miércoles, 18 de agosto de 2010

Sin razones

En el amor tóxico prima un modelo: relaciones de poder enquistadas en un nudo de dolor, chantaje y perdón

Joana Bonet LA VANGUARDIA  28/04/2010

He revisado detenidamente las noticias publicadas en la prensa sobre los asesinatos de mujeres cometidos por su pareja o su ex durante este mes de abril. El sangriento balance de muertes –una media de una cada dos días– durante el inicio de la primavera no obedece a ningún factor estacional, aseguran los expertos, a diferencia de los periodos vacacionales. De hecho, no obedece a razón o patrón alguno que no sea el sustrato de las milenarias leyes sociales que han perpetuado una estructura de dominio y sometimiento en las relaciones de pareja; prueba de ello es que en los países en los que desde hace más tiempo se aplican políticas igualitarias, además de grandes esfuerzos pedagógicos, como Suecia o Finlandia, los asesinatos de mujeres superan con creces a los cometidos en los países mediterráneos.

A menudo, los titulares no disimulan la fatiga informativa: "Otro crimen de violencia de género". "De nuevo", "uno más", señalan, y en la estructura profunda puede que se esconda resignación e impotencia, aunque peligrosamente puede derivar en una naturalización de este tipo de crímenes que hace tan sólo una década eran considerados como producto de la pasión. Pero en general, los titulares se centran en el cómo: apuñalada, degollada, quemada, con una escopeta de caza… y se acostumbra a incidir en el ensañamiento y la crueldad como foco de la noticia: "Recarga el arma para rematar a su mujer en Gijón" (Abc) o "Asesinada por despecho" (El Mundo). El porqué de la noticia forma parte de un guión complejo y dramático donde el sujeto es el machismo, aunque también una jerarquía instalada tácitamente en el ámbito privado.

Ese "¿por qué?" fue el punto de partida del estudio que ha dado lugar al documental ¿No querías saber por qué las matan? Por nada de la antropóloga Mercedes Fernández Martorell, que, en su trabajo de campo, acudió a 700 juicios por malos tratos a lo largo de tres años y entrevistó a 30 agresores. Al principio, se encontró con muchas puertas cerradas por parte de instituciones y asociaciones, y a poco estuvo de devolver la ayuda que recibió del Ministerio de Ciencia e Innovación. Nadie quería escuchar a los maltratadores, ni se atrevía tampoco a apoyar una investigación que abordara la violencia de género desde el punto de vista del agresor. "Debemos hablar de ellas, de las víctimas", le argumentaban. Ahora asegura que incluso el Ministerio de Igualdad acepta sus conclusiones: que los agresores –lejos de exculparlos– son víctimas de sí mismos, y que el entorno del maltratador, el mismo que le ríe las gracias, es crucial para comprender su ausencia de autocrítica.

Otro asunto fundamental radica en cómo construyen su identidad los actores de este drama, una identidad que pasa por la mirada del otro; mujeres que al hombre le piden protección, y hombres que se convierten en sus amos. Cuando se rompe esta dinámica, los maltratadores se sienten despojados de su identidad. Y atacan. Vean algunas de las razones que los agresores le confesaron a la profesora Fernández Martorell: "por provocarme, porque quería trabajar, porque es celosa, porque me hacía barrer y mis amigos me decían que tenía que poner los cojones encima de la mesa, porque me acosté con su hermana, por nada". Más de uno incluso no entendía por qué lo había detenido la policía después de acuchillar a su esposa. En las relaciones de amor tóxico continúa primando el modelo de una perversa dependencia cuajada de discusiones y reconciliaciones. Relaciones de poder enquistadas en un nudo de dolor, chantaje y perdón. Afortunadamente ha caducado este modelo, y mucho han evolucionado las relaciones personales entre hombres y mujeres, pero la realidad demuestra que el amor mal entendido sigue inscribiéndose en el libro de registros el día de la boda.

martes, 17 de agosto de 2010

El riesgo de vivir


LA VANGUARDIA, Tendencias / Viernes, 25 de Junio de 2010

¿Cómo incide el comportamiento colectivo?
José R. Ubieto. Psicólogo clínico y psicoanalista

Resulta difícil reflexionar y escribir sobre el suceso de Castelldefels en medio del dolor y el sufrimiento de los familiares de las víctimas y heridos, incluido el conductor del tren, afectado sin duda por lo sucedido. Vaya por delante nuestro apoyo y consuelo para todos ellos.

No es la primera vez que suceden hechos como éste, aunque no tan graves. Quedan todavía muchas dudas, que las autoridades y los jueces trataran de despejar, pero parece que las personas que decidieron cruzar las vías pudieron hacerlo también por el paso señalizado. ¿Por qué alguien pondría en riesgo su vida sin una aparente razón de fuerza mayor? Lo incomprensible de este acto es lo que nos inquieta, porque cuestiona algo que creemos sagrado: la propia vida.

Muchos de estos sucesos se producen en un contexto de grupo, en el que la decisión primera aparece difuminada en un comportamiento colectivo, donde el juicio de cada uno se confunde con el movimiento del grupo mismo. El hombre es un ser gregario que, en ocasiones, se deja llevar por su identificación a un ideal o por su sentimiento de pertenencia a un grupo, sea éste muy formalizado (partido político, iglesia,..) o más coyuntural (grupo de amigos, colectivo social).

Este factor grupal suspende, en parte, la decisión personal que cada uno tomaría confrontado a la posibilidad de asumir un riesgo vital. Este dato debería advertir a las autoridades para aumentar las medidas de seguridad en situaciones especiales como celebraciones deportivas o festivas.

Resulta paradójico que esta sociedad, que persigue la extinción del riesgo tomando para ello todas las prevenciones, se encuentre confrontada de tanto en tanto a situaciones como ésta, que parecen contravenir ese ideal de “la vida por encima de todo”. Y que, como parece confirmado en esta tragedia, sean los jóvenes (aunque no sólo ellos), los que asuman ese riesgo en conductas diversas, vinculadas mayoritariamente al ocio grupal.

Lo intenso, como requisito de la satisfacción obtenida, la exploración de los límites corporales, como índice de la propia estima y cierta trasgresión de lo establecido, como posición ante la norma, son algunos rasgos que encontramos en ese combate vital que los jóvenes libran para construirse como sujetos y encontrar su lugar, aceptable para el Otro y para ellos mismos. ¿Acaso alguno de nosotros calculó todos los riesgos en su juventud?

El drama es que a veces, en el intento de desembarazarse del peso de lo ya caduco y lanzarse a la vida para “agarrarla por los cuernos”, ese despertar del sueño infantil protector se convierte en una pesadilla trágica.

Inmortalidad



La Dama siega las vidas más jóvenes como señal de una advertencia

JORDI LLOVET EL PAÍS 07/07/2010
 

En 1827, el ensayista William Hazlitt publicó un opúsculo llamado Del sentimiento de inmortalidad en la juventud, que discurría acerca de un lugar común en la historia del pensamiento -el paso del tiempo y el carácter inevitable de la muerte-, pero con énfasis en un extremo poco frecuentado hasta entonces: cómo le resulta ajena a la juventud la idea de que sus días están tan contados como los de cualquiera. Es posible que este énfasis se debiera al hecho de que empezaban a desaparecer algunas de las causas -las pandemias, las guerras de religión o las guerras civiles- que hasta entonces habían mantenido viva, en el estrato social más exultante, la preocupación por nuestro último destino.
Desvanecidas algunas de estas circunstancias históricas, la juventud, como resulta lógico, empezó a pensar que la muerte era algo que no podía afectarles a ellos y que sólo lo hacía a las personas que llevan a la Parca instalada en su senilidad y sus achaques. Pero lo que dijo Hazlitt no es casi nada si se compara con la indiferencia ante la muerte que experimentan hoy los colectivos jóvenes, más como colectivos que como individuos de la especie. La posibilidad de divertirse en todo momento, incluso en el trabajo gracias al carácter lúdico de las nuevas tecnologías; un uso atolondrado del lema del carpe diem -que significaba algo muy distinto de lo que ha acabado siendo-, o el carácter envolvente de las nuevas formas musicales y los festivales correspondientes -algo que ha generado un asombroso "olvido de sí mismo"- han conducido a la práctica totalidad de los jóvenes a la idea de que, ni en las más arriesgadas circunstancias, la muerte es algo que les incumba. Corre la juventud en busca de una diversión que parece no tener límites ni sombra alguna: la melancolía -ese preludio en sordina de la muerte insoslayable- ha desaparecido de su conciencia.

Pero en el momento menos pensado, como si quisiera aprovechar ese descuido de sus víctimas, la muerte ataca a una juventud que ni tenía la edad para sucumbir ante ella, ni merecía este destino adelantado. Burlándose de esta indiferencia ante su poder soberano, la Dama siega las vidas más jóvenes como señal de una advertencia que, como resulta patente, ni siquiera deja huellas en la conciencia de los adictos a la eternidad. Así la diversión se convierte en el heraldo de su contrario: la inmovilidad

Los caminos y los atajos de la igualdad

Por María Sanahuja, magistrada de la Audiencia Provincial de Barcelona y miembro de Jueces para la Democracia y de Otras Voces Feministas (EL PAÍS, 16/08/10):

Los totalitarismos y sectarismos en diferentes momentos históricos han encumbrado ideas absolutas, intocables, y han enviado a la hoguera, al paredón o a la prisión a quienes se han atrevido a cuestionar los dogmas de fe. También esto ha ocurrido en España con el feminismo totalitario.

Si alguien es calificado de machista o de oponerse a la igualdad, según el único camino trazado por quienes se erigen en doctores de esta nueva iglesia, es expulsado de medios y tribunas. Podía haber sido peor, pero afortunadamente no prosperó la idea de tipificar como delito la denominada apología del machismo, como pretendían algunos colectivos. La libertad de expresión ha sufrido mucho los últimos años, pero es más preocupante la autocensura de la mayoría, que ha permitido, sin demasiadas voces en contra, aumentar en miles los hombres presos por hechos leves relacionados con la violencia machista. Por ejemplo, sujetar a la pareja de la muñeca sin causarle lesión o decirle “te vas a enterar”.
Hemos resucitado el viejo maniqueísmo y le hemos dado la vuelta. Hasta hace poco, lo masculino era revestido de connotaciones positivas, mientras que lo femenino era sinónimo de fragilidad, perversión o maldad. En las últimas décadas se han invertido los términos. Lo masculino es equiparado a violencia y maldad, mientras que lo femenino a bondad, solidaridad y valores positivos. Desde un sencillo ejercicio de racionalidad, esas posturas extremas son inaceptables, pero los seres humanos tenemos verdaderas dificultades para reflexionar con ecuanimidad y establecer reglas sociales, que permitan avanzar hacia convivencias más armónicas y de respeto a lo que la mayoría hemos convenido en denominar derechos fundamentales.

