lunes, 22 de diciembre de 2008

Los últimos estudios revelan que la aptitud matemática es muy similar en los dos sexos


Los últimos estudios revelan que la aptitud matemática es muy similar en los dos sexos - Los prejuicios y los estereotipos sexistas juegan un gran papel en la elección de carrera - Las chicas dominan en todas las áreas salvo en las técnicas

JAVIER SAMPEDRO EL PAÍS, 31/07/2008

Las chicas ya son mayoría en casi cualquier tipo de carrera universitaria: 63% en las carreras de Ciencias Sociales y Jurídicas; 64% en Humanidades; 59% en Ciencias Experimentales, y 74% en ciencias de la salud. La excepción es por ello más llamativa que nunca: las ingenierías y demás carreras técnicas, donde las chicas no pasan del 27%. Estas cifras españolas son similares a las del resto de países desarrollados, y se han interpretado tradicionalmente como una consecuencia de la menor aptitud de las mujeres para las matemáticas.

Grafico

¿Te atreves a resolverlos?

GRAFICO - El Pais - 22-07-2008

Te proponemos una serie de problemas matemáticos con motivo de las Olimpiadas Internacionales de Matemáticas - CARLOS GÁMEZ/ELPAÍS.com


Un 55% de las mujeres elige humanidades y ciencias sociales

Los adolescentes creen menos femeninas a las que optan por tecnología

Pero la idea convencional de que las chicas tienen menos talento matemático que los chicos se está desmoronando bajo el peso de los datos. El último macroestudio dirigido por la psicóloga Janet Hyde, de la Universidad de Wisconsin (EE UU), acaba de presentarse en Science, y viene a unirse a otros trabajos recientes que también cuestionan la supuesta superioridad masculina en esa disciplina.

Hyde y sus colegas han analizado los resultados en test estandarizados de matemáticas obtenidos por más de siete millones de estudiantes de 10 estados norteamericanos. Pertenecían a los cursos 2º a 11º, que cubren casi toda la enseñanza primaria y secundaria. La conclusión es que las diferencias entre géneros son estadísticamente irrelevantes (y fluctuantes: a veces favorecen a los chicos, a veces a las chicas).

"Simplemente, ya no existen diferencias de género en el rendimiento matemático", dice Hyde. "De modo que los padres y los profesores tienen que revisar sus ideas al respecto".

El estereotipo de la torpeza femenina con las matemáticas lleva años persistiendo a pesar de un cambio de realidad social que lo desmiente: en Estados Unidos, las chicas se matriculan en cursos de matemáticas de secundaria tanto como los chicos, y ya dan cuenta de casi la mitad de los licenciados en ciencias exactas (48%).

"Las creencias populares ejercen una influencia increíble", asegura Hyde. "Si tu madre o tu profesor creen que tú no vales para las matemáticas, pueden tener un profundo impacto en tu autoestima matemática".

Un caso espectacular de este efecto quedó demostrado hace dos años por el psicólogo Steven Heine, de la Universidad de British Columbia en Vancouver. Heine sometió a 120 mujeres de unos 20 años a dos ejercicios de matemáticas separados por una prueba de comprensión de lectura que era distinta según el grupo de mujeres: un ensayo sostenía que las diferencias de habilidad matemática entre hombres y mujeres son de origen genético, y otro afirmaba que se deben a la experiencia.

Todas las mujeres sacaron una puntuación similar en el primer ejercicio, pero las mujeres que leyeron el ensayo genético hicieron el segundo ejercicio claramente peor. La torpeza femenina para las matemáticas tiene, por tanto, una parte de verdad autocumplida, como el rumor de que una empresa se va a desplomar en Bolsa.

La menor aptitud media de las chicas para las matemáticas es la razón que se suele aducir para que la escasez de mujeres en las carreras de Ingeniería, Tecnología y Ciencias Exactas, un fenómeno que afecta de modo similar a todos los países desarrollados. Pero los últimos datos descartan esa explicación. ¿A qué se debe entonces el fuerte sesgo de género en estas carreras?

Una razón podría ser que los rasgos psicológicos suelen mostrar en los hombres una dispersión poblacional mucho mayor que en las mujeres. Para cada rasgo, las mujeres se agrupan en una campana de Gauss bastante cerrada en torno a la media, y los hombres forman una campana más amplia. Para el caso que nos ocupa, esto debería implicar que los extremos de la distribución -los más torpes y los más hábiles en matemáticas- están ocupados sobre todo por hombres. Si las ingenierías se nutrieran sólo de los estudiantes extremadamente hábiles, quedaría explicado el sesgo de género en esas carreras.

Los investigadores de Wisconsin han examinado esta posibilidad. Entre el 5% de los estudiantes con mejores resultados, hay 1,5 chicos por cada chica. Y la cifra sube a dos chicos por chica si sólo se considera al mejor 1% de los estudiantes.

Esto confirma la hipótesis de la mayor variabilidad masculina, pero no resuelve el misterio del sesgo en las carreras: incluso si las ingenierías sólo se nutrieran del 1% mejor de los estudiantes, la razón de dos chicos por chica significaría un 67% de alumnos y un 33% de alumnas en la carrera. Y la realidad es que en EE UU sólo hay un 15% de alumnas en las ingenierías.

La conclusión es que el sesgo de género en las carreras técnicas no se debe a la supuesta inferioridad femenina para las matemáticas. Algunos datos anteriores ya apuntaban a ello: si se selecciona un grupo de chicas y chicos con igual aptitud matemática, los chicos siguen eligiendo carreras técnicas mucho más que las chicas. El problema, por tanto, parece relacionarse menos con el talento que con la motivación y otros factores psicosociales.

Un reciente estudio dirigido por la psicóloga social Mercedes López Sáez, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, y financiado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, analiza precisamente la influencia de esos factores psicosociales en el desequilibrio de las matriculaciones. Un desequilibrio que empieza a gestarse en la elección de modalidad (artes, humanidades y ciencias sociales, ciencias de la naturaleza y de la salud, o tecnología) que las chicas eligen en el bachillerato.

La mayoría de las chicas (55%) eligen la modalidad de Humanidades y Ciencias Sociales; otro 36% prefiere la de Ciencias de la Naturaleza y de la Salud; el 5% se matricula en la de Artes; y sólo el 4% elige la modalidad de Tecnología. El estudio de López Sáez y sus colegas examina cómo influyen en ello la actitud de los profesores y de los propios alumnos, las creencias estereotipadas sobre las diferentes modalidades de bachillerato, las actitudes implícitas hacia los hombres y mujeres que estudian medicina o una ingeniería, y la relación que mantiene cada sexo con el ordenador y la informática.

Según la encuesta entre los profesores, "se tiende a desvalorizar las modalidades de bachillerato que integran el área de letras (humanidades y ciencias sociales), tanto en lo que respecta a las capacidades intelectuales que requieren como a las posibilidades profesionales que abren". El desequilibrio de género se explica "por diferencias en actitudes y motivaciones debidas a la socialización, según las cuales los chicos se sentirían más inclinados hacia unas áreas, mientras que las chicas serían más proclives a otras".

Los prejuicios aparecen más instalados aún entre los propios estudiantes, donde "persisten fuertes estereotipos de género asociados a cada especialidad". Mientras que ven humanidades y ciencias sociales como una rama masculina y femenina por igual, sitúan tecnología siempre como una rama masculina. "Claramente", concluyen los autores, "la elección del bachillerato tecnológico de las chicas no se encuentra en este momento reforzada por el entorno social del grupo de pares".

Los estereotipos de los adolescentes (4º curso de ESO) tampoco ofrecen un cuadro muy luminoso: "Los adolescentes creen que la chica más femenina es la de ciencias naturales y de la salud, seguida de la de humanidades y ciencias sociales, siendo la chica del bachillerato tecnológico la considerada menos femenina". Inversamente, "en atribución de masculinidad a los chicos, la mayor puntuación la otorgan al chico del bachillerato tecnológico, seguido del de humanidades y ciencias sociales y del de ciencias naturales y de la salud".

El test para detectar las asociaciones implícitas que establecen los adolescentes ofrece el siguiente resultado: "Las actitudes implícitas hacia las mujeres médicas son más positivas que hacia las mujeres ingenieras; las actitudes implícitas hacia los hombres ingenieros son más positivas que hacia los hombres médicos; las actitudes hacia las mujeres médicas son más positivas que hacia los hombres médicos; y las actitudes hacia los hombres ingenieros son más positivas que hacia las mujeres ingenieras".

Por último, López Sáez y sus colaboradores han hallado un déficit en las chicas en las actitudes hacia la informática y el ordenador: "Tienen creencias estereotipadas más negativas que los chicos en cuanto a las características de la profesión, utilizan menos el ordenador y se consideran menos competentes que los chicos en informática y en el manejo de los ordenadores".

