jueves, 11 de septiembre de 2008

9. TEORÍAS SOBRE LA MASCULINIDAD: Godelier y Bourdieu, desde el marxismo y el estructuralismo

1. Maurice Godelier

Una de las aportaciones más influyentes y valoradas sobre la construcción de la masculinidad ha sido el del antropólogo de origen francés Maurice Godelier, autor del libro La producción de grandes hombres (The Making of Great Men: Male Domination and Power Among the New Guinea Baruya, Cambridge University Press, Cambridge, 1986.), donde estudió la sociedad de los baruya de Nueva Guinea.

En esta obra, y desde una perspectiva marxista estructuralista, Godelier presenta la masculinidad como un sistema de dominación en lo que el poder se basa en el control absoluto de los mujeres más que en la acumulación de bienes. El sistema de producción, las relaciones sexuales, el orden simbólico, ...todo, abso-lutamente todo sirve para asegurar el poder de los hombres sobre las mujeres.

Por su claridad expositiva reproduzco a continuación buena parte del artículo de Marta Lamas: Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género, donde explica con mucha claridad las principales tesis defendidas por Godelier en su obra:

Lo que define al género es la acción simbólica colectiva. Mediante el proceso de constitución del orden simbólico en una sociedad se fabrican las ideas de lo que deben ser los hombres y las mujeres. Una investigación especialmente fecunda y esclarecedora es la del antropólogo francés Maurice Godelier sobre los baruya, una pequeña sociedad de Nueva Guinea.(1)

La situación anómala de esta sociedad, que hasta 1951 desconocía la existencia de los hombres blancos occidentales, permitió un estudio privilegiado. En 1960, cuando el gobierno australiano decidió gobernarlos y emprendió un proceso de "pacificación", los baruya estaban organizados como una tribu acéfala compuesta de quince clanes y carecían de clases sociales y Estado. Godelier inició su investigación en 1967, y la visión de conjunto que da de las relaciones entre los hombres y las mujeres, tal y como debieron ser antes de la llegada de los blancos, es que en esa sociedad los hombres disfrutaban de [...] toda una serie de monopolios o de funciones clave que les aseguraban permanentemente, de modo colectivo e individual, una superioridad práctica y teórica sobre las mujeres, superioridad material, política, cultural, ideal y simbólica.

Godelier resume la situación de las mujeres como de subordinación: separadas del principal factor de producción (la tierra) y de los principales medios de destrucción y represión (las armas); excluidas del conocimiento de los más sagrados saberes; mantenidas al margen o en un lugar secundario durante las discusiones y toma de decisiones concernientes al interés general de la tribu o a su propio destino individual; valoradas cuando no se quejan y cuando son fieles, dóciles y cooperadoras; intercambiadas entre los grupos, con el agravante de que sus hijos no les pertenecen.

Hemos visto que el proceso de entrada a la cultura es también el proceso de entrada al lenguaje y al género. En el caso de los baruya, la adquisición del género se confirma,además, con los ritos de iniciación. Para Godelier, el dispositivo central de la dominación masculina es la maquinaria de las iniciaciones.

Estos ritos implican un proceso de afirmación de la identidad de género que vuelve evidentes todos los códigos y la información que de manera inconsciente han recibido los jóvenes a lo largo de sus vidas, y que los confirma como "hombres" o "mujeres" capaces de vivir en sociedad.

A partir de sus iniciación, se reafirmará la segregación sexual presente en todos los aspectos, materiales y simbólicos.

La vida se divide en masculino y femenino: el trabajo (la caza, la recolección, la agricultura, la ganadería, la producción de sal, la fabricación de útiles, armas, vestidos y adornos, la construcción de casas) y el espacio, desde el exterior (caminos para hombres y para mujeres), hasta el interior (diferentes áreas dentro de las casas).

Godelier cuestiona la explicación tradicional de que la segregación sexual, y su consecuente división del trabajo, explican el predominio social de los hombres y plantea que el predominio masculino presupone esa división del trabajo.

Así, Godelier se introduce de lleno en la problemática de lo simbólico. Esta separación de las mujeres de los principales medios de producción, de destrucción y gobierno se interpreta, en el pensamiento baruya, como "la consecuencia de una expropiación básica por parte de los hombres de los poderes creadores que antaño habían pertenecido a las mujeres". Para los baruya, la superioridad masculina nace del hecho "incontrovertible", ubicado en el terreno de los simbólico, de que en épocas remotas sus antepasados varones habían expropiado a las mujeres de sus poderes.

Por ello habían acumulado dos poderes: el que poseen los hombres como tales (simbolizado en el poder fecundante y nutricio de su esperma) y el de las mujeres, poseedoras de poderes femeninos que emanan de una creatividad originaria superior a la de ellos.

En esta interpretación simbólica Godelier constata el papel relevante desempeñado por la diferencia de sexo. Esta aparece como "una especie de fundamento cósmico de la subordinación, incluso, de la opresión de las mujeres".

El entramado de la simbolización se hace a partir de lo anatómico y de lo reproductivo, y Godelier señala que para los baruya todos los aspectos (económicos, sociales y políticos) de la dominación masculina se explican por el diferente lugar que ocupa cada sexo en el proceso de reproducción sexual. Resulta interesante comprobar la actualidad de esa creencia.¡Esa es también la idea rectora del pensamiento judeocristiano occidental, y compartida hasta la fecha por la mayoría de las sociedades (orientales, musulmanas)!

Ambos sexos comparten esas creencias, y en eso radica su eficacia. Todos los gestos, ritos y prácticas simbólicas que los baruya producen para mostrar y demostrar la primacía de los hombres en el proceso de reproducción de la vida se nutren del imaginario, pero tienen un vigor social avasallador. La participación, convencida, de las mujeres constituye la fuerza principal, silenciosa e invisible de la dominación masculina.(2)

Los baruya piensan que los hombres han sabido apropiarse de los poderes de las mujeres, añadiéndolos a los suyos propios. Obviamente estos poderes sólo existen en el discurso y en las prácticas simbólicas que confirman su existencia. La preocupación por la diferencia sexual y el interés por la reproducción marcan la forma como la sociedad contempla a los sexos y los ordena en correspondencia con sus supuestos papeles "naturales". Reconocer la diferencia de papeles implica una jerarquización. En el caso de los baruya hay un verdadero salto mortal simbólico: se disminuye la importancia del papel de la mujer en la reproducción, cuando justamente es del cuerpo de la mujer de donde salen los hijos, y es con su leche como sobreviven los primeros meses. Contra los datos de la realidad, prevalece la fuerza de la simbolización.

