domingo, 28 de octubre de 2007

7. TEORÍAS SOBRE LA MASCULINIDAD. La utilidad social como base: el funcionalismo y David Gilmore

El antropólogo David Gilmore, autor de un celebrado libro titulado significativamente Hacerse hombre, sostiene que la utilidad social se encuentra en la base de la gestación de la masculinidad. Según Gilmore, la masculinidad sería una construcción cultural que contribuye a garantizar la perpetuación de cada sociedad:

“...para perdurar, todas las sociedades se enfrentan a dos requisitos básicos y formales: la producción y la reproducción, es decir, la economía y el renacer” (...) Par que un grupo se mantenga en el tiempo, la gente debe tener un mínimo de hijos y enseñarles las debidas relaciones sociales, una tarea nada fácil, como bien sabe cualquiera que tenga niños... Al mismo tiempo, alguien debe dar de comer y proteger a los niños y a sus madres...Por razones anatómicas u otras, en la mayoría de las sociedades las mujeres se responsabilizan de la reproducción y los varones de la producción (y defensa).“

La masculinidad básicamente se habría demostrado una estrategia eficaz para hacer frente y superar a los peligros que amenazan al grupo. De hecho, los cultos a la virilidad se intensifican allí donde la lucha parece una mejor garantía de supervivencia. “Cuanto más duro es el entorno y más escasos son los recursos, más se enfatiza la virilidad como inspiración y como meta”.

Se trata de algo “tan sencillo –comenta Gilmore- como que la vida es dura y agotadora en casi todas partes, que a los varones les suelen tocar los trabajos ‘peligrosos’ en razón de su anatomía. Y que hay que presionarlos para que actúen. Las ideologías de la virilidad obligan a los hombres a prepararse para la lucha bajo pena de verse despojados de su identidad, una amenaza, al parecer, peor que la muerte”. “Las mujeres también tienen que adquirir dominio de sí y disciplina” -continúa Gilmore- pero lo suelen hacer bajo el control de los varones, más altos y más fuertes. Los varones precisamente puede que requieran un sistema moral específico (‘la verdadera virilidad’) precisamente porque tienen menos presión social.

La ‘verdadera virilidad’ comporta tres requirimientos morales que cobran una especial relevancia: “uno debe fecundar a una mujer, proteger a los que dependen de él y mantener a los familiares”.

Los ideales de la virilidad obligan al los varones a vencer la inercia que les llevan a disipar sus energías y a ser competentes en ese triple cometido.

“...aunque no exista un varón universal’, tal vez podamos hablar de un varón omnipresente basados en estos criterios de actuación. Podríamos bautizar a ese personaje casi global como el varón preñador-protector-proveedor. ... "

“En la mayoría de las sociedades, los tres imperativos masculinos son, o bien peligrosos o bien altamente competitivos. Hacen que los hombres deban enfrentarse al peligro del campo de batalla, de la caza o de los enfrentamientos con sus padres. A causa del impulso universal de huir ante el peligro, podemos considerar la «verdadera» virilidad como una inducción a un alto rendimiento en la lucha social por los recursos escasos, un código de conducta que promueve los intereses colectivos superando las inhibiciones internas. En el cumplimiento de sus obligaciones, los hombres se arriesgan a perder, amenaza siempre presente que los distingue de las mujeres y niños. Se arriesgan a perder su reputación o su vida, y, sin embargo, las tareas prescritas deben llevarse a cabo si el grupo ha de sobrevivir y prosperar.

Como los muchachos deben endurecerse para entrar en esas luchas, hay que prepararlos con toda clase de trabajos. Para ser hombres, casi todos ellos deben aceptar el hecho de que son prescindibles. La aceptación de esa cualidad constituye la base de la postura varonil en todos los lugares donde se da; no obstante, la simple aceptación no es suficiente. Para que tenga un sentido social, la decisión de la virilidad debe caracterizarse por el entusiasmo, ...debe mostrarse públicamente como una elección positiva, un gozo a pesar del dolor, porque representa el compromiso moral de defender a la sociedad y a sus valores esenciales frente a cualquier peligro. Así, la virilidad es la derrota del narcisismo infantil...”


Enlazando con esta idea, Gilmore parece seguir la senda de los autores neofreudianos citados en el apartado anterior y recuerda la necesidad del varón de separarse de la madre para constituirse como tal:

El deseo de escapar, de huir del peligro, de buscar consuelo en el regazo de la madre, es con toda probabilidad una tendencia humana universal. Se da en todas las personas, hombres o mujeres, jóvenes o viejos. Freud consideraba la «involución» psíquica del desarrollo -la regresión- como un elemento presente en todas las formas de estructuras y funciones mentales (1905, 208). ...Anna Freud situó la regresión en el primer puesto de su enumeración de los mecanismos de defensa... cuando se les amenaza, todos los niños tienden a «regresar» buscando protección y refugio en «la relación simbiótica y preedípica con la madre». Esta tendencia infantil nunca está«ausente del todo» en los adultos.

De todos modos, Gilmore reconoce que es dudoso que exista una estructura profunda de la masculinidad o un arquetipo global de la virilidad, pues existen evidencias de que no todas las sociedades actúan según el canon de virilidad esbozado. Este sería el caso de los semai y los tahitianos.

Mientras que los semai habrían encontrado que huir del peligro es una conducta que les permite sobrevivir, los tahitianos no habrían contado con una escasez que impulsara a la sociedad a construir la virilidad. En este sentido la noción de género deja de ser relevante, en tanto no existen grandes distinciones entre la identidad de hombres y mujeres, como tampoco en el desempeño de los roles.

Para Gilmore, por tanto ser marido, padre, amante, proveedor y guerrero, lejos de depender de una estructura arquetípica sin historia y sin contexto, es más bien una demanda social que puede variar.

Los guiones de género, que animan a los individuos a actuar de cierta forma, tienen como objeto ordenar la vida común y conseguir mayor eficiencia en contextos de necesidad, facilitando tanto el desarrollo individual como la adaptación del grupo. Pero son un artificio de la cultura.


Cuando empecé la investigación para este libro esperaba redescubrir el antiguo concepto de que la feminidad convencional es pasiva y consiste en criar a los niños y que la masculinidad es egoísta e insensible. Pero no hallé nada parecido. Uno de mis descubrimientos es que las ideologías de la virilidad siempre incluyen un criterio de generosidad abnegada, dispues ta a llegar hasta el sacrificio. Una y otra vez hemos visto que el hombre «de verdad» es aquel que da más que toma, que sirve a los demás.

Como el pescador mehinaku, el pastor samburu o los Grandes hombres sambia o dodoth, el hombre de verdad es generoso, e incluso con exceso. A los que no son hombres, se les tilda de tacaños e improductivos. ...Es cierto que el acto masculino de dar es diferente, menos demostrativo y más oscuro que el femenino. Es menos directo, menos inmediato, más involucrado con elementos externos; el «otro» involucrado puede ser la sociedad en general o bien individuos concretos.

La forma de alimentar también difiere. Las mujeres dan de comer a los demás directamente. Lo hacen con su cuerpo, con su leche y su amor. Y esto es muy sacrificado y generoso. Pero, sorprendentemente, los hombres de «verdad» también amamantan, aunque puede que no les guste que se diga así. Su aportación es indirecta, y por lo tanto no se conceptúa tan fácilmente. Los hombres cuidan a su sociedad vertiendo su sangre, su sudor y su semen; llevando a casa alimento para el hijo y la madre, produciendo hijos, y muriendo, si es necesario, en un lugar lejano para proporcionar un refugio seguro a su gente. Esto también es criar en el sentido de dotar y aumentar. Sin embargo, las cualidades individuales necesarias para esta contribución masculina son, paradójicamente, lo opuesto de lo que los occidentales suelen considerar como personalidad materna. Para mantener a su familia, el hombre debe ser distante, alejarse para librar guerras b cazar; para ser tierno debe ser lo bastante duro como para repeler a los enemigos. Para ser generoso debe ser lo suficientemente egoísta como para acumular bienes, a menudo derrotando a otros; para ser amable primero debe ser fuerte, e incluso despiadado a la hora de enfrentarse al enemigo. En el amor debe ser lo bastante agresivo para cortejar, seducir y «conquistar» a una mujer. Otro punto importante de todo esto, en la medida en que está relacionado con el trabajo que muchas feministas están haciendo ahora y que viene a apoyar su argumento esencial, es que rechaza la evocación sociobiológica de la agresividad masculina como algo innato, ya que sostengo que, intrínsecamente, el hombre no es tan diferente de la mujer, y que necesita motivaciones para mostrarse resuelto.