El peso de los prejuicios viene confirmado por otro estudio coordinado por Paola Sapienza, de la Universidad Northwestern de Illinois (Science, 30 de mayo), que demuestra que el déficit de las chicas en aptitud matemática depende críticamente del grado de desarrollo social de un país: es máximo en Turquía, desaparece en Noruega y Suecia y se revierte en Islandia.

El peso del estereotipo

Gender differences in mathematics, una compilación de trabajos editada por Ann Gallagher y James Kaufman, revela que las pruebas de matemáticas "no sólo miden las diferentes habilidades y talentos, sino también las expectativas depositadas en la prueba en cuestión". Para las chicas, tener que pelear contra el estereotipo de su torpeza matemática supone una carga psicológica añadida.

- Los prejuicios también incrementan el diferencial de resultados entre géneros. Cuando los estudiantes son conscientes del estereotipo, no sólo bajan las puntuaciones de las chicas, sino que suben las de los chicos.

- La falsa idea de que las mujeres son inferiores en aptitud matemática está tan extendida en las sociedades occidentales que "el mero hecho de recordarle su sexo a una mujer puede reducir significativamente su puntuación en una prueba". Incluso pidiendo a los estudiantes algo tan aparentemente inocuo como escribir su sexo, hacerlo antes del examen perjudicó los resultados de las chicas.

- Para la matemática Debra Lewis, de la Universidad de California en Santa Cruz, la clave para atraer más mujeres a las carreras técnicas está en "exponerlas a los placeres y recompensas de las matemáticas".

ENTREVISTA: NAWAL AL SAADAWI Feminista egipcia "Toda religión oprime a la mujer"



Nawal Al Saadawicha

KAMALA OROZCO / FLORENCE CASSAM CHENAI - EL PAÍS Madrid - 09/07/2008

Con 76 años, la energía y vitalidad de Nawal Al Saadawi es contagiosa. Así lo ha demostrado en el Congreso Mundo de Mujeres que concluyó ayer en Madrid. Los ojos de esta luchadora egipcia por la libertad y la igualdad transmiten una inagotable curiosidad. Dejó la psiquiatría para dedicarse de lleno a la literatura. Autora de La cara oculta de Eva (1970), Mujeres y sexo (1972) o Mujer en punto cero (1973) fue cesada de su puesto de directora de Sanidad Pública y la revista que editaba, clausurada. Siguió escribiendo y hablando en público de la situación de la mujer árabe y de los derechos humanos. En 1981 fue encarcelada. Desde allí siguió escribiendo como pudo ya que le quitaron papel y lápiz. Tras salir de prisión, en 1983, fundó la Asociación Solidaria de Mujeres Árabes para “quitar el velo de las mentes” de las mujeres árabes.

Nawal Al-sa'dawi

Nawal Al-sa'dawi

A FONDO

Nacimiento:
27-10-1931
Lugar:
(Kafr Tahla)

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Pregunta. ¿Cuáles son los problemas de las mujeres en el mundo árabe en la actualidad?

Respuesta. La desigualdad. No habrá igualdad si no hay igualdad entre los países y las clases. El 60% de la población egipcia vive debajo del umbral de la pobreza. La mayoría son mujeres, solteras, madres con hijos, que trabajan para dar de comer a su familia.

Además, las mujeres tienen que enfrentarse también al renacimiento de los fundamentalismos religiosos; ya sean islámicos, cristianos o judíos. En cualquier caso la mujer resulta oprimida. Las mujeres siempre están oprimidas por las religiones. Sufren problemas económicos, políticos, religiosos, problemas para casarse o problemas vinculados al velo.

P. ¿El velo es una imposición?

R. Sí. Hay un paso atrás hacia el velo y la circuncisión fomentado por parte de todos los fundamentalistas religiosos. Muchas mujeres en Egipto han tenido una ablación. No tiene nada que ver con una religión particular. Los fundamentalistas cristianos también imponen la ablación de las niñas.

P. Se dice que suelen ser las mujeres las que preservan como tradición la mutilación genital.

R. Es cierto. Son las mujeres las que practican la ablación. Son las esclavas de los esclavos. El hombre también es un esclavo. Sin embargo, la esposa aparece como la esclava del marido.

P. El sociólogo francés Alain Touraine afirma que la mujer tendrá un papel predominante en la sociedad de los próximos 500 años. ¿Cree que será así?

R. ¡Espero que no sean mujeres como Condoleezza Rice! O Margaret Thatcher, Hillary Clinton, Madeleine Albright, Angela Merkel, Golda Meier... Son mujeres de derechas, que creen en el patriarcalismo. Mujeres opresoras que oprimen a otras mujeres. ¿Qué tipo de mujeres liderarán la sociedad? ¡No es suficiente ser mujer! Hay que defender la justicia.

Espero que la sociedad dentro de 500 años esté dirigida por progresistas en general, hombres y mujeres.

P. Usted se presentó a las elecciones presidenciales en Egipto...

R. Fue un acto simbólico. Utilicé mi programa electoral para conseguir más visibilidad. Cuando la policía me impidió asistir a mi reunión electoral pude decir que dejaba la campaña y denunciar que no existía un verdadero sistema democrático. La política global está relacionada con el feminismo. No hay separación entre la dominación sufrida por las mujeres y la dominación que impera en el mundo. No se puede separar los asuntos de género de los demás temas.

P. ¿Cómo ve el mundo en la actualidad?

R. No hay justicia. El poder que domina el mundo es el militar, el económico, el de los hombres, las religiones. Se está usando a Dios para oprimir a la gente, a las mujeres y a los pobres. Vivimos en la selva y tenemos que luchar en contra de ello.

El hombre nuevo tarda en llegar

Las mujeres se han sacudido su rol tradicional y ocupan el terreno antes masculino - Pero sus compañeros no han cambiado al mismo ritmo

CARMEN MORÁN EL PAÍS 09/07/2008

Normalmente, cuando se habla de género, el imaginario colectivo dibuja una mujer. Pero el género masculino también existe, es decir, todas aquellas características que la sociedad tradicionalmente atribuye a los hombres por el hecho de nacer varones. Ese modelo de masculinidad con el que aún hoy crecen muchos niños -coches ultrarrápidos, la espada, la ausencia de lágrimas, el repudio forzoso de muñecas y cocinitas y otros detalles mil veces más sutiles pero igual de determinantes-, está obsoleto. Y está dificultando la consolidación de una sociedad más igualitaria que les reporte beneficios, pero sobre todo, que les aleje de su peor enemigo: ellos mismos.



Los grandes avances se han logrado con la visibilidad pública y política de la mujer

El modelo masculino lleva a adoptar actitudes de riesgo y desafío

Las reivindicaciones feministas se vieron como caprichos individuales

Algunos medios de comunicación incluso refuerzan los estereotipos

Marina Subirats, catedrática de Sociología, ha buscado algunos "datos empíricos" para demostrar cómo el hombre se agrede a sí mismo por seguir ese modelo de masculinidad. "¿Por qué los hombres se mueren antes que las mujeres?" Eso ocurre en todas las edades y en todos los países, salvo en dos, Níger y Zimbabue, donde los embarazos, los partos y algunas enfermedades aún siegan la vida de las mujeres muy temprano.

En España, la mayor diferencia entre las muertes de hombres y mujeres se da a entre los 20 y los 25 años. Hay causas claras para ello: accidentes de tráfico y deportes de riesgo, drogas, suicidios y homicidios. "Por cada mujer se mueren entre tres y cuatro hombres a esa edad", dice Subirats. Y explica que es el modelo de masculinidad lo que les lleva a adoptar "esas actitudes de peligro, de desafío, de falta de temor, de riesgo", que no abundan en las mujeres, más prudentes y que no tienen necesidad, porque nadie se lo ha inculcado, de demostrar ningún ardor guerrero. Por eso, dice Subirats, "los hombres matan a las mujeres, pero se matan más entre ellos, y esa debe ser una razón poderosa para cambiar".

En el congreso internacional Mundo de Mujeres, que ha reunido en Madrid a más de 3.000 participantes alrededor del lema La igualdad no es una utopía, algunos expertos, como Subirats, han tenido ocasión de tratar la masculinidad como una barrera para la igualdad. Es un asunto que la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, sacó al debate político las últimas semanas.

Subirats, una de las participantes en este congreso, opina que "las mujeres han analizado y hecho crítica del modelo tradicional que les tocó, ya salen a trabajar fuera, juegan al fútbol, repudian aquellas características impuestas, sumisión y obediencia, pero los hombres todavía no han hecho ese viaje, por eso el modelo de guerrero impasible se ha quedado obsoleto".

