sábado, 27 de marzo de 2010

La conexión emocional (...el debate sobre el sustrato biológico y el aprendizaje)

FONT: http://www.elpais.com/articulo/cataluna/conexion/emocional/elpepiespcat/20100327elpcat_4/Tes/

GEMMA LIENAS 27/03/2010

Un amigo psiquiatra me pide si puedo presentar el libro de un psicoanalista, por lo que me manda el prólogo como aperitivo.

Sin hincarle el diente aún, mi primera intención es decir no, ya que el psicoanálisis y, sobre todo, Freud, siempre me han creado un rechazo atroz, rechazo que comparte un sector significativo de la población y de la comunidad científica, algunas de cuyas críticas reelabora Richard Webster en su libro Por qué Freud estaba equivocado.

Al margen de la tendencia del doctor a reinterpretar las evidencias cuando no confirmaban sus hipótesis, personalmente no soporto su misoginia. Por ejemplo, su estúpida clasificación del orgasmo femenino en dos categorías, buena o madura -el vaginal, alcanzado por un 5% de las mujeres- y mala o infantil -el clitoridiano, del que disfrutan el 95% restante-, que ha amargado la respuesta sexual de muchas generaciones. O su perversa idea -aún postulada por terapeutas en activo- de que las mujeres maltratadas lo son por la tendencia femenina al masoquismo. O su alucinante ocurrencia de que ellas tienen envidia del pene. ¿Cómo se puede ansiar algo que, por erguirse cuando no es pertinente, te deja en evidencia, y te vuelve a dejar en evidencia si no se yergue siendo pertinente? Más que una prebenda de los dioses, parece un castigo mitológico.

A pesar de mis reservas, leo el prólogo. Me sorprende agradablemente, puesto que su autor, Ramon Riera, se centra en la importancia del aprendizaje emocional para nuestro posterior funcionamiento como personas. Lo cuenta así: "Los humanos hemos evolucionado y nos hemos diferenciado de los grandes simios en el hecho de que podemos utilizar las relaciones con los demás para aprender a regular nuestras reacciones emocionales. Por tanto, en la especie humana, las relaciones son la fuente principal en la que aprendemos nuevas maneras de afrontar emocionalmente la vida".

Una frase resume de forma precisa la importancia de la conexión emocional para los seres humanos: "Yo siento que tú sientes lo que yo siento". Una frase que, por poner un contraejemplo, no parece alentar ni la conducta del gerente del Instituto Metropolitano del Taxi, que usó un insulto machista y poco novedoso para calificar a la directora de TV-3, ni la de ella en su irrespetuosa entrevista al presidente de la Generalitat.

El resto de la lectura de La connexió emocional, pues así se titula el libro, no me defrauda. Por un lado, el autor plantea la terapia psicoanalítica como una escucha activa y empática con el paciente, de modo que me reconcilia con ella. Por otro, refuta muchas de las teorías de Freud y las reelabora a la luz de su propia experiencia médica. En ningún caso, desde luego, intenta "comprimir" el malestar del otro para encajarlo en alguna idea peregrina, sino que trata de averiguar qué aprendizaje emocional en los inicios propició una determinada respuesta adaptativa, que ahora ha dejado de ser eficaz y genera dolor. Un ejemplo de ello puede ser el comentario respecto a cuánto ha cambiado su forma de tratar a pacientes homosexuales: "He aprendido que suele ser más útil investigar la vergüenza que les genera el hecho de ser homosexuales en un mundo dominado por heterosexuales, que no investigar las posibles causas de su homosexualidad".

Y, por último, echa por tierra no sólo algunas de las teorías misóginas de Freud, sino también las de los biologistas puros y duros, que no dudan en proclamar la subordinación femenina basándose, por ejemplo, en la jerarquía animal y los machos alfa, olvidando justamente que la conexión emocional diferencia a la humana de las otras especies.

Si a todo eso añadimos que, mediante la resonancia magnética, el autor puede probar los puntos de contacto que hay entre ciertos aspectos de la psicología cognitiva y algunos de los nuevos postulados psicoanalíticos, entenderán que les recomiende este libro interesante y ameno, que cumple con su propósito inicial: "No entiendes algo a fondo hasta que no eres capaz de contárselo a tu abuela".

miércoles, 17 de marzo de 2010

LOS NUEVOS PADRES

Padres a la última.

Los hombres con hijos han incluido en su vocabulario palabras
como afecto y ternura, son más participativos y empiezan a
asumir un mayor compromiso con la paternidad. A la hora de
que les regalen, prefieren tecnología, aunque la cosmética
también se abre hueco.

ELENA SEVILLANO,
DÍA DEL PADRE. EXTRA EL PAÍS, Miércoles 17 de marzo de 2010

Papá ya no es ese señor serio, ausente de casa, a quien no había que despertar cuando echaba la
siesta y servía de último recurso de las madres para imponer orden: “¡Como no obedezcas, se
lo digo a tu padre!”. Los jóvenes progenitores han incluido conceptos como afectividad o ternura
a su vocabulario filial. “Coinciden en considerar anticuado el modelo tradicional y comparten
un rechazo profundo hacia el padre autoritario y distante”, concluía en 2007 el estudio de la
Fundación BBVA Los hombres jóvenes y la paternidad, dirigido por la catedrática de sociología
de la Universidad Complutense de Madrid Inés Alberdi y por la psicóloga Pilar Escario. Tres años
después, Cristina Simón, decana de psicología de IE University, coincide en la radiografía y le
suma adjetivos: son más democráticos, dialogantes y sensibles, menos jerárquicos. “Se han visto
obligados a compartir las tareas domésticas y eso les ha llevado a ver a sus familias más cerca, a
entrar en ellas, en su cotidianidad”, expone.

La incorporación de las mujeres al trabajo remunerado es un factor clave para entender la
enorme evolución de la familia tradicional en España y, aún más, el porqué a esta institución se le
ha quedado estrecho el singular.

Hoy por hoy parece más acertado hablar de familias. Monoparentales, reconstituidas (que aportan
vástagos de relaciones anteriores), con progenitores que no están casados o son del mismo
sexo o adoptan en lugar de traer al mundo hijos biológicos o hacen las dos cosas… Cada vez
más reducidas, heterogéneas y negociadoras, según detectaba ya en 2006 Gerardo Meil, catedrático
de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, en el estudio Padres e hijos en la
España actual, de la Fundación La Caixa.

En este nuevo contexto se mueven hombres más participativos, implicados en el cuidado
y atención a su progenie.