Mujeres y hombres somos biológicamente muy distintos, y la variedad de cada uno de estos grupos es también inmensa en función de la zona geográfica de procedencia, la clase social, la edad, la tendencia sexual, etcétera. Partiendo, por tanto, de esa tremenda diversidad que hemos convenido en respetar, debemos caminar hacia una igualdad de derechos y obligaciones, al tiempo que no deben violarse los mínimos recogidos en declaraciones universales que no tienen ni un siglo. El camino hacia la igualdad en la diversidad no está exento de tensiones y contradicciones, pues comporta una modificación de los roles tradicionales, que origina nuevos problemas, que no todos están dispuestos a tolerar, ni a esforzarse en superar.

En 2010, en las sociedades occidentales, el camino hacia la igualdad pasa porque las mujeres se otorguen a sí mismas el permiso de ejercer de ciudadanas de primera, sentando las bases para evitar la supeditación a los hombres, tanto económica como psicológicamente. No será rentable seguir solicitando limosnas al Estado, a las empresas o a los hombres desde un victimismo imposible de mantener si al tiempo no se hacen esfuerzos para alcanzar esa mayoría de edad que exigimos nos sea reconocida. La incorporación masiva de las mujeres a la universidad abre nuevos horizontes. No podemos actuar como los adolescentes, que quieren las ventajas de los adultos, pero no las responsabilidades. Hemos de salir de la caverna y lanzarnos a estrategias que permitan nuestra supervivencia, pero que no sean nefastas para el grupo. Hemos de diseñar caminos que permitan la integración de todos en ese nuevo modelo que tenemos que construir.

Y aquí se comete el primer error. Algunos parten de la falsa premisa de que las mujeres ya hemos llegado a la meta, puesto que nuestra condición femenina ya encarna intrínsecamente los nuevos valores positivos y, por tanto, a los únicos que compete hacer esfuerzos para alcanzar esa meta de igualdad es a los hombres. Este esquema simple y maniqueo no soporta un mínimo análisis, pues básicamente somos las mujeres las responsables de transmitir un modelo social patriarcal, ayudadas por series de televisión, películas, etcétera, puesto que la mayoría de los hombres ni siquiera intenta participar en la educación de los hijos. Pero ese esquema es el que inspira la legislación y las prácticas de las Administraciones públicas en los últimos lustros, sea cual sea el Gobierno que las impulse.

Las mujeres debemos autorizarnos a tener mayor autonomía y no considerarnos el apéndice de nadie, lo cual requiere el esfuerzo de salir al mundo exterior, que está plagado de dificultades y, por tanto, asusta, resultando más cómodo, en principio, ligar nuestra suerte a alguien más fuerte, que solvente nuestras necesidades. Pero este camino ya no garantiza nuestra supervivencia “hasta que la muerte nos separe”, pues hasta los más creyentes se divorcian. Y, por supuesto, no podemos ni debemos limitarnos a parir un hijo a alguien para justificar así que todos los recursos que genere el resto de su vida deba ponerlos al servicio de ese grupo humano, aunque se vea expulsado de él para siempre.
Es injusto, pero, sobre todo, es socialmente inviable por el coste que el conflicto tiene y lo que supone de factor de riesgo para el grupo por el desequilibrio social que comporta. Las consecuencias son enfermedades físicas y psíquicas de los excluidos o las empobrecidas, pues si no existe una nómina que embargar, los más ricos pueden resultar los más insolventes. También contribuye a la violencia de chicos y chicas dirigida a los más cercanos, especialmente a madres y abuelos maternos, por ser las personas con quienes generalmente conviven, de lo que lleva alertando desde hace unos años la Fiscalía y los diferentes servicios sociales.

Y, por supuesto, deben esforzarse los hombres si no quieren ver limitado su papel al de sementales proveedores y ser expulsados en la crianza de sus hijos tras la ruptura. Deben asumir desde el inicio las responsabilidades para con ellos, pues las nuevas legislaciones apuntan a que se tendrá en consideración la relación existente con anterioridad. Así pues, ya no se trata de una exigencia ética porque no es justo que recaiga toda la carga de la reproducción en las mujeres, que seguiremos asumiendo por razones obvias la tarea los nueve primeros meses, pero deberemos compartirla los 30 años restantes, si todos queremos participar en el nuevo modelo social y no ser excluidos de la parte privada.

Para la incorporación plena de las mujeres a la vida pública se hacen necesarias políticas que, en la línea de los países de nuestro entorno, vayan más allá de repetitivas e infructuosas campañas publicitarias, de subvenciones a las organizaciones y congresos de mujeres para seguir divagando en generalidades o la creación de nuevos cuerpos funcionariales de comisarios/as políticos/as que velen para que las Administraciones hagan un uso correcto del lenguaje. Se debe ir mucho más allá. Se debe apostar por la coordinación entre las diferentes Administraciones para evitar inútiles reiteraciones y permitir una utilización óptima de los recursos en políticas transversales de los diferentes ministerios y consejerías que toman las imprescindibles decisiones de inversión en infraestructuras y servicios para atender a niños, ancianos y enfermos, pues esas tareas ya no las podemos seguir realizando gratuitamente las mujeres. Lo que resulta imprescindible para encarar con éxito un nuevo modelo social de respeto a la igualdad son más viviendas de protección oficial, guarderías y centros de día a precios asequibles y hospitales. España es el país de la UE que menos invierte en recursos sociales y los que llegan realmente a las mujeres que sufren violencia son muy escasos. Papá Estado paga y pega, pero la actual situación económica exige suprimir gastos superfluos y apostar por optimizar al máximo los escasos recursos que tenemos, evitando pensar que el nuevo modelo aparecerá por generación espontánea, ingresando masivamente a hombres en la prisión.

La sociedad también tiene que asumir que la reproducción no puede ser costeada fundamentalmente por las reproductoras, pues el beneficio es posteriormente socializado. Los niños y niñas de ahora son el futuro de las pensiones y los servicios de mañana. Su formación y cuidado deben ser el objetivo del grupo entero. Pero este esquema, seguido en mayor medida por los países del norte, cuesta enraizarlo en un país como el nuestro, hasta hace poco autárquico y con un modelo social básicamente individualista donde prima el “sálvese quien pueda”, lo cual es bastante suicida en este mundo globalizado.

La generración sí-sí / la generació ni-ni

Los jóvenes y el corsé feudal


Hay un corsé que sitúa la sumisión por encima de la aptitud y al forofo por encima del sabio

Antoni Puigverd  LA VANGUARDIA 15/08/2010

Numerosos comentarios críticos recibidos en la edición digital de La Vanguardia atestiguan que mi columna sobre los ni-ni (esta cuarta parte de la juventud que no da un palo al agua) ofendió a muchos jóvenes que sí estudian o trabajan. Es más: con frecuencia, estudian y trabajan, llamémosles sí-sí, con dos acentos, para plasmar el coraje con el que se enfrentan a esta época decadente. La mayoría de estos jóvenes están más preparados que las generaciones anteriores y, sin embargo, cuando consiguen, después de agónicos intentos, acceder al mundo laboral, lo hacen, no ya tragando penosas condiciones (bajísimos sueldos, precariedad), sino sometidos a jefes y veteranos apoltronados en sus rutinas, arrellanados en el sofá de unos derechos que se niegan a los nuevos contratados. Siento haberles ofendido. En modo alguno pretendía juzgar a toda la juventud. Como con mayor fineza explicó mi vecino de columna Francesc-Marc Àlvaro, de entre las generaciones actuales despunta un segmento poseedor de unas capacidades extraordinarias. El futuro de nuestra sociedad depende de ellos; y en ellos confío yo sin sombra de duda. Prueba de ello son mis frecuentes voces en el desierto en contra de lo que he dado en llamar "feudalismo democrático catalán". 

Tal como la política demuestra cada día y como el caso Millet puso en deprimente evidencia, en la sociedad catalana la meritocracia está de capa caída. Los mejores tienen con frecuencia el paso bloqueado. No es el mérito o la capacidad lo que determina el acceso a un empleo interesante o de responsabilidad, sino el interés del partido, casta, gremio, parentela o red clientelar. Se trata de defender a toda costa el feudo, y el feudo arbitrariamente recompensará. Después (y como el lacerante caso Pretoria ejemplifica) los feudales suelen pactar sin problemas el reparto, pues la corrupción es en buena parte hija de estos sistemas cerrados. Gregarismo, endogamia, nepotismo, concesiones arbitrarias e información privilegiada caracterizan este nuevo feudalismo que asfixia con corsé de hierro las carnes de la sociedad.

No es un vicio catalán, ni tan siquiera hispánico: es mediterráneo, herencia de añejos gremios, hermandades y familias a los que se han sumado alegremente partidos, sindicatos, corporaciones, clubs, lobbies, mafias. No es un vicio catalán, pero sorprende cómo ha reverdecido en Catalunya. A finales del XVIII, Catalunya salió del pozo gracias a la iniciativa individual y se reconstruyó a sí misma al margen del Estado: en los márgenes del Estado. Se habla mucho ahora de los males que la acechan. Nunca se cita este vicio estructural que impide a los mejores ocupar el puesto en el que se les necesitaría; que impone el pariente o amigo en el lugar del más apto; que sitúa la sumisión por encima de la aptitud y al forofo por encima del sabio.


El avestruz y los chicos del jardín



Demonizado el sudor de la frente, divinizamos la diversión y la libertad sin reglas


Titular escalofriante el de ayer: "Uno de cada cuatro jóvenes catalanes ni estudia ni trabaja". En plena era pesimista, pocas noticias más preocupantes que esta pueden leerse, pues no solamente afectan al presente, sino que anuncian un futuro de insomnio. Según un estudio de la UGT, una cuarta parte de nuestros chicos no da un palo al agua. Están en fuera de juego. ¿Forman parte de las llamadas clases pasivas? En cierta manera sí, pues viven a costa de alguien: de sus progenitores y de las múltiples formas de protección social. Pero los jubilados reciben compensación de la sociedad por sus décadas de trabajo productivo (compensación generalmente avara), mientras que estos jóvenes no han aportado absolutamente nada al común. "Ni-ni", les llaman. 