"La ciencia psicológica finalmente también se ha liberado de su tradicional explicación psicogenética y los estudios de identidad ya no tienen ese lastre", explica la catedrática de Psicología Rosario Ortega. "Antes las niñas construían su identidad en cuanto niñas y los niños como tales niños, ahora no, felizmente, al menos en la ciencia. El individuo debe construir su identidad como persona. Creo que en el futuro la gente podrá elegir de una forma libre qué es lo que hace y cómo lo hace, sin responder a roles ni a estereotipos, si los hombres quieren llorar, llorarán, por ejemplo. Ese es el camino que ya está marcando la ciencia. Creo que la sociedad lo recorrerá algo más tarde".

Ortega, que trata a menudo los conflictos entre chicos y chicas, observa, como ellas, que antes respondían a esos roles de obediencia y sumisión, y ahora a veces se defienden con las mismas armas que ellos. "Buscan su seguridad, esto es preocupante, y desde luego, lo hacen porque imitan modelos masculinos".

Esa es una de las razones por las que ese modelo de masculinidad ha de cambiar, según Subirats, para que puedan cambiar las mujeres. "Hasta ahora, sólo hemos imitado los modelos masculinos para llegar adónde queríamos, en la empresa, en la calle". Cree que el "género femenino, tal y como se le ha entendido, se está extinguiendo". ¿Hay para tanto? "Sí, en política, por ejemplo, muchas de las mujeres que acaban llegando lo logran porque son más duras que ellos, imitan su modelo. Podemos tener cargos, pero son puestos prestados, no para hacer lo que queremos, sino lo que harían ellos si estuvieran ahí". De tal forma, dice, que "las mujeres han ido abandonando ese género femenino, incluso dejando de tener hijos, y ellos no acaban de entrar en el ámbito doméstico".

En este panorama, algunos países vienen a poner luz, los nórdicos, que han transitado muchos más años por el camino de la igualdad. En Noruega, por ejemplo, ya se aprecia el acercamiento de los hombres sin complejos y sin traumas a las tareas que en España hacen las mujeres mayoritariamente.

Sin embargo, como han subrayado algunos expertos en este congreso, las series televisivas, que tanto han favorecido la aceptación social de las parejas gays y lesbianas, por ejemplo, o incluso de la mujer incorporada al ámbito laboral en terrenos que le eran propios al hombre, no han modificado sustancialmente los estereotipos masculinos. "En el ámbito del ocio, la creatividad, los medios de comunicación, todavía se transmiten muchos estereotipos masculinos, incluso se refuerzan", opina la filósofa Alicia Miyares. "Creo que la educación ha de hacer mucho por cambiar esto, porque es ahí donde se trasladan todos esos roles. Sin embargo, los grandes avances en igualdad han venido por la visibilización pública y política de la mujer, pero el reto ahora es la relación entre ambos sexos y es ahí donde los hombres han de hacer su trabajo. Eso depende en gran medida de la pedagogía", añade Miyares.

El delegado para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad, Miguel Lorente, está convencido de que los modelos tradicionales de masculinidad han de modificarse, pero alerta de la resistencia que se está mostrando entre los hombres, de forma muy sutil en ocasiones. "Hace ya muchas décadas que las mujeres hicieron una crítica analítica del papel que les había tocado jugar como mujeres y se rebelaron contra esa injusticia. Los hombres, sin embargo, han ido simplemente adaptándose a las exigencias que les llegaban. Empezaron minusvalorando el movimiento feminista sin darse cuenta de que era una reflexión crítica y analítica. Simplemente dijeron, 'dejadlas, si quieren trabajar que trabajen'. Pero no se dieron cuenta de que no eran caprichos aislados sino un trabajo histórico por romper injusticias de las mujeres", dice Lorente. "Y ahora existe lo que llamo posmachismo y que nace en los años setenta, cuando la mujer consigue su liberación sexual gracias a los anticonceptivos y también a las medidas de divorcio sin culpa en Estados Unidos. Ya no dependían de un hombre ni su función era simplemente la de procrear. Por otro lado, el feminismo llegó a las instituciones y las mujeres fueron ocupando puestos de responsabilidad. Ahí es donde los hombres se dieron cuenta de que la cosa iba en serio", prosigue Lorente.

El posmachismo del que habla critica el feminismo y lo pone en la misma bandeja que el machismo. "Reivindican un pasado que les es más cómodo pero lo camuflan bajo una postura aparentemente neutral. Siempre aparecen en sus reflexiones alguna universidad rara que les da a ciertos informes una pátina seudocientífica. Hablan de cosas que, dicen, no distinguen sexos, pero al final siempre la culpable o la perversa, casualmente es la mujer. Se apuntan incluso a la mutilación masculina, para poner en el mismo nivel la injusticia de unos y de otras, algo que no es así, para nada", asegura Lorente. "Y además, siempre hablan en nombre del bien común, siempre dicen: esto no es bueno para la mujer ni para el hombre, es para todos".

En realidad, según Lorente, salvo excepciones de hombres que sí han caminado hacia una revisión crítica de la masculinidad tradicional, "pocos aunque cada vez con más fuerza", la mayoría se ha adaptado a duras penas, y sus cambios han sido muy cosméticos. "Que hay que fregar los platos, yo los friego, que hay que cambiar pañales, yo los cambio, pero no han perdido su poder que es lo que le daba valor a la figura del hombre. Han cambiado para seguir igual", dice Lorente.

Y se les sigue educando para guerreros que no pueden manifestar temor ni sensibilidad. Pero, dice Marina Subirats, "esa masculinidad ya no tiene sitio en los tiempos de hoy".

¿Crees que está cambiando el modelo masculino tradicional?


http://www.elpais.com/encuestas/resultados.html

Drogas: la importancia del mensaje de los iguales

J. F. -EL PAÍS, San Sebastián - 27/06/2008

La socióloga Teresa Laespada, directora del Instituto Deusto de Drogodependencias (IDD), constata que el estudio confirma una tendencia en el descenso generalizado del consumo desde 2006. "Habíamos llegado a un pico muy elevado de consumos experienciales y recreativos. No sabemos si el que apreciamos ahora es un bajón para volver luego a remontar, o realmente se consolida un descenso. Habrá que esperar para salir de dudas", analiza.

"No sabemos si el de ahora es un bajón para volver luego a remontar"

En su opinión, el conocimiento real de las sustancias y de los riesgos que conllevan es la clave. "Nadie mantiene una actividad que atenta contra su propia salud, siendo muy consciente de los riesgos", argumenta. En alcanzar ese grado de consciencia no son las grandes campañas de prevención las que más han influido en los jóvenes, opina: "Lo más importante es que entre los jóvenes circule una información veraz y real. Lo que más les influye es lo que les transmite su grupo de iguales".

El IDD ha comprobado ese principio en la práctica, con unas experiencias denominadas "bola de nieve", realizadas en colaboración con el Ayuntamiento de Bilbao. "Hemos obtenido un gran éxito. Se trata de formar a unos cuantos jóvenes para que ellos transmitan la información al resto. A veces llega deformada, pero aún así le llega de manera mucho más cercana".

Por el mismo motivo, el también sociólogo de Deusto Javier Elzo llama a incidir más en los circuitos informales de información, como las revistas de adolescentes, que en los contextos formales como la educación reglada. "Me importa más lo que leen en Loca Magazine que lo que se imparte en Educación para la Ciudadanía", sentencia. Además, cree que las políticas de prevención han pasado de la tolerancia cero a centrarse en alertar sobre sus efectos. "Me parece una tendencia adecuada, pero con cuidado para no caer en la incitación, porque los jóvenes pueden confundir las cosas", señala.

Como ejemplo, lamenta que el cannabis no sea considerado una droga porque los adolescentes se sienten confusos ante el discurso de que es terapéutico y al ver que sus parientes lo han consumido durante años, aparentemente sin secuelas graves.

El Observatorio Vasco de Drogodependencias informa en el estudio sobre dos de sus campañas: Alcohol a menores ni gota y Llénate... pero de emociones. Para Laespada, "en prevención nada sobra, pero no podemos pensar que todo vale para todo".

Por ello, cree que las campañas han de dirigirse a colectivos diferenciados, porque "reafirman la actitud de los no consumidores, pero no cambian la de los consumidores que responden a razones muy distintas". De la misma manera, cree que aplicar la perspectiva de género, tanto femenina como masculina, resulta "fundamental". "No tienen los mismos intereses ni la misma manera de acercarse a las drogas. Asumir riesgos está muy ligado a la masculinidad y a la afirmación de la misma en la adolescencia", recalca.

Micromachismos.

Violencia de baja intensidad con resultado de muerte

El año acabará con más de 60 mujeres asesinadas, ¿pero con cuántas autoestimas destrozadas?