“Diría que son más cultos, que están más preparados y se preocupan”, reflexiona Simón. “No
es que antes no lo hicieran, pero desde una mayor distancia; ahora están más presentes, se sientan a
hacer la tarea con los niños, los sacan al parque”, enumera. “Han desarrollado un acercamiento
fundamentalmente expresivo y afectivo hacia sus hijos”, escribía Meil, aunque menos físico en sus
formas externas, “con menos frecuencia de besos, caricias y achuchones”, apostillaba el experto.
También han perdido cierto peso como referentes de autoridad, justos jueces y agentes disciplinarios.
Al menos, la mayoría de los participantes en el análisis de la Fundación La Caixa se definían
como “poco o nada estrictos”. Y sus parejas compartían en buena medida esa percepción.
“Ya no sirve decirle a la mujer, ‘si pasa algo gordo, me avisas’, porque resulta que ella también
trabaja fuera”, enfatiza la decana de IE University. “Nosotras estamos presionando para implicarlos”,
señala. “Hay un aspecto que hace especialmente atractivo el cambio que supone la paternidad
para los hombres y es el estímulo que están recibiendo de sus parejas y de la sociedad en su
conjunto”, reseñaba la publicación codirigida por la profesora Alberdi. Cuando ella y Escario la
presentaron, quisieron dejar muy claro que lo que reflejaban sus páginas no era un fenómeno aún
mayoritario, sino un punto de partida, una transformación incipiente.

Los padres que participaron en los grupos de discusión sobre los que se basó el estudio
(en su mayoría, de entre 25 y 35 años, aunque los había mayores, y con niños pequeños) se veían a
sí mismos como los primeros en acercarse de una nueva forma a su prole. Una generación pionera,
de transición, bisagra. “Están desconcertados, perdidos”, tercia Cristina Simón. Huérfanos de
modelo, al romper ellos mismos con el anterior.

Muchos hombres están entrando por el aro doméstico a la fuerza y no sin oponer resistencia.
Siguen dedicando, en general, menos tiempo que sus compañeras a las tareas del hogar.
Un 94,1% de las excedencias laborales para cuidar de los hijos que se produjeron en 2007 fueron
solicitadas por las madres, según revela la serie Mujeres y hombres de 2009, del Instituto
Nacional de Estadística (INE), que ofrece más datos significativos: casi un 30% de trabajadoras
a tiempo parcial (frente a un 3% de varones) han elegido esta opción porque les permite atender a
menores, mayores o alguna otra obligación familiar. Si alguien de la pareja ha de renunciar a su
empleo por la llegada de un bebé, ella tiene casi todas las papeletas: o pasa a la media jornada
(un 14,6%) o directamente deja de trabajar (un 32%). Una cosa es que bastante más de la mitad
de los españoles deseen vivir en un hogar igualitario, con hombre y mujer trabajando fuera y dentro,
y otra muy distinta, y todavía lejana, es aceptar que ella sea la que provea mientras él se hace
cargo de los hijos.

La Ley de Igualdad, aprobada en marzo de 2007, introdujo en España el actual permiso
de paternidad de 15 días, que se pueden tomar durante las 16 semanas de la baja de la madre o
inmediatamente después. Es voluntario, y cada vez se acogen a él más varones, aunque un 20%
continúa renunciando. A partir de 2011 entrará en vigor uno nuevo, de cuatro semanas, según
aprobó el Congreso el año pasado.

A dos de cada tres encuestadas en el estudio 25 años de maternidad en España, de Philips
Avent (que fabrica productos relacionados con el cuidado de la madre y el bebé), les gustaría que
su pareja solicitara el permiso de paternidad, pero el 15% temía que tal decisión le supusiera la
pérdida de una promoción laboral o incluso del puesto.

El documento de Philips, hecho público hace cuatro meses, diferencia entre padres de ayer,
que “mantenían una actitud secundaria y una implicación escasa en el cuidado del bebé”, y padres
de hoy, que “se involucran en las tareas diarias de forma responsable y fiable”. Así lo pensaba
el 94% de las madres primerizas entrevistadas, aunque el 48% de ellas querría que “colaboraran
aún más”. Sin embargo, un 37% de estas jóvenes reconocía confiar más en su propia madre –la
abuela del bebé– que en su pareja, y el 36% admitía que no siempre dejaba a su compañero que
la ayudara. ¿Colaboraciones más frecuentes por el flanco paterno? En el baño, cambio de pañales,
vestido y paseos al parque (en un 45%), en la comida (38%), en ir al pediatra o llevar y traer de la
guardería (26%).

Los hombres jóvenes y la paternidad dibujaba tres tipos bien diferenciados de nuevos padres.
En primer lugar, los intensos y volcados en el hijo, “cuya aparición hizo que sus vidas cambiaran
totalmente”. Después, los conscientes o responsables, que asumen el mismo sentido de obligación
que la madre respecto al cuidado del recién nacido. Y por último, los complementarios o
adaptativos, los menos entusiastas, que, según su descripción, “se interesan, colaboran y aceptan
las exigencias de su mujer porque creen que así es la realidad actual y que no se pueden evadir
del rol de padres que les exige la nueva sociedad”. Más que compartir, colaboran en las tareas
y deberes domésticos. “En su visión de la familia, la madre posee unos dones especiales que
no tienen los hombres, y esto es lo que explica la diferencia en la dedicación de uno y de otra al
cuidado de los hijos”, determina el análisis.

Todos integran “la vanguardia del cambio familiar”, sentencia el informe. “Se pliegan con más
o menos voluntad a los cambios femeninos, y es en la paternidad donde encuentran una posibilidad
de desarrollo personal y una fuente original de esa nueva identidad masculina que van buscando”,
completa.

Si bien es cierto que la figura del padre ha ido reduciendo su protagonismo a lo largo del siglo
XX, en ningún momento se habla de “ocaso”, sino de “una renovación de su rol dentro de la
familia”. Resumiendo, “los hombres, o al menos una minoría de ellos, empiezan a asumir un mayor
compromiso en las funciones de la paternidad, lo cual no sólo potencia las oportunidades de las
mujeres en el campo laboral, sino que mejora las relaciones entre los dos sexos”.


No se lo digas con flores

LOS HOMBRES PREFIEREN QUE LES REGALEN TECNOLOGÍA


Desde hace varios años, el Observatorio Andaluz de la Publicidad No Sexista compara los
anuncios lanzados en esta comunidad autónoma con motivo del Día del Padre y del Día de
la Madre. A tenor de los que se emitieron en 2009, hemos de concluir que a los hombres
les gusta que les regalen nuevas tecnologías más que cualquier otra cosa (este apartado
sumó el 38,88% de todos los spots). “El móvil de última generación puede ser uno de los regalos
más deseados y valorados”, corrobora Hugo Liria, director de cuentas de Kantar Worldpanel,
firma que analiza hábitos de compra y consumo. “Los hombres son más tecnológicos
que las mujeres, se fijan menos en el precio y buscan sobre todo las prestaciones y las
características”, añade el experto.

En el Día de la Madre de 2009 se emitieron anuncios de nuevas tecnologías y se mantuvieron
los grandes clásicos: flores, lectura y música... No se promocionaron libros o DVD
con vistas al Día del Padre de 2009 (sí los había habido en 2008), y ni rastro de publicidad
de flores, que se percibe como regalo para madres, no para padres. Sí estuvieron, y
además van en ascenso, los comerciales relacionados con viajes (un 16,66% del global),
y reaparecieron (con un 11,11%) los de ropa y complementos, después de su ausencia en
la campaña pasada. Asomó una nueva publicidad vinculada con tipologías de muebles, decoración
y bebidas: utensilios para barbacoa, un lienzo para fotos o una invitación a una cata de vino como
regalos ideales para papá.