¿Qué demuestran los casos excepcionales, los pacíficos tahitianos y los tímidos semai, acerca de la masculinidad? Lo más importante que sugieren, como supusimos anteriormente, es que la virilidad es un guión simbólico, una construcción cultural, con un sinfín de variantes, y no siempre necesario. ¿Significa ello que nuestra masculinidad occidental es un fraude innecesario y prescindible, como afirman algunas feministas y ciertos defensores de la emancipación del hombre (Pleck, 1981; Brod, 1987)? ¿Estamos preparados para deshacernos de ella? ¿Podemos convertirnos todos en juguetones Peter Pan y dedicarnos a la «autorrealización» o a la «sensibilidad», sea cual fuere el verdadero significado de estas palabras? O, en un nivel más elevado, ¿podríamos todos imitar a Proust en su estudio revestido de corcho escribiendo En busca del tiempo perdido, pasándonos la vida en hermosos ensueños «de amnesia infantil» (Kohut, 1977, 181)? O, al contrario, ¿hay algo en nuestro mundo difícil y complejo que requiera de casi todos nosotros la dura disciplina inherente a la ética de la virilidad? Quizá. Pero entonces debemos preguntarnos: ¿por qué tenemos que ser competitivos y disciplinados a la fuerza? ¿Por qué no puede una sociedad industrial moderna existir y progresar sin un rol masculino agresivo? ¿Hay algo en las sociedades complejas que, en sentido general, requiera la existencia de estos roles masculinos? ¿No podríamos huir ante los retos intrínsecos de la vida moderna como los semai?


Críticas a Gilmore

La fuerte influencia funcionalista de este autor –señala Mauricio Menjívar Ochoa* en ¿Son posibles otras masculinidades?- le llevaría a concluir que “mientras haya batallas por ganar, alturas por esclarecer y trabajo duro por hacer, algunos de nosotros tendremos que “actuar como hombres”. De su planteamiento se derivaría que, en la medida en que la virilidad es una construcción altamente funcional es además una construcción necesaria, al menos hasta que las condiciones sociales cambien. Sin embargo, la trampa de esta conclusión radica en que, para que las condiciones cambien, es necesario que se constituyan sujetos sociales que impulsen transformaciones y que realicen rupturas. Al evadir abordar preguntas “para filósofos” (Gilmore; 1994: 225), Gilmore pareciera llevarnos a un callejón sin salida. Y si bien con sus evidencias se invalida la pretendida universalidad del patriarcado (postulado por Goldberg) , al igual que este esgrime una supuesta neutralidad de la ciencia, al pretender dejarla fuera del terreno de la propuesta de soluciones.

Críticas a Gilmore de Joan Vendrell Ferré

Cuando un comparativista como David Gilmore, trabajando desde una perspectiva específicamente funcionalista, se nos presenta alborozadamente como un precursor en la definición del nuevo campo de estudio constituido pOr el "rompecabezas" de la masculinidad, está cayendo, a mi juicio, en una falacia de carácter profundamente etnocéntrico. La cual, además, y quizás más gravemente le sirve para desactivar el problema de la dominación masculina, un problema de orden sociológico, para dejárnoslo convertido en un problema de "identidad", de orden psicológico.

El error nace de partir de supuestos insuficientemente analizados. Gilmore nos define la masculinidad como “la forma aceptada de ser varón adulto en una sociedad concreta”, lo que inmediatamente pasa a ser considerado algo "incierto y precario, un premio que se ha de ganar o conquistar con esfuerzo".

Estas prenociones llevan a Gilmore a enfocar su estudio comparativo en un intento de descubrir por qué en "muchísimos lugares" es tan difícil ser un "hombre de verdad", y "por qué tantas sociedades elaboran una elusiva imagen exclusivista de la masculinidad mediante aprobaciones culturales, ritos o pruebas de aptitudes y resistencia" (Gilmore, 1994: 15). Hay ahí un error de base de carácter epistemológico acompañado de un manejo insuficiente -y muy discutible- de la literatura etnográfica disponible, así como el deliberado olvido de estudios de previos sobre el tema efectuados desde perspectivas explícitamente rechazadas por Gilmore. como el enfoque que él llama “marxista doctrinario” de Godelier, pero donde podríamos situar también a Meillassoux (1977). El error de base es convertir estas dificultades y esfuerzos para ser "un hombre de verdad", esta necesidad de aprobación cultural, estos ritos y pruebas, e incluso peligros, violencias, etc., todo eso, en un "problema de la masculinidad", entendido como un problema de identidad personal de género. Que una o varias culturas definan sistemas de pruebas de virilidad para establecer mejor la dominación masculina en general, pero también, como ya hemos dicho, una jerarquía entre los propios hombres -los que más se acerquen al ideal de “hombre de verdad", gran hombre (que, a su vez, puede ser de muy distintos tipos), bigman, o –lo que sea- no quiere decir en absoluto que en estas culturas exista algo así como un problema de la masculinidad. Aquí lo problemático es la noción misma de “problema”. Todo ese juego de pruebas de virilidad, y sus consecuencias, no constituye para esa gente nada parecido a lo que para nosotros es un problema de “identidad”, sexual o de género. Parece absurdo ver las iniciaciones melanesias –por poner sólo un ejemplo- en términos de identidades primarias que cabe transformar en secundarias, etc. Los melanesios, como otros pueblos de todo el mundo, tienen muy claro, desde el nacimiento, quién es un varón, susceptible de convertirse en un “hombre” en su adultez, y quien una hembra, que llegará a ser una “mujer”; lo que van a hacer es someter a los varones a una serie de aprendizajes que van a reforzar culturalmente su condición de dominadores, proveedores de caza, guardianes de los rebaños, guerreros, jefes de familia, etc., ya que por lo general son ellos y sólo ellos quienes se reservan este rango de actividades, repartiéndoselas precisamente en función de su desempeño en las pruebas de virilidad. Como consecuencia de estas pruebas y ordalías tendremos un abanico de grandes hombres, "hombres corrientes", hombrecitos, etc. Pero no, en ningún caso “mujeres” promarias volviendo por sus fueros para retomar la posesión de los varones “fracasados” en la competencia viril. Podría pensarse que lo que provoca "angustia" a los varones de las múltiples sociedades, que de muy diferentes formas establecen guiones culturales de competencia viril, no es un problema de identidad de género personal; no es, en sentido estricto, un problema de "masculinidad", sino más bien un problema de ubicación en la jerarquía de relaciones sociales entre los varones, y entre éstos y las hembras del grupo en cuestión.

A mi juicio. uno de los problemas mayores de Gilmore y los neofreudianos en general es haber dejado de lado, por prejuicios ante el “marxismo doctrinario”, trabajos sólidos sobre la construcción cultural de la virilidad como estrategia de dominación, como el de Godelier, y haber optadopor una vías de expliación seguramente mucho más “doctrinaria” a la hora de manipular los datos etnográfic os para ajustarlos a la teoría. Me refiero, y voy a decirlo sin ambages, al psicoanálisis, ya sea “post”, “neo”, o simplemente freudianos. Aparte de conducir a la falacia psicologista desde los tiempos de Lowie, los esquemas explicativos del levan muchos años –demasiados- siendo impugnados de una manera que considero por demás convincente, con lo que su utilización por parte de la antropología resulta especialmente problemática (Harris, 1987; Kaplan y Manners, 1985). Volviendo a un autor ya citado aquí, quiza no esté de más recordar el libro Sexual conduct, de John Gagnon y Wiliam Simon, es de 1973, y que en él se mostraba incluso en forma contundente –a mi juicio- como la aplicación del “guión psicoanalítico” a la descripción de los compartimentos infantiles en nuestra propia cultura, más que descubrir los efectos de la “fuerza sexual” o libido que pugna por manifestarse entre los recovecos de la represión sexual o bajo la mirada severa del padre castrador, lo que hacía era precisamente “sexualizar” esos comportamientos, una serie de actos, sensaciones, etc. que para el niño no tenían, o no tenían por qué tener, en principio, significado “sexual” alguno.

Resulta en todo caso, sumamente significativo que incluso un autor como Gilmore, cuyo punto de partida son los postulados neofreudianos sobre el “rompecabezas de la masculinidad”, se vea obligado a asumir las consecuencias de los contraejemplos etnográficos presentados por él mismo –los “pacíficos tahitianos y los tímidos semai”- que desmienten sus tesis de partida (sustentadas a su vez en otra batería de ejemplos). Esto le lleva a concluir lo siguiente:


a) “las mujeres suelen estar bajo el control de los , ya que estos son normalmente... los que detengan la autoridad política y legal, y como, según Gilmore, son más altos y más fuertes, entonces pueden obligar a las mujeres bien por la fuerza, bien con amenazas de fuerza, al menos en caso de que la moralidad convencional no haga su trabajo.
b) “en general, tanto los papeles del varón como los de la mujer consisten en reproducir estructuras sociales en lugar de recorrer un sendero socialmente neutro e irrelevante, de autorrealización personal” (1994:219).
c) “la virilidad es un guión simbólico, una construcción cultural, con un sinfín de variantes, y no siempre necesario” (1994:224)


Para terminar Vendrell Ferré se pregunta: Tan preocupados por “nuestra identidad” y sus avatares, ¿no estaremos descuidando el estudio de las condiciones de posibilidad de la dominación, de la perpetuación de la injusticia de género –pero no sólo de esta?

