lunes, 30 de noviembre de 2009

Los videojuegos para niños perpetúan los estereotipos femeninos



  • Un estudio revela la presencia de tópicos sexistas en diez de los videojuegos más vendidos
  • En los títulos estudiados ninguno de los personajes femeninos tiene sobrepeso
  • Los juegos pensados para chicas se centran en el cuidado del hogar, de la ropa o el físico
  • España es el sexto país a nivel mundial en jugadores, con 10 millones de personas
Ampliar foto Las autoras del estudio sobre la imagen de la mujer en los videojuegosItziar Marín y Cristal Castro, autoras del trabajo, durante su presentaciónCECU Madrid
Ampliar foto Portada del estudio "La imagen de la mujer en los videojuegos para los más pequeños"Portada del estudio acerca de la imagen de la mujer en los videojuegosCECU Madrid
RTVE,es/EFE MADRID 19.11.2008La Confederación de Consumidores y Usuarios de Madrid ha hecho público este miércoles un estudio que pone de manifiesto que los viejos estereotipos sobre la mujer siguen perpetuándose en las nuevas tecnologías, especialmente en los videojuegos.

El informe, denominado La imagen de la mujer en los videojuegos para los más pequeños, se centra en el análisis de los diez títulos más vendidos para la plataforma NintendoDS y dirigidos a niños entre 3 y 7 años, entre los que se encuentran juegos como Imagina ser mamá o Imagina ser vegetariana.

Las responsables del trabajo, Itziar Marín y Cristal Castro, han examinado la proporción de personajes masculinos y femeninos en estos títulos así como la imagen, la vestimenta, su rol dentro del juego, los valores que exhiben e incluso las relaciones entre los mismos.

"Princesas rosas"

En el estudio se puede comprobar que en ninguno de los videojuegos analizados aparecen personajes femeninos con sobrepeso y el 38% lucen un aspecto físico que se puede calificar como sexy. Además, dos tercios de las chicas protagonistas en estos títulos visten con colores pastel.

Las autoras aseguran que los personajes masculinos son mucho más frecuentes que los femeninos y éstos, cuando aparecen, cumplen una serie de características muy concretas. "Por colores, actitudes, roles y nombres son estereotipos clásicos de las mujeres: princesas rosas", han denunciado.

Sin embargo los personajes masculinos son mucho más amplios: los hay gordos, delgados, guapos, feos, altos, bajitos, buenos, malos".

La situación empeora en los juegos "pensados" para chicas en las que, según el estudio, las actividades que desarrollan las protagonistas son estereotípicas: cuidado del hogar, cuidado de los demás, gusto por el cuidado del físico, por elegir la ropa y los complementos adecuados.

"Si a cualquiera de nosotras nos dan a jugar a estos nuevos videojuegos, identificamos rápidamente los mismos juegos de siempre, no siempre los más apreciados por nosotras", señalan las autoras del trabajo.

Pautas equivocadas


"La principal defensa de los videojuegos como herramientas útiles para los más jóvenes es la de contribuir a un mayor desarrollo de habilidades visoespaciales y sensomotoras, así como a un mayor conocimiento de la informática. En los juegos pensados para chicas, estas mejoras son olvidadas: quizás no es necesario que las chicas tengan estas herramientas o quizás se interprete que nos les interesa", destaca el estudio.

La organización de consumidores ha pedido a los fabricantes de videojuegos que no se dediquen a trasladar estereotipos sexistas a los juegos, porque "los niños aprenden jugando" y pueden asimilar pautas equivocadas.

Además, ha recomendado a padres y madres que no compren a sus hijos un viedeojuego simplemente porque "lo pidan", sino que se detengan a analizar los valores que difunde y jueguen con el niño para que éste entienda que no hay nada exclusivo de chicas ni de chicos.

Según el estudio, en España existen unos diez millones de jugadores, lo que la sitúa en sexto lugar a nivel mundial y en el cuarto puesto a nivel europeo, por detrás de Reino Unido, Alemania y Francia.

Durante 2007 el consumo en la industria del videojuego alcanzó en nuestro país 1.454 millones de euros, por encima del 50% respecto al año anterior.

Este trabajo es el octavo que CECU Madrid dedica al estudio de las desigualdades en materia de género y es el primero que se hace en España de manera específica sobre mujer y videojuegos.

Chicos maleducados

Los hijos de las familias 'progresistas' son los más maleducados según Javier Elzo



Un estudio afirma que estos padres descuidan la educación y son lo que pasan menos tiempo con sus vástagos

LA VANGUARDIA,  27/11/2009 

Barcelona. (EUROPA PRESS).- Las familias catalanas 'progresistas' son las que más "desisten" en la educación de sus hijos, al delegarla en la escuela, niñeras, u otros familiares, según el estudio presentado hoy 'Modelos educativos familiares en Catalunya', coordinado por el catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto, Javier Elzo.
En base a los valores de los padres y a la presencia de normas y conflictos en el núcleo familiar, la investigación determinó que el 23,3% de las familias eran de tipo 'progresista' -defienden aspectos como la legalización de la marihuana y la eutanasia-; el 30,5%, 'tradicionales'; el 15,2%, 'conflictivas', y el 31%, 'harmónicas'.

Según el trabajo, los padres 'progresistas' tienen el mayor nivel económico y formativo, y reconocen la importancia de educar a los niños, aunque la descuidan y son los que pasan menos tiempo con ellos. Rechazan el castigo corporal pero tampoco aplican un modelo educativo positivo, basado en las muestras de afecto y en explicar a los hijos por qué un comportamiento es incorrecto al castigarles.

Los niños con comportamientos más prosociales provienen de familias 'tradicionales' -con valores conservadores, respeto natural a las normas y a la autoridad-, y 'harmónicas'. Estas últimas tienen el mejor clima en el hogar y las mejores relaciones con el centro docente; son las que más utilizan el castigo correctivo, y son las más religiosas y altruistas.