No se forman. Ninguna actividad productiva les ocupa. Ni estudian ni trabajan, pero comen, visten, se desplazan y divierten. Son un peso muerto para la sociedad. Peso muerto: por fea que sea la expresión, las cosas hay que decirlas por su nombre (hemos abusado de la elipsis para describir las espinas sociales y el vocabulario del avestruz empieza a cobrar sus facturas). Si ahora los ni-ni son para sus familias y para la sociedad un tremendo problema, ¿qué serán dentro de unos años? Estamos hablando de una bomba social de efectos retardados. ¿Qué harán cuando a partir de los treinta y pico el espejo refleje la pérdida de la alegre juventud, que todo lo justifica? ¿A qué tipo de insoportables tensiones e irresolubles problemas deberá enfrentarse la sociedad del futuro, si, con la pirámide de la edad invertida y con una altísima tasa de pensionados, resulta que una cuarta parte del sector productivo queda anclada en el fuera de juego?

Siendo esta noticia una de las peores que pueden leerse en estos años tan difíciles, es probable que pase de puntillas. Mientras los enredos politiqueros, el circo deportivo y los entremeses identitarios (del burka a los toros) desatan inagotables tormentas de palabrería, los problemas de fondo desaparecen a gran velocidad por el desagüe de los medios. Y, sin embargo, estamos todavía a tiempo de reaccionar. El fenómeno ni-ni tiene orígenes variados y complejos. Uno de ellos es el desprestigio social de la educación, del que hablaré, si les parece, en una próxima columna. Otro factor capital es la ruptura tectónica entre tradición y modernidad. Demonizada por represora y asfixiante la visión de la vida presidida por "el sudor de la frente", hemos divinizado la diversión en detrimento del trabajo, mientras la libertad sin límites se imponía por goleada a la libertad regulada por la ley. Comentando el estudio, la responsable de UGT criticó ayer la oferta educativa: no es adecuada para los jóvenes. Seguramente. Pero el núcleo del problema es otro: los ni-ni han crecido en el jardín de los derechos sin deberes.


El severo Dante y los mirones

Fruta tan perfecta como las vértebras de Naomi, pero tan vacía como sus sesos

Antoni Puigverd  LA VANGUARDIA 17/08/2010 Ciudadanos
 
Las papilas gustativas maldicen el día en que la televisión concedió a la vista primacía sobre el resto de los sentidos. En tiempos del Homo videns, las frutas se han amanerado como el pan. Depiladas de toda fealdad, maquilladas como un travesti, evocan la carnalidad de Ava Gardner y compiten con las curvas de Jennifer López. Perfectas como la columna vertebral de Naomi Campbell, pero tan vacías como los sesos de dicha modelo. Sin necesidad de apoyarse en la vieja serpiente bíblica, invitan las frutas de hoy al mordisco más sensual. Pero cuando los dientes del deseo se clavan en sus carnes, la decepción es tan intensa que suena a bofetón.

De la misma manera que David y Victoria Beckham, patronos del vacío escenográfico de nuestro tiempo, dejan todo su encanto personal pegado en sus espejos, las frutas actuales dejan todo el sabor en la mirada. Tan apetecible como mentirosa, la fruta es teatro, puro teatro. ¿Existe, por ventura, un cutis más besable que el de un melocotón de viña, cuyo color retiene el sol de media tarde? Y sin embargo, ¡cuán difícil es encontrar en el súper uno que pueda prescindir de la ayuda del almíbar! Lo mismo puede decirse de cualquier otro de sus engañosos compañeros de frutería. Atraen todas las miradas, pero niegan todas las expectativas. Invitan al festín, pero niegan toda esperanza. Y puesto que acabamos de citar involuntariamente a Dante: es evidente que aquel tremendo poeta, de haber existido en los huertos de su tiempo frutas tan falsas como desaboridas, las hubiera enviado sin contemplaciones al segundo círculo infernal. Y allí, "como las grullas entonando sus lamentos", vagarían junto con Helena, Cleopatra y otras mujeres que, por su engañosa belleza, causaron colosales enredos y decepciones. Naturalmente, si aquel colérico poeta florentino llega a conocernos, también nosotros, beatos consumidores, hubiéramos acabado con nuestros huesos en aquel segundo círculo infernal, pues nuestro vicio es el de los voyeurs o mirones, que "la razón someten al talento".

Talentosa es, ciertamente, esta reducción actual de los sentidos a uno solo. Cuidar a la vez de la forma, el sabor, el olor, el tacto y la textura no es rentable. Lo más económico era convertir al consumidor en un niño que come por los ojos.

Por fortuna, sin embargo, llega el verano; y en cualquier rincón del país es fácil encontrar hortelanos vocacionales, que aman el surco más que el bolsillo. Gracias a ellos, he probado este año melocotones que me han llevado al paraíso. Y unos tomates de cor de bou que, aliñados con aceite de Belianes, dulce y dorado, me dejan sin palabras. Y unas cardenalicias berenjenas que saben a gloria. Por cierto, tomates, berenjenas y calabacines, ¿qué son: frutas o verduras? He aquí un dilema veraniego que algún día continuaremos, si les parece bien.

Los talibanes lapidan a una pareja acusada de adulterio en el norte de Afganistán

Acusaron a un hombre casado y una mujer comprometida de mantener una relación extramatrimonial y de intentar escapar juntos

LA VANGUARDIA 16/08/2010

Kabul. (EFE).- Un grupo de insurgentes talibanes lapidaron este domingo a un hombre y una mujer acusados de adulterio en un distrito de la provincia norteña afgana de Kunduz colindante con Tayikistán, según confirmó hoy a Efe una fuente oficial.

El suceso tuvo lugar en el pueblo de Mulá Quli, del distrito de Imam Sahib, en una zona sobre la que los talibanes mantienen un "control total", reconoció a Efe el gobernador distrital, Mohamad Ayub.

Los talibanes acusaron a la pareja de mantener una relación extramatrimonial y de intentar escapar juntos, y una "shura" o consejo decidió lapidarlos por adulterio, un castigo que les fue aplicado el domingo en público, ante unas 200 personas.

El hombre estaba casado y ella, comprometida. Tras ser detenidos y golpeados, dijo Ayub, ambos confesaron que habían mantenido una relación durante un par de meses.

Esta es la segunda condena de este tipo que salta a la luz pública este mes: el pasado 8, una viuda afgana embarazada fue ejecutada a tiros por un grupo de talibanes que la acusó de adulterio en la provincia noroccidental de Badghis.

"Es una violación de los derechos humanos. Incluso de ser condenada, tenemos tribunales para tratar ese tipo de sucesos",denunció a Efe en esa ocasión la presidenta de la Comisión Afgana Independiente de Derechos Humanos, Sima Samar.

Los talibanes recurrieron a lapidaciones públicas y latigazos para castigar el sexo extramatrimonial durante su estancia en el poder entre los años 1996 y 2001.

El adulterio sigue estando penado con la muerte en países como Irán, Arabia Saudí o Afganistán, país este último donde los insurgentes talibanes intentan derrocar al Gobierno en su lucha contra las tropas internacionales desplegadas en el territorio. 


Los talibanes lapidan a una pareja acusada de adulterio en Afganistán

Primera ejecución por apedreamiento tras la caída de los integristas en 2001


DAVID ALANDETE - Washington
ELPAIS.com - Internacional - 16-08-2010

A pesar de no regir el país desde la invasión estadounidense de 2001, los talibanes siguen aplicando su propia justicia, de acuerdo con su interpretación de la sharía o ley islámica, en las zonas de Afganistán en las que se han hecho fuertes gracias a su continuada campaña de insurgencia contra el Gobierno legítimo de Kabul. El domingo, recuperaron la práctica de la lapidación para matar a una pareja acusada de adulterio en Kunduz. La lapidación, junto con los latigazos y las amputaciones, era un castigo común en Afganistán entre 1996 y 2001, años en que los talibanes controlaron el país.
El hombre, de 28 años, identificado solo por su nombre de pila, Qayum, estaba casado. Sin embargo, y según ha revelado Amnistía Internacional, había huido a Pakistán con una mujer identificada como Sadiqa, de 20 años, soltera y prometida a otro hombre.

Durante su fuga, sus familiares pudieron contactar con ellos y les prometieron que, si regresaban, les perdonarían y les permitirían casarse sin problemas. Lo hicieron. Cuando regresaron a Afganistán, donde se alojaron en casa de unos amigos, fueron entregados a los talibanes. Según el jefe de policía de Kunduz, Abdul Raza Yaqoubi, fueron sometidos a un juicio sumario y lapidados inmediatamente, por separado, ante unas 150 personas.

El del domingo es el primer ajusticiamiento por apedreamiento en público en Afganistán del que se tiene noticia desde la caída de los talibanes, pero no la primera condena a muerte de una pareja adúltera afgana por la interpretación fundamentalista del Corán.

Hace un año fueron fusilados Abdul Aziz, de 21 años, y su novia, Gul Pecha, de 19, en la provincia de Nimroz. Ambos querían casarse, pero sus respectivas familias no lo permitían. Se fugaron con la intención de vivir anónimamente en Irán, aunque sus familiares les delataron, los buscaron y los entregaron a los talibanes, que los mantuvieron encerrados en una mezquita durante cuatro días mientras deliberaban sobre su futuro. Finalmente, se les envió al paredón en aquel mismo templo.

Pocos países islámicos siguen manteniendo la práctica de la lapidación. Entre ellos se encuentran Arabia Saudí, Somalia e Irán. Las autoridades religiosas de ese último país paralizaron el mes pasado el apedreamiento de Sakineh Mohammadi Ashtianí, de 43 años. Iba a ser ajusticiada por haber engañado a su fallecido marido. Los fiscales incluso la acusaron de haber conspirado para asesinarlo, algo que ella llegó a confesar públicamente el jueves en una entrevista en la televisión estatal iraní, aunque sus abogados aseguran que lo hizo después de permanecer sometida a torturas de toda índole durante varios días.

El pasado 8 de agosto los talibanes fusilaron en Afganistán a una mujer encinta, Bibi Sanubar, a la que acusaban de adulterio por haber mantenido relaciones sexuales con un hombre después de que su marido hubiera muerto. Previamente le dieron 200 latigazos.

Kunduz, la provincia en que se produjo el doble apedreamiento el domingo, vive una escalada de la violencia insurgente. En un año, ha pasado de ser una zona relativamente tranquila a convertirse en un bastión de los talibanes. Según el último informe de la ONU sobre víctimas en el conflicto afgano, en los primeros seis meses de 2010 Kunduz y las otras provincias del noreste del país han experimentado un incremento de un 136% en el número de civiles fallecidos en ataques con respecto a las mismas cifras de 2009.

El domingo, el mismo día en que los talibanes lapidaron a la pareja supuestamente adúltera, los insurgentes exigieron en un comunicado una investigación internacional sobre las muertes de civiles. Según la ONU, los talibanes han sido responsables de 965 de esos asesinatos en la primera mitad de 2010.