En su estudio sobre los baruya, Godelier sigue de cerca la operación mediante la cual la diferencia sexual se simboliza y, al ser asumida por el sujeto, produce un imaginario con una eficacia política contundente: las concepciones sociales y culturales sobre la masculinidad y feminidad. El sujeto social es producido por las representaciones simbólicas. Los hombres y las mujeres (baruyas, occidentales, orientales, etc.) no son reflejo de una realidad "natural" sino el resultado de una producción histórica y cultural.(3)

1 Godelier, Maurice. La producción de Grandes hombres, Poder y dominación masculina entre los Baruya de Nueva Guinea, Akal, Madrid, 1986.

2 Una explicación de por qué las mujeres no se revelan contra la dominación que retoma la fórmula de Gramsci de que la hegemonía consiste en dominación más consenso está en Rosas, Ana M. "Hacia una teoría de las transacciones desiguales: aportaciones de las discusiones antropológica y sociológica al debate feminista", en Debate Feminista, núm.2, septiembre de 1990.

3 Ya se ha puesto en evidencia el trasfondo ideológico del término "natural", que evoca nociones de inmutabilidad, de corrección, de normalidad.

Fuente: Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género, Marta Lamas, http://www.udg.mx/laventana/libr1/lamas.html

También podemos encontar un buen resumen de las aportaciones de Godelier en http://roble.pntic.mec.es/~jrodri14/godelier.pdf

(Una monografia de Jesús Rodríguez Obregón – Pág. 27) y en Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Maurice_Godelier)

Críticas

Según Mauricio Menjívar Ochoa y siguiendo a Irene Meler...

“...la división sexual del trabajo y los roles de género, lejos de constituir artilugios destinados a la supervivencia del grupo, son recursos para establecer las jerarquías sociales y la dominación masculina como el arreglo básico sobre el que ellas se sustentan”

Las bases del poder masculino se sustentarían en que las mujeres son excluidas de los medios de producción, de la política y de lo simbólico. No obstante, el problema de este planteamiento sería, a decir de Irene Meler, que “la división del trabajo no sirve como causa explicativa del dominio, porque lo presupone”, y que Godelier al explicitar la dominación no habría registrado “que existe una cierta funcionalidad en algunos arreglos”.

Fuente: De ritos, fugas, corazas y otros artilugios:Teorías sobre el origen del hombre o de cómo se explica la génesis de la masculinidad, Mauricio Menjívar Ochoa http://www.historia.fcs.ucr.ac.cr/cuadernos/c-25his.htm

2. Pierre Bourdieu

El sociólogo Pierre Bourdieu sostiene en su obra La dominación masculina (Anagrama, Barcelona, 2000, en castellano) que la división entre sexos es una construcción social que permite la opresión de los hombres sobre las mujeres y que, si ha tenido tanto éxito, es porque se ha presentado como algo natural e inevitable, hasta incorporarse completamente en la manera de concebir el mundo, de percibir y sentir nuestros cuerpos, de imaginarlo todo.

“La división entre los sexos parece estar en el orden de las cosas, como se dice a veces para referirse a lo que es normal y natural, hasta el punto de ser inevitable: se presenta a un tiempo, en su estado objetivo.... (La casa, por ejemplo) con todas sus partes sexuadas... cocina=femenino, oficina=masculino.”

Y como hemos sido socializados en esta división, encontramos una clara “concordancia entre las estructuras objetivas y las estructuras cognitivas”, entre cómo están conformadas las cosas y las formas en que las conocemos, entre cómo transcurre el mundo y las expectativas que de este mundo tenemos. Seco/húmedo, duro/blando, público/ privado, fuera/dentro encima/debajo, activo/pasivo aparecen con sentido objetivo en la forma en que nos representamos el mundo, en la forma en que consideramos que somos hombres y mujeres”

(Bourdieu; 2000: 20; en ¿Son posibles otras masculinidades? Supuestos teóricos e implicaciones políticas de las propuestas sobre masculinidad, Mauricio Menjívar Ochoa, 2004; http://www.reflexiones.fcs.ucr.ac.cr/documentos/83_1/son_posibles.pdf

).

De hecho, la supuesta diferencia anatómica que justifica la división sexual no deja de ser una diferencia construida y exacerbada socialmente para exhibirse como garantía y justificación de que existe una diferencia natural entre mujeres y hombres. Esta justificación circular conduce a asimilar que las relaciones de dominación están objetivamente inscritas en el orden de lo natural i no de lo social.

“De esta manera se inscriben las relaciones de dominación masculina en la naturaleza biológica, cuando en realidad se trata de la naturalización de la dominación. Es una dominación que responde a una construcción social (naturalizada) de relaciones históricas basadas en la división sexual del mundo. Es una realidad construida antes de nacer, que nos recibe al momento del alumbramiento y nos configura desde el inicio de nuestras vidas.”

(Bourdieu; 2000: 37 en ¿Son posibles otras masculinidades? Supuestos teóricos e implicaciones políticas de las propuestas sobre masculinidad, Mauricio Menjívar Ochoa, 2004; http://www.reflexiones.fcs.ucr.ac.cr/documentos/83_1/son_posibles.pdf).

Según Bourdieu, hay que trastocar este imaginario si queremos construir relaciones equitativas i satisfactorias. La masculinidad es parte de un imaginario construido socialmente, no una inferencia biológica de los cuerpos de los hombres y las mujeres, ni una esencia que no pueda modificarse.

Críticas

Los nuevos datos aportados por los biólogos evolucionistas, la Neurología, la Genética y la Etología Humana apuntan a que hay un substrato biológico masculino diferente del femenino, ni mejor ni peor, diferente. Somos híbridos de biología y cultura y cualquier análisis de las cuestiones de género nunca debería olvidarse de esta realidad, magnificando la importancia de un elemento en detrimento del otro. Por otra parte, reconocer la importancia del sustrato biológico no necesariamente ha de conducir a afirmar la superioridad de los hombres de las mujeres, porque es compatible armonizar la igualdad de derechos y el reconocimiento de diferencias. Negar las diferencias en evitación de posibles excesos y abusos puede llevar a opresiones aún mayores.