Notable a los catalanes
Elzo calificó con un notable de media la educación de los hijos en Catalunya, y destacó la importancia de la integración de los inmigrantes tras destacar que las familias extranjeras representan el 20% de las 'harmónicas' pero también entorno al 15% de las 'conflictivas' -las que más problemas presentan-.

Aseguró que la conducta social de los hijos depende más del clima que de la estructura familiar, y afirmó que es un "gravísimo error" achacar las actitudes antisociales principalmente al modelo familiar -reconstituido, monoparental, y con madre trabajadora, entre otros-. Lo más importante es el buen ambiente en casa, concluyó.

La investigación mostró que la conducta antisocial es el resultado de la falta de supervisión parental; las discusiones en el seno de la familia y el estilo educativo, mientras que la conducta prosocial es fruto de la cohesión familiar; la posibilidad de expresar sentimientos y opiniones; el refuerzo de los comportamientos correctos y el cumplimiento de las normas. El estudio fue realizado a partir de una encuesta de la Fundació Jaume Bofill a 1.060 padres y 1.189 profesores de niños de siete a 12 años entre 2006 y 2007.



Cine para chicos: LA OLA


cartel




Dirección: Dennis Gansel.
País: Alemania.
Año: 2008.
Duración: 108 min.
Género: Drama.
Interpretación: Jürgen Vogel (Rainer Wenger), Frederick Lau (Tim), Max Riemelt (Marco), Jennifer Ulrich (Karo), Christiane Paul (Anke Wenger), Elyas M'Barek (Sinan), Cristina Do Rego (Lisa), Jacob Matschenz (Dennis), Maximilian Mauff (Kevin), Ferdinand Schmidt-Modrow (Ferdi).
Guión: Dennis Gansel y Peter Thorwart; basado en el relato corto de William Ron Jones y en la obra de Johnny Dawkins y Ron Birnbach.
Producción: Christian Becker, Nina Maag y David Groenewold.
Música: Heiko Maile.
Fotografía: Torsten Breuer.
Montaje: Ueli Christen.
Diseño de producción: Knut Loewe.
Vestuario: Ivana Milos.
Estreno en Alemania: 13 Marzo 2008.
Estreno en España: 28 Noviembre 2008.



 

SINOPSIS

Alemania hoy. Durante la semana de proyectos en un instituto, al profesor Rainer Wenger (Jürgen Vogel) se le ocurre la idea de un experimento que explique a sus alumnos cuál es el funcionamiento de los gobiernos totalitarios. Comienza así un experimento que acabará con resultados trágicos. En apenas unos días, lo que comienza con una serie de ideas inocuas como la disciplina y el sentimiento de comunidad se va convirtiendo en un movimiento real: La Ola. Al tercer día, los alumnos comienza a aislarse y amenazarse entre sí. Cuando el conflicto finalmente rompe en violencia, el profesor decide no seguir con el experimento, pero para entonces es demasiado tarde, "La Ola" se ha descontrolado...



Fuente:http://www.labutaca.net/films/63/la-ola.php

La historia se repite como las mareas

Escrito por Julio Rodríguez Chico el 28.11.08 


Hay películas que parten con ventaja porque el tema y la historia son atractivos en sí mismos, y porque el espectador se siente interpelado directa y personalmente en sus ideas y sentimientos. “La Ola” de Dennis Gansel es una de ellas porque su director se atreve a mirar de frente al surgimiento de grupos neonazis, radicales y violentos, para cuestionarse si los hombres hemos aprendido alguna lección del pasado, o si la historia podría repetirse de nuevo. Estremecedora, provocadora e impactante, seguro que esta cinta generará polémica por lo que dice y por cómo lo dice, por poner el dedo en la llaga y apuntar con inteligencia hacia algunos de los factores –personales y sociológicos– que propician el surgimiento de esos movimientos racistas y cerrados. También nos alerta sobre el precipicio de cierta educación –o falta de educación– que pueden estar recibiendo las nuevas generaciones, poco humanística y de escasa valoración ética, explícitamente tecnológica y orientada al éxito personal.

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En un instituto alemán van a impartirse unos seminarios prácticos de Autocracia y Anarquía. Muy a su pesar, a Rainer Wenger le corresponde dar el primero y se dispone a hacerlo con sus heterodoxos y peculiares métodos docentes, interpelando a sus alumnos, haciendo que ellos mismos se planteen preguntas y den sus respuestas, llevando el tema hasta el extremo con la intención de que la verdad se abra paso por sí misma y no por el principio de autoridad. El problema es que esas mentes adolescentes carecen de la madurez y templanza necesarias, y que el experimento puede llegar demasiado lejos… Política, sociología y educación se dan la mano en una propuesta para debate en foros culturales y educativos: complejo de inferioridad, fomento del propio ego, carencias afectivas y éticas personales, superficialidad de cierta sociedad del confort… todas ellas se mezclan con la necesidad individual de pertenencia a un grupo y notar su apoyo, acompañada del ansia juvenil de dar cauce a los más altos ideales y seguir a un líder que marque el camino, con la dificultad para discernir la teoría y la práctica al educar sin contemplar las peculiaridades y circunstancias del alumno concreto.
El caldo de cultivo que se nos presenta es el idóneo y perfecto para que se desarrollen esos sentimientos radicales de grupo, pero necesitan un guía de fuerte personalidad que los arrastre con su fuerza y carisma. Gansel dibuja arquetipos entre los alumnos en su intento de recoger los caracteres e inquietudes que en una clase pueden confluir: la frivolidad y espíritu bromista de uno, los complejos e inestabilidad de otro, o la madurez y sensatez de una alumna son mostrados sin trampa ni cartón, sin excesivos matices… porque no son necesarios. Quien a todos tutela e imprime fuerza a la cinta es, sin duda, un magistral Jürgen Vogel en su papel del profesor Wenger: sus dotes y carisma fascinan y entusiasman a los alumnos y también al espectador, que asiste atónito a un in crescendo de admiración y pasión idealista por su figura arrolladora. Como en un espejo, parecen volver a repetirse las imágenes de un Hitler rodeándose de un grupo de leales dispuestos a todo, que crece en número y entusiasmo, que elige libre y democráticamente al futuro tirano o busca su unión (y se cierra sobre sí mismo) a través de una camisa blanca, un saludo-contraseña o un logo con que identificarse. Da miedo pensar en este nuevo profesor que recuerda al de “El club de los poetas muertos”, rompedor e imprudente, dueño de las voluntades de sus alumnos pero no de la suya, porque los experimentos se hacen con gaseosa, y no con indefensos adolescentes. Hubiera sido muy interesante ahondar en la personalidad y posible frustración personal de ese mentor, algo que, por cierto, deja ver su mujer en una explosión de sinceridad.
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El retrato de los personajes y sobre todo su buena ejecución por parte de los actores, el ritmo preciso y ágil de la historia, el discurrir de las secuencias que van creciendo en dramatismo y que se precipitan como una ola hasta convertir al movimiento en un monstruo devorador, su puesta en escena que se confunde con la que el propio profesor hace en su clase… todo esto convierte esta cinta en una gran película y una interesante aproximación a lo que sucedió y a lo que puede volver a suceder (o sucede). Realizada con vigor narrativo y frescura, es óptima para el coloquio posterior y para un espectador joven que conectará con el mensaje enviado y aprenderá a sortear esa ola mediante la reflexión y la ética personal.