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lunes, 16 de agosto de 2010

Las edades del amor. Expectativas y edad

Las expectativas sobre el amor cambian a lo largo de la vida. Hemos recogido testimonios de distintas generaciones para comprobar cómo evolucionan

Piergiorgio M. Sandri | LA VANGUARDIA 19/06/2010 
De adolescentes nos enamoramos (y desilusionamos) varias veces, de jóvenes experimentamos el amor hasta descubrir lo que buscamos, a una edad mediana tomamos las primeras decisiones y nos estabilizamos, en la edad madura consolidamos la relación y en la última etapa de la vida nos ayudamos mutuamente para compartir el resto de nuestros días.

Podría ser un resumen de cómo evolucionan las relaciones amorosas a lo largo de la vida. No cabe duda de que, en el ser humano, las expectativas sobre el amor van cambiando con el paso del tiempo. De la pasión desenfrenada se pasaría gradualmente a una dimensión más espiritual, al mismo tiempo que el cuerpo envejece. Dicen –sociólogos reputados como Francesco Alberoni, por ejemplo– que el enamoramiento entre hombre y mujer tiene los días contados y que paulatinamente deja espacio al amor propiamente dicho, considerado como el resultado de un proceso de construcción a base de esfuerzo, confianza y respeto, un sentimiento que forma el tejido esencial de las relaciones humanas.

Esta es la tesis oficial, pero, cuando se habla de amor, los matices nunca son suficientes. Hemos entrevistado a distintos personajes, de ámbitos e historias muy diferentes, cada uno miembro de una generación, y es difícil encontrar un hilo conductor. Tal vez lo que más sorprende es que la palabra amor es recurrente entre las personas más maduras, lo que rompe el tópico de que "el amor se acaba con la edad", sino todo lo contrario. De hecho, salvo alguna excepción, parece haber cierta fe en que es posible amar incluso en la etapa más madura. Al contrario, los más jóvenes, que deberían disfrutar de la máxima plenitud física y abandonarse a la ilusión y pasión desenfrenada, parecen más desencantados, escépticos, inconstantes.

Esteban Cañamares, psicólogo clínico y sexólogo, profesor honorario de la Universidad Autónoma de Madrid, proporciona una explicación. "Cuando uno es joven busca un explorador con quien comerse el mundo, cuando uno es mayor, en cambio, busca compartir la quietud, la tranquilidad", indica. "Pero el interés por el amor es igual en todas las edades. Incluso los que aparentan cierto desinterés es porque se les ha transmitido, desde pequeños, el mensaje de que primero hay que alcanzar el éxito en la profesión. La persona mayor, en cambio, tiene más capacidad para reconocer sus sentimientos y está libre de esta obligación, ya ha demostrado lo que tenía que demostrar".

Con todo, Cañamares reconoce que con el paso de los años encontrar el amor es más difícil. Pero no porque haya carencia de expectativas o motivación, sino precisamente porque las expectativas… aumentan. "Al comienzo, de chiquillos, basta con compartir unos gustos musicales y poco más para tener una historia. Pero luego, en el momento de encontrar pareja, uno va añadiendo cada vez más requisitos: si es inteligente, si tiene sensibilidad artística, etcétera", señala. Pese a este escepticismo, para muchos entrevistados la idea de acabar los días dándose besos en un parque como adolescentes no es una quimera. "Por lo general, con el transcurrir de los años, el temperamento de las personas se radicaliza y se hace más extremista. Si en su juventud eran egoístas, lo serán aún más de mayores. Pero si eran cariñosos de jóvenes, demostrarán su afecto más que nunca también en edad avanzada", asegura Cañamares.

En contra de la opinión común, puede ocurrir entonces que la pasión siga encendida siempre. Cañamares concluye: "No creo que el enamorarse esté destinado a acabar con los años. Simplemente, las personas que llevan más tiempo juntas tienen más probabilidades de desilusionarse. Esto es todo". Esto es la vida.

Mischa Barton
modelo y actriz, 24 años
EL DESEO DEL PRÍNCIPE AZUL
"SUEÑO CON FORMAR UNA FAMILIA Y CASARME CON ALGUIEN PARA TODA LA VIDA""Soy una sentimental, quisiera estar siempre enamorada", cuenta Mischa Barton, aunque reconoce que "justamente lo difícil es eso, permanecer enamorada, encontrar la persona ideal". La joven actriz y modelo de 24 años, que se dio a conocer en la serie O.C., reconoce que ostenta un currículum amoroso para sentirse satisfecha. "He tenido tres novios serios y con todos ellos me he sentido bien y mantengo todavía hoy una buena relación, pero no eran lo que necesito a mi lado".

Pero va a ser difícil que lo encuentre porque sólo será válido "el hombre que pueda acompañarme siempre. Sueño con casarme, con tener hijos, con formar una familia feliz…, pero también sueño que eso sea para siempre. Soy muy joven y conozco ya a demasiada gente que en pocos años se ha casado, ha tenido hijos y se ha divorciado una o dos veces y yo no quiero eso. Yo quiero la estabilidad. Un amor para siempre. Sé que es difícil, por lo que veo muy lejano el día de mi boda".

Contradictoria, adicta a la moda y a las tendencias (tiene su propia firma de bolsos y pretende ampliarla con una línea de prêt-àporter), se plantea así su boda: "Si tuviera que casarme, por supuesto que lo haría con un vestido de novia, pero probablemente no sería blanco sino negro, es más cool", explica con un chispa de ilusión, pero pronto aterriza en su realidad para advertir "aunque primero tengo que encontrar ese novio para siempre, y eso es complicado". Anda si lo es. – M. Puig

Aschwin Wildeboer
nadador, 24 años
AHORA CUENTA MÁS LO MATERIAL
"LOS JÓVENES DE MI GENERACIÓN SE HAN VUELTO CÍNICOS CON EL AMOR"Tiene veinte y pocos y es campeón europeo de natación, además de haber marcado el récord mundial en los 100 metros espalda. Aschwin Wildeboer representa a una nueva generación de jóvenes volcados en su carrera y pasión de forma casi absoluta en la que queda poco tiempo para dedicar al amor. "Yo empecé a pensar en esto del amor un poco tarde, cerca de los 18 años. Nunca me preocupé, he ido un poco con retraso. En este sentido, esto ha cambiado mucho respecto al pasado", explica.

Para Wildeboer, el hecho de que muchos jóvenes de su entorno ahora dejen los sentimientos en segundo plano es porque "viven en una sociedad muy materialista, donde se encuentran su satisfacción comprando cosas. Antes te enamorabas y luego decías "el resto vendrá". Ahora es al revés". En su opinión, ahora la juventud encuentra la felicidad no sólo en el amor de pareja, sino estados de ánimos y con distintas personas, con las que se comparten momentos de dolor y alegría. "Por culpa de la natación he perdido unas cuantas amistades, pero entiendo que un deportista de élite tiene sus responsabilidades".

Sus expectativas para el futuro más que en la pareja se centran en la paternidad. "Muchos chicos de mi edad ahora son algo cínicos respecto al amor. Yo, en cambio, deseo ser un padre joven y aprovechar al máximo la energía para disfrutar los niños". Desde luego, a Wildeboer energía no le falta. Ni le va a faltar.

Espido Freire
escritora, 35 años
MONÓGAMA SUCESIVA
"SIGO CREYENDO EN EL AMOR COMO CONQUISTA"Entre los 30 y los 40 años muchas mujeres sueñan con crear un hogar con el hombre de su vida. Espido Freire, no. "No tengo la menor intención de formar una familia, y soy una ferviente y entusiasta monógama sucesiva. Creo en la complicidad y la pasión, pero sobre todo a distancia. La convivencia me sigue resultando muy poco atractiva. Si consigo una estabilidad o cambio de idea respecto a la familia lo será por acuerdo mutuo, no por una cuestión de edad".

Esto no significa que, incluso en su caso, se pueda tener expectativas de otro tipo sobre el amor. Tampoco hace falta obsesionarse. "Yo animo a buscar el amor en mi entorno, no a correr desesperadamente tras él o tras las personas que nos atraen", advierte. "Yo, por ejemplo, siempre he sido enamoradiza, y cada experiencia me parece fascinante, aunque mis amores no sean ya adolescentes. Siento mucha curiosidad por envejecer y descubrir cómo cambian las percepciones y las emociones".

Para Freire, el amor es una lucha. "Yo creía en el amor como un combate, en el que el enamoramiento era el premio. El cortejo y las demoras que conlleva me parecían insoportables. Con el tiempo, he matizado esa idea competitiva pero no he perdido el gusto por la conquista". El primer amor, en cambio, sí que en parte se pierde para siempre. Hace años Espido Freire escribió un libro sobre el tema. "Siempre se puede sentir algo similar al primer amor. Otra cosa es vivirlo de nuevo". El primer amor es único, porque, según ella, así decidimos que sea.

Risto Mejide
publicista, 35 años
APRENDER A NO DESPEDIRSE
"AL FINAL, AL AMOR HAY QUE DEDICARLE DINERO"Es una de las caras más políticamente incorrectas del mundo del espectáculo. Risto Mejide, publicista, con sus comentarios duros y directos sobre las actuaciones de los chicos aspirantes a convertirse en cantantes del programa televisivo OT se ha forjado una fama de hombre cínico. Por eso, no es de sorprender que cuando se habla de amor, como algunos miembros de su generación, rechace una visión idealizada. "Al amor consigo dedicarle espacio, tiempo, y lo que es más importante, dinero. Sí, se diga lo que se diga, querer hoy en día siempre cuesta dinero. Algo, mucho o demasiado. Dependiendo si eres soltero, casado o divorciado".

Con todo, el amor es parte integrante de su vida y no está en un segundo plano en sus prioridades. "No creo en que haya segundo plano. Todo esto de mantener una separación nítida entre lo personal y lo laboral es mentira podrida. Quien diga lo contrario, jamás se ha enamorado". Risto, como la mayoría de las personas, experimentó sus primeros amores en la etapa de la juventud. Una experiencia que, contrariamente a lo que dice la gente, no aspira a repetir. "Espero no volver a sentir nunca lo que sentí cuando era joven. Sería muy incómodo para las actuales parejas de mis ex, ya no digamos para la mía. Mi expectativa con mi actual pareja es aprender a dejar de despedirme". Para él, es inútil buscar el amor, poco importa la edad. Risto cree que se trata de una tarea más bien estéril: "Siempre he pensado que el amor bien entendido jamás se busca. Suele ser él quien te encuentra".

