculino
sigue siendo masculino. Se ha creado una extraña confusión en que todo
lo masculino es igual a machismo. Lo viril sigue siendo viril y decir
que lo viril es machista es una exageración. Por eso la mayoría de las
cuestiones masculinas han pasado a la clandestinidad. Desde hace veinte
años, los temas de varones se ven desde una perspectiva negativa. Ser
varonil o hablar de la
hombría es un insulto. Está
prohibido hablar de hombría o virilidad, pero lo masculino no es un tema
tabú, ni negativo, forma parte de la identidad de XY”, reivindica el
doctor Prieto.
Los megasexuales son imagen, pero también concepto. Son hombres
próximos a los afectos, contrarios a la violencia, solidarios, que han
descubierto la palabra y la escucha, la entrega. Capaces de expresar sus
emociones, de hablar del miedo y del dolor, de luchar por sus pasiones, de dar
afecto y de
recibirlo.
“Sí hay nuevos hombres que se plantean una forma diferente de ser
hombre. Hay que elegir el hombre, la persona que quieres ser. El hombre
no nace, se hace. Y puedes llamarlo, etiquetarlo, como quieras. Lo
cierto es que hay una necesidad de cambio y formas diferentes de
plantearse la manera de ser hombre, la sexualidad, la vida. Naces hombre
y puedes cuestionarte la forma en que deseas serlo, pero sí hay
valores básicos;
por ejemplo, plantearse la identidad masculina desde la no violencia.
Ese sí es un planteamiento innovador, sin necesidad de ocupar los
espacios de dominación y violencia y que no sea esta la que te dé la
identidad del poder”, destaca Erick Pescador. En su nuevo papel, el
hombre no se siente menos hombre por expresar sus emociones. Aman desde
ellas cultivando lo que muchos han denominado “amar en femenino”.
Apuestan por la no violencia, por el respeto a la libertad individual,
por la caballerosidad entendida como humanidad, como
educación.
En sus relaciones desean “introducir elementos que no han estado en el
ámbito de lo masculino y mantener otros masculinos que son estupendos y
maravillosos. Muchos hombres de repente se recuestionan sus
vidas,
sus relaciones, su sexualidad”, describe el sociólogo. Entre las
sábanas, los megasexuales son generosos. Despliegan un amplio abanico de
juegos de seducción y erotismo destinados a dar y recibir placer, no
sólo a obtenerlo. La sumisión femenina y el dominio masculino han pasado
a la historia. Saben cómo mirar a una mujer, quieren establecer con
ella una buena comunicación, desean que se sienta amada, satisfecha y
respetada. Como compañeros de vida y de cama pueden ser una joya.
En casa, en las tareas del hogar, en el cuidado de los hijos, los megas echan horas y esfuerzo. Esta es la
travesía
más áspera, porque “el hombre debía tener la responsabilidad del
patrimonio, que es diferente de la del matrimonio. Tenía asumida una
iniciativa, una responsabilidad de siglos. Ahora está reajustando la
concepción de cuál es su papel”, define el doctor Prieto. Los
metrosexuales introdujeron una
ética muy primaria del
cuidado que los megas han empezado a desarrollar. “El 51% de los padres
varones con niños de 5 a 10 años están altamente implicados en la
crianza
de sus hijos, aunque todavía sólo el 7% de ellos se implica igual o en
mayor medida que las madres”, establece el estudio Infancia y futuro.
Nuevas realidades, nuevos retos, de la Fundación Obra Social La Caixa.
Según el mismo análisis, la proporción de padres que se acogieron a la
baja por
paternidad se ha cuadruplicado desde la puesta
en marcha de la ley de Igualdad en el 2007: ha pasado del 15% al 58%.
Los hombres del siglo XXI parecen haberse dado cuenta de que “la familia
igualitaria contribuye más que la tradicional al bienestar de los niños
españoles”, como concluye el informe.
En su tarea como cuidadores es donde parecen estar más perdidos, casi
aturdidos, porque no acaban de encontrar el método. “Están descubriendo
los
aspectos positivos de la crianza y el cuidado,
pero también aprendiendo que atender a los hijos es complejo, no es tan
fácil”, sostiene Pescador Albiach. Muchas veces se produce el
efecto péndulo,
aunque tampoco las mujeres se libran de él, y “pasamos –como expone el
sociólogo– del padre protector y dominante al padre que todo lo puede,
que es amigo de sus hijos. El padre no puede ser nunca amigo, pueden ser
más cercano, pero no amigo”. Porque siendo un colega más se acaba por
no establecer los
límites, que es uno de los grandes
problemas de la educación en estos momentos, tal como alertan desde
psicólogos a sociólogos o pedagogos. Según ellos, los límites hay que
ponerlos, si no, convertimos a nuestros hijos en seres asociales, sin
capacidad para la
relación, la negociación o para resistir la frustración.