Una pregunta que incomoda






Escrito por Miguel A. Delgado el 03.12.08 
No deja de ser sorprendente, y hasta cierto punto envidiable, la manera en que el cine alemán está enfrentándose en los últimos años a sus fantasmas. No sólo por las cintas que abordan los hechos históricos que muchos querrían que nunca hubiesen existido (“El hundimiento”“Sophie Scholl: Los últimos días”), sino también por su capacidad para abordar temas a flor de piel, que se plantean si sería posible que los mecanismos que hicieron posible el ascenso del nazismo podrían repetirse hoy día. Esta es la pregunta incómoda que lanza “La Ola”, una película que juega muy hábilmente sus cartas para que todos comprendamos (y especialmente los adolescentes, destinatarios primeros de la cinta) cómo es posible poner en marcha una maquinaria ideológica que acabe llevando al descerebramiento de las más altas instancias del gobierno de un estado.
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“La Ola” juega además con la baza de no decir explícitamente qué es lo que se encuentra detrás del experimento que lleva a cabo un profesor (estupendo Jürgen Vogel) con sus alumnos, teniendo que impartir a regañadientes un seminario sobre la autocracia. Pero no hacen falta palabras, porque tras las proclamas iniciales de los alumnos manifestando que nunca podrá repetirse una dictadura en Alemania, empieza un juego de apariencia inocente y divertido, pero que activa los engranajes de supresión de la individualidad para conformar una masa que aparentemente protege y hace avanzar a sus miembros, anclados en sus dudas y complejos.

Dejando aparte que algunas de las evoluciones de los personajes parecen demasiado forzadas (hay que tener en cuenta que la acción se desarrolla únicamente durante una semana), la película rompe además con los tópicos de situar los lavados de cerebro colectivos en las masas incultas y desfavorecidas. El instituto es un modelo de medios de elegante diseño y los alumnos, hijos de familias acomodadas que tienen todo a su alcance, desde el estupendo coche con el que acuden a clase al acceso a las drogas. Pero son, en su conjunto, una generación sin norte ni asideros de ningún tipo, que deambula sin saber muy bien qué hace ni qué hará en el futuro, sumida en el aburrimiento y el desconcierto de no conocerse muy bien.
Ése es el terreno abonado donde el juego del uniforme o la obediencia al líder puede prender a la perfección. Esto es lo que trata de decirnos Dennis Gansel, y su intención es que su mensaje llegue alto, claro y limpio, lo cual no significa que su contenido esté descafeinado ni que no haya unas tesis que se discuten y se enfrentan: si los personajes no son profundos, es porque de lo que se trata es de dejar al descubierto un procedimiento que puede funcionar con casi todos a la perfección; y los que no funcionan, son rápidamente segregados y, en última instancia, eliminados.
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Por eso sobrecoge la escena en la que se revela el potencial último de lo que hasta entonces parecía un simple club estudiantil y que empieza a mostrar sus colmillos. Gran parte del mérito hay que dárselo, además de a la eficaz realización, a unos estupendos actores, entre los que destaca, amén del profesor, el joven Frederick Lau. Por último, sólo cabe alabar a un cine alemán capaz de comprender que los adolescentes no son tan estúpidos como, en demasiadas ocasiones, las pantallas parecen querer decirnos. Incluso se les puede interpelar arrojándoles preguntas como la que, en última instancia, da vida a esta película. Y las respuestas, todo hay que decirlo, no son muy tranquilizadoras en los tiempos de nubarrones que atravesamos.