Maricel Chavarría | LA VANGUARDIA Barcelona | 10/12/2008 | Actualizada a las 03:31h | Ciudadanos

No se llega a la violencia extrema si antes no existen violencias de baja intensidad; de lo contrario, las más de 60 víctimas por violencia de género con las que se va a cerrar este 2008 –cifra demasiado similar al nefasto balance del año anterior, que fue de 71 fallecidas– serían una excepción, simples hechos aislados a publicar en las páginas de sucesos. Muy al contrario: hoy sabemos que la violencia machista es un hecho estructural que deriva de un contexto de domino del hombre. Y que aunque sólo ve la luz en los medios cuando es extrema, también se expresa en sus formas intermedias y de baja intensidad; violencias a menudo imperceptibles tanto para quien las practica como para quien las recibe, y que no por sutiles dejan de atentar contra los derechos humanos, de los que hoy se celebra el día internacional.



Paternalismos perversos.
Según los estudios de género, la tolerancia y el desconocimiento respecto a los comportamientos abusivos de muchos hombres son aún enormes. La manera en que han sido socializados "como varones" les convierte en expertos en garantizar el control sobre la mujer y perpetuar la distribución injusta de derechos y oportunidades. No importa que no medie mala voluntad. Son dispositivos incorporados y automatizados en el proceso de hacerse hombres, por medio de los cuales las mujeres son, por ejemplo, disminuidas con comentarios simpáticos y paternalistas, corregidas sistemáticamente por su pareja en público, víctimas de comentarios insidiosos por parte de quien representa que las ama, abandonadas en el cuidado de personas dependientes, obligadas a tomar decisiones según la agenda laboral de la pareja en lugar de la suya propia... ¿Cuántas carreras profesionales habrán quedado truncadas este 2008? ¿Cuántas autoestimas destrozadas?

¿Cómo? ¿Jugar con las niñas? "El principal escollo radica en no ser consciente del problema", apunta el experto forense Miguel Lorente, en la actualidad delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

"Porque si hablamos de "micromachismos", como los llama Luis Bonino [psiquiatra experto en relaciones de género], ése es un comportamiento que no sólo se aprende en la escuela, sino que se vive en casa, está en el ambiente. La Ley Integral contra la Violencia de Género aspira, así, a cambiar la referencia, porque es la que da lugar a esa construcción del espacio en la que el agresor puede perpetrar un grado de control i violencia".

Hay algo que preocupa especialmente a Lorente: la diferenciación que se hace entre sexos en la infancia. "Ves que los niños ocupan el centro del patio del colegio, mientras ellas están en un rincón.

"¿Jugar con las niñas? Qué me dices, hasta ahí podíamos llegar". Son dos mundos separados que se encuentran ya en la adolescencia, donde los roles están muy marcados. Ahí comienzan los empujones, el tirar las carpetas a las niñas al suelo... es parte de la dinámica, una especie de baile nupcial con el componente agresivo y hostil muy presente en los chicos como forma de reclamar la atención".

El triunfo de los gallitos. Las encuestas sobre convivencia escolar indican que no sólo no hay un rechazo hacia este tipo de conductas, sino que casi un 16% de los niños y las niñas las valoran positivamente, "La figura del gallito es la más valorada, el chico más guai es el malo. Es esa forma de rebajar el nivel de exigencia de los hombres", apunta Lorente. "Los hombres han entrado en una especie de dinámica en la que buscan la satisfacción a través del reconocimiento, lo que sólo genera frutración: por no conseguirla o, en caso de obtenerla, por miedo a perderla".

Presas de un malestar difuso. El psicoterapeuta y médico psiquiatra, experto en relaciones de género, Luis Bonino alerta sobre el gran malestar y daño psíquico que las "microviolencias" generan en la mujer. Que un hombre no participe en lo doméstico, que se aproveche de la capacidad femenina de cuidar, que culpabilice a su víctima y se autojustifique, que evite la intimidad y la reciprocidad –ignorándo a su pareja, generando distancias o imponiendo silencios– tiene sus consecuencias. Para empezar, un deterioro de la autoestima, malestar inespecífico e incapacidad de reaccionar. Bonino señala también inhibición de la lucidez mental, impotencia, fatiga, sentimento de estar atrapadas y actitudes defensivas, así como una irritabilidad crónica, de lo cual ella misma tiende a culparse.

Maltrato encubierto. "Que haya consecuencias es la prueba de que existe ese maltrato", señala Esperança Bosch, profesora de Psicología de la Universitat de les Illes Balears y autora de, entre otros, "La voz de las invisibles" e "Historia de la misoginia" "Puede ser más coercitivo o más encubierto –añade–, de manera que no es exclusivo de personas de trato rudo. De hecho, el encubierto... ese "no me haces caso, estás siempre con las amigas", es todavía más perverso, pues retrasa la capacidad de respuesta. Luego está un tercer tipo, que se da en situaciones de crisis. Sería el caso del sutil boicot a una pareja a la que han ofrecido un cargo importante en el trabajo y tras prometerle "te apoyaré en todo" se la boicotea con un "lo siento, hoy no podré ir a buscar a los niños al cole". "La cuestión –concluye– es que un hombre que necesita de todas estas estrategias tampoco es feliz, pues no pasa el tiempo compartiendo sino reclamando".

Contratemos a una cuidadora. La antropóloga Dolors Comas, catedrática de la Universitat Rovira i Virgili, y analista de la distribución de roles de género, advierte de cómo esa construcción cultural es asumida por las mujeres hasta el punto de sentirse culpables si no cumplen con su papel. "Ellas no lo perciben como una violencia sino como un fallo propio. Se naturaliza, por ejemplo, que las mujeres tienen una capacidad innata para el cuidado que nadie discute. ¿Es un caso de violencia que las hijas y las nueras cuiden a las personas mayores antes que los hijos? No en sí mismo, pero sí en la medida en que la sociedad jerarquiza los roles y valora a las personas en función de éstos, generando relaciones de desigualdad.

Porque se dan determinadas condiciones para que unas personas sean inferiorizadas o se las trate como menores respecto a otras, y es a partir de esas condiciones que se pueden dar situaciones de violencia. En igualdad, las violencias son otra cosa", asevera. Se trata, concluye, de un análisis racional difícil de realizar, porque está impregnado de emociones, sentimientos y dimensiones morales. "El tema se acaba resolviendo contratando una señora de hacer faenas y una ecuatoriana que cuida de la madre. Se prefiere pagar antes que enfrentarse".



Luis Bonino, psicoterapeuta especializado en masculinidades y relaciones de género, ilustró uno de sus análisis con una entrevista clínica a Carmen, una mujer de 42 años, empresaria, con tres hijos y una pareja con la que, aparentemente, no existían más que los conflictos comunes de una pareja "más o menos bien avenida".

Acceda al documento haciendo click aquí (formato PDF). Se reproduce a continuación buena parte del documento:


LOS MICROMACHISMOS



“Es preciso comprender cómo las grandes estrategias de poder se incrustan, hallan sus
condiciones de ejercicio en microrrelaciones de poder... Designar estas microrrelaciones,
denunciarlas, decir quién ha hecho qué, es una primera transformación del poder. Para que una cierta relación de fuerzas pueda no solo mantenerse, sino acentuarse, estabilizarse, extenderse, es necesario realizar maniobras”.“Diálogos con M. Foucault”(1977): Rev. Ornicar; 10.



Existen poderosas razones intrasubjetivas para la producción de ciertos malestares muy comunes a muchas mujeres. Muchas de estas razones están relacionadas con el
sometimiento inconsciente a los mandatos culturales de la feminidad, aquellos que son matriz para la identidad femenina tradicional construida en el ser para otros y destinada a la subordinación.

Estos mandatos llevan a las mujeres, entre otros comportamientos, a autorresponsabilizarse y autoculparse siempre por el bienestar/malestar de los vínculos, las personas queridas y ellas mismas. Y este sometimiento es lo que toda psicoterapia con mujeres, sean violentadas o no, debe contribuir a transformar, a fin de promover en ellas el ser para sí -con otros pero no a disponibilidad de otros-, aumentar su poder personal y desconstruir su creencia de realización personal a través de los varones.

Pero, los mandatos de género, por su prescripción de autoculpabilización, también inhiben en
las mujeres el estar atentas a las razones extrasubjetivas y a las responsabilidades masculinas
en la producción de sus malestares. Y por tanto también inhiben la puesta en práctica de la
agudeza perceptiva, la denuncia y las estrategias de defensa personal contra dichas
responsabilidades.