Joan Vendrell Ferré en: Nueva Antropología. Revista de Ciencias Sociales, ISSN 0185-0636, Nº. 61, 2002, pags. 31-52

sábado, 27 de octubre de 2007

6. TEORÍAS SOBRE LA MASCULINIDAD: La masculinidad arquetípica y la corriente mitopoética

Una del obras más influyentes los Estados Unidos sobre la crisis de la masculinidad y la manera de superarla ha sido Iron John: A book about men de Robert Bly.

Escrita desde presupuestos lejanos al feminismo y bajo el influjo de los planteamientos jungianos, que apelan a la existencia de uno animus y de una amima en todo hombre, Bly señala como causa de esta crisis el olvido de la verdadera masculinidad a que nos ha llevado la Revolución Industrial, al romper los profundos lazos que antes se estrechaban entre padres e hijos.

Los padres al llegar la adolescencia trasmitían a sus hijos los aprendizajes básicos de la vida, estableciendo desde entonces una intensa interacción con ellos que ponía fin a la etapa infantil, caracterizada por el vínculo con la madre. Sin embargo, ahora, los padres pasan la mayor parte del tiempo lejos del hogar y los chicos se feminizan excesivamente, sin acabar de romper con el universo materno.

"Las culturas tradicionales que aún existen parecen tener padre en abundancia. En las denominadas culturas tradicionales, muchos padres sustitutos trabajan con los jóvenes. Los tíos tratan de tú al hijo, o le hablan de mujeres. Los abuelos le regalan historias. Los guerreros le enseñan a usar armas y disciplina, y los ancianos lo ritual y lo espiritual; y son todos ellos padres honorarios (..)

En la mayor parte de las culturas tribales, padres e hijos conviven en un clima de cordial tolerancia. El hijo tiene mucho que aprender, de modo que padre e hijo pasan horas juntos fabricando puntas de flecha, reparando una lanza o siguiendo la pista a un animal astuto. Cuando un padre y un hijo pasan largas horas juntos, lo que aún hacen algunos padres e hijos, se puede decir que, como si de alimento se tratase, una sustancia se transfiere del cuerpo más viejo al más joven." (BLY:1998:97)

" Cuando un padre, ausente durante el día, regresa a casa a las seis de la tarde, sus hijos reciben su temperamento, y no sus enseñanzas. Si un padre trabaja para una empresa, ¿qué es lo que puede enseñar?. Está poco dispuesto a decirle a su hijo lo que realmente ocurre (..) Lo que el padre trae a casa en nuestros días es, por lo general, malhumor, producto de la impotencia y la desesperanza mezcladas con la vergüenza y la insensibilidad propias de aquellos que odian su trabajo. En otros tiempos, los padres podían romper el círculo vicioso de sus inadecuados temperamentos enseñando a trenzar cuerdas, a pescar, a cavar (..) La enseñanza endulzaba el efecto del temperamento" (BLY:1998:100-101).



Poco a poco, los valores del patriarcado se han oscurecido y la figura del hombre se ha ido desvirtuando, hasta olvidar aquel afán de trascender todos los límites que le caracterizaba.

"La actividad por la que antaño los hombres eran amados ya no existe. Los hombres... se atrevían a penetrar en el reino de los animales, a plantarles cara, a luchar contra ellos, a luchar con el alma del animal; aprendían sus danzas, atravesaban el velo que les separaba de ellos.


Algunos hombres, llamados chamanes, penetraban también en el reino de los espíritus, luchaban contra ellos, les vencían y salvaban a gente que había caído enferma por su maligna influencia.

Los hombres eran amados por su sorprendente iniciativa: navegaban en inmensos océanos, levantaban de la nada una granja en terrenos agrestes, concebían negocios, los llevaban a cabo hábilmente, trabajaban en cosas nuevas, hacían lo que nunca antes se había hecho […]

No todos los jóvenes aspiran a lo grandioso. Algunos están atados a la tierra, asumen responsabilidades demasiado pronto, se hacen cargo de otras personas; caminan lentamente, se mueven a ras de suelo, soportan enormes cargas, sienten que no tienen ningún derecho a buscar grietas de luz.

La tradición familiar ha suprimido la grandiosidad del hijo desde temprano; a veces, en esas familias, las mujeres están sobrevaloradas; los hombres, no; los hombre toman el camino del descenso. No se convierten en artistas o músicos; su vida transcurre a la altura de las suelas de sus zapatos. En algunos cuentos de hadas se les llama zapateros…”n(BLY:1998:65-66)



Para superar esta situación crítica, Bly nos exhorta a recuperar los antiguos ritos de iniciación, unos rituales que a los chicos antes les permitían asumir plenamente su identidad masculina y establecer una comunión satisfactoria entre hombre, mujer y naturaleza. La desaparición de estos ritos se está extendiendo des de Occidente al resto del mundo, propagando por todas partes este cáncer. Hay que favorecer un redescubrimiento de estos vínculos y el camino pasa por recuperar los procesos de homosocialización. Por ello, los seguidores de Bly pasan muchos fines de semana de retiro en los bosques, tratando de resucitar los valores de la crianza masculina y rindiendo homenaje a la memoria de sus antepasados.

"Podemos considerar una visión lineal de la iniciación masculina separada en cinco etapas.

En primer lugar, la vinculación a la madre y separación de la madre (hacemos lo primero moderadamente bien, y lo segundo muy mal, sobre todo en los suburbios y en los guetos).

En segundo lugar, el acercamiento al padre y la separación del padre. (A menudo posponemos el acercamiento al padre hasta los cincuenta años, más o menos, dejando pendiente la separación).

En tercer lugar, la llegada de la madre masculina. (Este paso se da rara vez o nunca).

En cuarto lugar, el aprendizaje de una energía huracanada como el hombre primitivo, el guerrero, Dionisios o Apolo. Si ha tenido éxito, el joven recibe un sorbo de las aguas del dios. (Este sorbo lo piden los adolescentes). Y finalmente el matrimonio con la Mujer Sagrada o la Reina (..) Habiendo abandonado la iniciación, nuestra sociedad tiene dificultades para conducir a los jóvenes hacia la masculinidad." (BLY:1998:179-180)

La existencia de una prueba iniciática abre las puertas a una experiencia del fracaso y del dolor que puede ser fuente de crecimiento personal, si se produce al lado del padre, que actúa como mentor y guía.

"Donde está la herida de un hombre es donde se encuentra su genio..." (BLY:1998:49)..

"Adquirir la capacidad de estremecimiento significa sentir cuán frágil es el ser humano, y qué horrible es ser un titán. Cuando uno se estremece, el temblor ayuda a disipar la insensibilidad …" (BLY:1998:89)

Pero, al deshacerse el vínculo entre los padres y los hijos, se ha perdido la vivencia de este encuentro vivificante con el dolor que hace madurar. De hecho, para unos hombres inmersos en el artificioso sistema Disneyworld actual, el enfrentamiento con la muerte, la vejez, la enfermedad, la pobreza… se convierte en un grave problema, acostumbrados como están a huir inmaduramente del dolor.

Sin modelos y referentes que los inspiren, los hombres del mundo industrializado se han instalado en el temor y en las actitudes defensivas como "modus vivendi", contaminando así el actual patriarcado, que se ve privado de sus antiguas virtudes y se convierte en un mero instrumento de opresión y dominación.

Poco a poco, el aprendizaje de la pasividad se extiende entre los hombres, sumidos en una progresiva desvitalización, en un clima de soledad y desesperación. Esta combinación de miedo y escapismo inmaduro tiene como corolario un profundo malestar psíquico que se manifiesta en el estrés, en las depresiones, y puede llegar incluso al suicidio.

Desaparecidas las condiciones para conseguir que el vínculo padre-hijo se construya saludablemente, esta relación se ha ido pervirtiendo, hasta convertirse en abusiva. De hecho, Freud al hablar del odio entre padre e hijo basado en el sexo, lo que hizo es reflejar de una manera reduccionista la realidad de un patriarcado enfermizo.

En las culturas tribales, sin embargo, la relación del padre con el hijo se caracteriza no por el ejercicio severo de un poder asfixiante, sino por el trabajo común, brazo con brazo, por las actitudes comprensivas y tolerantes y por el aprendizaje mutuo.