Escrito por Manuel Márquez el 04.12.08 a las 8:00
Archivado en: Críticas
Estamos de enhorabuena. Todos aquellos que albergamos el íntimo convencimiento de que no todo es blanco o negro, diestro o siniestro, bueno o malo, sino que hay margen para alternativas no excluyentes sino complementarias, contamos, desde este viernes, con un filme en nuestra cartelera que viene a reafirmarnos esta convicción: la de que una película “pedagógica” (por decirlo de alguna manera) no tiene por qué ser plúmbea, ni una producción entretenida y bien armada formalmente tiene por qué ser sólo apta para lobotomizados voluntarios. El “mirlo blanco” tiene título, y ése no es otro que “La Ola”. Una película que ya ha dado mucho que hablar y, no me cabe duda, seguirá haciéndolo a lo largo de las próximas semanas y meses. No en balde su tema es de un calado social profundo, y sus connotaciones históricas, sociológicas y políticas la hacen pasto fácil de una atención proveniente de ámbitos extracinematográficos que no constituyen la pauta más habitual.
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Pero no se dejen engañar, amigos lectores, por esos señuelos. Son importantes, y tienen una presencia y un peso en la película que no se pueden obviar ni objetiva ni subjetivamente: la voluntad autoral de generar una polémica al hilo de una premisa argumental de extrema potencia como es la hipótesis, planteada a raíz de un “experimento” académico, de si un retorno al nazismo sería factible en la Alemania actual, no es cuestión baladí ni despachable con un tratamiento narrativo ligero o superficial. Pero de ahí a pensar que, a partir de tal punto de partida, la propuesta deDennis Gansel se haya volcado más en el fondo que en la forma, hay un abismo que no se debería traspasar, pues el material que se nos ofrece en pantalla no da pie a ello. Más bien al contrario, el desempeño visual, el tratamiento formal de la historia a cargo de los pergeñadores de este producto no defrauda lo más mínimo y demuestra que, con talento y ganas, hasta el sujeto más delicado es tratable de manera eficaz, ágil, y con el pulso conveniente para hacer de su digestión algo al alcance de “estómagos” acostumbrados a un cine en el que prima la forma sobre el fondo.
“La Ola” consta de una progresión dramática implacable, bien construida y llevada con un ritmo contundente y siempre adecuado a los avatares a los que se ve sometido el desarrollo de la historia, cerrada, además, con un “broche” verdaderamente brillante (y pese a las apariencias, nada efectista). Se trata de una cinta en la que movimientos de cámara y tratamiento formal de la imagen y el sonido se ajustan, como guante a la mano, a los vaivenes anímicos y morales de sus personajes principales. Sus intérpretes rayan a un nivel muy alto, tanto el amplio y muy solvente elenco de jóvenes “estudiantes” —construyen un colectivo en que identidad y diversidad hallan su equilibrio al servicio de la trama— como su magnífico protagonista, un Jürgen Vogel que trabaja fenomenalmente un aspecto nuclear de su papel, como es la evolución rápida y sin apariencia externa de su personalidad que, en realidad, no es tal. En suma, una buena película. Suena así de simple, pero no se pueden imaginar cuán complicado resulta, a veces, formular aserto tan breve.
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El resultado, que hace veinte años hubiera sido probablemente calificado como “filme de tesis”, debería ser de exhibición obligatoria o motivación de seminario en todo centro de enseñanza secundaria. Se haría con ello un fabuloso ejercicio de higiene mental colectiva, y, a mayor abundamiento, se terminaría ganando un buen número de fieles para la noble causa de la “sala oscura”. Pero tampoco está de más que aquellos que nos encontramos en otras franjas de edad nos sometamos al mismo ejercicio de reflexión. Merece, y mucho, la pena.




MÁS INFORMACIÓN:


http://es.wikipedia.org/wiki/Tercera_Ola***
http://es.wikipedia.org/wiki/La_Ola







miércoles, 18 de noviembre de 2009

SIMIOS Y EL SUSTRATO BIOLÓGICO

ENLACE A TEXTO EN PDF: http://www.educacioncontracorriente.org/portal/index.php?view=article&catid=36%3Aarticulistas&id=2740%3Ael-pais&format=pdf&option=com_content&Itemid=66



Los estudios de campo están cambiando la imagen que teníamos de los chimpancés. 

En realidad, la pregunta no es si ellos se parecen a nosotros, sino cuánto hay de ellos en nosotros.

Cada vez hay más pruebas de que los grandes simios pueden pensar en el pasado y el futuro, y eso determina su presente; algo que se consideraba exclusivo del humano.

Los chimpancés son muy xenófobos. Son criaturas muy pacíficas en su comunidad, pero con los vecinos su tolerancia es cero. Salen en busca de enemigos para atacarlos.

Según Jane Goodall, los chimpancés pueden razonar, tener emociones similares a las nuestras y establecer relaciones familiares que pueden durar hasta 60 años.



Simios: Amor y venganza


Cada vez conocemos mejor el sorprenden comportamiento de los primates. (Las imágenes que aparecen en esta fotogalería son obra del artista estadounidense George Mead Moore y pertenecen a su trabajo para el Proyecto Gran Simio)






  • 7. Servicios sexuales

     GEORGE MEAD MOORE - 2009-11-03 

     

    SIMIOS,NOBLES, CRUELES O VENGATIVOS

    LUIS MIGUEL ARIZA EL PAIS, 08/11/2009

    No es que ellos hayan cambiado. Es que los conocemos cada vez mejor. Chimpancés y gorilas pueden ser crueles, vengativos, xenófobos, calculadores, agradecidos. Comportamientos que antes creíamos exclusivos de los humanos. Hemos hablado con algunos de los principales expertos en primates. Y no dejan de sorprendernos.

    El parque nacional Tai, al sur de Costa de Marfil, cubre un área de más de 3.300 kilómetros cuadrados y supone la mayor reserva de selva tropical de África Occidental. Árboles de más de 46 metros de altura se alzan para prevenir la llegada de los rayos del sol, y la penumbra que reina en el corazón del bosque esconde sorprendentes tesoros animales, como leopardos, búfalos, hipopótamos pigmeos, antílopes y elefantes. Por supuesto, también es el reino de los chimpancés. Durante la estación seca, que transcurre desde diciembre hasta febrero, los turistas que hayan conseguido los permisos necesarios pueden acercarse hasta este santuario, pero si alzan la mirada no verán más que una gigantesca maraña de hojas y ramas que forma el dosel de esta selva. Eso sí, a los sonidos habituales de los monos e insectos se les unirán curiosos chasquidos que parecen salidos de gargantas humanas. Las comunidades de chimpancés que viven en las alturas se dedican a partir nueces usando las piedras como martillos, pero ese comportamiento extraordinario está oculto gracias a la opacidad de la selva.