La sociedad ya hace tiempo que está deslegitimando las graves violencias domésticas, y se
están comenzando a establecer acciones contra ellas. Sin embargo, con las violencias que no
son tan graves y con los mM, la tolerancia y el desconocimiento son aún enormes, por lo que
su anormalización y las acciones contra ellas son casi inexistentes pese a que producen gran
malestar y daño (varios estudios epidemiológicos muestran que las mujeres en pareja
disminuyen su salud mental y calidad de vida, al contrario de los varones, quienes las
aumentan. El efecto de los mM es una de las razones que explica esto). Por ello, por su poder
patógeno, quienes nos ocupamos de la Salud Mental, debemos ocuparnos de las también de
los mM. Y para ello, dado su carácter “micro” el primer paso es detectarlas, para luego
procurar lograr transformaciones.

Las mM son pequeños, casi imperceptibles controles y abusos de poder cuasinormalizados
que los varones ejecutan permanentemente. Son hábiles artes de dominio, maniobras y
estrategias que sin ser muy notables, restringen y violentan insidiosa y reiteradamente el poder
personal, la autonomía y el equilibrio psíquico de las mujeres, atentando además contra la
democratización de las relaciones. Dada su invisibilidad se ejercen generalmente con total
impunidad.

Son formas de dominación “de baja intensidad”, modos larvados y negados de dominio que
producen efectos dañinos que no son evidentes al comienzo de una relación y que se van
haciendo visibles a largo plazo.


Al comenzar a reflexionar sobre los mM hace ya doce años, los definía fundamentalmente
como maniobras mas o menos puntuales en lo cotidiano, enfatizando como básico su carácter
de imperceptible, en este caso dado su "pequeñez" o su normalización. Sin embargo, y
apuntando a este carácter básico, en los últimos años he incluido también en esta definición
a otros comportamientos que también son imperceptibles o invisibles –micro-, aunque no por
ser "pequeños" sino debido fundamentalmente a su normalización. Así he ido describiendo
otros mM no puntuales, unos que consisten en estrategias más o menos globales de
comportamiento, y otros en instalaciones firmes en las posiciones ventajosas adjudicadas a
los varones en las relaciones de género y aprovechamientos acríticos de ellas. Estos mM son
muchas veces la estructura que sostiene las maniobras puntuales.



Probablemente sean las armas, trucos, tretas y trampas más frecuentes que los varones
utilizan para ejercer la violencia contra las mujeres. Son de uso reiterado aun en los varones
“normales”, aquellos que desde el discurso social no podrían ser llamados violentos,
abusadores o especialmente controladores o machistas y aun los mejor intencionados y con la
autopercepción de ser poco dominantes los realizan



Muchos de estos comportamientos no suponen intencionalidad, mala voluntad ni planificación deliberada, sino que son dispositivos mentales, corporales y actitudinales incorporados y automatizados en el proceso de “hacerse hombres”, como hábitos de acción/reacción frente a las mujeres.

Otros en cambio sí son conscientes, pero todos forman parte de las habilidades masculinas desarrolladas en la socialización genérica asimétrica para ubicarse existencialmente en un lugar preferencial de dominio y control que mantenga y reafirme los lugares que la cultura tradicional asigna a mujeres y varones: ellos con más derechos a la libertad, a tener razón, al uso del tiempo y el espacio, a ser cuidado y a desimplicarse de lo doméstico: ellas, con menos derecho a todo ello y a disponibilidad.

En todos, tiene un importante papel la utilización por los varones de los mecanismos intersubjetivos de inducción, inoculación, así como de la habilidad masculina para apoderarse del poder de microdefinición o puntuación - la capacidad y habilidad de una persona en orientar el tipo y el contenido de las interacciones cotidianas (las reglas del juego) en términos de los propios intereses, creencias y percepciones, y que, se sostiene en la idea de que alguien es la autoridad que define qué es lo correcto-.


Los modos de presentación de los mM se alejan mucho de la violencia física, pero tienen a la larga sus mismos objetivos y efectos: garantizar el control sobre la mujer y perpetuar la distribución injusta para las mujeres de los derechos y oportunidades. Para ello los varones se
sirven de diferentes métodos que pueden servir para clasificarlos y pesquizarlos mejor: Unos
(los utilitarios) apelan a movilizar el poder heteroafirmativo femenino para explotarlo, otros (los
coercitivos) utilizan la fuerza psicológica o moral masculina, otros (los encubiertos) abusan de
la la manipulación y la credibilidad femenina y otros (los de crisis) se usan cuando la mujer se
está proponiendo aumentar su poder personal.

Uno a uno pueden parecer intrascendentes y banales, pero su importancia deriva de su uso
combinado reiterativo. Dicho modo de utilización por parte de los varones va tejiendo una red
que sutilmente atrapa a la mujer. Dicha red -como todas aquellas generadas por contextos o
personas dominantes-, crea un clima mas o menos “tóxico” de agobio y mortificación, que
sutilmente va encerrando, coartando y desestabilizando, atentando así contra la autonomía
personal y la integridad psicológica de la mujer si ella no las descubre (a veces pueden pasar
años sin que lo haga), o no sabe contramaniobrar eficazmente. Se van creando de ese modo
las condiciones para forzar la disponibilidad de la mujer hacia el varón, y evitar lo inverso.

Una de las razones de la gran eficacia de los mM es que, dada su casi invisibilidad van
produciendo un daño sordo y sostenido que se agrava en el tiempo, sin poder establecer
estrategias de resistencia por desconocer su existencia. Al no ser coacciones evidentes es
difícil percibirlos y por tanto adjudicarle efectos, por lo que éstos no suelen reconocerse como
de causalidad interpersonal. Ello hace que mujeres, varones y profesionales de la salud suelan
atribuir culposamente dichos efectos a cuestiones intrasubjetivas de la mujer -el ejemplo del
comienzo es buena prueba de este hecho -.



Los efectos del uso continuado y envolvente de estas acciones masculinas son numerosos, y
en las mujeres varían según sus historias, su sometimiento a los mandatos de género, sus
habilidades para detectar estas maniobras, sus modos particulares de enfrentamiento, sus
redes de apoyo y la ideología sexista o no de los profesionales en las que ellas se apoyan
cuando sufren malestar. Sin embargo, hay efectos comunes -nombrados muchos de ellos en el
relato de Carmen- , que en mayor o menor grado se producen. Estos son:

-
Inhibición de la lucidez mental (“tontificación”) por disminución de la valentía, la crítica, el pensamiento y la acción eficaces, la protesta válida, y el proyecto vital.

-
Fatiga crónica por forzamiento de disponibilidad, con sobreesfuerzo psicofísico,
desvitalización, y agotamiento de sus reservas emocionales y de la energía para sí y para el
desarrollo de sus intereses vitales.

-
Sentimiento de incapacidad, impotencia o derrota, con deterioro de la autoestima, con aumento de la desmoralización y la inseguridad y con disminución de la autocredibilidad de las propias percepciones, con una actitud defensiva, provocativa o de queja ineficaces.

-
Disminución del poder personal, con un retroceso o parálisis del desarrollo personal,
limitación de la libertad y utilización de los “poderes ocultos” femeninos (aquellos que cualquier
persona subordinada utiliza cuando no se siente con derecho a utilizar su poder personal)

-
Malestar difuso, irritabilidad crónica y un hartazgo “sin motivo” de la relación, de los cuales se culpan por no percibir -dada la imperceptibilidad de la red provocada por los mM- que su producción es por acción externa.

Toda esta sintomatología genera
un estado de ánimo depresivo-irritable en aumento, que genera más autoculpabilización, resignación, empobrecimiento y claudicación.

Es muy frecuente que todos estos efectos sean motivo de consulta a los dispositivos de Salud
mental. En estos dispositivos -generalmente aliados inconscientes de la violencia de género-,
habitualmente no se detecta que muchos de los malestares emocionales e inseguridades
femeninas son provocados por el ejercicio de los mM. Por ello, así como las mujeres (y sus
parejas), los profesionales tienden a adjudicar dichos malestares a problemas intrasubjetivos o
a “exageraciones” de ciertas “características femeninas (dramatismo, inconformismo, etc.),
produciendo una doble victimización y más aumento del malestar.

En la relación de pareja, los efectos también son importantes:

-
Perpetuación de los disbalances en el ejercicio de poderes favoreciendo una relación
asimétrica, no igualitaria, antidemocrática y disfuncional, donde la autonomía y desarrollo del
varón se realiza a costa de la mujer.

-
Encarrilamiento de la relación en dirección a los intereses del varón, ya que los mM generalmente llevan a que la mujer "deje hacer” o en algunos casos se someta y complazca, lo que permite que predominen los tipos de situaciones que el varón desea,

-
Etiquetamiento de la mujer como “la culpable” de la crisis y/o deterioro del vínculo, cuando ella desea un cambio y él se niega a moverse hacia la igualdad en el ejercicio de derechos. A veces, la mujer percibe que algo anda mal en el vínculo y él lo niega. Al no poder clarificar la causa (que es generalmente el deterioro vincular derivado de la falta de igualdad relacional a la que los mM contribuyen), ella, por mandato de género tiende a autoculparse y él , que no se reconoce como dominante, queda ubicado como inocente no responsable de la situación.