(Si queréis profundizar más en la obra de Robert Bly, podéis consultar su web: http://www.robertbly.com/int_8.html )


Moore-Gillette y La nueva masculinidad

En la misma línea, se pronuncian Robert Moore y Douglas Gillette, autores de otro libro de éxito titulado La Nueva Masculinidad (1993), que sitúa el orígen de esta desviación en la época de la Reforma:

“Es posible señalar el transfondo histórico de la declinación del ritual de iniciación. La Reforma protestante y la Ilustración fueron movimientos de gran repercusión que tuvieron en común el descrédito del proceso ritual. Una vez desacreditado el ritual como proceso sagrado y transformador, lo que nos queda es lo que Victor Turner denomina mero ceremonial, que carece del poder necesario para lograr una auténtica transformación de la conciencia. Al desconectarnos del ritual, hemos acabado con los procesos mediante los cuales hombres y mujeres lograban su identidad de género de una manera profunda, madura y que mejoraba su modo de vida.” (Moore y Gillette:1993:16)

Citado por Joan Miquel Navarro i Miralles en Entorn la perspectiva mitopoètica dels estudis de la masculinitat, http://www.uji.es/bin/publ/edicions/jfi6/entorn.pdf


Pero, para reencontrar la “conexión adecuada con las energías masculinas profundas e instintivas, con los potenciales de la masculinidad madura”, añaden algo más: el proceso de curación ha de pasar por la reactualitzación de los arquetipos o ideales del Rey, del Mago, del Guerrero y del Amante, consustanciales a la masculinidad madura.

“Los arquetipos son entidades misteriosas e invisibles, pero que hacen afluir la energía. Se les puede comparar con un imán bajo una hoja; a pesar de no que no lo vemos, notamos su presencia. Los arquetipos permanecen ocultos en la interioridad de la psique masculina y si no encuentran satisfacción externa, se convierten en una poderosa fuente de malestar que se manifiesta en conductas desajustadas e incluso perversas y, en definitiva, en un amplio abanico de los problemas psicológicos. (...) Por eso, para los mitopoèticos es de crucial importancia acceder a los arquetipos positivos de los seres humanos, porque si lo conseguimos nos beneficiaremos todos.”

“Organizar leyes en el caos, estimular las fuentes de la creatividad y las generadoras (como las que produjeron las antiguas civilizaciones), ganar alguna capacidad para dirigir a la naturaleza, tanto interior como exterior, y despertar la ternura y la interrelación. Tal vez este proceso de crecimiento de nuestra especie también consiste en la interiorización y la psicologización radical de estas fuerzas en los hombres modernos”
(Moore i Gillette:1993:158)

Joan Miquel Navarro i Miralles en Entorn la perspectiva mitopoètica dels estudis de la masculinitat, http://www.uji.es/bin/publ/edicions/jfi6/entorn.pdf


EL REY

El Rey encarna la centralidad del poder que transmite el orden correcto de las cosas y de uno mismo.“Tiene un contenido sagrado, ordenador y creador, al servicio del reino y del cosmos. Es, cuando menos, una energía generadora, renovadora y eterna que, como los antiguos mitos e historias, trasciende el cuerpo... Los ejes fundamentales en la figura del Rey son: el orden/la creación, la fecundidad y la bendición... Cuando la energía del Rey no se manifiesta o bien es débil e inmadura, las familias se desordenan, y se vuelven caóticas.” (Navarro)


EL GUERRERO


El Guerrero tiene que unir fortaleza, competencia y resistencia al dolor; “la habilidad, el poder y la precisión”, “el control de lo psicológico y el físico, el interior y el exterior... la capacidad de soportar el sufrimiento...” (Moore y Gillette; 1993: 99).

"La energía del Guerrero, pues, aunque posea otros atributos, está presente universalmente en los hombres y en las civilizaciones que creamos, defendemos y extendemos. Es un ingrediente vital de nuestra edificación del mundo y representa un papel importante en la difusión de los beneficios de las más altas virtudes humanas y de los logros culturales a toda la humanidad. Pero, también es cierto que la energía del Guerrero a veces se desborda. Cuando esto sucede, los resultados son devastadores.” (Moore y Gillette:1993:95)

La agresividad es un componente esencial del guerrero, pero se trata de una agresividad sana que tiene como objetivo hacer frente a los problemas de la existencia, que huye del exceso, porque siempre la acompaña la conciencia lúcida de las propias limitaciones.

De todas maneras, el guerrero ha de desarrollar también los otros arquetipos, porque, de lo contrario, su indiferencia emocional hacia todo aquello que no se relacione con su causa - incluidas las relaciones humanas primordiales -, le puede convertir en un ser sádico y masoquista. Cuando eso ocurre, aparece entonces una crueldad agresiva que tiende a descargarse sobre las mujeres y los más débiles, o sobre la propia persona.

"El Guerrero es un asceta, emocionalmente distante a todo aquello que no tiene relación con su causa (p. e. el matrimonio). Por esta razón, el Guerrero ha de relacionarse con el resto de arquetipos masculinos, porque de lo contrario los resultados pueden ser desastrosos.(...) La indiferencia guerrera a las relaciones humanas provoca, a menudo, problemas. Aparece entonces el Guerrero Negativo, sádico y masoquista.

El Guerrero sádico se encuentra en los hogares donde la violencia doméstica es práctica común, en los trabajos donde los encargados y superiores atormentan a los trabajadores con exigencias constantes. Desde un punto de vista psicológico, todo obedece a una inseguridad fálica transmutada en miedo y crueldad agresiva con el sexo femenino y con las personas más débiles en las relaciones de poder socialmente establecidas. A menudo el sadismo desemboca sobre la propia persona; éste es el caso de aquél que se debe a su trabajo y que olvida o margina al sus seres más próximos de manera extraordinaria (p.ej. su propia salud, su familia...)."

Joan Miquel Navarro i Miralles en Entorn la perspectiva mitopoètica dels estudis de la masculinitat, http://www.uji.es/bin/publ/ediciones/jfi6/entorn.pdf


EL MAGO


El Mago personifica el pensamiento y la reflexión, la seguridad del sí mismo maduro que es “inamovible en su estabilidad, centralizada y emocionalmente fría” (Moore y Gillette; 1993: 124).

Pero el arquetipo de mago también comporta el riesgo de autodestrucción, si la autoridad conseguida lleva a desarrollar un sentimiento de superioridad frío y cínico, y el poder conseguido se utilizan para manipular y dominar a los otros.


“Fue el Mago Negativo el que nos entregó en los días más negros de la Segunda Guerra Mundial, no sólo la tecnología de los campos de concentración sino también el arma terrible que aún pende sobre nuestras cabezas. El dominio de la Naturaleza, una función del Mago, está perdiéndose y con resultados incalculables que ya percibimos. Detrás de los ministerios de propaganda, los informes de la prensa controlada, las noticias censuradas y las carreras políticas orquestadas de manera artificial, yace el rostro del Mago como Manipulador.” (Moore y Gillette:1993:126)

EL AMANTE

El Amante completa este conjunto de arquetipos y se caracteriza por la pasión y el misticismo y “por la degustación de los placeres de la vida. El sibarita, el coleccionista, el contemplativo...son amantes” (Navarro).

"El hombre bajo la influencia del Amante no quiere detenerse en los límites creados por la sociedad. Se rebela contra su artificialidad. Su vida es complicada y nada convencional: el estudio del artista, el estudio del creador (...) se opone a la ley en este sentido amplio, vemos en su vida el enfrentamiento con la vieja tensión entre la sensualidad y la moral, entre el amor y el deber” (Moore i Gillette 1993:141)

Citado por Joan Miquel Navarro i Miralles en Entorn la perspectiva mitopoètica dels estudis de la masculinitat, http://www.uji.es/bin/publ/edicions/jfi6/entorn.pdf


Para desarrollar estos arquetipos, el adolescente debe superar su masculinidad inmadura mediante los rituales de iniciación que ya hemos mencionado. Sólo desde esta experiencia se podrá pasar de la pueril vulnerabilidad del adolescente a la psique masculina madura.


Psicología del adolescente.

  • Pseudoiniciada.
  • Sadomasoquista.
  • Violenta y agresiva.
  • (Auto)Destructiva.
  • Masculinidad ficticia.
  • Anticultural.
  • Fragmentada

Psicología del hombre maduro.


  • Proceso ritual.
  • Creativa.
  • Constructiva.
  • Cultural.
  • Completa.
  • Espiritual.
  • Equilibrada

El hombre adulto...transforma su etapa anterior pero no la elimina. Basándose en las tesis jungianas, Moore y Guillette afirman que la estructura piramidal superpuesta resultante se suma a los correlativos del sí-mismo femenino. La suma de ambas estructuras piramidales conforman el uno mismo jungiano, que no es más que la suma de los si-mismos masculino y femenino en un ser humano.