Bajaron los spots de pequeños electrodomésticos y se redujo también el número de anuncios
de perfumes y cosmética: del 28% en 2008 al 12% en 2009. Sin embargo, “en los últimos años se ha
producido una mayor oferta de productos cosméticos pensados para el hombre, uno de los grupos
de consumidores que más han incrementado su gasto en este capítulo”, tercia Hugo
Liria. Hasta el punto de haber pasado de consumir una “perfumería básica” (jabón de afeitar,
after shave, desodorante o champú) a una “perfumería sofisticada” (tintes para el pelo,
body milk, cremas de belleza, depilatorios).

“Los hombres son más permeables a la publicidad, sobre todo cuando es divertida, les llegan
más los mensajes; son más caprichosos e impulsivos. Las mujeres son más racionales,
quizá porque a ellas les ha tocado tradicionalmente la gestión del presupuesto familiar”,
diferencia el experto. Ellos también se destapan como más seguidores de las marcas. ¿Por
qué? “Diría que por falta de experiencia: son  compradores menos expertos, y eso hace que
se sientan más seguros y tiendan a confiar más en las marcas principales”, sugiere.

martes, 9 de marzo de 2010

¿DECIDIMOS DE FORMA DIFERENTE HOMBRES Y MUJERES?. Hombres, mujeres, género y psicobiología (castellano y catalán)



Ignacio Morgado: «Las mujeres encuentran antes una calle en el mapa que los hombres»


Ignacio Morgado. Foto: ARCHIVO
Ignacio Morgado. Foto: ARCHIVO
CRISTINA SAVALL
BARCELONA
‘¿DECIDIMOS DE FORMA DIFERENTE HOMBRES Y MUJERES?’Auditorio AXA. Diagonal, 557.
12.05

Ignacio Morgado (San Vicente de Alcántara, Badajoz, 1951), catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia y la Facultad de Psicología de la Autònoma de Barcelona, participa en la quinta edición de Rethink Barcelona, que hoy dedica una jornada a la mujer y su relevancia a la hora de decidir las compras familiares.

–¿Qué es la psicobiología?
--Una disciplina científica que estudia cómo el cerebro crea y controla la mente y el comportamiento.

–¿Decidimos de forma distinta hombres y mujeres?
–No siempre, aunque somos diferentes por biología y por cultura. Las grandes decisiones, como qué casa nos vamos a comprar, dónde nos iremos a vivir o si tendremos o no hijos suelen ser compartidas. Las mujeres eligen los electrodomésticos y los hombres, el coche.

–¿Cómo piensa una mujer?
–Por cultura está más abocada al hogar y a los hijos, pero eso está cambiando. La mujer cada vez está más sumergida en ámbitos hasta ahora propios de hombres.

–¿En qué destacan?
–Las mujeres tienen mejor percepción en todas las modalidades sensoriales, menos en la vista. Poseen mayor fluidez verbal, más capacidades emotivas. Son mejores en movimientos finos y precisos de las manos, en cálculo matemático y en memoria emocional. El cerebro femenino se forma más rápidamente. Una chiquita de 18 años es mucho más madura que sus compañeros.

–¿En qué sobresalen los hombres?
–En razonamiento lógico y matemático, en ligar cabos difíciles, en relacionar datos. En habilidades y destrezas motoras.

–¿Por qué dicen que a muchas mujeres les cuesta leer un mapa?--Tienen peor orientación espacial, aunque poseen más capacidad para localizar y distinguir un objeto del conjunto. Si ponemos un mapa delante de un hombre y de una mujer, ella tiene más probabilidades de localizar una calle antes que él.

–¿El origen de estas diferencias?
–Tiene un componente biológico importante, pero también hay aspectos educacionales, como que las mujeres elijan determinados tipos de carreras.

–Su ponencia es virtual. ¿Se puede comunicar desde la distancia?
–Una enorme cantidad de información la adquirimos desde la distancia. El cine es la prueba de que una pantalla transmite información lingüística y emocional. 

Ignacio Morgado: «Les dones troben abans un carrer al mapa que els homes» 


Ignacio Morgado. Foto: ARXIU
Ignacio Morgado. Foto: ARXIU

CRISTINA SAVALL
BARCELONA
‘¿DECIDIMOS DE FORMA DIFERENTE HOMBRES Y MUJERES?’Auditori AXA. 
Diagonal, 557.
12.05

Ignacio Morgado (San Vicente de Alcántara, Badajoz, 1951), catedràtic de Psicobiologia a l’Institut de Neurociència i la Facultat de Psicologia de l’Autònoma de Barcelona, participa en la cinquena edició de Rethink Barcelona, que avui dedica una jornada a la dona i la seva rellevància a l’hora de decidir les compres familiars.

–¿Què és la psicobiologia?
--Una disciplina científica que estudia com el cervell crea i controla la ment i el comportament.

–¿Decidim de manera diferent els homes i les dones?
–No sempre, tot i que som diferents per biologia i per cultura. Les grans decisions, com quina casa volem comprar, on anirem a viure o si tindrem fills o no solen ser compartides. Les dones elegeixen els electrodomèstics i els homes, el cotxe.

–¿Com pensa una dona?
–Per cultura està més abocada a la llar i als fills, però això està canviant. La dona cada vegada està més submergida en àmbits fins ara propis dels homes.

–¿En què destaquen?
–Les dones tenen més bona percepció en totes les modalitats sensorials, menys en la vista. Tenen més fluïdesa verbal, més capacitats emotives. Són millors en moviments fins i precisos de les mans, en càlcul matemàtic i en memòria emocional. El cervell femení es forma més de presa. Una noia de 18 anys és molt més madura que els seus companys.

–¿En què sobresurten els homes?
–En raonament lògic i matemàtic, a poder lligar caps difícils, a relacionar dades. En habilitats i destreses motores.

–¿Per què diuen que a moltes dones els costa llegir un mapa?--Tenen més mala orientació espacial, encara que posseeixen més capacitat per localitzar i distingir un objecte del conjunt. Si posem un mapa davant d’un home i d’una dona, ella té més probabilitats de localitzar un carrer abans que ell.

–¿L’origen d’aquestes diferències?
–Té un component biològic important, però també hi ha aspectes educacionals, com que les dones elegeixin determinats tipus de carreres.

–La seva ponència és virtual. ¿Es pot comunicar des de la distància?
–Una enorme quantitat d’informació l’adquirim des de la distància. El cine és la prova que una pantalla transmet informació lingüística i emocional. 