     El primatólogo Cristopher Boesch, director del departamento de primates del Instituto Max Planck en Leipzig (Alemania), conoce bien los secretos que hay tras ese umbral oscuro. Hace cinco años, Boesch guió al naturalista David Attenborough y su equipo de la BBC a través de las selvas del Congo para descubrir ante las cámaras las estrategias de caza en grupo de estos monos. Las últimas filmaciones, que utilizan cámaras infrarrojas desde el aire, han desvelado al mundo una estrategia excepcional, una secuencia digna de cualquier película de acción: un grupo de cinco exploradores se desplaza por el suelo de la selva. Entre la cacofonía habitual, sus sentidos son capaces de aislar el sonido que emite su presa, una comunidad de monos colobos que se mueven por una autopista ininterrumpida de ramas, inaccesibles a los pesados cazadores que acechan abajo. Sin embargo, los chimpancés tienen una oportunidad. Avanzan con sigilo para situarse poco a poco debajo de los colobos, que, a decenas de metros más arriba, se creen a salvo. Es un equipo especializado: hay un conductor, un guía, individuos que hacen de bloqueadores y los expertos en emboscadas. El guía es el que se desenvuelve con mayor rapidez y empieza a trepar por uno de los árboles, mientras los otros se quedan abajo, observando; en un determinado momento, la caza comienza. Los chimpancés se alejan rápidamente de la comunidad de colobos, calculando cuáles serán sus movimientos por la autopista arbórea, y dos de los bloqueadores suben eligiendo dos árboles estratégicamente situados a derecha e izquierda. El experto en emboscadas, el chimpancé cazador más experimentado, se desplaza aún más deprisa, eligiendo un árbol más alejado y trepando rápidamente hasta ocultarse.

    El guía ataca a los colobos, los cuales, presas del pánico, se dispersan; pero dos de ellos permanecen juntos en la huida. Los bloqueadores les salen al paso; los monos son obligados a huir en una dirección, donde les espera el cazador. Si consiguen romper la trampa, se salvarán. Pero también es probable que caigan en las garras de los chimpancés. El éxito de la cacería es celebrado por el grupo con chillidos y expresiones de ferocidad. Pero tales empresas para conseguir carne suelen ser peligrosas, pues las caídas y las heridas pueden poner en riesgo la integridad de los miembros del grupo de caza.

    Las hembras, que no participan en las cacerías, siempre tienen la posibilidad de ofrecer sus servicios sexuales a los machos a cambio de carne. Este hallazgo, documentado por Boesch y la antropóloga Cristina Gomes, ha revelado una característica insólita. "Las chimpancés hembra sólo copulan cuando están en celo", indica Gomes a El País Semanal. "Pero descubrí que los machos pueden compartir carne con una hembra aunque no esté aún en celo. Eso significa que podrá copular más con ella cuando entre en celo".

    Cuando llega el momento, un macho puede aparearse hasta veinte veces con la hembra con la que ha compartido la carne, y sólo dos veces con cualquier otra hembra en celo del grupo. La monogamia no existe en los chimpancés. Para Gomes, esta tendencia -una preselección del macho por parte de la hembra a cambio de un bocado de proteínas- es una "especie de trueque, una parte muy importante de cualquier sociedad humana".

    Gomes y Boesch publicaron estos hechos recientemente en la revista PLoS ONE. "Es un intercambio a largo plazo. Él comparte hoy la carne con ella aunque no esté en celo. Y ella copulará con él dentro de dos meses. Es casi una relación", dice Gomes. Para Boesch, la conclusión es obvia: "Nuestros hallazgos añaden cada vez más pruebas de que los chimpancés pueden pensar en el pasado y en el futuro, y que esto influye en su comportamiento presente".

    Los estudios de campo están cambiando la imagen que teníamos de los chimpancés. En realidad, la pregunta no es si ellos se parecen a nosotros, sino cuánto hay de ellos en nosotros. Hace veinte años, la idea de "humanidad" habría parecido simplemente absurda. Hoy no. Los grandes simios -chimpancés, gorilas, bonobos y orangutanes- se comportan como un espejo en el que descubrimos rasgos que antes pensábamos que eran exclusivamente nuestros. "Los chimpancés son muy xenófobos", asegura Gomes. "Son criaturas pacíficas con miembros de su propia comunidad, pero con los vecinos su tolerancia es cero; algo muy característico de los seres humanos. Forman grupos que van en busca de enemigos para atacarlos". También existe la otra cara de la moneda. "La relación entre madre e hijo puede durar toda la vida. Las madres son muy protectoras".

    Frans de Waal, psicólogo en la Universidad de Emory (Atlanta) e investigador en el Centro Nacional de Investigación de Primates en Yerkes, el mayor de Estados Unidos, es uno de los primatólogos más respetados del mundo. "Todos los grandes monos poseen una personalidad tan poderosa que hace que nos veamos reflejados en ellos con sólo un contacto visual", indica a El País Semanal por correo electrónico. No hay que ser un experto. Basta una visita al zoológico y mirar a un chimpancé o a un gorila a los ojos. Así lo cuenta De Waal: "Sentimos que somos similares, y ese sentimiento es mucho mayor del que se desprende con otros animales. No es cuestión de que los primates puedan mirarnos directamente a los ojos; porque también hay otras especies con visión binocular, como los gatos o los búhos, y no nos pasa eso. Es la mente que percibimos que está detrás, el deseo, la reflexión, las emociones. Y todo eso resulta tan parecido a nosotros que cuando los occidentales se encontraron con los monos por primera vez en los zoológicos, a principios del siglo XIX, en París y Londres, se disgustaron? ¡Sí, fue un disgusto!". Las razones, nos dice este experto, radican en que los monos recordaban a los visitantes demasiadas cosas sobre ellos mismos, violando la norma establecida entonces por la religión que dictaba que el hombre no era un animal, sino algo muy diferente. "Esta separación es fácil de mantener cuando miramos a un conejo o un ave, pero con los monos nos colocamos en una posición problemática, y la gente no termina de acostumbrarse".