Prostitutas con síndrome de guerra.


La Vanguardia, 4-2-2006
Las mujeres que se prostituyen pueden sufrir patologías similares a las de un soldado que ha entrado en combate
Prostituirse es comparable, a efectos psicológicos, a entrar en combate contra tropas enemigas. Las personas que ejercen la prostitución sufren un índice de estrés postraumático igual o superior al que registran los soldados que han estado en la guerra. "El solo hecho de dejar que un desconocido penetre en tu cuerpo causa un estrés importante; si a eso se añade la experiencia de haber sido maltratada o insultada en este contexto, las posibilidades de reproducir muchas de esas sensaciones de pánico y sobresalto cada vez que la prostituta se encuentra con un nuevo cliente son muy elevadas", indica Consuelo Barea, médico y psicoterapeuta, especialista en el maltrato psicológico de la mujer.

El periódico danés Urban recogía recientemente una opinjón similar de la psicóloga Birgitte Lieberkind. Según esta especialista en mujeres que tratan de salir de la prostitución, el mero hecho de no saber si el cliente será violento ya supone gran estrés. Estudios internacionales demuestran que dos tercios de las prostitutas de calle sufren PTSD (siglas en inglés del desorden por estrés postraumático) y la mayoría, problemas derivados de esa explotación: sólo se libran de una enfermedad de transmisión sexual un 15%, y prevalece el carcinoma de cuello uterino.

"Hay una gran hipocresía al abordar el tema sanitario en la regulación de la prostitución - dice Barea-: cuando un sanitario detecta una enfermedad de transmisión sexual hay que avisar a los posibles contagiados, pero, ¿se hará con los clientes de las prostitutas? Dicen que se las tratará de las secuelas psicológicas, pero será difícil solventar su pánico en cada acto de su oficio, pues conlleva una violencia sexista brutal; es increíble lo que tragan esas mujeres".

El estrés postraumático puede aparecer tras experiencias de guerra, torturas, desastres, accidentes, ataques terroristas o la pérdida de un ser querido. Cuando una prostituta ha sufrido una o dos situaciones de maltrato puede sufrir el transtorno: tener flashbacks,revivir la pesadilla. Otros síntomas incluyen la dificultad de concentración y la irritabilidad. Además, las prostitutas comparten el síndrome de Estocolmo con las mujeres maltratadas, los niños abusados, los soldados en manos de tropas enemigas y quienes han estado en campos de concentración.

"Para que se dé el síndrome deben producirse las cuatro a:una amenaza, alguna amabilidad, el aislamiento y el aprendizaje de que no hay escape del terror", explica Barea, autora de Manual para mujeres maltratadas que quieren dejar de serlo."La mayoría de las prostitutas se inician con métodos violentos por parte de su chulo y muchas han sido víctimas de abusos en su infancia, casi siempre por parte de un familiar", dice Barea.

El consumidor de prostitución no sólo busca sexo, también dominio, abuso de poder... incluso las escasas prostitutas vocacionales acaban en una casa de reposo si siguen unos cuantos años en la profesión, asegura Barea: "Sacarlas de la calle no es la solución, a juzgar por experiencias de países con sistema reglamentarista: sigue habiendo igual o mayor maltrato y se fomenta el tráfico. En Alemania se espera que lleven 40.000 mujeres para cubrir las necesidades sexuales durante el Mundial de fútbol; no puede extrañarnos que los hombres de nuestra sociedad consideren a la mujer un bien de consumo. En ese país una mujer perdió el paro por no aceptar un trabajo de camarera que implicaba prostituirse". En Alemania se la considera una actividad laboral y toda menor de 55 años que lleve más de un año en paro está obligada a aceptar cualquier trabajo...

"La prostitución no es una profesión ni un oficio, es la última esclavitud que queda en Occidente", afirma la psicóloga y ex profesora de Psicología Diferencial Victòria Sau. "Su principal problema es la dependencia: el cliente paga, es amo de la situación; la prostituta ni siquiera es capaz de pensarse, su autoestima es inexistente. Y es maltratada por partida doble, pues cuando aparece asesinada no lo llamamos violencia sexista".

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Genes, fidelidad e infidelidad


El gen que los hace infieles

Fuente:
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/gen/hace/infieles/elpepisoc/20080903elpepisoc_1/Tes

Una mutación presente en el 40% de los hombres condiciona su capacidad de compromiso y lealtad con su pareja

EL PAÍS, JOAN CARLES AMBROJO 03/09/2008

¿Son multitud el trío amoroso que aparentemente refleja Vicky Cristina Barcelona, la última película de Woody Allen? ¿Los seres humanos están hechos sólo para relaciones monógamas? Porque, ¿quién puede afirmar no haber amado o deseado a más de una persona a lo largo de su vida a la vez?

La infidelidad ¿culpa de un gen?

VIDEO - VNEWS - 03-09-2008

Lo de la infidelidad es un tema escabroso que trae por la calle de la amargura a muchas parejas. Pero ahora, todo podría dar un cambio después de la publicación de un estudio desde el Instituto Karolinska de Estocolmo, que asegura que es la existencia o no de un determinado gen en el hombre la que determina su infidelidad. - VNEWS

La noticia en otros webs

Las relaciones se están redefiniendo hacia la individualidad

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La variante se asocia también con la inestabilidad en el matrimonio

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Este trabajo puede ayudar a explicar otros problemas de interacción social

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Esta información no permite predecir cómo irá un matrimonio

Pueden estar seguros de que se habrán escrito ríos de tinta sobre las relaciones amorosas y sus dificultades y, cómo no, sobre la infidelidad. Al final, puede resultar que engañar a la pareja sea simplemente cuestión de tener o no un gen. Al menos, en los hombres. Y tiene un nombre, la variante 334, que la ciencia acaba de encontrar.