Desempleo juvenil y formación

José García Montalvo EL PAÍS 07/03/2010

Las cifras del desempleo en España son preocupantes. Podríamos decir que España a comienzos del año 2010 cumple una especie de regla del dos: ha duplicado su tasa de desempleo desde 2007 y duplica la tasa de la zona euro (9,9%). Pero si una tasa global de desempleo del 18,8% es muy elevada, todavía es más preocupante la tasa de desempleo de los jóvenes menores de 25 años, que alcanza el 39,6%. El gobierno ha incluido específicamente el asunto del desempleo juvenil en la mesa del diálogo social e incluso la CEOE se ha descolgado esta semana con una precipitada propuesta de nuevo contrato para jóvenes. El nivel del desempleo de los jóvenes en España es tan llamativo que hasta el New York Times ha publicado un largo artículo sobre este tema.

Con todo, el problema más importante no es el nivel de desempleo juvenil hoy sino sus repercusiones futuras. Los jóvenes que acceden al mundo laboral en un momento de recesión económica tienen, a lo largo de su carrera laboral, menores salarios, más periodos de desempleo y mayor sobrecualificación que los que acceden en un momento de expansión.

Vale la pena poner las cifras de desempleo juvenil en perspectiva histórica y compararlas con otros países. En primer lugar, el desempleo de los jóvenes españoles siempre aumenta muy rápidamente cuando la economía sufre un parón. Baste recordar que el desempleo de los menores de 25 años subió hasta el entorno del 45% en 1984-85 (como consecuencia de la crisis de principios de los 80) y en 1994-96 (consecuencia de la crisis de 1991-92). Por tanto, el rápido aumento del desempleo juvenil en España en respuesta a una caída del crecimiento económico no es un fenómeno nuevo sino recurrente. Esto quiere decir que tiene unas causas estructurales que persisten en el tiempo.

En segundo lugar, algunos analistas señalan como algo asombroso el hecho de que el desempleo juvenil español duplique el desempleo general. Sin embargo, si comparamos la ratio del desempleo juvenil frente al desempleo general en otros países vemos que se cumple otra regla del dos: normalmente los jóvenes tienen una tasa de paro algo más del doble de la tasa general. Éste es el caso del conjunto de países de la OCDE. En la UE el desempleo de los menores de 25 años es del 20.9% mientras el paro general alcanza al 9,9% de la población activa. Sin embargo, en países con un nivel de formación elevado como Noruega y Suecia, la ratio supera ampliamente el doble hasta acercarse al triple. Esta comparación internacional muestra que la tasa española de desempleo juvenil no es particularmente alta respecto al desempleo general. Por tanto el problema no es tanto el desempleo juvenil como el elevado desempleo general y sus causas estructurales.

En tercer lugar, se argumenta que la falta de formación es la causa principal del desempleo juvenil. Esta explicación no se corresponde con los datos. Tradicionalmente, entre los jóvenes las tasas de desempleo no disminuyen a medida que aumenta la formación pues las mayores tasas se observan entre los jóvenes que no han completado la enseñanza secundaria (nivel inferior) y los universitarios (nivel superior).

Es cierto que para la población en general (entre 16 y 64 años) las tasas de desempleo disminuyen con la formación. Los universitarios son, en conjunto, los que gozan de menores tasas de desempleo. Pero concluir de esta observación que la solución al problema del paro en España es tan simple como aumentar la formación es una visión simplista e ingenua. El economista clásico Say propuso a finales del siglo XVIII el principio de que la oferta crea su propia demanda. La ciencia económica ha avanzado mucho desde entonces pero algunos analistas y políticos parecen pensar la ley de Say cuando hablan de la formación: el aumento de la oferta de universitarios creará su propia demanda, lo que reducirá el desempleo.

Desafortunadamente la solución no es tan simple. La oferta de trabajadores cualificados no crea necesariamente su demanda. Todo depende de la calidad de la formación, de su correspondencia con las necesidades del mercado laboral y de la actitud de los formados. Los datos disponibles indican que la calidad de la formación en España es cuestionable. Los resultados de estudios como el PISA muestran que los estudiantes españoles tienen un nivel sustancialmente inferior al que les correspondería por el volumen de recursos que se invierten en educación. La OCDE señala que la rentabilidad absoluta de la educación en España está cayendo de manera significativa desde mediados de los 90. Además la OCDE muestra que la rentabilidad relativa de los más formados también está cayendo frente a otros niveles educativos: en ocho años la ventaja salarial de los universitarios españoles frente a los graduados de secundaria cayó un 40%, la mayor caída de todos los países analizados.

En segundo lugar, la formación será un antídoto para el desempleo en la medida en que esté orientada, en habilidades y conocimientos, a las necesidades del mercado laboral. Tampoco se puede decir que la formación en España cumple en la actualidad este segundo requisito. Los datos de la OCDE muestran que España es, con diferencia, el país con mayor nivel de sobrecualificación en su población laboral (más del 25%). Entre los jóvenes la sobrecualificación se acerca al 40%. El informe europeo CHEERS mostraba que a finales de los 90 el 17,9% de los graduados universitarios españoles desarrollaban trabajos para los que no se requería ningún estudio universitario, frente al 7,7% de la media europea. Otro 11,5% de los graduados españoles señalaban que su trabajo requiere un nivel de estudios universitarios inferior al que poseían.

Además, en las recesiones se observa que el grado de sobrecualificación aumenta. El motivo es doble: por una parte los trabajadores, ante las dificultades de encontrar un trabajo adecuado a su cualificación, aceptan empleos claramente por debajo de su nivel. Por otra parte, las empresas, que en una situación normal tendrían algunas reticencias a contratar un trabajador excesivamente cualificado para el puesto por la posibilidad de perderlo en poco tiempo, no tienen tantas reticencias cuando el desempleo es muy elevado. Aunque los universitarios tengan un desempleo inferior al resto de los niveles educativos, ¿tendría sentido generar un ejército de trabajadores sobrecualificados donde su formación no tuviera reflejo en su productividad? Y esto sin contar el gran malestar psicológico que produce la sobrecualificación.

Finalmente, hay un tercer factor que es la actitud de los formados, condicionada por el contexto social y la impronta de un sistema educativo anquilosado. Los datos del Observatorio de la Inserción Laboral de los Jóvenes españoles (Bancaja e IVIE), que codirijo con el profesor José María Peiró desde el año 1996, muestran que incluso los trabajadores jóvenes tienen una enorme aversión a la movilidad geográfica, una gran preferencia por el trabajo de funcionario y rechazan mayoritariamente el autoempleo y la creación de empresas. La resistencia a la movilidad dificulta la disminución del desempleo y multiplica la sobrecualificación al impedir el ajuste entre la oferta y demanda de trabajadores con alto nivel de cualificación. La preferencia por el trabajo como funcionario y la aversión al autoempleo es especialmente intensa en los niveles superiores de formación. La situación no parece mejorar: hace unas semanas en una oposición para auxiliar administrativo del Ayuntamiento de Madrid en que se requería solo el graduado escolar, se presentaron miles de universitarios. Confirmado: la oferta de trabajadores con una alta cualificación no genera su propia demanda.