-
Guerra fría con transformación de la pareja en adversarios convivientes, y empobrecimiento de la relación, creándose el terreno favorable para otras violencias y abusos o para la ruptura de la relación.

También su ejercicio tiene algunos efectos negativos a largo plazo para los varones, ya que la
situación generada, al no hacerse cargo de su producción produce un aumento de la
desconfianza y una incomprensión hacia la mujer a quien no se puede controlar nunca
plenamente. Pueden llegar así a un aislamiento receloso y defensivo creciente, ya que el
dominio no asegura el afecto femenino, sólo asegura obediencia y distancia, y eso,
paradójicamente inseguriza al varón, que reacciona a la defensiva. Y también llevan a un
empobrecimiento vital , un vacío afectivo y un posterior descenso de su autoestima de los
cuales no puede salir por que generalmente no asume su responsabilidad en la producción de
las causas que lo llevan a estos malestares

Gran parte de la eficacia de los mM está dada no sólo por su imperceptibilidad, sino también
porque funcionan sostenidos, avalados y naturalizados por la normativa patriarcal de género.


Dicha normativa no solo propicia el dominio para los varones, sino también la subordinación
para las mujeres, para quienes promueve comportamientos “femeninos” -pasividad, evitación
del conflicto, complacencia, servicios al varón y necesidad de permiso o aprobación para
hacer- que ellas en su socialización asumen como propios, y cuya realización las coloca
“naturalmente” en una posición de subordinación. Por otra parte, para ellos, el orden social
sigue siendo un aliado poderoso, ya que otorga al varón, por serlo, el “monopolio de la razón”
y, derivado de ello, un poder moral que les hace crear un contexto inquisitorio en el cual la
mujer esta en principio en falta o como acusada: “exageras’ y “estas loca” son dos expresiones
que reflejan claramente esta situación.



DE UTILITARISMOS Y MANIPULACIONES

Describir la gran cantidad de mM que los varones usualmente ejercen, excede este artículo. Lo
que si haremos al menos, aprovechando lo detectado en el ejemplo inicial, es ampliar la
descripción de algunos de dos de las categorías descriptas, los más utilizados por Santiago.
(En el anexo puede verse un listado más completo y recién actualizado de las categorías y
nombres de diferentes mM. No corresponden exactamente a la clasificación que enuncio en
este artículo, sino que adelanto una nueva que publicaré proximamente )



Micromachismos utilitarios

“Las normas sociales dicen que los varones no sólo tienen derecho al amor, cuidado y
dedicación de las mujeres para que satisfagan sus necesidades, sino también derecho a
reservarse para sí, el que se niega a las mujeres. Así, ellos pueden aprovecharse de la fuerza
vital que ellas donan a la relación y configurarse como seres sociales poderosos y continuar
dominándolas a través de la acumulación y aprovechamiento de esa fuerza tomada y recibida
sin reciprocidad” A. Jonnasdöttir(1993):“El poder del amor. Acerca de una teoría del patriarcado
en las sociedades contemporáneas"



Dos elementos caracterizan estos comportamientos, uno, su índole utilitaria y el otro que son
generalmente estrategias por omisión en tanto la mayoría consisten en autoexclusiones del
varón. Su efectividad está dada no por lo que se hace, sino por lo que se deja de hacer y que
se delega en la mujer, que así pierde fuerza para sí.

Revisten gran importancia porque son los más invisibilizados y naturalizados por mujeres y
varones,- por lo que su daño se ejerce impunemente-, y los que más contribuyen a sostener la
injusticia distributiva de poderes en las parejas de los países desarrollados donde las mujeres
han logrado la conquista de amplios espacios de libertad. Se aprovechan abusivamente de los
recursos adjudicados en el reparto genérico a las mujeres y asumidos por éstas como propios,
básicamente
el poder heteroafirmativo femenino(la capacidad de cuidado y dedicación,
capacidad básica para que las demás personas se afirmen y sean autónomas). Por este
aprovechamiento naturalizado se logra eficazmente en ellas
un forzamiento de disponibilidad, acrecentando la calidad de vida del varón a expensas de la mujer, sin que éste (ni la cultura patriarcal) habitualmente lo reconozcan. De estos mM el ejemplo anterior nos muestra dos grupos importantes: La no participación en lo doméstico y el aprovechamiento y abuso de la capacidad femenina de cuidado.

No participación en lo doméstico: Estos mM suponen diversas formas, desde las directas a las soterradas, de no implicarse en un tipo de tareas ( la atención del hogar) que un vínculo
respetuoso, recíproco e igualitario supone compartidas. Con ellas se deposita la realización de
las tareas domésticas en la mujer. El obligar a que una persona haga lo que en una relación
igualitaria debería ser de dos, supone una maniobra de imposición de sobrecarga por omisión
de responsabilidad. Esta no participación puede ser total o ser una seudoimplicación , donde el
varón se aviene a un seudorreparto de lo doméstico, consistente en que él actúa sólo como
“ayudante” de la mujer. Ésto último obliga a la mujer a ejercer la “gerencia del hogar”,
teniendo que organizar e indicar lo que los demás (ayudantes) deben hacer en casa, con la
sobrecarga consiguiente.

A veces el varón justifica su no actuar apelando a que cumple su rol de “proveedor” (es
paradójico que esta justificación la realizan incluso varones vinculados a mujeres que trabajan,
con lo que le imponen a ella la “doble jornada”).


Aprovechamiento y abuso de la capacidad femenina de cuidado: aquí el varón utiliza y se aprovecha de la capacidad de cuidado hacia otras personas en la que las mujeres son
“expertas”. Son maniobras que fuerzan a las mujeres para que “naturalmente” ejerzan
diferentes roles de servicio: madre, esposa, asistenta, secretaria, gestora, etc. Estos roles, en
los que ellas son “expertas por su socialización que las impele a “ser para otros”, son inducidos
con diferentes maniobras, que constituyen otras tantas formas de mM. Entre ellas:

*
Delegación del trabajo de cuidado de los vínculos y las personas: se fuerza de múltiples maneras a la mujer, a cumplir el mandato patriarcal de ser la encargada de cuidar la vitalidad de la pareja, el desarrollo de l@s hij@s, los vínculos con ell@s, con la familia de él e incluso con sus amigos. Al no hacerse cargo el varón de este trabajo, abusa del tiempo y la
disponibilidad femenina en tanto obliga a la mujeres a ese enorme trabajo que no se puede
dejar de hacer, ya que sin él no es posible el desarrollo personal y vincular.

*
Requerimientos abusivos solapados: son pedidos exigentes, casi órdenes, pero que se
realizan sin pedir explícitamente. Requerimientos “mudos”, a través de gestos o comentarios “al
pasar”, que apelan a activar automáticamente los aspectos “cuidadores” del rol femenino
tradicional, logrando que la mujer cumpla ese pedido sin percatarse que lo está haciendo no
por deseo propio sino por coacción (eso es lo microviolento). Al no ser estos pedidos
explicitados, tampoco requieren ser agradecidos cuando se satisfacen, ya que según el varón
“nunca existieron”

*
Evitación de la reciprocidad en el cuidado: es el rechazo del varón a ofrecer cuidado o ayuda a la mujer cuando ésta lo necesita, negándole así el derecho a ser cuidada . Con ello le impone su creencia de que él es el único digno de atención, por lo que la reciprocidad no tiene sentido.Es más visible cuando la mujer necesita atención por estar enferma, por tener que ocuparse de su familia de origen o por tener sobrecarga de trabajo. Es frecuente que en estas situaciones, los varones nieguen las necesidades femeninas de ayuda, minusvalorando los síntomas o el cansancio , o apelando a su “no saber”, para no hacerse cargo.