Esta mutación es un enlace directo entre los genes del hombre y su aptitud para la monogamia. Investigadores del Instituto Karolinska de Suecia han publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences los resultados de un estudio según el cual los hombres que carecen de la variante de un gen que influye en la actividad del cerebro tienen mayor capacidad de compromiso con la mujer.

¿Eso quiere decir que, a partir de ahora, antes de pronunciar el "sí quiero", la novia debería pedir un certificado genético de su futuro marido? El efecto de esta variación genética es relativamente modesto, explica Hasse Walum, investigador del Instituto Karolinska y que ha participado en el estudio, "y no puede ser utilizado para predecir con ninguna precisión el comportamiento que tendrá un hombre en una futura relación", asegura.

Pero Helen Fischer, antropóloga de la Universidad de Rutgers y especialista en amor romántico, dijo al Washington Post que esta información genética podría ayudar a un hombre y a su esposa cuando vayan a contraer matrimonio. "Conocer los "puntos débiles" será útil para superar futuros problemas", afirma.

Y, ¿de qué manera influye la variante de este gen en los hombres? Técnicamente, dicho gen forma un receptor para la vasopresina, una hormona que se encuentra en muchos mamíferos. En general, las personas que presentan mayor preferencia por mantener una pareja estable tienen los niveles de dopamina, oxitocina y vasopresina aumentados. ¿Y esta hormona no podría afectar también al comportamiento de las mujeres? Los científicos estudiaron a los hombres porque se sabe que la vasopresina desempeña un papel más relevante en su cerebro que en el de las mujeres.

El mismo gen se ha estudiado previamente en los campañoles, unos ratones de campo, y resultó estar ligado al comportamiento monógamo de los machos. Este hecho, afirma Walum, "hace nuestros resultados aún más interesantes, y sugiere que los mecanismos del cerebro estudiados que sabemos dan lugar a enlaces fuertes entre los individuos de campañol pueden también ser relevantes en los humanos". Curiosamente, el efecto de la vasopresina en las relaciones humanas podría dar lugar a descubrir las causas de enfermedades que se caracterizan por problemas de interacción social como el autismo, concluye este científico.

El estudio lo han realizado con 1.100 personas (550 hombres gemelos suecos y sus correspondientes parejas o esposas). La variante del gen, el alelo 334, está presente en dos de cada cinco varones del estudio. La variante de este gen influye, asimismo, en las posibilidades de que existan problemas de convivencia en el matrimonio o en la relación de pareja.

Los investigadores suecos han encontrado que los hombres que llevan una o dos copias de la variante del alelo 334 se comportan a menudo de forma diferente en las relaciones de pareja, que los hombres que carecen de esta variante del gen.

Como explicó a EL PAÍS Hasse Walum, el 40% de los individuos estudiados llevaban una o dos copias del alelo 334. Tener esa variante, ¿qué significaba? Pues que estos hombres duplicaban también la probabilidad de haber sufrido una crisis marital o de relación durante el último año, a diferencia de los hombres que carecían de esa variante. Las mujeres que se casaron o unieron con los hombres que llevaban esas copias del gen se mostraron menos satisfechas de su relación amorosa con relación a las que se unieron con hombres sin esa variante.

Afortunadamente, no hay que asustarse. Los mismos científicos nos tranquilizan: tener ese alelo no marcará nuestras vidas. "Todo comportamiento humano tiene tres esferas, la biológica, la psicológica y la social, y todas ellas influyen de una manera u otra. La existencia de un factor biológico no significa que lleve al hombre a tener un problema de relación", asegura.

Miguel Ángel Cueto, psicólogo y secretario general de la Federación Española de Sociedades de Sexología. "Los factores sociales y psicológicos o la interacción con el medio pueden ayudar o perjudicar en los conflictos de pareja", añade Cueto.

Entonces, ¿la monogamia no está amenazada? "No creo que la monogamia esté más en declive que antes. Somos poligámicos por naturaleza y monogámicos de vocación", explica el psicólogo especializado en relaciones amorosas Walter Riso. "Los machos desparramando genes y las hembras diluyendo la paternidad entre varios para cuidar las crías es lo que enseñan las teorías evolucionistas", añade. Sin embargo, parece ser que en la cultura humana se imponen el acuerdo, los valores y el sentido de exclusividad.

"La experiencia muestra que aunque la posmodernidad avanza en la autonomía y otros rubros, los acuerdos afectivos que buscan la estabilidad amorosa siguen en boga. La gente quiere relaciones afectivamente estables, seguras y tranquilas, incluso los jóvenes", aventura el psicólogo Walter Riso.

Hay quienes buscan alternativas. La monogamia no tiene por qué ser necesariamente el mejor de los estilos de vida, "depende de lo que haya en juego, de los costos psicológicos, del sentimiento implicado en las personas", añade Riso.

Y es que, dice este psicólogo, abrir una sucursal afectiva puede resultar enloquecedor para todos los implicados. Sin embargo, sí cree posible que podamos amar a más de una persona al mismo tiempo: "Es cuando fragmentamos los tres componentes del amor: Eros (sexo), Philia (amistad) y Ágape (ternura). En vez de en una, pueden estar repartidos entre varias personas". Algunos expertos consideran que tendemos hacia una sociedad cada vez más individualista, donde las relaciones son cada vez más individuales porque las personas dan prioridad a sus trayectorias personales.

En este sentido, las relaciones de pareja se están redefiniendo "porque aparece como un contrato temporal, una relación puntual o de apoyo mutuo, y en muchos casos lleva a que estés abierto a cualquier tipo de relación y que dentro de tu trayectoria individual te parezca que es correcta, de forma que no colisione con otros compromisos ya adquiridos y lo explicitas", dice Antonio López, profesor de Sociología de la Universidad Española de Educación a Distancia (UNED).

¿Y qué está ocurriendo con estas trayectorias individualizadas y personales? Teóricamente, a algunas personas le puede llevar a establecer acuerdos con sus parejas como tener nuevas experiencias con otras personas distintas, de forma "que aporten un plus de novedad, por las características físicas o psicológicas", afirma López.

Pero toda cara tiene su cruz. Y es que, añade el sociólogo, los seres humanos no son tan maleables como los discursos que tenemos sobre nosotros mismos. Vamos, que una cosa se piensa, es la teoría, y otra, la práctica. "Cuando haces determinadas acciones, las relaciones (y tú mismo) se pueden deteriorar", añade López.