Por tanto, el "más de lo mismo" en formación no producirá los efectos deseados. Aumentar simplemente los indicadores educativos no será suficiente para mejorar la productividad ni reducir el desempleo estructural. El Pacto por la Educación debería basarse en el conocimiento científico acumulado sobre los efectos de la formación y no en posiciones ideológicas predeterminadas. Por su parte la financiación universitaria debería crear fuertes incentivos que favorezcan a los centros y departamentos que muestren mejores niveles de calidad docente e investigadora, así como adecuación de sus graduados a las necesidades del mercado laboral. Puede hacerse, aunque por lo visto hasta ahora mucho me temo que el resultado final podría volver a ser más de lo mismo.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Los jóvenes españoles, a la cola de la UE para independizarse

J. ANDREU - EL PAÍS, Madrid - 28/02/2010

A los 30 años, seguir en casa puede resultar frustrante. Lo suscribe Samuel, un oficinista de esa edad que oculta su nombre real. Lo hace porque sus padres -es decir, sus compañeros de piso- se sentirían heridos si conocieran su reacción cuando se van de fin de semana: "Lloro de alegría: ¡por fin solo!". Samuel suscribe la opinión del 50% de los españoles entre 15 y 30 años que recoge la encuesta europea Eurostat: ni por vagancia ni por mamitis; la falta de vivienda es la razón por la que se alarga la estancia en el domicilio familiar. Pese al desplome del ladrillo, los precios de compra y alquiler son insostenibles para las economías más verdes.

Con 27 y en casa; tampoco es lo ideal. Sobre todo teniendo a las espaldas dos carreras y una oposición aprobada. Es lo que le ocurre a Miguel Alba, gaditano y compañero de piso vitalicio de su madre. Es filólogo y lingüista. Buscando refugio en la Administración, aprobó las oposiciones a profesor de literatura en 2008, "pero la lista corrió poco, y diciembre ha sido el primer mes en que han llamado", explica. En esas circunstancias, imposible asegurarse los 699 euros mensuales en los que está un alquiler en Cádiz, según el portal inmobiliario enalquiler.com (la media en Madrid es de 1.085 euros). Y a esa cifra habría que añadirle avales y fianzas, que no dinamizan el proceso.
El problema del ladrillo
La Eurostat, que representa la opinión de 96 millones de jóvenes en los 27 países de la Unión Europea, refleja que el 28% de jóvenes piensan que el precio del ladrillo es un problema en su país. Sólo los lituanos están por encima de los españoles en su descontento ante la dificultad de encontrar un techo asequible. La diferencia radica en que, mientras ellos también se sitúan entre los que más problemas tienen para comprar un ordenador o un coche, los españoles están entre los que menos. La sobredimensión del mercado inmobiliario patrio asusta.

Las entidades financieras recomiendan no invertir más del 35% de los ingresos en la vivienda si se quieren evitar riesgos para la economía doméstica. Un joven destina el 54% al alquiler, según el último informe del Observatorio Joven de la Vivienda del Consejo de la Juventud de España (CJE). Por mucho que las autoridades siguen cantando las virtudes del alquiler frente a la compra, sin ayudas continúa sin representar la solución definitiva.

Confundir igualdad con homogeneidad puede provocar posturas reaccionarias

Feminismos

MANUEL RUIZ ZAMORA EL PAÍS, 01/03/2010

En una de sus últimas intervenciones en esta Tribuna (Sobre la identidad democrática), Fernando Savater dibujaba magistralmente las diferencias entre una "cultura de la identidad", caracterizada por formas de adhesión primarias a lo que ya somos, y la identidad democrática, que definía como "una manera de estar junto a otros, para convivir y emprender tareas comunes, pese a las diferencias de lo que cada uno es o pretende ser". Extremos destacados de la cultura de la pertenencia serían las identidades religiosas, las idiosincrasias nacionalistas y las perspectivas "llamadas de género". Ahora bien, mientras que la idiosincrasia nacionalista es difícilmente conjugable con el concepto moderno de ciudadanía, el imperante feminismo de la diferencia constituiría una especie de perversión identitaria con respecto a las aspiraciones cívicas que inspiraron al feminismo clásico.


Al igual que el nacionalismo excluyente o cualquier otra ideología que establezca distinciones ontológicas entre los seres humanos, lo que define al feminismo radical es su sectarismo. Lo expresa muy bien Odo Marquard: "Buscan chivos emisarios, diablos generados desde dentro, humanos-no humanos, a los que cuelgan el blasón de ser los autores de la infelicidad en la historia, de modo que los agentes del progreso puedan estilizarse como exclusivos portadores de la felicidad, o sea, como salvadores". La propia denominación "violencia de género" proyecta una sombra de sospecha sobre cualquier individuo por su mera pertenencia a un determinado sexo. La prueba: la exclusión de las estadísticas oficiales de las víctimas que pertenezcan al sexo masculino o a los colectivos de gays y lesbianas.

Si el nacionalismo es, en definición de Santayana, "la indignidad de tener un alma controlada por la geografía", el feminismo, en su formulación más identitaria, consistiría en tenerla dominada por el sexo. Los individuos devienen, así, arquetipos: simplificaciones más o menos estereotipadas en las que cualquier rasgo de singularidad se convierte en la expresión de una imperfección o deficiencia que debe ser suprimida. Por eso, aunque este tipo de perspectivas introducen una dimensión de anomia que perjudica la salud democrática de toda la sociedad, quizá sus víctimas más directas sean, paradójicamente, las propias mujeres.

Al confundir igualdad con homogeneidad, el feminismo feroz interpreta que cualquier opción personal que no comulgue con sus parámetros supone una agresión potencial contra las determinaciones convencionales de la Idea. El pretexto de Procusto será, a tales efectos, la apelación a la dignidad, que no es nunca la dignidad de las personas concretas, sino la que totémicamente le es asignada al ídolo ideológico por la minoría sacerdotal que custodia sus esencias: quien domine el arquetipo tendrá el poder de decretar qué es lo bueno y qué es lo malo. Los vientos que nos llegan desde esas orillas no son nunca, por tanto, vientos de emancipación, sino manifestaciones de un puritanismo adusto que se reafirma en las mismas prácticas con las que lo ha hecho siempre toda forma de puritanismo: la prohibición y la censura.

Como en toda ideología cerrada se juega con dos recursos cardinales: en primer lugar, la descalificación integral de cualquier crítica que venga a poner en evidencia la naturaleza de sus excesos. El segundo, es la conminación a que cualquier diferencia, por razonable que pueda ser, debe ser silenciada para no hacer el juego a aquello que se pretende combatir. Afirmar, por ejemplo, que no todo vale para combatir la "violencia de género", supone la acusación fulminante de ser al menos cómplice, cuando no instigador de la misma.