    Con motivo del bicentenario del nacimiento de Charles Darwin, De Waal acaba de publicar un ensayo en la Fundación John Templeton cuyo título es explícito: ¿Explica la evolución la naturaleza humana? Obviamente, dice el mono. "Convivo a diario con chimpancés y bonobos. Y como nosotros, luchan por el poder, disfrutan del sexo, buscan seguridad y afecto, matan por su territorio, y valoran la confianza y la cooperación. Usamos teléfonos celulares y volamos en aviones, pero nuestra construcción psicológica sigue siendo la de un primate social". El chimpancé suele ser el objeto de estas comparaciones por su similitud genética con los humanos, pero De Waal describe experimentos en los que los monos capuchinos buscan recompensas para sus semejantes a pesar de que ellos no ganan nada en el intento; el carácter desinteresado y filantrópico tampoco es exclusiva nuestra.

    Los gorilas llevan años demostrando habilidades más que sorprendentes, desarrolladas gracias al continuo contacto con las personas. The Gorilla Foundation es una organización sin ánimo de lucro, fundada por la psicóloga Penny Paterson, de la Universidad de Stanford (California), hace más de un cuarto de siglo. Comenzó con su encuentro casual con una cría de gorila llamada Koko en el zoo de San Francisco. Tras un año de aprendizaje, Koko ya sabía manejar 25 palabras en el lenguaje americano de los signos. Ahora sabe más de 1.000. En la propia web de la fundación hay un vídeo donde Koko se dirige al internauta. El animal se palpa el hombro derecho, el pecho y la nariz para decir "soy un buen gorila"; se lleva los dedos a los ojos como si estuviera llorando para expresar que está triste, o golpea el puño de su mano derecha contra la palma de su mano izquierda para pedir ayuda. De acuerdo con esta fundación, Koko es capaz de pintar un ave, entender el inglés o inventar nuevos términos como "pulsera para dedo" para describir un anillo. Es el gorila más famoso del mundo después de King Kong. Hace unos años, un grupo de médicos de la Universidad de Stanford se reunieron para tratar a esta celebridad. Koko tenía dolor de muelas, y lo explicó haciendo gestos de dolor y señalando su boca, describiendo un nivel de dolor entre ocho y nueve en una escala de diez. Como necesitaba anestesia, los médicos aprovecharon para hacerle un chequeo completo de cinco horas: ecocardiograma, radiografías, escáneres de ultrasonidos, colonoscopia, broncoscopia, revisión ginecológica (por lo visto, la gorila había expresado su intención de tener descendencia) e incluso chequeo de arterias. ¿A qué conclusiones llegaron? "El exterior puede ser muy distinto, pero por dentro se parece mucho a los humanos", indicó el cardiólogo David Liang a la revista Stanford Report, editada por la universidad. "Aparte de las proporciones, todo es muy parecido". En su opinión, cualquier doctor que viera las imágenes del corazón de Koko no podría asegurar que no fuese humano.

    ¿Koko? es un caso extraordinario -sometido a continuos debates y polémicas- que ilustra cómo un gran simio puede adaptarse para vivir en una sociedad humana. Sin embargo, hay dos personas en el mundo que han entendido mejor a los grandes simios en su hábitat que ningún otro científico: Dian Fossey, que se adentró en el universo de los gorilas de montaña en Ruanda -y que murió asesinada a machetazos el 26 de diciembre de 1985, probablemente a manos de cazadores furtivos-, y Jane Goodall, que llegó a África para estudiar a los chimpancés y descubrir aspectos sobre ellos absolutamente desconocidos. Goodall, cuyo instituto (www.janegoodall.es) busca sensibilizar a las jóvenes generaciones acerca del mundo de los grandes simios y el cuidado del medio ambiente, ha charlado telefónicamente con El País Semanal. "No pienso en los grandes simios como una clase de humanos, porque nosotros mismos somos simios. Ahora sabemos mucho más sobre similitudes en cuanto a comportamiento y biología. Cualquier distancia entre nosotros y ellos es cuestión de grado".
    Los chimpancés son capaces de razonar, de tener emociones similares a las nuestras y de establecer relaciones familiares que pueden durar hasta 60 años, en palabras de Goodall, sin duda la mayor autoridad mundial en este asunto. Nuestros s son idénticos en más de un 90% -hay estudios que sugieren sólo un 1% de diferencia, mientras que otros apuntan a porcentajes algo mayores-; aunque esta primatóloga advierte de que los seres humanos también compartimos el 50% de nuestros genes con las moscas de la fruta. La clave que nos distancia no está ahí, sino en el sofisticado lenguaje humano. "Podemos enseñar a nuestros hijos y planificar futuros lejanos, entablar debates? Eso es lo que ha desarrollado enormemente nuestro intelecto; de ahí que no tenga sentido comparar ni al chimpancé más inteligente con cualquier humano".