Una aventurilla puntual dentro de una relación monógama de nuevo cuño podría responder, no tanto a la libre elección de la persona, sino porque se encuentre insatisfecha "y en el fondo ambos pueden estar buscando la redefinición de la relación", dice el sociólogo. Cada persona debería adaptarse a su estilo de afecto y de amor que desee "y como el amor y las relaciones afectivas son polimorfas, cada uno tenemos la capacidad de decidir la relación afectiva, emocional o sexual que deseemos", dice Miguel Ángel Cueto.

Desde hace tiempo se habla de que las relaciones deben ser igualitarias. No parece ser el término más adecuado. Lo importante en las relaciones no es que sean igualitarias, "sino auténticas", añade Antonio López. "Es cuando se puede mantener una relación de igualdad, de respeto y sobre todo de apertura al otro".

Lo más habitual son las relaciones monógamas sucesivas. Es decir, relaciones que comienzan y acaban y en las que generalmente somos fieles mientras dura la relación. Las razones para ese comportamiento pueden tener una explicación casi biológica, dice Cueto: los estudios realizado en relaciones de pareja o de matrimonio indican que cuando una pareja tiene un hijo, durante los cuatro primeros años de vida, la relación funcionará bien porque el hijo no es autónomo y tanto la mujer como el hombre tienden a proteger a la prole, son más fieles y dedican más tiempo para educarlo, asegura.

¿Continuará existiendo la relación de pareja como el modelo fundamental en el futuro? "Es difícil saberlo", añade Cueto. Aunque quizá cada vez necesitemos menos de la monogamia sucesiva, sugiere este sexólogo. A veces se toma demasiado a la ligera el afecto y el sexo como elementos que pueden ser o ir por separado, cuando deberían ir más unidos, añade. "Los seres humanos somos modificables, incluso en la vida de pareja tenemos un ritmo, somos como ruedas dentadas y si una de ellas no va bien, se para y chirrían y eso a veces hace que la relación sea más conflictiva y compleja".

Uno va buscando un amor que le dure y que además le haga sentirse bien si es posible, y cuando no le hace sentir bien tendemos a modificar a la pareja. Lo aconsejable, explica Cueto, es que antes de que alguien busque un amante sustitutorio, se intente mejorar la relación con ayuda de especialistas. Y si al final resulta que nada funciona, lo mejor es romper: "¿Para qué seguir juntos?". No es fácil convivir en pareja, pero a veces no somos hábiles y tendríamos que intentar aprender.


Poner los cuernos a la estadística

Los profesionales niegan el tópico de que los varones son más promiscuos

MARUXA RUIZ DEL ÁRBOL 03/09/2008

“Comencé a ser infiel antes de cometer mi primera infidelidad”. Clara cree que rompió el delicado hilo de la lealtad cuando supo que su pasión por Fernando, “el otro”, “el tercero”, no tenía marcha atrás. “A él le gustaba yo y a mí me apetecía muchísimo”. Clara y Fernando son nombres ficticios, pero la infidelidad fue real. Como Clara preveía, acabó sucediendo, y el secreto dura ya tres años. ¿Es el de Clara un caso aislado entre las mujeres?

La verdad popular dice que sí. La última y única encuesta sobre adulterio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) es antigua, de 1995. Sus datos se alinean con el tópico. Hace 13 años, el 46% de los españoles reconocía que había tenido alguna relación extraconyugal, frente al 17% de las españolas.

Al psicólogo y sexólogo Esteban Cañamares, sin embargo, no le cuadran esos cálculos a la luz de las confesiones que le han hecho desde el diván en 16 años de carrera. Son testimonios sinceros, ya que el paciente sabe que sus historias están blindadas por el secreto profesional. “La infidelidad amenaza la seguridad de la familia y la familia es un pilar de la sociedad. Por eso tenemos necesidad de pensar que una parte de la pareja es más estable, para salvaguardar su solidez. Ese rol, históricamente, le ha tocado a la mujer”.

Por la consulta de Cañamares han pasado, sin embargo, tantos hombres infieles como mujeres. En su libro ¿Por qué le es infiel? (2004), el sexólogo asegura que la encuesta del CIS de hace 13 años “contradice la lógica de cualquier razonamiento numérico”. “Donde hay 50 hombres traicionando a sus mujeres tiene que haber las mismas mujeres engañando a sus esposos. ¿Cómo es posible que existan muchos hombres infieles si no existen muchas mujeres que también lo sean? ¿Con quién son entonces infieles esos caballeros?” [Las visitas a las prostitutas no cuentan en este caso].

Cañamares rechaza también el tópico de que se cometan más infidelidades con solteras y viudas. “Ese razonamiento podría aplicarse también al contrario: que son las mujeres las que recurren a los solteros y a los viudos”.

A José María Castro, detective privado en Barcelona, tampoco le cuadran los cálculos de la antigua estadística del CIS: “Mi experiencia me dice que ni ellos han estado con tantas ni ellas con tan pocos”. La propensión a la infidelidad no la marca el género, añade, sino, sencillamente, la posibilidad de serlo. “El patrón hay que buscarlo en las profesiones liberales: abogados, detectives, periodistas, médicos... Las personas que conocen a más gente y cuyos horarios son más flexibles tienen más posibilidades de traicionar a sus parejas”.

Mientras la parte ofendida en la traición acude a detectives como José María Castro para destapar el engaño, otros profesionales se ofrecen al traidor para mantener viva la aventura. La web coartadaclub.com se dedica de manera profesional a montar coartadas para adúlteros: hace invitaciones para seminarios falsos, billetes de aviones que nunca han volado, ofrece cobertura telefónica y se asegura de que los dislates que la pasión oculta de sus clientes provocan en su tarjeta de crédito queden maquillados entre las facturas del banco.

El director comercial de esta web, Juan Vázquez, añade un voto más a la teoría de que, por cada 50 hombres adúlteros existen 50 mujeres infieles. Su empresa elabora estadísticas para conocer mejor el perfil de sus clientes. “Todos los meses nos encontramos con resultados similares. A veces un 49% de mujeres y un 51% de varones; a veces lo contrario, pero está siempre muy a la par”.