Cayetana Guillén Cuervo
actriz, 41 años
CADA UNA A SU MEDIDA
"TÚ MISMA DECIDES SI QUIERES PASIÓN EN TU VIDA"
Cayetana Guillén Cuervo, actriz de la serie Amar en tiempos revueltos y presentadora del programa Versión Española, forma parte de una generación de mujeres que ha experimentado los cambios profundos que ha vivido la sociedad española en las últimas décadas: en la actualidad, el sexo femenino tiene unas expectativas muy distintas sobre el amor, algo impensable hasta hace unos pocos años. "Los antiguos esquemas han cambiado mucho. Hoy, con más de 40 años una mujer puede tener pareja o no tenerla, haber formado una familia, haberse separado, divorciado. Los 40 de hoy son como los 30 de antes. Es un poco el reflejo de la modernidad", dice.

Para Guillén Cuervo, la clave en el amor es conseguir la estabilidad emocional, "de la forma que le apetezca a cada uno, según las personas. Yo creo que has de tener un cierto equilibrio interno, siempre". ¿Todavía queda espacio a los 40 para el amor de antaño? "Por supuesto. Es posible para una mujer a mi edad volver a enamorarse, incluso como antes. Pero tienes que estar animada para que esto ocurra. A estas alturas la mujer es consciente de que la verdadera pasión… es un desastre, te arrastra y tienes que estar dispuesta a enfrentarte a ella. Pero esto, al final, lo decides tú".

Pau Donés
cantante, líder del grupo Jarabe de Palo, 43 años
EL TERROR DE LA RUTINA
"HABER SUPERADO LOS 40 AÑOS ES LO MEJOR PARA UN HOMBRE"
Cantó hace años que "por un beso de la Flaca daría lo que fuera". Pau Donés, el cantante del grupo Jarabe de Palo, asegura que la letra tiene algo de verdad. En nombre del amor, no hay que echarse atrás. Especialmente en la mediana edad. "Los años suman y nos hacen personas. Ahora siento que tengo más capacidad para amar que en el pasado. Lo mejor para los hombres es haber superado los 40, nunca había sido tan enamoradizo, nunca había hecho el amor tan bien, nunca había disfrutado tanto el sexo".

El cantante cree que amar es de valientes y esto se aprende con el tiempo. "Cuando uno es joven, enamorarse es visto casi como una cosa de débiles, de nenazas y tienes una visión casi platónica de la relación. Yo me enamoré a los 17 años y tardé tres años en decírselo a la chica… Y esto es una pena, no hay que tener vergüenza. El único miedo que preocupa a Pau Donés es la rutina. "La concepción tradicional de la pareja acaba con todo. Lo dicen las cifras: el matrimonio en sí no funciona. Porque crea mecanismos raros y vínculos excluyentes. Habría que encontrar una fórmula adaptada al siglo XXI en el que vivimos". ¿Expectativas sobre el amor? En concreto, ninguna. "Nunca he esperado nada. He ido encontrando señales que he aprendido a reconocer y a aprovechar. Pero que no quepa la menor duda: vivo por el amor. Es mi gasolina".

Ángeles Caso
escritora, 51 años
EN DEFENSA DE LA ETERNA JUVENTUD
"TENGO UNA ESPECIE DE COMPLEJO DE PETER PAN EMOCIONAL"
Apenas franqueada la frontera del medio siglo, a la escritora gijonesa Ángeles Caso no le parece que haya cambiado mucho su relación con el amor. "Sigo viviendo el enamoramiento igual que cuando tenía 15 años", explica. "No noto que haya cambiado mucho, padezco una especie de complejo de Peter Pan emocional".

Admite que, con los años, la inteligencia y la reflexión operan, pero su imperio es a menudo impugnado por el impulso romántico cuando comparece la pasión amorosa. En este sentido, Caso es relativista hasta con el aprendizaje de la convivencia. "No estoy segura de que con los años te vuelvas más tolerante. Sí, en el terreno de las ideas, pero en el marco de la convivencia, creo que los años nos vuelven más comodones. Si ya has vivido en pareja, animarse a una nueva convivencia creo que es raro, al menos en la gente de mi edad que conozco".

Piensa la escritora que cuando alguien conquista en la madurez el placer de la soledad difícilmente renuncia a él. "Disfrutas de que tus libros, tu música, hasta tu cenicero esté en su sitio, y la mayor parte, a esta edad, incluso cuando conoces a una nueva pareja, prefieres que cada uno siga viviendo en su casa". Entonces, ¿qué enseñan los años? "Que no existe el príncipe azul; eso sí lo he aprendido". –P. Vallín

Jordi Rebellón
actor, 52 años
EL AMOR COMO LUCHA DIARIA
"REACTIVAR EL AMOR SIEMPRE ES POSIBLE SI CAMBIAS DE PAREJA"Jordi Rebellón es conocido por su papel como Doctor Rodolfo Vilches en la serie de Telecinco Hospital Central. Desde hace poco ha superado los cincuenta años, considerada como la edad de la madurez y máxima plenitud para el hombre. "Creo que a estas alturas el hombre debería haber cumplido con sus ilusiones de la adolescencia. O en todo caso, tiene derecho a que se cumplan. Es cierto, a medida que nos vamos haciendo mayores nos cuesta más compartir cosas. No obstante, creo que es correcto asociar el amor a la felicidad", asegura.

Para el hombre, sobre todo el que lleva tiempo casado, los cincuenta años representan una barrera simbólica: el enamoramiento se acaba, para dejar espacio a cierto conformismo. "Reactivar la pasión siempre es posible a esa edad cuando cambias de pareja, después de separarte, y te ves otra vez con ánimos para seguir", asegura. Rebellón concibe el amor como una lucha diaria que el hombre, en esa etapa de la vida, tiene que estar dispuesto a emprender. "Yo creo que el amor, incluso a esa edad, hay que buscarlo siempre. Y si ya lo tienes, entonces hay que mejorar lo que tienes. Y lo enriqueces. Hay que cuidar el amor. Porque yo, aunque me queda bastante por vivir, sé que al final es con lo que te vas a quedar el día que te mueras".

Silvia Tortosa
actriz, 63 años
UNA FORMA DE REBELDÍA
"A MIS SESENTA ESTOY VIVIENDO UN MOMENTO DULCE"
"Después de los sesenta es un momento dulce para vivir las relaciones de pareja: en el terreno físico los peñazos de la regla y la menopausia forman ya parte de la historia, tenemos más experiencia en los juegos íntimos y mantenemos nuestra vida sexual sin problemas", dice la actriz Silvia Tortosa, uno de los iconos de las películas de destape de los años setenta. "Y a nivel afectivo yo, por lo menos, aunque siempre he sido una buena convividora he aprendido a valorar todavía más si cabe la belleza de enamorarse, compartir y tolerar".

¿Ha cambiado con el curso de los años? "En realidad no creo haber cambiado sustancialmente en mi posición frente al amor: los juegos de seducción nunca me han gustado, de muy joven ya me rebelé contra los tabúes que tanto daño hicieron a muchas mujeres de mi edad, desde siempre intuí que el gran amor de mi vida me llegaría en la madurez. Pero sin un hombre al lado y sin estar enamorada también se puede vivir y ser razonablemente feliz", explica. "Aunque –matiza–es mucho más aburrido".

Su mensaje es claro: "A las mujeres a punto de llegar a los sesenta me gustaría decirles que no hagan ni caso de los dichos de que "a esa edad nos volvemos invisibles", que se valoren por encima de conveniencias sociales porque las leyes sociales las han dictado los hombres, no las mujeres. Y ya ha llegado el momento de que las empecemos a dictar nosotras".– P. Vallín

Antonio Miró
diseñador, 67 años
AMAR TAMBIÉN ES UN POCO SUFRIR
"EN LA EDAD MADURA NO SE SUFRE DE LA MISMA MANERA"
De entrada, Antonio Miró quiere dejar constancia de que el amor no es una cuestión de edad. "Yo, desde luego, sigo siendo un adolescente. No he madurado", bromea. "De hecho, uno puede perfectamente enamorarse a los 60", asegura. No hay que tirar la toalla, pues.

Para el diseñador, tener expectativas sobre el amor es una pretensión legítima. "Cuando tienes más de 60 años teóricamente ya sabes lo que te interesa y dónde te puedes meter…Pero no creo que con el amor las cosas vayan así". Por mucho que uno tenga más control sobre su vida, puede volver a perder la cabeza y atreverse con una relación, con todas sus facetas buenas y malas.

Para Miró, "el amor es una mezcla de sufrimiento y de felicidad a la vez, como todas las relaciones humanas. Lo único que cambia tal vez a mi edad es que no se sufre tanto como cuando uno era más joven. Porque de alguna manera tienes tu mundo ya bastante definido y diría que a estas alturas dominas más la pasión", indica. No obstante, Miró no niega que "igualmente lo puedes llegar a pasar mal. Pienso, por ejemplo, en aquella gente que se ha visto obligada a divorciarse a mi edad. En el fondo, es como el dolor de una muela. A los 20 o los 60, aunque de distintas maneras, te sigue doliendo. Porque amar es un privilegio, pero también es un poco sufrir".

María Galiana
actora, 75 años
SIN DEPENDER DE NADIE
"YO NO NECESITO A NADIE Y NO QUIERO A NINGÚN HOMBRE"
Eran otros tiempos. "Pertenezco a una generación que empezó a enamorarse a principios de los años cincuenta. Nunca se me planteó el amor libre. He sido una mujer reprimida, aunque sin traumas. Me casé virgen a los 26 años. He vivido la epoca que me tocó vivir, pero de manera muy natural", explica esta actriz sevillana que está saboreando el éxito en el cine y en la tele, como si estuviera viviendo una segunda juventud.

Galiana enviudó hace dos años, después de compartir vida casi cincuenta años con la misma persona. ¿Y ahora? "Mi marido ha sido el único amor de mi vida y ahora mismo no se me pasa por la cabeza enamorame de nadie. Hay personas que son afectivamente dependientes. Yo, en cambio, ahora soy casi una monja afectiva. Ahora mismo a mí no se me pasa por la cabeza salir con nadie. Es que no lo necesito. No es algo que eche de menos. Para nada volvería a tener un hombre a mi lado. El amor conyugal no creo que vaya a tener ningún peso en lo que me queda por vivir", asegura.

No obstante, Galiana reconoce que a su edad no todo está perdido. "El amor se puede dar a cualquier edad, porque es algo que no controlamos, como cuando te sale la piel de gallina o la emoción extraordinaria que sientes al hacer manitas… Porque los cuerpos envejecen, la mente no. Yo misma puedo llegar a sentir algún día lo mismo que una chica joven, aunque me da vergüenza decirlo".