    La experiencia de Jane Goodall encierra un testimonio fascinante que marcó el estudio de los grandes simios durante el siglo XX. Los chimpancés hablan entre ellos. Y ella aprendió a escucharlos: llamadas ligadas a emociones del tipo "aquí estoy", "he encontrado comida que vale la pena", "esto me asusta", "estoy triste", "me han atacado" o "necesito ayuda". También se expresan mediante gestos, posturas, besos. "Los chimpancés son muy conservadores. Nunca habían visto a un primate blanco como yo, y huyeron". Sin embargo, y de forma gradual, fueron acostumbrándose a su presencia. Y uno de ellos, al que llamaría posteriormente David Greybeard, fue quien rompió el hielo. "Perdió el miedo antes que los otros, se os plátanos y empezó a acostumbrarse a mí cada vez más". La reacción de su grupo fue hostil al principio, al considerarla como un depredador: gritos, intimidaciones, ramas arrojadas? Pero Goodall se mantuvo firme, hasta ganarse su confianza, y pudo acercarse a ellos lo suficiente como para reconocerlos como individuos. Sin embargo, y a medida que ella acumulaba experiencias valiosas, se topó con otro aspecto más tenebroso: los chimpancés se embarcaban en guerras. "Fue todo un shock descubrir que, como nosotros, tienen un lado oscuro, que son capaces de cometer actos de extrema brutalidad, la mayoría de las veces entre miembros de comunidades distintas". Hay patrullas que barren sus territorios, y si encuentran a dos individuos aislados, pueden atacarlos e incluso despedazarlos.

    A pesar de ello, la cultura, entendida como un método de aprendizaje mediante la observación, la imitación y, especialmente, la transmisión de una generación a otra, encaja perfectamente en el universo chimpancé. A lo largo de África se han catalogado comunidades que fabrican instrumentos de una manera diferente según el grupo -el uso de ramas como palitos para extraer termitas o herramientas para cascar nueces-, y esa diversidad, las distintas formas que tienen de usar esos objetos naturales, "es uno de los aspectos más fascinantes". Y añade Goodall: "Lo triste es que quizá nunca lo sepamos, pues mientras estamos hablando usted y yo, las poblaciones de chimpancés siguen desapareciendo por culpa de la deforestación y el crecimiento de las poblaciones humanas".

    Señala que cuando inició sus observaciones en África, en 1960, la población de chimpancés rondaba los dos millones de individuos; hoy, como máximo, pueden quedar unos 300.000, la mayoría aislados en pequeños grupos.

    La organización Proyecto Gran Simio / España, que busca otorgar derechos morales -la libertad individual, el derecho a la vida y a la no tortura- a los grandes antropoides, dibuja una situación dramática. En palabras de Pedro Pozas, director ejecutivo, "la situación de los grandes simios en sus hábitats resulta deprimente; a este ritmo, en menos de diez años las poblaciones principales habrán desaparecido para siempre". Aporta datos estremecedores: en Costa de Marfil se ha extinguido en los últimos diez años el 90% de las poblaciones de chimpancés; en Indonesia, el 80% de las selvas ha sido talado, con el perjuicio consiguiente para los orangutanes. Esta organización elaboró una proposición no de ley -que fue aprobada en 2008 en el Congreso de los Diputados- sobre los derechos de los simios, con el objetivo de animar al Gobierno a impulsar una Ley de Grandes Simios, aunque el asunto ha quedado aparcado. "Es algo que apoyo, aunque no es en lo que quiero centrarme y dedicar personalmente mis energías", concluye Goodall. "Tenemos derechos humanos desde hace mucho tiempo, pero se violan a diario. Basta leer la prensa. Prefiero trabajar sobre nuestra responsabilidad como seres humanos y enseñar a los niños a tratarlos con más respeto".




viernes, 13 de noviembre de 2009

Abandonar a los progenitores demasiado tóxicos como para tolerarlos




Renunciar al padre o la madre puede salvar la salud mental.


RICHARD A. FRIEDMAN,  NEW YORK TIMES EL PAÍS 12-11-2009

Uno puede divorciarse de un cónyuge que te maltrata. Puede
decir se acabó si el o la amante abusa. ¿Pero qué se puede hacer
si quien le hace a uno desgraciado es el padre o la madre? Vale, los padres no son perfectos. Y quejarse de su incapacidad, real o no, es prácticamente un pasatiempo estadounidense que mantiene ocupada a la comunidad terapéutica. Pero al igual que hay padres
normales y suficientemente buenos a los que misteriosamente les
sale un hijo difícil, hay personas decentes con la desgracia de tener
un progenitor realmente tóxico.

El tema recibe poca atención, o ninguna, en los libros de texto habituales o en la bibliografía psiquiátrica, lo cual posiblemente
sea un reflejo de la idea extendida y equivocada de que los adultos,
a diferencia de los niños y los ancianos, no son vulnerables a ese
maltrato emocional.

Con demasiada frecuencia, pien so yo, los psicoterapeutas tienden a salvar relaciones, incluso aquellas que podrían ser perjudiciales
para un paciente. Por el contrario, es crucial mantener la mente abierta y plantearse si mantener una relación es realmente
saludable y deseable.

De igual modo, la suposición de que los padres están predispuestos
a querer a sus hijos de manera incondicional no es universalmente
cierta. Me acuerdo de un paciente, de unos 25 años, que llegó con depresión y la autoestima por los suelos. No tardé en descubrir por qué. Recientemente había confesado a sus padres devotamente creyentes que era homosexual, y ellos respondieron desheredándolo. Más tarde, en una comida familiar, el padre lo
llevó a un lado y le dijo que habría sido mejor que hubiera muerto él
y no su hermano en un accidente de coche varios años antes.

Aunque terriblemente dolido y enfadado, este joven seguía manteniendo la esperanza de que sus padres aceptaran su sexualidad y me pidió que me reuniese con los tres. La sesión no fue bien. Los padres insistían en que el “estilo de vida” del joven era un grave pecado, incompatible con sus creencias. Cuando intenté explicarles que el consenso científico es que no tiene más capacidad de elegir su orientación que de escoger el color de ojos, seguían en sus trece.

Me asombró su implacable hostilidad y me convencí de que eran
una amenaza psicológica para mi paciente. En consecuencia, tuve que hacer algo que nunca me había planteado antes en un tratamiento. Le insinué que para su bienestar psicológico podría
estudiar, al menos por el momento, la posibilidad de renunciar
a la relación con sus padres. Lo que se espera es que los pacientes
acaben entendiendo el coste psicológico de una relación perjudicial
y actúen para cambiarla.