Micromachismos encubiertos

Se caracterizan por su índole insidiosa, encubierta y sutil, razón por la que son muy efectivos.
En ellos, el varón oculta (y a veces se oculta) su objetivo de dominio, imposición de las
“verdades” masculinas y forzamiento de disponibilidad de la mujer. Utilizan la confiabilidad
afectiva y la credibilidad femenina depositadas en el varón llevándola a coartar sus deseos,
hacer lo que no quiere y conduciéndola en la dirección elegida por él. Utilizan para ello
frecuentemente la manipulación. Son especialmente devastadores con las mujeres muy
dependientes de la aprobación masculina. Entre ellos tenemos:

Creación de falta de intimidad : son comportamientos activos de alejamiento, que impiden la conexión y evitan el riesgo de perder poder. Con ellas el varón intenta controlar las reglas de
la relación a través de la distancia y con eso lograr que la mujer se acomode a sus deseos:
cuánta intimidad tener, cuánta tarea doméstica realizar, cuándo estar disponible, y qué merece
compartirse. Están sostenidas en la creencia varonil de su derecho a apartarse sin negociar y
a disponer de sí sin limitaciones ( sin permitir ese derecho a la mujer). Las más frecuentes son:

*
Silencio: es una maniobra de dominación en tanto implica no solo el callar sino la imposición
de silencio a la relación con la mujer. Permanecer en silencio para el varón no es sólo no poder
hablar, sino no sentirse obligado a hablar ni a dar explicaciones (recurso que solo pueden
permitirse quienes tienen poder) y por tanto imponer el no diálogo y la creación de dependencia
por los fantasmas de abandono que evoca. Este silencio dominante masculino cabe
diferenciarlo de los silencios impuestos o temerosos, que suelen estar condicionados por la
falta de legitimación de la palabra del silencios@, que es obligado a callar u opta por hacerlo
para no ser deslegitimad@. Propios de los grupos subordinados, son generalmente los
silencios femeninos.

*
Aislamiento maniobra de puesta de distancia e imposición de no acercamiento que suele
utilizarse cuando la mujer quiere intimidad, respuestas o conexión y no se inhibe en sus
requerimientos ante el silencio masculino. Puede ser físico -encerrándose en algún espacio de
la casa o en alguna actividad-, o mental, encerrándose en sus pensamientos.

*
Avaricia de reconocimiento y disponibilidad: son maniobras múltiples de retaceo de
reconocimiento hacia la mujer como persona y de sus necesidades, valores, aportes y
derechos. Se retacea también el apoyo y el cuidado (además de imponerle el rol de cuidadora).


Conducen al hambre de afecto (el que, en mujeres dependientes, aumenta su dependencia).
Provocan además la sobrevaloración de lo poco que brinda el varón -ya que lo escaso suele
vivirse como valioso- .

*
Inclusión invasiva de terceros: esta maniobra consiste en ocupar constantemente el espacio vincular, con amigos, TV, reuniones o actividades, con lo que se limita al mínimo o se hace
dejar de existir los espacios de intimidad. Frecuentemente está acompañada de la acusación a
la mujer de ser “poco sociable”.


Desautorización: Este conjunto de maniobras buscan inferiorizar a la mujer, sus deseos, ideas
y valores , quitándole legitimidad a través de estrategias desprestigiadoras y desvalorizadoras.
Están basadas en la creencia patriarcal que el varón tiene el monopolio de la razón, de lo
correcto y del derecho a juzgar las actitudes ajenas desde un lugar superior. Presuponen el
derecho a menospreciar y son especialmente dañinos en mujeres que necesitan fuertemente la
autorización y legitimación externa para su desempeño.

*Descalificación-Desvalorización : aquí se califica y valora negativamente las actitudes de la mujer, denigrándola y no dándole el derecho a ser valorada y apreciada a menos que
obedezca las “razones” y deseos del varón y haga lo que según él es “correcto” o “valioso”.
Esto puede hacerse de modo directo o con insinuaciones, acusaciones veladas u otros modos
indirectos. Apuntan frecuentemente a la inteligencia: ¡no tienes ni idea!, ¡no sabes razonar!, o a
la capacidad de percepción: ¡tu exageras! o peor aún ¡tú estas loca!.

*Culpabilización-Inocentización : esta maniobra tiene dos caras. Por una, se juzga y se
condena a la mujer haciéndola sentir en falta de los modos más variados, generalmente
apelando a su “no saber hacer”, al “incorrecto” desempeño del rol de esposa o madre, o a su
“tontería” o “maldad”. Incluso se utiliza para responsabilizarla por lo que a él le pasa, y aún
más, culpabilizarla de la inhibición o irritación que ella siente o expresa confusamente cuando
él ejerce mM. Por la otra cara , esta maniobra lleva a que el varón se sienta siempre juez y
fiscal atento a la falta ajena, y nunca se sienta culpable ni responsable de nada, es decir, se
sienta inocente en cuanto a la producción de disfunciones y desigualdades en lo cotidiano.

Autoindulgencia y autojustificación: con este grupo de maniobras el varón presenta excusas y autoexcusas frente a la no realización de tareas o actividades que hacen al cultivo de un vínculo respetuoso e igualitario. Con ellas intentan “quedar bien” y ocultar su falta de interés o dificultad para manejarse en relaciones no impositivas. Son microviolencias en tanto procuran
bloquear y anular la respuesta de la mujer ante acciones o inacciones del varón que la
desfavorecen. Hacen callar imponiendo el criterio masculino, pero apelando a “otras razones”,
y eludiendo la responsabilidad por lo que se hace o deja de hacer. Entre ellas podemos
destacar:

*Hacerse el tonto: en esta maniobra el varón elude responsabilizarse por sus actitudes injustas, su desinterés en el cambio o el no tener en cuenta a la mujer, apelando a diversas razones que según él, son inmodificables: Entre ellas las obligaciones laborales (“No tengo tiempo para ocuparme de los niños”), y la torpeza, la parálisis de la voluntad u otros defectos personales (“ no sirvo para eso”, “no puedo controlarme”, “es imposible para mí”)

*Impericias selectivas: aquí se evitan responsabilidades (y se las impone a la mujer) a partir
de declararse inexperto para determinadas tareas (de la casa o del cuidado de la familia).

*Minusvaloración de los propios errores : en esta maniobra, los propios errores , descuidos, desintereses , abusos de derechos y equivocaciones en lo vincular del varón son poco tenidos en cuenta, y cuando lo son, se perciben como banales y son fácilmente disculpados.
Inversamente, se está poco dispuesto a aceptar los errores de la mujer, tachándola
frecuentemente de inadecuada o exagerada en sus preocupaciones por las cosas, los vínculos
y las personas .

Por sus características de encubiertos, la mujer no suele percibir este tipo de mM, aunque es
“golpeada” psicológicamente por ellos. Debido al malestar producido, ella, de modo típico,
reacciona de modo “diferido” (y “exagerado” dicen los varones) , sin saber bien frente a qué
reacciona. Así es frecuente el mal humor, la frialdad y los estallido de rabia “sin motivo” , por lo
que luego se siente “tonta”.


DE LA DEFENSA DEL STATU QUO A LAS COACCIONES

Dado que en la situación clínica que hemos tomado como ejemplo no aparecen –al menos en
una primera impresión-, ni los mM de crisis (aquellos que los varones utilizan en períodos en
los que el estable disbalance de poder en las relaciones entra en crisis y se desequilibra en
dirección a una mayor igualdad) , ni los coercitivos (en los que los varones usan la fuerza -no la
física sino la moral, la psíquica, la económica o la de la propia personalidad- de un modo
“directo”, para intentar doblegar a la mujer, limitar su libertad, expoliar su pensamiento, su
tiempo o su espacio, y restringir su capacidad de decisión), no serán descriptos en este
artículo, pero en el Anexo puede leerse una lista de algunos de ellos.



MICROMACHISMOS Y CLINICA


Así como en la cotidianeidad de la vida doméstica, como decíamos antes, también en la clínica
cotidiana los diferentes tipos de mM suelen pasar inadvertidos y creo que esto debe
modificarse: por su carácter patógeno, es necesario que todas las personas profesionales de la
salud mental sepan que existen, los detecten, conozcan sus efectos y los jerarquicen como
factores a incluir -para combatir- en sus estrategias de ayuda a las personas. Cuando así se
hace, la experiencia clínica muestra el beneficio: su puesta en evidencia y la percepción de los
daños que producen, son dos factores que contribuyen de modo efectivo a generar cambios
en las mujeres y en sus sintomatologías efectos de estas maniobras, así como a generar
aumento de la responsabilización de los varones por el ejercicio y daño de sus mM en lo
cotidiano. Aspectos ambos que junto al desarrollo de estrategias de inmunización por parte de
las mujeres y desactivación y deshabituación por parte de los varones pueden ayudar a
transformar la patógena distribución asimétrica del poder entre mujeres y varones.



Más específicamente, en las mujeres, la inclusión en el trabajo clínico de la detección y
comprensión de los mM que los varones ejercen sobre ellas les permite estar en mejores
condiciones de:

-
saber de sus efectos y aprender a discriminar entre problemáticas propias y problemáticas ajenas, disminuyendo la identificación con el micromachista y aumentando así la captación de su diferenciado y propio estado subjetivo.

-
disminuir la culpabilización inducida por estas maniobras y recuperar su pensamiento y posibilidades de acción autónoma en la vida cotidiana de pareja.

- ampliar y legitimar su registro perceptivo de los comportamientos masculinos de dominación
que ellas sufren y que los varones generalmente no reconocen realizar.