Eduard Punset
divulgador científico, 73 años
LA BIOLOGÍA, LA MEJOR ALIADA
"LA CAPACIDAD DE AMAR DEL SER HUMANO AUMENTA CON LA EDAD"
Ha estudiado el funcionamiento celular y ha escrito sobre el amor (Viaje al amor Ed. Destino), aunque de formación sea jurista y economista. Después de años de investigaciones, Eduard Punset ha llegado a sus propias conclusiones. La más relevante, que el amor tiene fundamentos biológicos. "El amor es un instinto de fusionarse con otro organismo para sobrevivir. Se busca de forma inconsciente la regeneración celular". Siguiendo esta tesis, su evolución depende de la del organismo. "En contra de lo que se creía hasta hace menos de diez años, el cerebro y el corazón se siguen regenerando: con neuronas el primero y con células de todo tipo el segundo".

En conclusión: desde un punto de vista científico, el lapso de tiempo favorece al amor."Me caben pocas dudas de que la capacidad de amar –al igual que la felicidad– aumenta con la edad". Otra cosa es lo que ocurre en la realidad. Por ejemplo, cuando uno es joven, hay otras prioridades. "Para las personas del sexo masculino las ilusiones sobre el amor y el enamoramiento durante la adolescencia son secundarias con relación a otros objetivos como ganarse la vida o triunfar en la profesión", dice Punset. En la etapa más madura tampoco las cosas parecen más fáciles. "El amor con la edad no suele erigirse en objetivo prioritario", reconoce Punset. Aunque no está dicha la última palabra. "No cabe duda de que el dilatado archivo de los recuerdos le confieren al amor un valor que no tenía de joven". La biología, por lo menos, juega a nuestro favor.

Asunción Balaguer
actriz, 84 años
UNA FE QUE NO CESA
"SÓLO VIVIMOS UNA GRAN HISTORIA EN NUESTRA VIDA"
El príncipe azul existe. Palabra de Asunción Balaguer, 84 años, actriz de teatro que estuvo casada 51 años con el gran Paco Raval. "Yo creo en el verdadero gran amor de la vida. Sí, desde luego existe", dice. No obstante, ahora que Paco no está, Balaguer sigue cultivando expectativas. "Incluso a mi edad existe el amor. Yo pensaba que no... ¡Y no es cierto! Me gusta sentir amor a ciertas personas. Y me siguen gustando las personas buenas. El amor no muere con los años. Yo, desde luego, me voy a morir con el amor puesto", asegura Balaguer.

Pero ¿qué tipo de amor se puede esperar a su edad? "Yo siempre he sido de pocos enamoramientos, pero profundos. Ahora el mío es más bien un amor en forma de pensamiento. Yo, por ejemplo, valoro mucho la inteligencia y la bondad. En cambio, creo que el sexo se valora demasiado. Es algo instantáneo, no perdura. Lo más hermoso, al final, son los sentimientos". Por todo ello, amar, para Balaguer, siempre merece la pena a la edad que sea. "Decía Buñuel que el amor es el movimiento más revolucionario de todos. Tenía razón: el amor es la única oportunidad de demostrar de que somos libres, porque es nuestra propia elección. ¿Es una concepción demasiado ingenua? Tal vez, pero es hermoso ser ingenuos. Como los niños".

José Manuel Caballero Bonald
poeta, 83 años
CUANDO TODO QUEDA LEJOS
"A MI EDAD ME CUESTA MUCHO HABLAR DE AMOR"
"Me cuesta mucho hablar de amor a mi edad". Es lo primero que dice, con voz algo resignada. El amor es un tema poético por excelencia, pero para este gran autor andaluz no es un elemento esencial de la vida. "Siempre hay otras prioridades. El amor que reclama su sitio día a día es más bien una costumbre. Incluso una enfermedad", sostiene.

La equivalencia entre el amor y la felicidad estaría, para Bonald, en entredicho. "El amor y la felicidad suelen ser cantidades heterogéneas. Recuerdo muy bien que en bachillerato, en mi libro de Lengua, había un ejemplo de cultismo que decía: "El amor es ficto, vanílocuo, pigro". Una visión cínica y desilusionada, la suya. Pero ¿y el amor de juventud? Queda lejos. Demasiado lejos, en su opinión, para un hombre de 83 años.

"Cuando miro atrás, veo un pasado vertiginoso. Por ahí anda todo lo que he vivido en materia amorosa, pero el tiempo lo ha ido emborronando poco a poco. Cuando se llega al arrabal de senectud, todo tiene un aire de retrato atribuible a otra persona", señala. Sus expectativas sobre el amor, en este sentido, son muy claras: a estas alturas ya no hay tiempo para nuevas búsquedas, sino para disfrutar con lo que se ha tenido y construido en el curso de los años. "Llevo cincuenta años viviendo con la misma mujer. Con eso se lo digo todo".

jueves, 12 de agosto de 2010

ÚLTIMOS MODELOS DE LA VIRILIDAD EN EL CINE. Don Draper, Mad Men y el anhelo de masculinidad clásica










DANIEL V. VILLAMEDIANA
LA VANGUARDIA, Culturas, Miércoles, 26 de mayo de 2010


Don Draper es el último gran personaje del cine americano. Protagonista de la serie Mad Men, representa esa tradición de cine viril cuyos atributos no son los de la violencia o la musculatura, sino la presencia y la fuerza masculina, en un momento histórico en el que la virilidad parece seguir sumida en la crisis en la que entró allá por la década de los sesenta. Más allá de los clichés al uso, no pretendo hablar aquí de metrosexualidad ni de neomachos, sino de cómo algunos directores han querido plasmar su idea de lo viril y de la fuerza a través de los cuerpos de los personajes masculinos. Actores-presencia que se describen tanto por sus miradas y sus gestos, como por sus acciones y palabras. Esta tradición de la virilidad materializada en imágenes, de la virilidad puesta en escena, sin duda tiene un claro referente en el cine de género, tanto en el western como en el cine negro. De ahí proceden muchos de esos tipos violentos, bruscos y atractivos que van desde Humprhey Bogart, James Cagney o Robert Mitchum hasta Lee Marvin, y cuyo último eslabón sería Clint Eastwood. Pero, sin duda, el gran referente masculino del cine clásico ha sido John Wayne, especialmente en películas como El hombre tranquilo (John Ford, 1952) o La taberna del irlandés (1963).




Una gran pregunta que pocos directores se han hecho es cómo filmar la fuerza. La fuerza de un rostro, de una vida, de un cuerpo, de un gesto, de una mirada. Algo terriblemente complejo de encontrar. Y no me refiero a la violencia, al músculo ni al ejercicio, sino a la fuerza que emana de una presencia, en este caso masculina (porque todo lo anterior no quiere decir que no existan presencias y fuerzas femeninas). Tratando de responder a esta cuestión, en los últimos años, la representación de los modelos tradicionales de lo viril se ha ido transformando, tanto en el cine de autor como en el género norteamericano. En algunos casos se trata de filmes que tienen prácticamente como únicos protagonistas a hombres, que en su soledad o en amistad, exploran la masculinidad en términos no sexuales o violentos, muchas veces por la simple relación del hombre con su entorno. Fuera del ámbito hollywoodiense está, entre otros, el cine de Lisandro Alonso, Claire Denis (la más viril de las directoras) y Jim Jarmusch (también estaría la directora Kelly Reichardt con su Old Joy, 2006). Estos cineastas han trazado tres caminos diversos para el retrato del cuerpo masculino.



Lisandro filma a hombres aislados y sin apenas relación con la sociedad, pero sí con un paisaje, que se bastan a sí mismos gracias a su sabiduría “natural”, una reivindicación de la búsqueda de lo primitivo en el hombre. Claire Denis, con su culto al cuerpo masculino y con una mirada de mujer que desea esos cuerpos, crea personajes que son cultivadores de la fuerza (Beau Travail, 1999) y de la individualidad (L´intrus, 2004)), gracias a rostros como los de Alex Descas y Michel Subor. Jarmusch, especialmente con su último filme, The Limits of control (2009) da una deriva cool-samurai a una masculinidad pétrea, solitaria, profunda e incognoscible, perfectamente encarnada por Isaach de Bankolé.

En Estados Unidos, los dos grandes referentes de los últimos años del cine masculino americano son (dejando de lado Miami Vice de Michael Mann) la película Master and Commander (Peter Weir, 2003) y la serie creada por Mattew Weiner Mad Men. Estas obras presentan a dos personajes-presencia que han renovado y refinado la imagen de lo viril que procedía del cine norteamericano de los sesenta y especialmente de los setenta, más brutal y obsesiva. Un cine que exploró la violencia en una reivindicación de una masculinidad cuestionada por los acontecimientos históricos (liberación sexual de la mujer, guerras perdidas como la de Vietnam, conciencia y cuestionamiento del machismo), que también dio lugar subgéneros más amables como las buddy movies.

El filme de Peter Weir supone una de las escasas películas americanas en las que no aparece una sola mujer (únicamente una bella indígena de forma fugaz) y que crea un personaje contundente, duro y militar, pero intelectualizado y con sensibilidad para la música y para la vida, alguien con capacidad de reflexión y refinamiento. Lo extraordinario de este filme, con una gran dirección y una increíble tensión narrativa, es la creación de dos personajes complementarios: el científico ilustrado que luego sabe luchar cuando toca, y el capitán guerrero que saber tocar el violín también cuando toca. Dos humanistas de finales del XVIII, que aúnan las características de la sensibilidad y la fuerza, la de la moral y la de la amistad, pocas veces reunidas y sobre todo inteligentemente tratadas en un filme. Master and Commander supone un hito en el cine de acción por su capacidad para hacer cine histórico, cine fuerza, cine intelectual, dentro de una compleja producción hollywoodiense.

Por otro lado, la serie Mad Men retoma la figura ya conocida del americano triunfador con pasado oscuro, un individuo hecho a sí mismo, incluida una nueva identidad (es alguien que reniega de la fuerza bruta de sus antecesores para transformarla en fuerza creativa y, bueno, también sexual), y que está inmerso en una sociedad profundamente machista. Un personaje con un carisma y una presencia que le hace ser sin duda uno de los grandes personajes de la entrante década. Donald Draper (Jon Hamn) es un tipo que no se conoce a sí mismo. Un misterio dentro de un misterio que al mismo tiempo es un hombre refinado, de gestos y apariencia impecables, pero nunca simpático o gracioso. Su mirada es siempre dura y su inteligencia se desprende de cada uno de sus movimientos y palabras. Hijo de prostituta, hombre infiel, triunfador y pionero en el mundo de la publicidad, es el nuevo icono del cine americano. Incluso los silencios de Donald Draper, sus miradas, su forma de estirarse las mangas, de vestirse, de fumar, de beber, son absolutamente impecables, únicas, terriblemente atractivas. Es alguien que, sin un solo gesto violento, solo con su presencia en escena, representa una fuerza inquietante y al mismo tiempo subyugadora. Lograr filmarla, sin duda es uno de los grandes misterios del cine.