Los perjuicios que de ello se derivan resultan inobjetables: la ruptura, por ejemplo, de los principios sacrosantos de igualdad ante la ley y de presunción de inocencia que instaura la Ley integral contra la violencia de género, no puede ser considerada progresista. La resistencia del feminismo radical al reconocimiento legal de la custodia compartida de los hijos no sólo es intrínsecamente reaccionaria: es machista. Parte de la rancia convicción de que el cuidado y la educación de los hijos es un asunto predominante, si no exclusivamente, femenino. Lo mismo ocurre con el paternalismo a partir del cual se instituyen los sistemas de cuotas, tan ofensivos para todas aquellas mujeres que son conscientes de sus propias virtualidades. La excelencia, declaraba una neurobióloga, no es un asunto de hormonas sino de neuronas. Lo peor de ello no son sólo los asaltos potenciales o efectivos contra algunos de los principios funcionales del Estado de derecho, sino las reticencias sociales que se van acumulando contra algunos de los postulados verdaderamente igualitaristas del feminismo más cívico.

Desde tales presupuestos, no debe parecer extraño que entre muchos que se consideran progresistas hayan ido cundiendo ciertas prevenciones con respecto a algunas manifestaciones del feminismo. No del feminismo de la razón, que parte de los ideales del universalismo ilustrado para denunciar cualquier discriminación por motivos de sexo y reivindicar una igualdad efectiva entre todos los ciudadanos, pero sí de ese feminismo feroz que ha suplantado los ideales emancipadores del feminismo clásico, y que Nietzsche hubiera identificado como una expresión arquetípica de la moral del resentimiento.

Manuel Ruiz Zamora es historiador del arte y filósofo.

Burka

SAMI NAÏR EL PAÍS 27/02/2010

El burka (o niqab, es decir, el hecho de ocultar por completo dentro de un auténtico vestido-reja al ser de la mujer, guiado por dos agujeros a la altura de los ojos para poder caminar) está de actualidad en Europa no sólo porque, ya sea por voluntad propia o por obligación, lo lleven algunas mujeres, sino también y sobre todo porque muestra los profundos vínculos entre la norma jurídica, las tradiciones y las culturas. De este modo, se encuentra en el centro de la problemática multicultural. Desplaza las relaciones entre el espacio privado y el espacio público, porque quiere fundamentalmente redefinir las fronteras entre ambos.

Las mujeres sufren en el islam radical la peor parte de la exclusión

Producto de su propia historia, cada sociedad dispone evidentemente de un cuerpo de doctrinas que rige esas fronteras. Existen, sin embargo, lo que podríamos llamar comunidades de pertenencia que trascienden las diferencias culturales y fundan el arraigo a una compartida condición universal. Agredir al otro, exhibir el sexo en público o profanar a los muertos, está proscrito en casi todas las culturas contemporáneas.
El caso del burka es interesante porque atañe a una interpretación esencialmente asiática del islam, que tiende en nuestros días a propagarse por los países arabo-musulmanes y por Europa (de momento, un centenar de casos). Refleja una práctica de la religión de la que no hallamos fundamentos doctrinales coherentes dentro de las distintas interpretaciones del islam.

En realidad, la velación generalizada de la mujer se convirtió en un problema político internacional a raíz de la victoria en los años ochenta de la revolución religiosa iraní, acontecimiento central que transformó el islam mundial. Por otra parte, el burka pertenece sobre todo a la tradición afgana.

Preocupadas de fundamentar en derecho la prohibición o la aceptación de ese hábito de vestimenta ligado a la práctica radical de la religión, las sociedades occidentales vacilan entre la repulsa cultural y el respeto por la libertad individual. En Francia, el asunto está ahora en manos del Consejo de Estado, ya que el poder legislativo ha sido incapaz de pronunciarse. La prohibición general de llevar el burka puede fundamentarse en derecho a partir del principio de defensa del orden público. Como no se puede discriminar entre una mujer que pretende sustraerse por convicciones religiosas a la mirada de otra persona y otra (o un hombre) que lleva explosivos ocultos bajo un burka, podemos alegar legítimamente que existe, en efecto, un riesgo potencial para el orden público. El Estado tiene la obligación de proteger a sus ciudadanos. Existen, por supuesto, vías de impugnación, particularmente en el derecho internacional, y el asunto puede llegar lejos.
Pero la situación es insólita sobre todo desde el punto de vista filosófico: el hecho de vestir el burka entra en conflicto flagrante con el principio de convivencia, según el cual, en la interacción social, yo necesito saber quién eres tú porque tú necesitas saber quién soy yo, pues nuestro contrato colectivo se basa en el principio del reconocimiento mutuo. Doy a conocer mi identidad porque la sociedad es un encuentro de identidades. De este modo, mostrar el rostro expresa el fundamento esencial del vínculo social, algo que afecta por igual a hombres y mujeres.

El conflicto se produce en este caso porque la tradición integrista oscurantista rechaza esa igualdad en el cuerpo social. Las mujeres son las que, en el islam radical, sufren la peor parte de esta exclusión. No hay diferencias de fondo entre llevar el burka por consentimiento religioso y llevarlo por imposición patriarcal, ya que, una vez se convierte en mayoritario, el consentimiento de unas sirve con frecuencia para justificar la sumisión y la servidumbre de otras.

Ahora bien, si consideramos que se producen logros de la civilización en términos de igualdad y de libertad de la persona, está claro que no podemos poner al mismo nivel a una cultura que afirma ese principio y a otra que lo rechaza. La mayor paradoja está en que cuando la mujer se oculta bajo el burka, se cubre con el velo, en realidad se descubre del todo como objeto (un objeto del hombre). Difícilmente convertida en las sociedades occidentales en sujeto de derecho, resulta que ahora queremos rebajarla a la categoría de cosa anónima animada. Apelando al relativismo cultural, algunos intentan en nuestros días hacer aceptar, con una estrategia cínica, esa aberrante idea de que, por respeto a sus creencias, hay que acostumbrarse a ver a seres humanos deambulando bajo ese atuendo tenebroso.

Traducción de M. Sampons.

¿Toleramos el machismo si es musulmán?


Madres inmigrantes  y españolas 

El respeto a la libertad religiosa no incluye aceptar discriminación de la mujer - La batalla por la igualdad parece excluir al mundo islámico - Pero hay límites claros: los derechos fundamentales

FERRAN BALSELLS EL PAÍS,  03/03/2010
 

Mujeres encerradas en casa para evitar que se relacionen, sin conocimiento del castellano, relegadas a una suerte de clausura por maridos que rechazan integrarse y no dejan integrar. El retrato podría ser de otro siglo, pero pertenece al colectivo musulmán que la alcaldesa de Cunit (Tarragona), la socialista Judit Alberich, describió ante el juez el año pasado en su declaración por un supuesto caso de acoso en el municipio. Fatima Ghailan, ciudadana española de origen marroquí y mediadora cultural de la localidad, denunció por coacción a cuatro miembros de la comunidad islámica del municipio, entre ellos el imán. La instrucción judicial refiere que la hostigaban por motivos como tener un empleo, conducir un coche y no llevar velo. En el supuesto acoso, ofrecieron a su marido casarse con otra mujer.