“[…] Nosotros no queremos demoler las pirámides de la adolescencia […] Necesitamos construir, ladrillo a ladrillo, para avanzar hacia el logro de la masculinidad madura […]” (Moore y Gillette:1993:61)

Las bases de la psicología adolescente y los del hombre maduro son éstas, y dentro de ellas se encuentran componentes negativos (Moore y Gillette:1993)

Elementos del hombre adolescente

Niño Divino: Tirano - Príncipe Débil
Héroe: Fanfarrón – Cobard
Niño Precoz: Tramposo - Limitado
Niño Edípico: Niño de la Madre - Soñador

Elementos del hombre maduro

Rey: Tirano – Débil
Guerrero: Sádico – Masoquista
Mago: Manipulador – Inocente
Amante: Adicto - Impotente

Ensayando los arquetipos masculinos maduros, los mitopoéticos intentan recuperar los valores positivos de la masculinidad, porque en las sociedades industrializadas -con Occidente en vanguardia-, los valores de la masculinidad que se extienden obedecen a estructuras adolescentes y a parcelas negativas de la masculinidad madura.

Joan Miquel Navarro i Miralles en Entorn la perspectiva mitopoètica dels estudis de la masculinitat, http://www.uji.es/bin/publ/ediciones/jfi6/entorn.pdf


Críticas a la corriente mitopoética y a la masculinidad arquetípica


Críticas de Michael Kimmel y Luis Bonino incluidas en Varones, Género y subjetividad masculina de Mabel Burin i Irene Meler, Paidós, Barcelona, 2000, pàgs. 128-129.


Kimmel afirma que tiene suspicacia hacia los esfuerzos de representar los cuestionamientos espirituales de los hombres que encuentren resonancia entre la mayoría de los varones contemporáneos. Según este autor, se trata de un movimiento que trata de reconectar a los hombres con sus padres. A estos talleres asisten hombres de mediana edad, los cuales son padres, pero que aun así no se ven a sí mismos como padres, sino como hijos buscando reconexión. Para él, es como si el movimiento los apoyara para continuar considerándose hijos, rechazando aceptar sus propias responsabilidades de adultos como padres. Aunque hablen del dolor que sienten esos hombres, no hacen referencia al dolor que estos hombres causan. En términos de Luis Bonino Méndez (1998) sólo pondrán en cuestión el análisis de su malestar como varones, pero quedaría excluida la reflexión necesaria sobre lo que él denomina "el molestar de los varones", esto es, el efecto que provocan en tanto agentes de padecimiento a los otros (mujeres, niños, etc).

Se trataría, entonces, de incluir no sólo el dolor que padecen sino también el dolor que causan. Según Kimmel, estos grupos ofrecen soluciones hiperindividualistas, descontextualizan la masculinidad de la experiencia real en las relaciones masculino-femeninas como si los hombres pudieran saber el sentido de la masculinidad sin el otro con el cual organizar su propia identidad. En una cultura todavía patriarcal como la nuestra, quienes tienen las principales fuentes de poder siguen siendo los hombres, aunque algunos posean menos poder que otros.

Kimmel sugiere hacer como hizo el feminismo, un modelo que se maneje en dos niveles: uno, el de las transformaciones interpersonales -permitiendo a los hombres desarrollar un mayor número de emociones y otro, el de las transformaciones institucionales, en las que hombres y mujeres se integren en la vida pública como iguales.

En este sentido ellos deberán participar activamente en políticas públicas de apoyo para obtener guardería en los lugares de trabajo, la libertad de los derechos re productivos de la mujer, protección contra el acoso sexual, la violación, los maltratos, considerándolos tanto asuntos de mujeres como de hombres.

"Las mujeres no podrán ser nuestras iguales sin estos cambios, y nuestra vida como hombres definitivamente se va a empobrecer", afirma Kimmel.



Otras criticas de Michael Kimmel

Este tipo de análisis y propuestas presenta un patrón contrario al que ofrecen las psicoanalistas feministas. Para Nancy Chodorow, Dorothy Dinnerstein y otras, el problema con los hombres no es que ellos no se hayan separado suficiente de la madre, sino que se han separado demasiado. El proyecto de la masculinidad es un permanente esfuerzo para repudiar la femineidad, un esfuerzo fanático para diferenciarse de las mujeres. Así, los hombres han abandonado precisamente todas las capacidades emocionales que son las que más necesitarían si las mujeres obtuvieran la igualdad: capacidad de cariño, sensibilidad, respuesta emocional. Especialmente compasión. La compasión requiere conexión no separación, es la habilidad de tomar el rol del otro, ver "cuán afortunado soy". y la compasión viene en poca cantidad para los hombres; se quiebra contra la definición tradicional de masculinidad, entendida como autonomía e independencia. Las feministas, por lo tanto, han sugerido compartir la paternidad como un vehículo que permite a los hombres desarrollar estos recursos emocionales; el feminismo es el conjunto de demandas institucionales e interpersonales que los hombres toman superficialmente.

Aunque estos esfuerzos de representar los cuestionamientos espirituales de los hombres encuentren resonancia entre la mayoría de los varones contemporáneos, yo estoy profundamente suspicaz. Existe una ironía, después de todo, en un movimiento que proclama esfuerzos para reconectar a los hombres con sus padres. A esos talleres asisten, en su mayoría, hombres de mediana edad, los cuales son padres, pero que aun así no se ven a sí mismos como padres, si no como hijos buscando la reconexión. Es como si el movimiento los apoyara para continuar considerándose hijos, rechazando aceptar sus propias responsabilidades de adultos como padres.

Aunque estos libros estén hablando directamente del dolor de los hombres, yo tengo la sensación de que es un extraño dialecto el que habla del dolor de los hombres y del dolor que los hombres causan. Estas soluciones hiperindividualistas, descontextualizan la masculinidad de la experiencia real en las relaciones masculinas-femeninas como si los hombres pudieran saber el sentido de la masculinidad sin el "otro" contra el cual organizar su propia identidad.

Para Moore y Gillette, por ejemplo, el patriarcado -un sistema de dominación en el cual los hombres ejercen poder sobre las mujereses realmente inmadurez masculina, es así como ellos claman por más poder masculino en el mundo, no por menos (sólo al final de su libro aparece su antifeminismo cuando atacan a "estas niñitas tiránicas y abusivas pretendiendo ser mujeres", "quienes se han lanzado a una guerra contra el género masculino y desacreditan la masculinidad" (p. 155-156).

Estos libros "mitopoéticos" casi siempre usan la analogía del chofer para describir los reclamos de los hombres. Así, está él en el asiento del conductor, usando el uniforme, usted asume naturalmente que él tiene el poder. Pero desde su perspectiva alguien más está dando las órdenes. Brillante, ¿no? Pero también una verdad a medias, y por lo tanto terriblemente equivocada. Sí, los hombres se sienten sin poder. Pero lo que no se dice en esta analogía es que el que está dando las órdenes también es un hombre. Sacando a los hombres individualmente del mundo social en el cual ellos siguen dando las órdenes, nos perdemos la sistemática realidad social del individuo dentro de ella.

Me parece que el feminismo, desde siempre, ha ofrecido un modelo que se maneja a dos niveles: las transformaciones interpersonales -permitiendo a los hombres desarrollar un mayor número de emociones y las transformaciones institucionales, en las que hombres y mujeres se integran a la vida pública como iguales. Los hombres modernos necesitan aceptar a las mujeres como iguales en la esfera pública -lo que significa apoyar campañas para reformas tales como obtener guardería, la libertad de los derechos reproductivos de la mujer, y fuertes protecciones contra el acoso sexual, la violación, los malos tratos considerándolos asuntos tanto de hombres como de mujeres.

Las mujeres no podrán ser nuestras iguales sin estos cambios, y nuestra vida como hombres definitivamente se va a empobrecer. Como los hombres "mitopoéticos" lo han señalado, nosotros debemos dirigirnos a las experiencias masculinas de soledad, esa vaga añoranza de que no tenemos unas relaciones emocionalmente ricas, tiernas y cariñosas con nuestros hijos, con nuestros amantes y con nuestros amigos. Que todas esas añoranzas pueden ser solamente satisfechas en un mundo en el cual los hombres y las mujeres sean iguales, es tarea de las transformaciones individuales e interpersonales, una tarea por la cual el feminismo ha estado presionando por casi tres décadas.

Y, si los hombres están percibiendo todo esto, yo no diría que son pioneros en la frontera del género. Más bien diría que ya era hora.