-
reconocer el lenguaje de acción y manipulación -que no de palabras-, tan propio de los
varones, y cuestionar la creencia tan arraigada que enuncia que la manipulación es un arma
fundamentalmente femenina.

-aumentar las posibilidades de crear sus modos de evitación y resistencia ya que lo que se ve
claramente puede ser mejor combatido.

Por supuesto todo ello, con un trabajo correlativo de reflexión sobre la relación intergenérica
asimétrica, y sobre la legitimación del derecho a decir no a la subordinación, temas derivados
de los modos específicamente femeninos de socialización y construcción de la identidad
genérica.

En cuanto a los varones, en cambio, reconocer la existencia y frecuencia de sus mM les
supone todo un desafío, que puede ser un estímulo para la posición defensiva, pero también
para un cambio hacia la apertura igualitaria. Cambio, que en este contexto significa
especialmente cambios en el actuar para lograr la desautomatización/desactivación de dichos
comportamiento . Pero, para ello
es necesario lograr que ellos puedan estar dispuestos a una autocrítica sobre el ejercicio cotidiano del poder de dominio y a reconocer el efecto de dicho ejercicio en las mujeres. Autocrítica que, no puede excusarse en la idea que el ejercicio del poder no es algo consciente, que es difícil de modificar o que es un automatismo heredado. Si es real, debe ir seguida del esfuerzo de cambio pese a las dificultades. (la lista del anexo puede ser una buena guía de autoobservación de sí)

Este cambio será posible si, luego de la autocrítica, se puede generar una reflexión sobre los
modos de construcción de la identidad genérica – ya que además de para lograr dominio, los
mM se ejecutan , y de ahí la dificultad para su abordaje,como una afirmación de su identidad
masculina-, la socialización en que son criados (aquella que avala la superioridad sobre las
mujeres y por tanto la creencia en tener derechos sobre ellas), sobre el deseo de dominio tan
arraigado en la mente masculina, y además, entrenarse en el cambio de actitudes hacia la
igualdad y el respeto.

A diferencia de las violencias “mayores” que requieren un contexto terapéutico mas o menos
especial, y porque circulan en la cotidianeidad, los mM pueden/deben detectarse y trabajarse
en cualquier espacio clínico-terapéutico, ya que todos ellos aparecen, tanto en el relato como
en la interacción terapéutica.

Lo primero es: como he dicho, su detección. Los modos diferirán en función del contexto
terapéutico: En las terapias de pareja o familia, los mM y sus efectos se pondrán en escena
ante l@s terapeutas. En las terapias con varones habrá que inferirlos, ya que la mujer objeto
de estos comportamientos está ausente, y el varón suele no querer/no poder enterarse ni
responsabilizarse de ellos (el grado de “inocencia” , la inexistencia en sus relatos de “lo
doméstico" y el victimismo respecto a los malestares de su pareja es un buen índice de
referencia). En las terapias con mujeres será preciso - ya que ellas no suelen percibir los mM-
descubrirlos a través de distinguir los malestares naturalizados, inducidos, o inoculados y sus
efectos, por medio de las descripciones pormenorizadas de sus situaciones relacionales.

En cuanto a las estrategias de cambio, excede este artículo desarrollarlas. Sin embargo,
querría, para finalizar enumerar algunos requisitos que creo son necesarios para que
terapeutas de diversa orientaciones puedan comenzar a enfrentarse eficazmente a la tarea de
transformación de estas prácticas:

-En lo personal:

*Explorar sus prejuicios sexistas e intentar desvelar sus puntos ciegos en relación con su
propia posición de género, con las asimetrías ”naturalizadas” de su relación con el otro género
y con sus creencias sobre la responsabilidad del trabajo doméstico y el cuidado de los vínculos
y personas.


*Examinar sus ideas y comportamientos en relación con la reciprocidad entre las personas, y
la justicia y la democracia en los vínculos.


*Revisar sus propias creencias sobre la causalidad de los comportamientos de dominación y
sus eventuales justificaciones, y la propia reacción frente a ellos

-En lo teórico-técnico:

*Incluir las éticas del cuidado mutuo y de la democratización de la vida cotidiana -que incluyen
el respeto y la jerarquización de la resolución dialogal de los conflictos- como parte del marco
referencial, para ayudar a los varones a hacerse responsables de los efectos de su propia
comportamiento

*Conocer los modos de construcción de la condición masculina, sus privilegios, sus
resistencias al cambio y sus perjuicios, a fin de ayudar a la mujer, a la pareja y al propio varón
a desconstruir los aspectos dominantes y dañinos de su masculinidad.

*Tener una actitud clínica de alerta para detectar los mM de los varones, recordando el
contenido de acción de muchas de las palabras masculinas. Para ello la clasificación que figura
al final del artículo puede ser útil como material de trabajo en la clínica.

*Saber que el varón seguramente intente ejercer multitud de y mM sobre la persona terapeuta,
más si es mujer. En cambio, el terapeuta varón debe prestar especial atención a los intentos
del varón por lograr su alianza para desautorizar a la mujer.

* Tener la capacidad de confrontar, de soportar confrontaciones y de poner en práctica la
autoafirmación de modo asertivo.

* Estar capacitad@ para realizar intervenciones que hagan impacto sobre el balance de poder
interpersonal, a fin de no estereotipar los disbalances que sostienen la disfuncionalidad del
statu quo. Intervenciones tales como: visualización de efectos, reorganización de
responsabilidades, rebalance de acuerdos, desvelamiento de mM, redefinición de las
“provocaciones” femeninas, puestas de límites a los abusos, apoyo al aumento del poder
personal de la mujer, desafío al varón a afrontar la pérdida de ventajas, etc.


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Agradezco en primer lugar a Susana Covas, y también a Andrés Montero, José A Lozoya y
Péter Szil sus valiosas aportaciones





Anexo:

Una descripción sintética de los micromachismos puede encontrarse en Sau, V. (2001)
Diccionario Ideológico Feminista II. Barcelona:Icaria



LISTADO DE MICROMACHISMOS



A.- Utilitarios

1.- no responsabilización sobre lo doméstico

1.1.- no implicación

1.2- seudoimplicación

1.3.- implicación ventajosa

2.- aprovechamiento y abuso de las capacidades "femeninas" de servicio

2.1.- naturalización y aprovechamiento del rol de cuidadora

2.1.1.- delegación del trabajo del cuidado de vínculos y personas

2.1.2.- requerimientos abusivos solapados

2.1.3.- negacion de la reciprocidad

2.2.- naturalizacion y aprovechamiento de la "ayuda" al marido

2.3.- naturalización de la titularidad masculina en lo público de contratos de servicio

2.4.- amiguismo paternal

B.- encubiertos

1.- creación de falta de intimidad

1.1.- silencio

1.2.- aislamiento y malhumor manipulativo

1.3. -puesta de límites

1.3.- avaricia de reconocimiento y disponibilidad

1.4.- inclusion invasiva de terceros

2- seudointimidad y seudocomunicación

2.1.- comunicación defensiva-ofensiva

2.2.- engaños y mentiras

2.3.- seudonegociación

3- desautorización

3.1.- descalificación - desvalorización

3.2.- negacion de lo positivo

3.3.- colusion con terceros

3.4.- microterrorismo misógino

4.- paternalismo

5.- manipulacion emocional

5.1.- dobles mensajes afectivo/ agresivos

5.2.- enfurruñamiento

5.3.- abuso de confianza

6.- incentizaciones

6.1. inocentizacion culpabilizadora

6.2. autoindulgencia y autojustificación

6.2.1.-hacerse el tonto ( y el bueno)

6.2.2.- impericia y olvido selectivos


6.2.3.- comparacion ventajosa

6.2.4.- minusvaloración de los propios errores

6.2.5.- echar balones fuera

6.2.6.- delegar responsabilidad por propios errores

C.- Coercitivos

1.- coacciones a la comunicación

2.- control del dinero

3.- uso expansivo - abusivo del espacio y del tiempo para sí

4.- insistencia abusiva

5.- imposición de intimidad

6.- apelacion a la “superioridad” de lógica varonil

7.- toma o abandono repentina del mando

8.- Imposición del modo y tiempo del perdón femenino


D.- De crisis

1.- hipercontrol

2.- seudoapoyo

3.- resistencia pasiva y diistanciamiento

4.- rehuir la critica y la negociación

5.- refugio en el estilo

6.- aguantar el envite

7.- prometer y hacer meritos

8.- victimismo

9.- darse tiempo

10.- aguantar el envite

11.- refugio en el estilo femenino

12.- dar lástima



Luis Bonino. Psicoterapeuta y Director del centro de estudios de la condición Masculina

luisbonino@luisbonino.com