Al final, mi paciente se recuperó de la depresión y empezó a salir,
aunque la ausencia de los padres en su vida nunca se alejaba de su
pensamiento. Y no es de extrañar.

La investigación sobre el apego temprano, tanto en humanos como
en primates no humanos, demuestra que estamos programados
para establecer vínculos, incluso con personas que no se portan
muy bien con nosotros.

También sabemos que aunque un trauma infantil prolongado
puede ser tóxico para el cerebro, más adelante en la vida, los adultos conservan la capacidad de reprogramar su cerebro mediante nuevas experiencias, incluidas la terapia y la medicación psicotrópica.

No es una exageración, por lo tanto, decir que tener un padre
o una madre tóxicos puede ser perjudicial para el cerebro de un
niño, por no hablar ya de sus sentimientos. Pero ese daño no tiene por qué quedar grabado a fuego. Por supuesto, con la terapia no
podemos deshacer la historia. Pero podemos ayudar a reparar
el cerebro y la mente . A veces, por drástico que suene, eso significa renunciar a un progenitor tóxico.

Antes de casarse, resolver los asuntos monetarios

The New York Times, El País, 12-11-2009




El divorcio tiende a ser emocionalmente angustioso para quienes pasan por él. Pero la mayoría de las parejas no se dan cuenta de que el divorcio puede ser también uno de los pasos económicos más ruinosos que una persona puede dar. Es crucial discutir y resolver los desacuerdos conómicos antes de casarse. A continuación presentamos una lista de cuatro cuestiones económicas a las que las parejas deberían prestar especial atención para ver si son compatibles.


ASCENDENCIA Cuando Lisa J. B. Peterson fundó su empresa de planificación económica en Boston, Lantern Financial, sabía que quería centrar su práctica en profesionales jóvenes. Enseguida comprendió que a muchos de ellos les interesaría el asesoramiento económico prematrimonial y creó un programa llamado Harmoney, centrado en sus necesidades.


Una de las primeras cosas que les pregunta a sus clientes es lo que ella denomina sus antecedentes económicos familiares. “Se trata de observar el pasado personal”, dice. “Cómo manejaban los padres el dinero, cómo influye eso a la hora de manejarlo ellos, y cómo podría eso influir en la relación de pareja”. Dado que muchos de nuestros comportamientos respecto al dinero son aprendidos, pide a las parejas que compartan sus primeros recuerdos con el dinero: si el padre le ocultaba el dinero a la madre o si cualquiera de los progenitores se inquietaba por el dinero del que disponían.


Ésta puede ser una conversación muy intensa para hijos de padres divorciados, y a veces los relatos van acompañados de lágrimas. “El dinero es un tema muy emotivo, y la gente tiende a olvidarlo”, afirma Peterson. “Pensamos que son sólo números”.


CRÉDITO Aunque es uno de los asuntos menos románticos que se pueda imaginar, el historial crediticio es una parte importante del historial económico permanente. Molly Milinazzo y Scott Donovan, novios residentes en Boston y ambos de 24 años, sintieron alivio al enterarse de que sus puntuaciones diferían en menos de 15 puntos. “Mucha gente acaba sorprendida, y es mejor mantener bajo control ese tipo de sorpresas”, afirma Milinazzo. La transparencia total en el tema del crédito es útil por dos razones.


En primer lugar, un informe sobre el crédito es, en parte, un catálogo de los errores pasados y de los hábitos en general: plazos de préstamos impagados o tarjetas de crédito que uno no necesita realmente. Ése es un buen punto de partida para conversar acerca de lo que uno ha aprendido respecto a manejar el dinero.


CONTROL Decidir quién paga las facturas todos los meses. La cosa se complica cuando sendos miembros de la pareja quieren encargarse de ello. “La gente entiende que, en una relación, el dinero es control”, afirma Jeff Kostis, planificador económico de Vernon Hill, Illinois, que repasa con parejas de prometidos y recién casados una lista de cuestiones. “Si no pagas las facturas, no sabes adónde se va el dinero, y piensas que ‘él no quiere que salga con mis amigos’ o ‘ella no quiere que juegue a las quinielas”.


En el caso de dos personas que llevan tiempo viviendo solas y no quieren renunciar a realizar las tareas económicas mensuales a su manera, Kostis sugiere que, como mínimo, se organicen reuniones familiares periódicas con Quicken u otras hojas de cálculo, para que la persona que extiende los cheques pueda comprobar los gastos de la otra rápidamente.


En el caso de parejas más tercas, puede que les proponga turnarse en el control cada año. Kuhlman, que explica el método de asesoramiento que él y su esposa utilizan con los clientes en stayhitched.com, afirma que no es extraño que el tema del control surja siempre que se habla de dinero. “Es algo concreto, se ve”, dice. “No es efímero o menos mensurable, como el afecto”.


OPULENCIA ¿Cuán rico se desea llegar a ser? Kuhlman se refiere a esto más cortésmente como el “nivel de bienestar económico deseado”. “¿Van nuestras carreras profesionales a unirnos? O, más a menudo, ¿tenderán a separarnos, en cuyo caso tendríamos que asegurarnos activamente de que lo tenemos bajo control?”, dice.


Kostis podría explicárselo de un modo más contundente a, por ejemplo, el cónyuge de un aspirante a banquero de inversión o abogado de empresa: ¿no le importa hacer de padre o madre solteros, mientras su pareja trabaja 80 horas a la semana hasta los 80 años? “No es que haya una respuesta correcta o equivocada”, dice. “Simplemente se trata de entenderlo, de llegar al matrimonio sabiendo lo que realmente supone”.


RON LIEBER
ENSAYO