Font: CIDHAL, http://www.laneta.apc.org/cidhal/lectura/masculinidad/texto3b.htm


Criticas de Mauricio Menjívar Ochoai

Es evidente que los arquetipos no entrañan nada distinto al patriarcado, pues reproducen los estereotipos de la masculinidad tradicional, así como su justificación biológica. Resulta curioso en este planteamiento la forma contradictoria en la que se mezclan los argumentos de tipo ahistórico con los de tipo pretendidamente histórico. En efecto, por una parte ubican algunos fenómenos históricos, como el patriarcado y el feminismo, como presuntos inhibidores de la “masculinidad madura”. Por otra parte, su propuesta política es ahistórica: la de despertar “la masculinidad profunda e instintiva”. Así, el presupuesto de los arquetipos en la propuesta de Moore y Gillette es de tipo esencialista. Este tipo de razonamiento se caracteriza por plantear los hechos sociales de manera deshistorizada, es decir, como si no tuvieran un contexto social y un tiempo concretos, a la manera del mundo de las ideas de Platón. Cambiar la masculinidad, en esta perspectiva, es más bien reforzar la existente, es decir la patriarcal.

Cabe agregar que estos autores no reconocen la degradación que ha significado para muchos hombres los rituales de iniciación practicados de manera particularmente cruel en ciertas culturas. Efectivamente estos rituales han cobrado dimensiones de tortura y vejación, según las evidencias retomadas por David Gilmore (1994).

Font: De ritos, fugas, corazas y otros artilugios: Teorías sobre el origen del hombre o de cómo se explica la génesis de la masculinidad de Mauricio Menjívar Ochoai; Cuadernos Digitales : ISSN: 1409-4681 VOL. 9 No.25. NOVIEMBRE DEL 2004. UNIVERSIDAD DE COSTA RICA. ESCUELA DE HISTORIA. 24; http://historia.fcs.ucr.ac.cr/cuadernos/c-25his.htm




BIBLIOGRAFIA

BLY, R. (1998): Iron John, Gaia Ediciones, Madrid.
MESSNER, Michael A. (1997): Politics of masculinities, Sage Publications, EEUU.
MOORE, R. (1993): La nueva masculinidad, Paidós, Barcelona.
NAVARRO I MIRALLES Joan Miquel: Entorn la perspectiva mitopoètica dels estudis de la masculinitat, http://www.uji.es/bin/publ/ediciones/jfi6/entorn.pdf

5. TEORÍAS SOBRE LA MASCULINIDAD: El patriarcado inevitable

En 1973, S. Goldberg publicó un libro titulado La inevitabilidad del patriarcado (Alianza Editorial: Madrid, 271 p., 1976) en el que definía al patriarcado como “toda organización política, económica, religiosa o social, que relaciona la idea de autoridad y de liderazgo principalmente con el varón, y en la que el varón desempeña la gran mayoría de los puestos de autoridad y dirección." (1976:31). Según Goldeberg, es una evidencia que en todas las sociedades la voluntad de la mujer “está algo subordinada” a la del hombre, y que “la autoridad general en las relaciones duales hombre-mujer y familiares, cualesquiera que sean los términos en que una determinada sociedad defina la autoridad, reside, en último término, en el varón” (Goldberg; 1976:33). Todas las sociedades han aceptado hasta ahora estas evidencias y se ha adaptado a esta realidad “mentalizando a los niños en este sentido, porque no les queda más remedio que hacerlo” (Goldberg; 1976:34; las cursivas son nuestras).

Según Goldberg (1976: 28), no se trata de enjuiciar lo que es bueno o lo que es malo, lo que debería ser y lo que no debería ser. Simple y sencillamente, “el dominio masculino es universal; no hay sociedad que jamás haya dejado de adaptar lo que espera del hombre y de la mujer, así como los roles sociales correspondientes...” (Goldberg; 1976:32).

Los varones tienden a dominar (en el sentido implicado por las instituciones universales) precisamente porque su fisiología hace que para ellos sea más importante el actuar de esa manera.. Estadísticamente hablando, siempre sucede de ese modo y las instituciones de la sociedad se ajustan a esta observación.

Durante miles de años, todos (a excepción de unos cuantos científicos sociales y otros que se oponían ideológicamente a esta idea) han sabido perfectamente bien que hombres y mujeres difieren en los factores fisiológicos que subyacen a los pensamientos y comportamientos de hombre y mujer. Tal vez ellos no tenían las palabras necesarias para describir el vínculo entre de la fisiología con el pensamiento y la conducta, pero sabían que ese vínculo existía.

La batalla de los sexos: ¿es inevitable el Patriarcado? Los hombres dominan, no porque se les ha dicho que lo hagan, sino porque es su naturelaza el hacerlo, Steven Goldberg. Aparecido en el National Review, 11 de noviembre de 1996, páginas 32-36
http://www.geocities.com/adm_peru/pater02.htm


Por tanto, resulta muy aventurado pensar en la viabilidad de masculinidades y feminidades distintas a las plausibles dentro del sistema patriarcal.

Los aspectos de la modernización mencionados anteriormente hacen casi inevitable que las mujeres (socializadas y educadas bajo criterios modernos) vean los roles masculinos como roles por los que vale la pena luchar. Por ello, no es tan sorprendente, que muchas mujeres contemporáneas desprecien la feminidad. Allí están los intentos feministas de "redefinir la feminidad"; sin embargo, las "redefiniciones" son, simplemente, una aceptación de lo anti-femenino, apoyánse en el argumento de lo bien que las mujeres pueden hacer las cosas que hacen los hombres.

En todo caso, el sector público y el mercado laboral, están acogiendo la llegada masiva de gran número de mujeres a este espacio público. Es un terreno en el que la feminidad es mucho menos poderosa que cuando el status está determinado por el matrimonio y la familia. Los conflictos encontrados por las mujeres representan, no sólo, el choque del impulso fisiológico con la recompensa social (es decir, "la posibilidad de la maternidad" versus "el status que ahora recibe la mujer en el espacio público"), sino, también, demandas sociales incongruentes ("expectativas de comportamiento maternal y femenino lejos del trabajo" versus "la conducta esperada en la lucha por el status público"). Cuando la naturaleza fisiológica de las personas involucradas entra en conflicto con la expectativa social, y cuando la naturaleza de las habilidades sociales requeridas entran en conflicto unas con otras, la mujer siente que se le está pidiendo tener una universalidad que muy pocos seres humanos poseen.

Todo esto sería menos problemático si los hombres estuvieran hechos para responder a las necesidades de los niños tan rápido como las mujeres. Pero la experiencia de China, la Unión Soviética, los países escandinavos, y muchos otros países, combinado todo esto con la evidencia de la fisiología, muestra que el cuidado equitativo de los niños es algo imposible. Las mujeres norteamericanas, dolorosa y rápidamente, han descubierto que hay cosas que los hombres simplemente no harán. Asumir igual responsabilidad en el cuidado de los niños es una de esas cosas....

En realidad, sigue Goldberg, estamos experimentando una masculinización del mundo: el sistema económico contemporáneo tiende a socializar y recompensar a las mujeres por las conductas requeridas para el espacio público, en mayor proporción que las conductas maternales y familiares, alguna vez consideradas femeninas.

Esta masculinización reduce la importancia de una femenización más evidente y superficial, que se deduce de las alteraciones cosméticas de las costumbres de dominio masculino, y se traduce en un rechazo de las diferencias sexuales (en lo conductual, cognitivo y emotivo) que siempre fueran tan obvias para todos nosotros. Esto fuerza a las mujeres a descuidar un juego que ellas no pueden perder, para entrar a otro juego en el que la naturaleza se ha puesto contra ellas.

La exigencia contemporánea de rehusarse a reconocer las diferencias sexuales, ha convertido en algo casi imposible el que se respete al hombre o a la mujer sobre la base de las características enraizadas en sus respectivas fisiologías. A pesar que ello no modifica, de forma significativa, los impulsos y la conducta básicos de la mayoría de hombres y mujeres. Los hombres y mujeres siguen siendo hombres y mujeres, por mucho que traten de negarlo. Sin embargo, esta actitud nueva es todo lo opuesto a reconocer lo especial de cada sexo. Y, si la masculinidad o la feminidad no son vistas como especiales, y merecedoras de respeto, el respeto por nuestra esposa o nuestra enamorada -realmente, el respeto por nosotros mismos- se reducirá.

Las "teorías" feministas niegan las raíces fisiológicas de lo masculino o de lo femenino. Al hacerlo, convencen a la mujer contemporánea, no sólo, de que lo tendrá todo (algo casi imposible que aquellos con una fisiología masculina creerían sobre sí mismos), sino que el matrimonio puede ignorar las diferencias fundamentales entre los hombres y las mujeres, diferencias que (si las reconocemos completamente) son incorrectamente atribuídas a la "cultura solamente" y, por lo tanto, fáciles de ser eliminadas.