La batalla por desarmar el machismo en la sociedad española contrasta con estos hábitos, arraigados en parte del colectivo musulmán y consentidos por la Administración. "No se trata de un machismo inherente al musulmán", aclara Bernabé López, catedrático de Historia del Islam Contemporáneo en la Universidad Autónoma de Madrid. "Es un problema larvado de una sociedad patriarcal y rural. El islam que está viniendo a España es el de periferias urbanas, no ilustrado. Añaden a sus creencias una barbaridad que se debe combatir pese a que el factor religioso dificulta abordar el asunto", precisa.

Alberich lo abordó mediando entre las partes para evitar un conflicto en la comunidad musulmana de la localidad, lo que algunos consideran una concesión excesiva, algo que no se habría permitido entre miembros de otra religión. "Es un buenismo peligroso y mal entendido", señala José María Contreras, director general de Asuntos Religiosos del Ministerio de Justicia, entidad que ejerce de enlace entre el Gobierno y los cerca de 1,3 millones de musulmanes residentes en España, en su mayoría de origen marroquí. "El límite de la libertad religiosa es el de las libertades fundamentales. Ante una denuncia la respuesta es ponerse, con todas las cautelas, del lado del denunciante. De lo contrario esa tolerancia implica una rendición de la libertad individual", detalla. En el camino hacia la paz social de Cunit las denunciantes como Ghailan son animadas a retractarse para mantener el orden vigente. El caso también alerta sobre si contemporizar con el aislamiento femenino de una comunidad aborda el problema o da aliento a perpetuar la situación. "En toda mediación debe fijarse una línea roja que no se puede cruzar", razona Contreras. Ghailan mantuvo la denuncia, y la Fiscalía pide ahora penas de entre cinco a dos años de cárcel para los presuntos acosadores.

"El límite es negarse a fomentar comunidades marginadas. Cuando el conservadurismo extremo se excusa en el islam para no participar en la sociedad, hay que combatirlo", resume Mohamed Chaib, diputado autonómico del PSC y único representante político español de origen árabe y español, fuera de Ceuta y Melilla.
Chaib llegó a Sant Boi de Llobregat (Barcelona) procedente de Tánger a finales de los sesenta, un niño en uno de los primeros escenarios de acogida de la inmigración marroquí. "Había padres que no dejaban a sus hijas relacionarse con otros jóvenes, pero colaboramos con ellos hasta romper esa tradición. Se debe pelear en estos terrenos que parecen religiosos pero no lo son", señala antes de admitir que la política evita ese debate "por incómodo".

Parte del colectivo musulmán corrobora la falta de implicación que lamenta Chaib. "La Administración fomenta que la intromisión en las comunidades musulmanas parezca algo prohibido. Que los líderes se aferren a su cargo como si fuera una monarquía", se queja Mimon Jalich, musulmán nacido en Melilla y secretario general de la Unión de Centros Islámicos de Catalunya. Su perspectiva dibuja un colectivo fragmentado y receloso de ceder influencias ante el resto de comunidades, estructuradas como una suerte de taifas. En España hay cerca de 1,3 millones de musulmanes y 740 oratorios registrados, además de varios centenares de centros que funcionan de forma alegal. Al margen de una docena de grandes mezquitas, el resto son centros precariamente habilitados en pisos, naves o garajes, regentados por colectivos poco permeables entre sí. "Sólo se consienten los puentes justos y necesarios. La Administración acaba implicando a una parte minoritaria de la comunidad, por lo general la menos necesitada", lamenta Jalich.

La relación entre las administraciones y los ciudadanos españoles de origen marroquí fluye a través de entidades religiosas, culturales y deportivas. Pero la desestructuración del colectivo deja a gran parte de inmigrantes al margen de ese flujo. "En ese espacio viven musulmanas agredidas por sus maridos que las amenazan con devolverlas a su país de origen, esposas en situación irregular que no denuncian abusos por temor a ser expulsadas, y otras que abandonan a su pareja y terminan en la calle sin recurso alguno", relata Laure Rodríguez, trabajadora social y musulmana conversa que dirige la Unión de Mujeres Musulmanas de España.

Las mujeres que se rebelan suelen hallar el desamparo de una sociedad que no las contempla. "La mayoría terminan en la calle y en la prostitución. Ni tienen estudios ni logran de qué trabajar porque tampoco conocen el idioma", precisa Hadar Saabi, musulmana marroquí y ponente de varios congresos de feminismo islámico en España. Se trata de espacios contemplados ocasionalmente para hacer valer la Ley de Extranjería pero ignorados en políticas de igualdad. "No nos llegan. La Administración no presiona porque ha cundido la idea de que el islam justifica el maltrato, la inferioridad de la mujer. Domina una tolerancia que hace fracasar a la igualdad de género para la mujer musulmana. La sociedad ha asumido este esquema mental y nos ha vuelto invisibles", protesta Rodríguez.

La Administración teme pisar cristales en este terreno donde algunos ayuntamientos batallan desde hace años. "Las autoridades deben ser conscientes del discurso que manejan. No vale todo", razona Juan Francisco Iborra, responsable de inmigración de Roquetas de Mar (Almería). El municipio lleva décadas gestionando una fuerte presencia de colectivos musulmanes de origen subsahariano y marroquí que representa ya el 25% de la población. Hace dos veranos prendieron la localidad en una serie de violentas revueltas tras el asesinato de un senegalés. "Debe afrontarse con cautela, paso a paso. Con la mediación hemos logrado una convivencia aceptable pero requiere colaboración y gestos claros". Iborra pone un ejemplo: retrasó la apertura de una mezquita porque se insistía en mantener un acceso para hombres y otro para mujeres. "En un lugar público es ilegal. Les insistimos en que el ámbito de lo público se regula por la ley española. Ahora el local está abierto".

El Gobierno conoce la lección. "El Islam como religión es compatible con la democracia, como cultura introduce elementos difíciles de compaginar. Españoles y musulmanes debemos distinguir entre una cosa y otra, exigir el reconocimiento de la mujer es esencial para abrir esa brecha", asevera el director general de Asuntos Religiosos. Contreras traza la ruta: el islam deseado arranca con el conocimiento de la lengua, sociedad y leyes españolas; prosigue aplicando una igualdad de género efectiva y desemboca en una religión tolerante con la disidencia entre sus miembros. "No podemos decir al colectivo islámico que trabajamos para que un musulmán pueda dejar de creer el día de mañana", frena el parlamentario Chaib. "El no creyente es inconcebible para el mundo musulmán. Se puede ser más o menos practicante, por ahora no hay más", apunta. "Es cuestión de tiempo", atempera Abdennur Prado, musulmán converso presidente de la Junta Islámica Catalana y director del Congreso Internacional de Feminismo Islámico.