Entre la identidad y el deseo

JUAN TREJO

LA VANGUARDIA, Culturas, Miércoles, 26 de mayo de 2010

Empezar a hablar de la seriede televisión Mad Men diciendo que sus protagonistas son los trabajadores de una agencia de publicidad neoyorquina de principios de los años sesenta puede resultar contraproducente. Como introducción, no resulta todo lo prometedora que a uno le gustaría. Sin embargo, una vez superado el problema de las etiquetas, la serie creada por Matthew Weiner para la cadena AMC parece defenderse muy bien sola, como lo demuestra el hecho de que haya sabido hacerse un hueco,por méritos propios,en el olimpo de la actual ficción televisiva norteamericana; de lo que dan fe no sólo las audiencias, sino también la cantidad de premios que las tres temporadas emitidas han recibido hasta el momento.

Por otra parte, una vez superado el escollo de la primera pista, se hace imprescindible aclarar un detalle fundamental: su mayor virtud puede entrañar, a la hora de acceder a ella, su principal desventaja. Se trata de un drama adulto en el que todo lo que realmente importa ocurre fuera de campo, en el interior de los personajes, y sólo tenemos noticia de ello mediante elipsis significativas o extraños momentos epifánicos de un simbolismo puro. Pero Mad Men tiene también un llamativo componente externo, superficial si se quiere, que tanto Weiner como los encargados de marketing de la cadena AMC han sabido explotar con gran acierto para vender su producto: el factor provocador,su esencia políticamente incorrecta. En la primera temporada de Mad Men,sin ir más lejos, los personajes no sólo fuman como carreteros en cualquier situación imaginable (incluida la consulta de un ginecólogo) o beben alcohol a todas horas, sino que se trata, sin recurrir a subterfugio alguno, el adulterio, o la homofobia y el racismo propios del momento.

Destacando por encima del resto de los detalles que conforman la panorámica de la época uno especialmente conflictivo: el salvaje machismo imperante, retratado aquí sin sátira ni ironía ni crítica. Semejante dosis de materialismo sociológico, sin embargo,sólo podía resultar digerible a ojos de los televidentes del siglo XXI añadiéndole una cuota de belleza física, unas gotitas de nostalgia y una buena parte de estilo. Por decirlo de otro modo, convirtiendo ese mundo del pasado no sólo en un lugar habitable, sino en un estético paraíso de oportunidades perdidas. El tremendo hueco de significación que separa nuestra volátil era digital de ese mundo perdido de sólidos valores, aun siendo problemáticos, lleva a suspender el juicio, lo cual permite el rescate y traslado a nuestro presente de dos aspectos clave en el éxito de la serie: la moda chic de los años sesenta (detalle no sólo comprensible sino casi inevitable) y cierto anhelo de la masculinidad clásica (algo bastante más sorprendente).

Habida cuenta del éxito, los productores de la serie repitieron fórmula publicitaria al lanzar la segunda temporada, prometiendo “más alcohol, más tabaco y más sexo”. El gancho, sin embargo, ya no resultaba necesario con los fieles de Mad Men, que no habían tardado en descubrir que bajo el aderezo de todo lo comentado arriba, se escondían los verdaderos pilares de la historia: la evocadora profundidad de los personajes y la solidez de la trama. Ahí es, precisamente, donde más se ha notado que Matthew Weiner fue con anterioridad guionista y productor de Los Soprano; ese monumento de la cultura popular norteamericana. Igual que sucedía con los mafiosos de Nueva Jersey, Weiner ha sabido dotar a todos sus protagonistas de un matiz trágico, que aparece como en sordina en primer término pero que, poco a poco,va adquiriendo la ronca relevancia de un trueno que anuncia, como no podía ser de otro modo, la tempestad. Un matiz trágico encarnado, a modo de columna vertebral, en el conflicto entre la identidad y el deseo en el que vive instalado Don Draper (interpretado por un John Hamm de ademán impasible), pero también en las necesidades más ocultas de su esposa, Betty (una contenida January Jones que recuerda ala mejor Grace Kelly), o en la freudiana ambición de Pete Campbell (Vincent Karheiser), o en el ambiguo feminismo avant la lettre de Peggy Olson (Elisabeth Moss). Pero es que Weiner además ha sabido llevarse consigo la pátina de calidad cinematográfica a la que nos tienen acostumbrados las grandes producciones de la cadena de pago HBO.

Otro de los aciertos de Mad Men en su tercera temporada es la sutil y efectiva imbricación de los grandes acontecimientos históricos y los decisivos momentos íntimos de los protagonistas. Al contrario de lo que sucede en la serie española Cuéntame, con la que comparte cierta voluntad de redimir el pasado, en Mad Men los momentos históricos están elegidos con total intención, aparecen a modo de carga de profundidad, no como simple telón de fondo para indicar el paso del tiempo. La guerra de Corea, esaguerra olvidada en la que da comienzo la escisión identitaria en la que está instalado Don Draper; la batalla electoral entre Nixon,un americano digno de confianza, y Kennedy, un joven advenedizo, reflejo del sentido común al que da voz la agencia de publicidad Sterling-Cooper; la crisis de los misiles en Cuba, que coincide con la crisis matrimonial de Don y Betty y que recuerda poderosamente el final de El Padrino por su estructuración narrativa, o el magnicidio de Dallas, con su doloroso despertar a la realidad, son detalles temporales que no hacen sino espesar el marco sentimental de los personajes, llevando a que sus vivencias personales y las del país al completo apunten en una misma dirección.

No deja de ser curioso que el éxito de Mad Men coincida con la presidencia de Obama: debido principalmente a las comparaciones entre este y John F. Kennedy, basadas en la capacidad de ambos para infundir esperanza.

Haría muy bien el reciente premio Nobel en tomar nota de lo que le ocurre a los personajes de la serie. Por una parte, para no olvidar que no existe hoy en día diferencia alguna entre historia e intimidad. Y por otra,para tener presente que cuando se intenta acallar el deseo individual, incluso los momentos de mayor ilusión colectiva pueden convertirse de la noche a la mañana en la peor de las pesadillas.




Don Draper, de Mad Men, el hombre más influyente de 2009

Fuente: http://www.dentrotele.com/2009/10/08/don-draper-de-mad-men-el-hombre-mas-influyente-de-2009/


Una encuesta realizada a través del portal www.AskMen.com en el que se preguntaba a los internautas cuál era el hombre más influyente de este año ha dado como resultado que el elegido haya sido Don Draper, el personaje de ficción que interpreta John Hamm en la serie Mad Men.

El estudio realizado por www.AskMen.com, una página dedicada a los hombres y sus estilos de vida, da por ganador, es decir, como hombre más influyente del año, a Don Draper que supera incluso al presidente Obama o al atleta Usain Bolt.

El personaje es uno de los “jefazos” de una agencia de publicidad en los años 60, está casado y con hijos aunque tiene varias amantes y un pasado que ocultar. Algo que no le hace perfecto ante los ojos del público pero sí un referente porque representa valores clásicos que ahora por lo visto, entre los hombres, están de nuevo en alza.

En segundo lugar del ránking se sitúa el velocista Usain Bolt, seguido del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el presidente ejecutivo de Facebook , Mark Zuckerberg. Le siguen el juez de American Idol y gurú musical Simon Cowell, el Rey del Pop, Michael Jackson, el presidente ejecutivo de Apple, Steve Jobs, y el tenista Roger Federer.

La lista completa se puede ver en http://www.askmen.com/specials/top_49_men/

También:

http://www.vayatele.com/cuatro/mad-men-diez-razones-para-no-perdersela

miércoles, 11 de agosto de 2010

Los calzoncillos como pieza clave

EL PAÍS, 10-4-2010 Vicente Verdú 
La ropa interior, examinada en su conjunto, presenta dos naturalezas distintas y entre las cuales no existe conexión alguna.
Entre la prenda interior recién lavada y ordenada en el cajón, y la que ya se ha usado se interpone un abismo tan profundo como injusto, inicuo e inquietante. En ningún otro supuesto de la vida corriente el sujeto aparece como el rutinario ejecutor de su miseria.
La vista se complace en la ropa interior perfumada y plegada dentro del armario o todavía sin estrenar en los expositores del comercio. Pero tanto en uno como en otro caso, su inmediato destino es ser repelida y ocultada como una tara tras su uso. Y esa tara no la imprime nadie sino aquél que es su dueño y usuario.
¿Qué consecuencia puede extraerse de ello? O bien que el amo contagia su intrínseca ignominia a la prenda, inocente en sí, o bien que la prenda, precisamente por su especial carácter, tiende fatalmente a la infamia. Ninguna pieza de los mil catálogos, por estrafalaria que sea, incluso por lo pobre o birriosa que se ofrezca, alcanza a provocar tanto malestar eventualmente. Pero incluso la pieza hermosa invierte fácilmente su aprecio o lo trastorna viciosamente tras el contacto. Por ambos cauces, la prenda interior es, de un lado lo más sensible y, de otro, lo más humano.
Pero hay, efectivamente, una gran diferencia entre un modelo y otro si se atiende al binomio hombre/mujer entre los cuales una fosa genérica los signa radicalmente. Mientras la ropa interior femenina ha alcanzado proverbial atención a lo largo de los tiempos, el cuerpo masculino se despachó casi siempre de manera sumarial y áspera.
A este respecto, es significativa el empleo de "lencería" (lingerie) para referirse tanto a la ropa blanca como a la ropa interior de la mujer. Como en otros eufemismos dedicados a nominar delicadamente la intimidad femenina, la lencería vale lo mismo para la ropa de la cama como para la ropa de cama o en donde el cuerpo puro se envuelve.
De este modo, los apartados de lencería parecen formar parte de lo más fino y mágico, tal como reproducen en su montaje las secciones o comercios destinados a ello. Los sueños, las fantasías, la creatividad se afanan en el diseño de la ropa interior femenina, mientras en su correlato masculino la simplicidad es tan grande y, a menudo, tan fea que no pocos esposos dejan todavía la elección de sus calzoncillos a la práctica decisión de la esposa. ¿Debe pensarse por tanto que la intimidad de la carne es aún un asunto de mujeres?
Una barrera muy gruesa y reciente se ha alzado ante esta vetusta costumbre que delega la compra en la mujer, y no es otra que la brutal referencia a los atributos masculinos impresa en los paquetes. La carga con que, agresivamente, se realza el asentamiento de la prenda, puede hacerse tan procaz que desazona el acercamiento de la compradora. ¿Paquetes pues soberbios para atraer la lujuria de los hombres? No es seguro. En los espacios de lencería femenina se crea una atmósfera de erotismo tan intensa y envolvente, que hace perder la objetividad de casi cualquier hombre, y favorezca menos el pudor objetivo, que la turbación y el rubor. En estas encrucijadas, rodeados de bragas y sujetadores, negligés, saltos de cama, susanitas, camisones y batas transparentes el ambiente se convierte en gas o líquido frente a la dura y seca opacidad del bagaje para caballeros.
En el pasado, a los sujetadores se les llamaba sostenes y bragas a las bragas, pero hace ya tiempo que sin alterar los conceptos fundamentales se ha modificado la calidad del texto, y las bragas son "braguitas" y el sostén claro evocador del pilar en arquitectura ha pasado a ser llamado "sujetador" que connota con una más leve contribución a la tarea.
No son por tanto lo mismo el carácter simbólico de esas piezas y después, dentro ya del hogar y entre los enseres domésticos, hay que diferenciar entre los sujetadores para jóvenes y para adultas. En el primer caso, la pieza se confunde con un pedazo de tela sin apenas configuración y, de hecho, su mayor efecto sexual es hacerse reconocer como algo que se apegará al pecho. En el segundo caso, la impresión cambia radicalmente porque el sujetador, al contrario de parecer una tela levemente prefigurada, queda rígida y como un inequívoco ardid de encaje exacto, entre el expresionismo y la ortopedia.
Habiendo llegado a este punto de ropa interior femenina, la pareja que haya compuesto habrá ingresado, quizás, en una cotidianidad de años presidida por una familiaridad que descuida o pasa por alto la visión del artefacto.
Respecto a los hombres, son otras las circunstancias que contribuyen a demediar su imagen como efecto del indumento interior. Son otras y muchas las circunstancias que dan como resultado un sinfín de humillantes despropósitos, porque así como la industria apenas ha evitado la ridiculización del varón mediante el clásico diseño del pijama, en cuanto los calzoncillos y la camiseta no ha obrado de mejor manera. Sin acaso otra excepción que los modelos publicitarios impresos en el cartonaje, la generalidad de los hombres sufre menoscabo si se le ve en calzoncillos. Parece mentira que la historia no haya corregido un problema de tal envergadura, pero los hechos son estos: los estampados, los elásticos, los colores lisos y disparatados, las proporciones, los tejidos de lycra se conjuntan para arruinar la imagen del señor.
Una chica en ropa interior es una chica bien vestida, un hombre en ropa interior es, por lo común, un mamarracho. La convivencia podría restar importancia a ese estrago pero ni siquiera es seguro que sea así. El hombre queda desprestigiado en calzoncillos mientras la mujer, gracias a la larga veneración otorgada a su cuerpo, puede pasear sin seguro detrimento en paños menores.
¿Paños menores? Me parece que sólo "paños menores" tiene que ver con los hombres y precisamente porque ni siquiera el paño ha sido un tejido descartado para apretarse contra la piel varonil; piel áspera que ni siquiera la igualación cosmética ha resuelto del todo ni más allá de la homosexualidad y su impagable amor al hombre.

"Por nada", una película que analiza la mente de los maltratadores:"hombres muy débiles desde el punto de vista emocional e intelectual"

Fuente: http://www.adn.es/lavida/20090517/NWS-0245-maltratador-pelicula-analiza-mente-nada.html

ADN EFE, Madrid 17/05/2009

La violencia de género perderá sentido cuando el resto de los hombres, sobre todo los amigos del maltratador, le rechacen, explica la antropóloga Mercedes Fernández-Martorell que analiza lo que piensan los agresores y sobre todo por qué maltratan a su parejas en la película "Por nada".

El título de esta película documental responde a la pregunta de ¿por qué las han matado?, que la antropóloga y directora ha planteado a varios hombres declarados culpables de maltrato, con los que mantiene entrevistas en un bar de Barcelona y cuyas palabras reproducen textualmente los actores que la protagonizan.

"Las matan por nada, porque en realidad no ha pasado nada, lo que ocurre es que aflora su vulnerabilidad de ser hombre", explica la directora a Efe, quien opina que maltratan a sus parejas "porque no son hombres capaces de sobrellevar su vida consigo mismo, sin necesidad de dominar al otro y doblegarle".

Los maltratadores comparten con otros hombres esa situación de dominio y "si ve que no se cumple en su casa, que su mujer no quiere seguir esas normas, se siente mal ante los demás hombres, piensan que no suficiente hombre para imponer esto y lo otro".

Por ello, la investigadora cree que la salida frente a este fenómeno es "modificar las pautas de comportamiento de toda la sociedad, incluyendo los amigos de los agresores".

"Quien hace que estos hombres pierdan sentido, son los hombres de su contexto inmediato", insiste, porque "es muy significativo para el hombre que maltrata el no tener apoyo de los demás hombres".

Para la antropóloga, se está "ganando, en parte, el combate contra el machismo, pero todavía se reproduce sobremanera" y, sobre todo en la gente joven", lo que cree que es muy grave.

La película ofrece la versión de los hombres, que pocas veces se analiza, para generar debate sobre lo que hacen, sobre su papel y también para que se conviertan en objeto de diálogo, asegura.

"Es increíble las ganas que tienen de hablar y de explicar lo que les ha pasado", explica la antropóloga, "porque ellos buscaban ayuda, porque les escuchaba sin juzgarlos".

"Ellos quieren vivir mejor, no dirán que buscan ayuda, son muy machos, pero sí 'escúchame', 'atiéndeme' y 'entiende lo que yo digo".

El maltratador "no es un gran macho, es un cobarde, una víctima de sí misma, que no tiene capacidad de autocrítica, es un pobre hombre y la imagen que debe imperar es que no es un guerrero que defiende su causa, porque no hay ninguna causa que defender, la causa es él mismo y él mismo se tiene que defender".

"La mayoría de los hombres quieren a su pareja y la maltratan y eso para ellos es doloroso, porque ven que la pierden y de esa forma entran en una especie de espiral y sobre todo cuando ven que la mujer les rechaza", asegura la investigadora.

En la película, los hombres justifican el maltrato, por el que ya han sido condenados, con frases como "mi mujer está loca", "se tropezó y se golpeó con la bañera", "le cogí las manos para defenderme y se las cogí con fuerza" o "las mujeres de hoy no aguantan nada, enseguida te salen con el tema de las denuncias".

La autora de "Por nada" es profesora de Antropología Sociocultural en la Universidad de Barcelona, ha dirigido otros documentales etnográficos como "Ando pensando" y es autora de libros como "La semejanza del mundo" o "Antropología de la Convivencia"

Maltratadores hablan de sus delitos en un documental sobre violencia machista


Xavi Parilla

Fuente: http://www.adn.es/lavida/20100419/NWS-2426-Maltratadores-documental-violencia-machista-delitos.html

ADN EFE,  19/04/2010

Por primera vez, vemos el maltrato desde el punto de vista de quien no lo ha contado nunca, los hombres, dice en la carta de presentación de "¿No querías saber por qué las maltratan? Por nada", película documental cuyo título recoge la cita textual de uno de los maltratadores entrevistados.

La película, que se estrena hoy en los cines Maldà y se podrá ver en principio hasta el próximo 29 de abril, refleja las conclusiones de la autora, la antropóloga Mercedes Fernández Martorell, sobre la lacra de la violencia machista después de acudir a cerca de "700 juicios" y haber realizado "entrevistas en profundidad a 30 hombres" condenados por violencia machista.

Fernández ha dicho a Efe que pretende con su filme apelar al compromiso individual del espectador "a través de la capacidad de tener crítica viendo lo que dicen los hombres", ya que los actores que lo interpretan "reproducen exactamente" las palabras de los maltratadores entrevistados, en ocasiones, durante más de cinco horas.

Como en la novela de Javier Cercas "Soldados de Salamina", el documental se narra además desde el punto de vista de la investigadora y de su colaboradora, y refleja su experiencia al acercarse al objeto de su estudio.

Desde que anunció su proyecto de investigación antropológica, que contó con una ayuda del Ministerio de Ciencia e Innovación, Fernández Martorell ha recorrido la geografía española y ha matizado tesis como la de que hay que considerar a los maltratadores como "víctimas de sí mismos" que, desgajadas, han sido malinterpretadas.

"Como seres humanos, tenemos que construir nuestro significado social, necesidad que pasa por aprender unas pautas de comportamiento", dice.

La raíz del problema estriba en que los maltratadores son "hombres muy débiles desde el punto de vista emocional e intelectual", que no saben reaccionar ante el desajuste entre las pautas de comportamiento que aprendieron y la realidad social que les rodea.

Por eso, desde su punto de vista, los hombres que maltratan son "personas que viven en un estado de dependencia terrible de la mujer para sentirse verdaderamente hombres y son víctimas de esa dependencia social y emocional".

La experta señala que estos hombres son a menudo influidos por su círculo social más próximo y celebra que el Ministerio de Igualdad haya cambiado el enfoque y puesto el énfasis en sus últimas campañas en el entorno del maltratador.

Para Fernández Martorell, las pautas de comportamiento aprendidas impiden a algunas mujeres cortar por lo sano una relación tóxica: "He presenciado para mi desgracia cómo muchas mujeres retiran la denuncia" y "entran en una especie de vorágine", ya que "en realidad estos hombres suelen querer a su pareja, ella lo sabe, y ella suele querer a su pareja".

"La pregunta es: ¿por qué se crea una situación de dependencia tan terrible y no se abandona algo que es pernicioso, que es insano? Por las ideas que tienes sobre ti mismo", afirma Fernández Martorell.

La antropóloga concluye que "no es fácil cambiar una tradición milenaria de pautas de comportamiento y relación" que se vuelven perversas y constituyen la raíz del problema.

Para cambiar esas pautas, Fernández Martorell considera que el documental, en particular, así como la presencia en los medios de la condena de la violencia machista, en general, son un herramienta necesaria para avanzar en la solución del problema, porque en nuestra sociedad "no está establecido convencionalmente que la violencia entre sexos sea algo malo".

Para estimular la capacidad de crítica del espectador, Fernández Martorell ha querido además reflejar aspectos de la compleja realidad del maltrato que han suscitado polémica: "Al Ministerio de Igualdad no le gustó mucho el documental porque aparece una abogada diciendo algo que en aquel momento me dijeron algunos abogados, y es que las mujeres utilizan la ley para atacar a los hombres."EFE