La mayoría de las esposas de hace cincuenta años entendían que los hombres eran eso, sólo hombres, no esperaban que ellos se socializaran en algo distinto. Esto hizo que el acuerdo matrimonial fuera algo realista, que no era algo, en esencia, encolerizador para la mujer (en la forma actual, hay una pretensión que los hombres sean, simplemente, menos que una mujer pesada y torpe que podría "así de fácil" aceptar un rol "equitativo").

Las mujeres de todas las sociedades, a excepción dela nuestra, han entendido que la naturaleza de los varones es tal que él deberá tener una posición especial dentro de la familia, si es que tomará pacíficamente su lugar dentro de ella. Esas mujeres habían entendido...


  • la mayor rapidez de los varones para preferir la competencia al compromiso,
  • su resistencia mayor a la socialización,
  • su rol inevitablemente menor en la vida de sus hijos,
  • su umbral menor en la estimulación sexual
  • y, tal vez, una poderosa atracción hacia lo nuevo, lo que constantemente amenaza rebasar sus acuerdos morales y sociales.

Las mujeres habían aprendido que los hombres no tratarán de suprimir esas tendencias a menos que se les ofreciera una posición respetuosa y especial dentro de la familia, una posición que actuaría como contrapeso para lograr que: el matromonio establezca límites en la conducta del varón y le de un lugar central a la mujer, ya que por su naturaleza fisiológica y psicológica ella está atada, de forma automática, a los niños.

Si ser "el hombre de la casa" no significa nada especial muchos hombres encontrarán que ya no vale la pena el esfuerzo.

Los hombres siempre han esperado que la familia sea un respiro de la lucha cotidiana, un refugio pacífico que los proteja del ataque. Es un hecho (un hecho tan evidente que sólo un sociólogo o una feminista podría negarlo) que la fisiología del varón es tal que los hombres reaccionan a las situaciones competitivas peleando o huyendo. Generalmente peleando.

En el caso del matrimonio, hay una pared de piedra que lo convierte en un acuerdo formal (legal), y, en el mejor de los casos, reemplaza la intimidad con los derechos civiles.

Como respuesta al rechazo de concederle su rol tradicional, los hombres tenderán a: alterar la familia, a través de la agresión, hasta que logren lo que antes se daba por sentado y canalizar sus esfuerzos en una conquista sexual fuera de la familia.

Las mujeres encontrarán que están criando a los niños ya sea en un campo de batalla o completamente solas, preocupándose porque los Rambos gritones han reemplazado a los silenciosos y vigorosos defensores de la justicia y protectores de las mujeres.

Por ejemplo, los valores contemporáneos consideran que no se puede defender la idea que considera que el esposo merece el asiento preferencial en la mesa o que tenga otras preferencias similares. Con frecuencia se ignora (por razones psicológicas evidentes) que para los hombres ese es el costo inevitable de la eliminación de cualquier beneficio anterior al matrimonio. Lo contrario es un incremento en el número de varones que prefieren estar solteros o que encuentran que ya no vale la pena esforzarse por su matrimonio.

¿Podrán las mujeres vencer a los hombres en su propio juego? ,Steven Goldberg, Aparecido en el National Review, 27 de diciembre de 1993, páginas 30-34 http://www.geocities.com/adm_peru/pater04a.htm

Sin embargo, esa supuesta universalidad e inevitabilidad del patriarcado, ha quedado en entredicho tras numerosas investigaciones antropológicas.

viernes, 19 de octubre de 2007

4. TEORÍAS SOBRE LA MASCULINIDAD: Esencialistas, Monick y el falus

Para otros esencialistas, el sustrato básico de la identidad masculina no deriva tanto de la genética o los espermatozoides como del falo. Esa es la posición que defiende Eugene Monick, para quien “los hombres son falo –identificado con erección y nunca con un pene flácido-. (...)El falo es concebido como fuerza originadora y (...) como elemento primordial de la psique”, entendida ésta al modo jungiano.

Carl Jung había concebido la psique “en el sentido original griego de alma, esa parte de la experiencia humana que llega a uno desde adentro”, que interactúa con el “mundo exterior, pero en ningún caso como un epifenómeno de éste”

La masculinidad sería, entonces, un mundo interior esencial y no un producto externo o social. Un mundo sin historia, que es común a todos los hombres pero que les trasciende. En este mundo transpersonal es donde se encuentra la fuente de la cual emana la identidad masculina. Para Monick, aunque este mundo no le era completamente desconocido antes de contemplar el falo paterno, tuvo que producirse este episdio para tener la revelación de qué seignificaba la masculinidad.

“Era un mundo que de alguna manera yo sabía que existía, pero hasta esa revelación no tenía ninguna imagen tangible que encarnara mi incipiente sentido interior (...) Él y yo estábamos unidos dentro de una identidad masculina que tenía sus raíces más allá de ambos”.

Monick ha atribuido al falo una “naturaleza sagrada” pues para un varón “el falo porta la imagen divina interior de lo masculino”. De aquí que, según este autor, se pueda explicar que la disminución de nuestra masculinidad se iguale a la pérdida del órgano sexual masculino, mientras que el logro de la virilidad se iguale a su uso activo. Convertido en un “símbolo religioso y sicológico”, el falo “decide por su propia cuenta –independientemente de las decisiones del ego de su dueño- cuándo y con quién entrar en acción”.

Presentado como un “arquetipo en su esencia”, los “hombres no pueden –por más que deseen lo contrario- hacer que el falo obedezca al ego. El falo tiene su propia mente”. Así, este ente divinizado y autónomo, “gobernado por su propia ley o naturaleza interior” coloca el tema del origen de la identidad masculina afuera de cualquier explicación de origen cultural y lo ubica en este mundo-interior-transpersonal.

No obstante, si la cultura juega un papel, en la perspectiva de Monick se trata de uno represivo y no genético: la cultura inhibe la “conducta fálica”. Basado en su propia experiencia señala que antes de su “revelación” en el lecho paterno:

“El falo estaba reprimido en las estructuras culturales de mi socialización: educación, civismo, profesión. En ese mundo no hay lugar para el falo como imagen divina; no le permite participar en la vida cotidiana”.

Según él, de la misma manera en que se evade culturalmente al falo “como imagen divina”, los hombres estarían ocultando “su fuete de autoridad y poder no exponiendo su sexualidad, sus genitales”.

Aún así, existiría un “deseo masculino de participar en la cofradía –veneración masculina del dios-”. Esto se concretaría en rituales de pasaje como los existentes en Uganda, donde: “...la circuncisión masculina era motivo de una gran celebración tribal. La circuncisión ritual era la forma en que un niño se convertía en hombre, y era necesario que el joven pasara la severa prueba sin retroceder ni acobardarse”.

De manera consecuente con su postura esencialista, Monick pareciera encontrar en tales rituales no uno de los factores sociales que intervienen en la construcción de la masculinidad sino, más bien, la muestra de que el mundo interno tiene que ser sacado de su letargo. Otras autores, también de inspiración jungüeana, comparten la idea de que existen “estructuras profundas de la psique masculina” que deben ser desbloqueadas por rituales tribales homosocializadores.

En este caso serían el “patriarcado” y el “feminismo”, quienes habría contribuido a generar este bloqueo o, en otros términos, a impedir una “conexión adecuada con las energías masculinas profundas e instintivas, con los potenciales de la masculinidad madura”, tal y como hemos reseñado en otro lado

3. TEORÍAS SOBRE LA MASCULINIDAD: Sociobiologismo.

Una de las principales corrientes de las cuales se han derivado explicaciones sobre la condición masculina, es la de orientación sociobiologista. Para los también llamados diferencialistas o los que sostienen la existencia de un eterno masculino, el comportamiento humano "se explica bçasicamente en términos de herencia genética y de funcionamiento de las neuronas".

Herederos de las tesis de Darwin, creen que la conducta humana resulta de la evolución y de la necesidad de adaptarse". Estas teorías sociobiológicas sostienen que "los sexos no están hechos para entenderse sino para reproducirse". De gran asidero en el sentido común patriarcal, esta corriente consideraría que la condición de los hombres es innata y viene dada por los espermatozoides –así como la de las mujeres por los ovarios. Los hombres estarían en "competencia inevitable por la posesión del potencial reproductivo limitado de las hembras", extrapolando modelos de comportamiento basados en la naturaleza. Sería la capacidad dada por la fuerza y la agresividad lo que cuenta en esa competencia y sólo los que poseen tales atributos logran imponerse.

Con todo, y pese la fuerte rechazo que ha experimentado esta corriente desde el feminismo y desde los estudios de genero, sus adeptos se han multiplicado últimemente sobretodo deibidoal notable desarrollo de la neurología que parece respaldar algunas de sus explicaciones.

2. LA CONSTRUCCIÓN DE LAS IDENTIDADES MASCULINAS

Uno de los principales objetivos de esta bitácora es mostrarte cómo la masculinidad se aprende y se construye de muchas maneras. Han existido y existen muchas formas de entender la masculinidad, a pesar de que, como comprobarás, la mayoría tienden a justificar una posición privilegiada del hombre en relación a la mujer. Pero eso, puede cambiar y, de hecho, está cambiando.