No hay datos, pero se estima que hay unos 30.000 conversos al islam en España. Encarnan la parte más progresista y menos representativa, y aspiran a convertirse en la bisagra que articule el islam anhelado por el prisma occidental. "El punto de partida es la igualdad del hombre y la mujer, valor que el islam comparte. Pero el Gobierno debe volcarse, ignora lo que ocurre a pie de calle", asegura Prado. El diálogo entre el Gobierno y el islam no llega a la calle porque se pierde en otras esferas. El Estado legitimó en 1992 a la Comisión Islámica de España como interlocutor para cuestiones religiosas relacionadas con los musulmanes, entidad vista con recelo por algunos musulmanes dados sus intereses afines a la monarquía marroquí. "Hay quien viene a España huyendo del acoso del régimen de Marruecos y aquí topan con más de lo mismo", advierte Prado.

"Estamos trabajando en otros medios porque la Comisión ya no es representativa", admite Contreras. "El Gobierno impulsa leyes de paridad pero en la Comisión Islámica no hay rastro de una sola mujer musulmana. Tampoco permiten a las mujeres acceder a la mayoría de mezquitas. Nadie les presiona para cambiarlo", pone el dedo en la llaga Saabi.

La lección falla en un momento delicado. "El musulmán ya no es inmigrante, a partir de ahora es español y la sociedad debe normalizar su presencia", advierte José Manuel López, director de la Fundación Pluralismo y Convivencia, creada por el Gobierno en 2004 para promover la integración de creencias religiosas minoritarias. En las aulas converge ya una segunda generación de musulmanes españoles compuesta por 200.000 jóvenes nacidos o criados en España. Europa conoce los riesgos del proceso: el modelo francés sigue debatiendo sobre la identidad de los cinco millones de ciudadanos musulmanes después de cuatro generaciones en un proceso de asimilación que se reconoce desbordado. "¡Qué fracaso sería para España perpetuar el machismo que colectivos musulmanes arrastran de una remota sociedad rural!", cuenta alarmado el diputado Chaib. "¡Qué desastre si los hijos de musulmanes no reconocen nuestros valores porque el país no les ha tenido en cuenta!", añade y, sin quererlo, su tono resuena a inquietante profecía.

El imán en España: asalariado y sin formación

La estrategia de la Administración para influir en el colectivo musulmán confiere un papel clave a la figura del imán. "Es el contacto para saber qué ocurre en cada mezquita. El problema es que no tiene ningún cauce de formación", dice José María Contreras, director general de la Oficina Asuntos Religiosos. En los países musulmanes, el Estado controla la selección y actuación de los imanes, clérigos con más de 10 años de estudios religiosos. En España puede serlo cualquiera. Un intelectual o un inmigrante que busque en la religión una salida económica.

Salvo en la decena de grandes mezquitas sufragadas con capital extranjero (Arabia Saudí, Siria o Emiratos Árabes), la mayoría de oraciones diarias en los 740 centros de rezo registrados las dirigen imanes marroquíes. Su formación suele ir ligada a las comunidades que les contratan. La elección depende de afinidades como la espiritualidad, lugar de origen y, sobre todo, la capacidad adquisitiva de cada comunidad. El imán es un asalariado que puede cobrar entre 600 y 1.200 euros mensuales. Si el colectivo lo integran inmigrantes rurales, pobres y con escaso nivel formativo, la formación del imán tenderá a moverse en esos parámetros.

El Gobierno no dispone de un perfil de los guías de la oración musulmana. La experiencia de Hesham El Sadr, promotor de la Asociación Cultural Islámica Attawwhid, ofrece uno oficioso. "Suelen ser personas llegadas en patera y sin medios que aceptarían cualquier empleo. Tienen un ligero conocimiento del Corán y ofrecen sus servicios", retrata. El imán de Cunit imputado por acosar a una mujer musulmana de la localidad solía trabajar en la construcción y se le encomendó la dirección del rezo porque sabe algo más de Corán que el resto, señalan miembros del colectivo. "Tras casi dos décadas viviendo en Cataluña no he encontrado ningún imán digno del cargo", lamenta El Sadr.

La relevancia que la Administración otorga al imán contrasta con la carencia de conocimientos. "Muchos ni hablan español, ni saben qué leyes deben respetar", advierte Hadar Saabi, ponente de varios congresos de feminismo islámico. Tal precariedad torpedea cualquier estrategia de integración.


Elogio de la disidencia

JORDI MORERAS EL PAÍS 03/03/2010

La casualidad ha hecho que tengamos que hablar del caso de la mediadora cultural de Cunit, 10 años más tarde de los graves sucesos de Ca n’Anglada (Terrassa) y El Ejido (Almería). La denuncia por coacciones presentada por Fatima Ghailan quizás no sea comparable al espectáculo de aquellas violentas manifestaciones racistas contra el colectivo marroquí. A no ser que la interpretemos como una cuestión de segundo orden que, más allá del principio de acogida de las poblaciones inmigradas, nos interroga en torno a los mecanismos que regulan nuestra convivencia social. Se ha argumentado que en el trasfondo de este caso se producía una pugna por la autoridad en este colectivo local. Más allá de la fragmentación interna de la comunidad marroquí de Cunit, este caso ha puesto en evidencia que los mecanismos de selección de los liderazgos comunitarios por parte de las instituciones políticas locales presentan fuertes ambigüedades. En esta ocasión han fallado los mecanismos de autorregulación que debe tener todo colectivo para impedir que un exceso de autoridad derive en un acto de coacción. Pero también ha fallado ese principio de contraste en el ejercicio de la autoridad, que toda institución pública ha de exigir a aquellos a los que se ha otorgado el reconocimiento de su liderazgo. El “te reconozco por lo que representas”, no ha tenido continuación en “te exijo un compromiso cívico y responsable”.

Me preocupa que en éste y en otros casos (puesto que ha habido otros anteriormente), no hayamos sido capaces de establecer criterios de vigilancia democrática respecto a liderazgos (sean religiosos, comunitarios o políticos) que ejerzan con celo un principio de autoridad “con respecto a los propios”, dejando en evidencia la condición ciudadana que a todos nos iguala. Tales expresiones de “neutralidad” socavan una de las virtudes de nuestro sistema democrático, como es garantizar el principio de disidencia como expresión de la libertad y la autonomía individual. La negativa a aceptar ser encasillados por nuestros orígenes, a optar por otros caminos diferentes de los que nos exigen nuestras diversas pertenencias, constituye un punto de referencia central dentro de la vida en una sociedad abierta. Quizás una de las principales debilidades de un multiculturalismo mal entendido sea vaciar de sentido este principio de disidencia al priorizar los vínculos que nos atan a comunidades diferenciadas desde el nacimiento hasta la muerte. Sin la disidencia, nuestra autonomía personal se ve erosionada; si no la protegemos activamente, llegará un momento en que alguien nos recomiende que hablemos “con los nuestros” para solucionar “nuestros” problemas. En ese momento, todos nos sentiremos cerca de Fatima, y seremos conscientes de lo poco que hemos aprendido de Ca n’Anglada y de El Ejido.

Jordi Moreras es profesor de sociología y experto del movimiento islámico en Cataluña

La inmigración en España