A falta de estadísticas más recientes, el tópico seguirá alimentándose, porque las propias mujeres defienden que ellas son menos infieles. Un estudio británico de 2007 concluyó que ellas buscan hombres con facciones femeninas cuando se trata de mantener una relación estable. Asocian su aspecto femenino con la fidelidad.


martes, 2 de septiembre de 2008

8. TEORÍAS SOBRE LA MASCULINIDAD: Mens's Studies y la masculinidad como huida o negación de la feminidad



La característica más destacado de esta corriente es su oposición a los planteamientos esencialistas que defienden la existencia una feminidad y una masculinidad únicas de carácter universal. Según los Mens's Studies es preciso hablar de masculinidades en plural, porque la construcción de la masculinidad o la feminidad varía enormemente según los tiempos y los lugares.

Michael Kimmel

Para el sociólogo Michael Kimmel, editor de la revista Masculinities y uno de los autores más notorios de los Mens's Studies... la virilidad no es estática ni atemporal, es histórica; no es la manifestación de una esencia interior, es construida socialmente; no sube a la conciencia desde nuestros componentes biológicos; es creada en la cultura. La virilidad significa cosas diferentes en diferentes épocas para diferentes personas" (estas y otras citas de Kimmel proceden del artículo de María Isabel Jociles que cito más adelante). La feminidad y la masculinidad también varía en función de factores como la edad, la clase social o la etnia.

En un interesante artículo centrado en las masculinidades, María Isabel Jociles para explicarlo comenta: ¿qué tiene en común el hombre de la sociedad arapesh, que es amante del arte y que deja que le maltraten antes que emprender una pelea, con el guerrero de la sociedad mundugumor, agresivo y presto a dejarse llevar por la cólera?, por mencionar sólo dos de los pueblos de Nueva Guinea estudiados por Margaret Mead (1993), en un trabajo -por cierto- muy anterior a la consolidación de los Men's studies. ¿O qué tiene que ver el griego de la isla de Kalymnos, que rehúsa tomar precauciones para bucear en aguas profundas en busca de las esponjas que constituyen el modo de subsistencia predominante en el isla, porque con el desprecio de la muerte -según asegura Gilmore (1994)- demuestra su masculinidad y, en caso contrario, podría ser tenido por "afeminado", con el varón semai, de Malasia, que considera que lo mejor que puede hacer, ante un peligro, es huir? Según los representantes de los Men's studies, poca cosa y, en opinión de los más radicales, nada en absoluto, a pesar de que en todas las sociedades se distinga entre lo masculino y lo femenino. Es más, incluso en una misma sociedad las masculinidades son múltiples, definidas diferencialmente según criterios como la edad, la clase social o la etnia, por ejemplo. El obrero inglés, v.g., centra su masculinidad en la alta valoración del trabajo manual, el desdén por la actividad intelectual y un marcado sexismo, mientras que la masculinidad en la burguesía se define alrededor del éxito en actividades intelectuales, comerciales y/o empresariales, y tiene como uno de sus valores más pregonados el trato 'exquisito' a las mujeres. De igual forma, en las zonas rurales de la Rioja (Jociles 1992), un joven trata de mostrar públicamente su masculinidad sometiéndose a riesgos físicos, ostentando el control sobre su cuerpo, sobre sus emociones y/o robando, en algunas situaciones festivas, alimentos y objetos a sus vecinos, en tanto que, en lo que atañe a un adulto casado, esos mismos actos serían tenidos por una locura o una insensatez, y se espera que ponga de relieve su virilidad a través de la capacidad de mantener holgadamente a su familia y de contribuir económicamente a la organización de ciertos eventos comunitarios.

(Jociles Rubio, María Isabel: El estudio sobre las masculinidades. Panorámica general, Gazeta de Antropología Nº 17, 2001. http://www.ugr.es/~pwlac/G17_27MariaIsabel_Jociles_Rubio.html)

Sin duda, el énfasis en las masculinidades o pluralidad de las identidades masculinas es tal vez una de las aportaciones más interesantes de esta corriente. Más controvertida resulta, sin embargo, su explicación sobre cómo se construyen las identidades masculinas. Según los Mens's Studies la construcción social de la masculinidad se realiza siempre en relación negativa respeto al referente femenino, es decir, la masculinidad se edifica negando y repudiando la feminidad.

Para sustentar esta tesis, que constituye un lugar central de los Mens's Studies, se recurre a las aportaciones de la psicología y del psicoanálisis postfreudiano, según las cuales el niño necesita separarse psíquicamente de la madre para adquirir la identidad culturalmente definida como masculina. “La identidad masculina nace de la renuncia al referente femenino, no de la afirmación directa de que es masculino, lo cual deja la identidad de género masculino tenue y frágil”, según Kimmel. La niña, en cambio, no tiene que romper su unidad con la madre porque será la identicación con ella la que le permitirá desarrollar su identidad femenina.

El niño, en un momento de su desarrollo, renuncia al profundo vínculo emocional establecido con su madre y adopta desde entonces al padre como objeto de identificación. Si no quiere parecer uno “hijito de su mama, un afeminado”, a partir de ese momento tendrá que demostrar su “hombría” negando en él las características de acogida, compasión y ternura que pudiese haber encarnado la madre, y potenciando el carácter amenazador, devastador, posesivo e incluso castigador que imaginariamente asocia a la sexualidad paterna. Este proceso tiene como consecuencia el desarrollo por parte del joven de una predisposición a “devaluar a todas las mujeres en su sociedad, como encarnaciones vivientes de aquellos rasgos de sí mismo que ha aprendido a menospreciar”,y que constituye el sustrato en el cual se asientan las actitudes sexistas según Michael Kimmel.

