viernes, 23 de mayo de 2008

Chicos, honor y masculinidad tradicional en Arabia Saudí

La juventud saudí, el amor y la tradición

Por MICHAEL SLACKMAN

The New York Times para El País, jueves, 22 de Mayo de 2008

RIAD, Arabia Saudí — Puede que los jóvenes de Arabia Saudí se sientan incómodos ante las exigencias cultu­rales y religiosas de la sociedad más conservadora del mundo musulmán e incluso es posible que a veces intenten eludirlas. Pero también pueden ser muy crueles en su condena hacia los que las desobedecen con demasiado descaro.

Y lo que destaca en docenas de en­trevistas con hombres y mujeres jó­venes era su compromiso total con la perpetuación de las reglas.

Eso da a entender que la estricta interpretación del islam que se hace en Arabia Saudí, a la que apenas se opone la nueva generación dentro del país y.que se difunde en el extranjero gracias al dinero saudí, moldeará ca­da vez más la forma en que viven los musulmanes de todo el mundo.

Veamos el ejemplo de Nader al Mu­tairi. Un día hace poco, estaba decidi­do a conseguir el número de teléfono de una de las recepcionistas de una clí­nica dental. Tensó los hombros, apretó los puños y se dijo: "Llevemos a cabo nuestra misión". Después entró en el vestíbulo fresco y vacío de la clínica.

Pedir el teléfono a una mujer puede poner nervioso a un joven de cualquier parte. Pero en Arabia Saudí, que te pi­llen con una mujer de la cual no eres fa­milia puede hacer que te detengan, po­siblemente que te azoten y ser motivo de deshonra, el peor castigo de todos en una sociedad en la que conservar la reputación de la familia depende de la adhesión fiel a un estricto código de separación entre los sexos.

Más que ninguna otra cosa, Nader, de 22 años, temía que su primo Enad Al Mutairi descubriera que estaba rompiendo las normas. Nader está prometido a la hermana de Enad, Sa­ra, de 17 años. "Por favor, no le digas nada a Enad", rogó. "Me mataría".

Al entrar en la clínica, la decisión de Nader se esfumó. Se encorvó, aflojó las manos y la voz le temblaba. "Hoy no es mi día de suerte; vamonos", de­cía.

A los jóvenes como Nader y Enad se les enseña que son los guardianes de la reputación de la familia, que se espera de ellos que protejan a las mujeres de su familia de la vergüenza y que eviten deshonrar a sus familias con su comportamiento. Es un ejemplo clásico de cómo los saudíes han fusionado la fe con su tradiciones tribales.

"Una de las tradiciones árabes más importantes es el honor", explica Enad. "Si mi hermana va por la calle y alguien la asalta, ella no podrá protegerse. La naturaleza de los hombres es que son más racionales. Las mujeres no son racionales. Con una, dos o tres palabras, un hombre puede conseguir lo que quiera de una mujer".

Enad, agente de policía de 20 años, tiene un carácter explosivo y le gusta tomar el pelo a la gente. Nader habla suavemente, tiene una sonrisa amable y una tendencia a seguir en lugar de liderar. Son más que primos; son amigos y confidentes de toda la vida. Esto sucede a menudo en Arabia Saudí, donde las familias suelen ser numerosas y cerradas.

Son jóvenes saudíes corrientes, ni ricos, ni pobres, y tampoco del sur o del este, zonas más liberales, sino residentes del interior conservador de la nación, Riad. Es una ciudad llana y limpia de cinco millones de habitantes que resplandece con la riqueza del petróleo. Ofrece a los hombres jóvenes muy poco en lo que respecta al entreteni­miento, ya que en ella no hay cines y cuenta con escasas instalaciones deportivas. Si no están casados, ni siquiera pueden entrar en los centros comerciales en los que com­pran las mujeres.

SHAWN BALDWIN PARA THE NEW YORK TIMES

Unos saudíes compran teléfonos móviles, que les dan la oportunidad de contactar con mujeres en secreto y evitar avergonzar a sus familias.


Si hay un accesorio que permite un po­co de expresión personal a los saudíes, es el teléfono móvil. El de Nader está lleno de fotos de mujeres hermosas sacadas de Internet, tomas de los rostros forzados de cantantes y actrices. "Soy muy romántico", confesaba Nader. "No me gustan las películas de acción. Me gustan los idilios. Titanic es la número uno. Me gusta Cómo perder la cabeza. El romanticismo es amor".

Para Nader y Enad, la ora­ción es esencial. En opinión de Enad, la yihad también lo es, pero no el enfoque más mode­rado que pone el énfasis en las buenas obras, sino la idea de coger un arma y luchar en lu­gares como Irak y Afganistán. "Layihad no es un crimen, es una obligación", remacha.

El concepto es un principio tan fundamental, tan arraiga­do en sus mentes, que no ven que haya ningún conflicto entre su creencia en layihad armada y su trabajo como agentes de seguridad del Estado.

Como policía, Enad lleva a cabo redadas en los escondrijos de los sospechosos de te­rrorismo. Nader trabaja en el ejército como oficial de comunicaciones. Cada uno gana, unos 4.000 riales al mes, unos 773 euros, no lo suficiente como para independizarse de sus padres.

Nader hace llamadas de teléfono y en­vía mensajes SMS a escondidas a Sara, su prometida. Estas conversaciones son tabú y podrían causar una disputa entre dos familias.

Mona el-Naggar colaboró en el reportaje.