Sin embargo, toda cara tiene su cruz. Advierten los expertos que tras
la imagen de los megasexuales pueden esconderse hombres machistas, pero
políticamente correctos, alentados por el devastado paisaje económico que nos rodea. Son el movimiento
retrosexual,
que ya protagoniza páginas web y convoca hasta manifestaciones para
reivindicar la vuelta al prototipo de machote. “Cuando se produce el
cambio, la crisis del modelo, a los hombres les da mucho miedo, porque
ya no sirve el modelo que hasta ahora les había proporcionado
seguridad.
Y es entonces cuando aparecen movimientos como la retrosexualidad o el
neomachismo. Son formas de resistirse a ese cambio que ya es una
realidad y que supone que el modelo de ser hombre como siempre ya no
funciona”, advierte Erick Pescador Albiach. Estas tendencias de
rebeldía
frente al cambio están habitadas sobre todo por enemigos de los metros,
no buscan un espacio nuevo ni la revisión de los modelos relacionales. Y
nacen del
miedo, porque “cuando se cuestiona el modelo
masculino se cuestiona el poder. El hecho de que se cuestione la
masculinidad supone que se cuestione toda la estructura de relaciones de
poder del sistema. Y los hombres tienen miedo de perder el
poder. Todavía estamos por llegar al modelo equilibrado. Es un
proceso costoso y lento”, concluye el sociólogo.
Bien dotados... de sensibilidad
Las multinacionales de la cosmética,
siempre avispadas, ya se han dado cuenta de que una nueva masculinidad
ha visto la luz. Dicen los expertos que no hay sólo un modelo de hombre,
como no lo hay de mujer, pero siempre existen referentes a los que a
todos nos gustaría parecernos. Querríamos tener el encanto
de uno o de otra, la inteligencia de aquel o de aquella, su belleza, su
capacidad de entrega, su equilibrio. Los admiramos por sus aptitudes y
sus actitudes. Y en la larga travesía de la masculinidad, ahora es el
momento de los megasexuales: apasionados, emotivos, entregados, viriles, fuertes, tiernos y decididos, representantes de la masculinidad bien entendida.
PEP GUARDIOLA
El exentrenador del FC Barcelona es
un hombre elegante, de traje o en vaqueros, educado, exquisito en sus
formas, respetuoso. Un apasionado por su trabajo, pero capaz de dejarlo
todo “porque me he vaciado” y porque quiere devolver a su compañera y a
sus tres hijos el tiempo y el espacio que les ha escatimado en los
últimos años. Ha llorado en público, se ha mostrado enérgico. Amante de la disciplina, ha ejercido su profesión con firmeza, pero sin ahorrar afectos.
HUGH LAURIE
Es la nueva imagen millonaria de una firma de productos de belleza para hombres. El Doctor House ha seducido desde su inteligencia, desde su toque de rebeldía.
Lo hemos visto evolucionar, aprender de sus errores, rectificar, ser
apasionado y cuidar de los suyos. Hemos descubierto sus debilidades, sus
miedos. Su intimidad sentimental ha quedado al descubierto. La
experiencia, la madurez, se han combinado en él con un atractivo físico
que hunde sus raíces en lo varonil.
JAVIER BARDEM
No
le dedicó el premio que recogió en Cannes en el 2010 a su mujer, se lo
dedicó a su amor, Penélope Cruz. Con sólo una palabra demostraba que
detrás de su imagen ruda late el corazón de un hombre bien dotado de sensibilidad que no se avergüenza de expresar sus emociones. Es solidario,
como demuestran sus acciones a favor del pueblo saharaui. Y en
cuestiones menos espirituales, su cuerpo, grande, sus mandíbulas
poderosas, lo convierten en el paradigma de la hombría.
GEORGE CLONEY
El actor es, a sus 51 años, el paradigma de casi todo. Seductor, capaz de entregarse con pasión a la causa de los refugiados y acabar en la cárcel por defender sus principios. Clooney es educado, elegante, con una personalidad arrolladora, tan cautivadora como su sonrisa.
En su mirada puedes descubrir la ternura o la fortaleza, el cariño y la
energía. Tan decidido como capaz de reconocer su miedo e inmadurez para
ser padre. Y no se considera menos hombre por preferir el descafeinado;
intenso, eso sí.
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