La masculinidad social se entiende como una defensa contra la simbiosis, que explicaría la “...envidia y el temor ante la mujer, la necesidad de mantenerla a distancia y rebajarla aunque se la desee. La rudeza, el machismo y la homofobia son manifestaciones defensivas para renegar de cualquier aspecto femenino del sí mismo”, han añadido antropólogos como Robert Stoler y Gilbert Herdt que estudiaron a los sambia de Nueva Guinea. Para ellos, “cuanto más prolongada, íntima y agradable sea la simbiosis entre la madre y su hijo hombre, mayor es la posibilidad de que un niño se vuelva femenino. Si el padre no interrumpe de una manera eficaz esta fusión, el niño puede llegar a convertirse en transexual”. Por ello, “los niños hombres deben desarrollar barreras intrapsíquicas contra su deseo de fusión con la madre.


Élisabeth Badinter Elizabeth Badinter


Elizabeth Badinter, otra impulsora decisiva de los Mens's Studies, ha matizado y desarrollado más estas ideas, siguiendo las explicaciones ya formuladas por el neofreudiano Erik Erikson en la década de los 50. Para Badinter, la adquisición de una identidad social o psicológica es un proceso que implica una relación positiva de inclusión y una negativa de exclusión. Uno se define de acuerdo con semejanzas y diferencias. Según Badinter, este principio de diferenciación sexual es universal, “a pesar de que la forma en que se produzca varíe “considerablemente de una sociedad a otra” (...) La necesidad de diferenciarse del otro no es un producto del aprendizaje sino una necesidad arcaica (...) El acto cognoscitivo comienza a operar a partir de la distinción y la clasificación, pero sobre todo, a partir del dualismo. El niño aprende en clasificar gente y objetos en dos grupos, un parecido a él, el otro opuesto". En este sentido, se utilizan las categorías de masculino o femenino para comprender el mundo y, sobre todo "para entenderse a sí mismo".

Para Badinter, la raíz de ser misógino, fuerte, duro, independiente, cruel, perverso, etc., además de polígamo proviene de esta separación y del temor a la homosexualidad, concebida como fruto de la identificación con la madre.

Badinter rehúsa siempre la tentación de esencializar los géneros como acostumbra a hacer Kimmel, quién generalmente asocia la compasión y la ternura a la feminidad. De hecho, fue la misma Badinter quién intentó demostrar en su lúcido libro ¿Existe el instinto Maternal? (1980) que el amor maternal es una construcción histórica con fines políticos. Para Badinter, parece más razonable explicar la dinámica del géneros mediante el principio de diferenciación psíquica: los seres humanos obramos a partir de la identidad y la distinción para definirnos en el mundo.

A partir de este principio de diferenciación, Badinter llega a las siguientes conclusiones sobre la construcción de la masculinidad:

a) hay que rechazar la idea de una masculinidad única, hegemónica, lo que supone que no existe uno modelo masculino universal, válido para cualquier lugar y época, sino diversidad de masculinidades;

b) la masculinidad no constituye una esencia, sino una ideología que tiende a justificar la dominación masculina (según esta autora, sus hormas cambian, sólo subsiste el poder que el hombre ejerce sobre la mujer);

c) la masculinidad se aprende, se construye y, por lo tanto, también se puede cambiar. Lo que hoy se debate es la crisis en las representaciones sociales sobre la masculinidad afirmada en la dominación masculina.

(Las últimas citas en cursiva proceden de Varones, Género y subjetividad masculina de Mabel Burin y Irene Meler, Paidós, Barcelona, 2000, pàgs. 128-129.)

A partir de estos presupuetos, Luis Bonino Méndez (1997) ha propuesto un esquema sobre la construcción de la masculinidad tradicional y las premisas necesarias para su construcción, partiendo del modelo del ideal masculino que descriven Déborah David i Robert Brannon (citats per Badinter, 1992), que han analitzado cuatro imperativos de la masculinidad bajo la forma de consignas populares.


Según Bonino, a partir del ideal social i subjectiu fundante de la masculinitat, el ideal d'autosuficiència, que requiere el posicionamiento social i subjetivode dominio control
-que ya se habría planteado entre los antics griegos como requisito bàsico para ser considerat miembro de la polis, i que después fue notablemente complejizado en la cultura occidental- se puede plantear el cuadro siguiente:

IDEALES DE GÈNERO MASCULINO TRADICIONALES

IDEAL DE AUTOSUFICIENCIA: Ideal de dominio y control

PILAR 1 Hipótesis: “La masculinitat se construye por desidentificación de lo que és femenino"."NADA DE FEMENINO"


PILAR 2 Hipótesis "La masculinidad se valora por identificación con el padre". "SER UNA PERSONA IMPORTANTE"

PILAR 3 Hipòtesis: "La masculinida se construye sobre la base de la violencia". “MANDAR AL DIABLO A TODOS”

PILAR 4 Hipòtesis: "La masculinidad se construye en la lucha y rivalidad contra el padre". “SER UN HOMBRE DURO”

IDEAL DE GÉNERO MASCULINO INNOVADOR

NUEVO IDEAL GENÈRICO: SER SENSIBLE Y EMPÁTICO. Trastornos por conflicto con los demás ideales. Trastorno por pérdida del norte (patologia de la perplejidad).

Fuente: Luis Bonino Méndez, comunicació personal, Madrid, 1.997.

Este esquema describe cuatro ideales sociales tradicionales que construyen la subjetividad masculina y cuatro pilares tradicionales sobre los cuales ésta se asienta.

El pilar 1 supone la hipótesis que la masculinidad se produce por desidentificación con lo que es femenino, y el ideal de masculinidad será no tener nada femenino.

El pilar 2 afirma la hipótesis que la masculinidad se da por identificación con el padre, y construye un ideal sobre la base de ser una persona importante. Según este modelo, un niño pequeño percibe a su padre como el ideal de la masculinidad.

El pilar 3 enuncia la hipótesis que la masculinidad se afirma en las características de dureza y de ser poco sensible al sufrimiento, en particular que se construye sobre la base de la violencia. Sobre esta premisa, construye el ideal de poder desimplicarse afectivamente de los otros (mandar a todos al diablo).

El pilar 4 supone la hipótesis que la masculinidad se construye sobre la base de la lucha contra el padre y construye su formulación de su ideal sobre cómo ser un hombre duro.

Este cuadro permite analizar también que, según cuales sean los pilares .sobre los cuales se afirma la masculinidad, se podrá inferir el tipo de trastornos subjetivos predominantes.

Por ejemplo, en la afirmación en el pilar 1, los trastornos subjetivos se relacionarán con la evitación de toda semejanza con las características típicamente femeninas, por ejemplo, la emocionalidad, la pasividad, etc. Lo deseado/temido que aquí se juzga es la oposición macho/mariquita, con su derivado hetero/homosexual.


En la afirmación expuesta en el pilar 2, los trastornos de la subjetividad serán derivados de:

a) el sentimiento de fracaso,
b) la búsqueda imperativa del éxito.

Según Bonino Méndez, en este pilar ser hombre se sostiene en el poder y la potencia, y se mide por el éxito, la superioridad sobre las otras personas, la competitividad, la posición socio-económica, la capacidad de ser proveedor, la propiedad de la razón y la admiración que se consiguen de los otros.

Lo deseado/temido
que cuenta aquí son las oposiciones potente/impotente, de éxito/fracasado, dominante/dominado y admirado/menospreciado.

Si la masculinidad se afirma en el pilar 3, las características de la subjetividad enfatizarán la polaridad agresividad/timidez, audacia/cobardía.

Según este pilar la hombría depende de la agresividad y la audacia y se expresa a través de la fuerza, el coraje, enfrentarse a riesgos, hacer lo que apetece y utilizar la violencia como manera de resolver conflictos.

Los pares de opuestos deseados/temidos que encontramos aquí son valiente/cobarde y fuerte-agresivo/débil.

El eje del pilar 4 probablemente se asocie a la polaridad llevar/blando, y se afirme en su calidad de la dureza emocional y el distanciamiento afectivo (como se ve en las cuadras de alexitimia masculina, o sea, el incapacitado para transmitir estados afectivo s cálidos).

La masculinidad se sostindria en la capacidad de sentirse tranquilo e impasible, ser autoconfiado, resistente y autosuficiente ocultando(se) sus emociones, y estar dispuesto en soportar otras. La frase "los hombres no lloran" caracterizaría esta posición,

También se ha descrito un nuevo ideal de género masculino: ser sensible y empático. En relación con el cumplimiento de este nuevo ideal genérico se describen dos tipos de trastornos: a) trastornos por el conflicto con los otros ideales; b) trastornos por la "pérdida del norte", caracterizados también como la patología de la perplejidad.



Críticas a los Mens's studies


Joan Vendrell Ferré en Nueva Antropología. Revista de Ciencias Sociales, ISSN 0185-0636, Nº. 61, 2002, pags. 31-52

“Hemos convertido nuestra cultura de la queja y la irresponsabilidad crecientes en universal antroplógico: no está mal como justificación, pero probablemente sea falso. Otros autores, desde otras perspectivas teóricas, ven en las iniciaciones masculinas una representación incesantemente reactualizada del derecho al poder y de la superioridad “naturales” de los hombres, que con la la iniciación son culturalmente reforzados (Godelier, 1986; Houseman, 1993). Y ello no porque los varones duden de su poder y su derecho al dominio, sino más bien para disipar cualquier duda que sobre ello pudieran albergar las mujeres, la contraparte dominada. Más que una cuestión de identidad o autonomía personal, conceptos netamente occidentales, lo que en juego en las construcciones –iniciáticas en sentido estricto o en la froma más vaga que adoptan en las sociedades “complejas” contemporáneas- de la “masculinidad” es el poder, el derecho a ejercerlo. Jean S. La Fontaine (1987), en un trabajo de síntesis sobre el tema, nos recuerda que los ritos de iniciación tienen como propósito primordial justificar la dominación masculina, “incluso en sociedades en las que la descendencia se determina a través de las mujeres y en las que sólo las mujeres son iniciadas (1987: 173-174)

Sin embargo, las teorizaciones contemporáneas sobre la masculinidad suelen dejar en un segundo plano o a olvidar por completo la cuestión de cómo se regula el ejercicio del poder en las relaciones sociales, sustituyendo esto por consideraciones de carácter psicologista sobre identidades primaria, secundarias, etc, o por un problema de (ir)responsabilidad individual. Como si esto agotase el problema. Sin pretender negar totalmente la validez explicativa a los postulados “neofreudianos” sobre la construcción de las identidades sexuales y de género, sí pensamos que resulta mucho más convincente, y políticamente útil, considerar las iniciaciones masculinas como una escenificacón de los componente de una ideología sexual que justifica la explotación de las mujeres en beneficio de los hombres. Una ideología que, promoviendo la mistificación de las realaciones de poder y la creación de una falsa conciencia, no sólo justifica la opresión de las mujeres y el dominio masculino, en general, sino también la jerarquía entre los hombres, ya que, siendo la condición de “hombre veradero” algo difícil de alcanzar y de mantener, resulta evidente que siempre habrá hombres supeditados a otros, a la par que las mujeres en general se supediten a todos ellos. En este sentido siguen resultando mucho más convincentes desde un punto de vista socioantropológico, autores como Maurice Godelier (1986) y Pierre Bordieu (2000), cuya lectura reposada nos invita a poner sub iudice las ideas de los adscritos al neofreudianismo, como David D. Gilmore (1994) Thomas Gregor (1985) o Elisabeth Badinter (1993), y en general toda la moda de los men’s studies.

Un filme sobre John Lennon relatará su difícil adolescencia

"Nowhere Boy" detalla la historia del ex Beatle como un joven solitario y abandonado por su madre

LA VANGUARDIA 01/09/2008

Londres. (Reuters/EP).- La historia de John Lennon se llevará a la gran pantalla en el filme "Nowhere Boy", que relatará la agitada adolescencia del ex Beatle. El guión, escrito por Matt Greenhalgh, detalla la historia de Lennon como un joven solitario abandonado por su madre y criado por su tía autoritaria.

Su único escape era la música, el arte y su leal amistad con Paul McCartney. La cinta será dirigida por el artista visual Sam Taylor-Wood, que filmará en la ciudad natal de Lennon, Liverpool.

"Las mujeres de los primeros años de la vida de Lennon realmente formaron la persona en que se convirtió, y las fortalezas y debilidades de sus relaciones son centrales en este filme", dijo Taylor-Wood. La selección del elenco protagonista "está en movimiento", señaló la productora Ecosse Films, que desarrolla el proyecto con la británica Film Council.