Para saber más sobre como se está produciendo este fenómeno, te proponemos que naveguis a través de los enlaces que encontrarás a las páginas siguientes:

Teorías sobre la masculinidad (seguir enlace o consultar la columna lateral izquierda) y

Aproximación interdisciplinaria a las masculinidades (entradas posteriores)

Se trata de un recorrido por las masculinidades y su evolución desde la aportación de distintas disciplinas y áreas del saber. Su consulta te permitirá profundizar con más rigor en este tema. Quizás esta incursión teórica te resulte a veces ardúo por la densidad conceptual de algunos textos, pero estoy seguro de que encontrarás sugerencias para promover nuevos modelos de masculinidad, que hagan posible unas relaciones más justas y satisfactorias.

1. ACLARANDO CONCEPTOS (actividad)

Intenta definir las expersiones siguientes sin ayuda. A continuación, consulta la web (todavía en catalán) para comprobar si has entendido correctamente su significado.

  • Sexo biológico
  • Género
  • Masculinidad
  • Condición masculina
  • Identidad masculina
    Modelo de masculinidad tradicional.
  • Modelos alternativos de masculinidad.
  • Relaciones de género igualitarias

2. Responde el cuestionario 1 (está de momento en catalán) y sigue los enlaces indicados en función de las respuestas

3. Si ya tenso un cierto conocimiento de este tema, puede comenzar diirectament por el cuestionario 2 (está de momento en catalán)

4. Clica sobre cada imagen, fíjate bien en su contenido y responde las siguientes preguntas

Imagen 1 Imagen 2 Imagen 3 Imagen 4 Imagen 5 Imagen 6 Imagen 7
Imagen 8 Imagen 9 Imagen 10 Imagen 11 Imagen12 Imagen 13 Imagen 14

¿Qué título le pondrías?
¿Por qué?.
Explica qué está pasando en esta imagen.
¿En que te basas para realizar tus afirmaciones?.
Contrasta tus opiniones con las de tus conocidos, amigos, compañeros....
Sintetiza lo que se ha dicho hasta ahora.
¿Has revisado tus opiniones iniciales?.
Cuáles son tus conclusiones finales sobre el contenido de cada imagen.

5. Lee los siguientes textos y expresa tu opinión.

“Los hombres aprenden antes lo que no tienen que ser para ser masculinos, que lo que tienen que ser. Para muchos niños la masculinidad se define simplemente como lo que no es femenino. Nacido de mujer, mecido en un vientre femenino, la criatura masculina está condenada en dedicar gran parte de su vida a diferenciarse, cosa q ue no sucede con la criatura femenina...”

Fuente: Ruth Hartley en BADINTER, Elizabeth: XY, La identidad masculina, Grupo Editorial Norma, Colombia, 1993.

“la mujer que más necesita ser liberada es la que reside al interior de cada hombre”

Fuente: William Sloane Coffin en SHINODA BOLEN, Jean: Los dioses de cada hombre, ed. Kairós, Barcelona 2004, p. 208

”La conquista de la felicidad en una mujer no es tal sino pasa por el triunfo en su vida privada” Fuente: Joana BONET: Mi vida es mía

“Tanto hombres como mujeres pueden ser “maternales o paternales”
Fuente: Jean SHINODA BOLEN: Los dioses de cada hombre, ed. Kairós, Barcelona 2004, p. 226

“Los hombres aprenden antes lo que no deben ser para ser masculinos, que lo que deben ser. Para muchos niños la masculinidad se define simplemente como: lo que no es femenino. Nacido de mujer, acunado en un vientre femenino, la criatura masculina está condenada a dedicar gran parte de su vida a diferenciarse, cosa que no sucede cono la criatura femenina...”

“...aunque el discurso sobre la masculinidad y la feminidad parece haber cambiado, no lo han hecho los modelos de relación entre las y los adolescentes, que mantienen una fuerte adscripción a los estereotipos tradicionales. Estereotipos en que la identidad femenina se asocia a la pasividad, l'emocionalidad, la dependencia, la comprensión y el cuidado de los otros; mientras que la identidad masculina es definida por la autosuficiencia, la racionalidad, el control emocional, la competitividad y el dominio de la violencia.”

Fuente: Revista FUTURA Aulario 3 C/ Menéndez Pelayo,s/n 46010 Valencia Tel. 96 386 4734. Núm.2 Enero 2005, Convivencia y educación:una mirada desde el género, Amparo Bonilla Campos,Lucía Gómez Sánchez,Isabel Martínez Benlloch

6 ¿Qué opinas de este provocador CURSO DE FORMACIÓN PARA HOMBRES


PROGRAMA: 4 módulos, de los cuáles 1 es obligatorio.

Módulo 1: (curso obligatorio).
·Aprender a vivir sin su madre (200 horas)
·"Mi mujer no es mi madre" (350 horas).
·Entender que el fútbol no es otra cosa que un deporte, quedar fuera del mundial no es la muerte (500 horas).

Módulo 2: "Vida de a dos"
·Tener niños sin volverse celoso (50 horas).
·Superar el síndrome de pertenencia sobre el control remoto (550 horas).
·No mear fuera del inodoro (100 horas) : ejercicios prácticos en video.
·Entender que los zapatos nunca van solos hasta el closet (800 horas).
·Cómo llegar hasta el canasto de la ropa sucia sin perderse (500 horas).
·Cómo sobrevivir a un resfriado sin agonizar.

Módulo 3: "Tiempo libre"
·Planchar en dos etapas una camisa en menos de dos horas (ejercicios prácticos).
·Digerir cerveza sin eructar mientras se pone la mesa (ejercicios prácticos).

Módulo 4: "Curso de cocina"

Nivel 1 (principiantes):
"Los electrodomésticos" ON= encendido OFF=apagado

Nivel 2 (avanzado): "Mi primera sopa instantánea sin quemar la cacerola" Ejercicios prácticos: Hervir el agua antes de añadir la pasta.

CURSO INTENSIVO: Por razones de dificutad y entendimiento de los temas, los cursos tendran un máximo de 8 inscritos.

TEMA 1: "La plancha" Desde el lavarropas al closet, ese misterioso proceso.
TEMA 2: " Los riesgos ede llenar la hielera y su transporte al refrigerador" Demostración con soporte de diapositivas.
TEMA 3: "Uno y la electricidad" Ventajas económicas de contar con un técnico competente para las reparaciones, aún para las mas básicas.
TEMA 4: "Ultimo descubrimiento científico: cocinar y tirar la basura NO provocan impotencia ni cuadriplejia" Prácticas en laboratorio.
TEMA 5: "Por qué no es un delito regalar flores aunque ya te hayas casado con ella"
TEMA 6: "El rollo de papel higiénico" El papel higiénico, ¿nace al lado del inodoro? (exposiciones sobre el tema "La generación espontánea).
TEMA 7: "Por qué no es necesario agitar las sábanas después de haber emitido gases intestinales" Ejercicios de reflexión en pareja.
TEMA 8: "Los hombres que conducen, si se pierden, ¿pueden pedir información sin correr el riesgo de parecer impotentes?"TESTIMONIOS
TEMA 9 :"La lavadora, ese gran misterio de la casa"
TEMA 10: "Diferencias fundamentales entre el canasto de la ropa sucia y el suelo" Ejercicios en laboratorio de músicoterapia.
TEMA 11: "El hombre en el asiento del pasajero" ¿Es generalmente posible no hablar o agitarse convulsivamente mientras ella maneja y/o estaciona?.
TEMA 12: "La taza del desayuno: ¿levita sola hasta el lavaplatos?" Ejercicios dirigidos por David Copperfield.


6. Completa las siguientes frases

  • La principal diferencia entre un hombre y una mujer es...
  • La verdad es que, a diferencia de las chicas, los chicos...
  • Un buen padre es el que ...
  • La masculinidad tradicional se caracteriza por...
  • Según la manera tradicional de entender la masculinidad, los hombres no...
  • Cuando se habla de "crisis de masculinidad" nos refirimos a...
  • Yo entiendo por "nuevas masculinidades"...
  • Cuando los hombres comprueban que no son supermán se sienten...
  • Generalmente, cuando un hombre está triste no acostumbra a... porque no le gusta reconocer que no es autosuficiente.
  • Si tuviese que escoger un modelo de masculinidad válido por a mí me inclinaría por...

7. Piensa en las series de televisión que vees habitualmente y escoge un personaje masculino que te parezca representativo de los chicos u hombres que te rodean.

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0. INTRODUCCIÓN


Tal vez, te sorprenda el nombre de esta página, porque nunca te has planteado que hay muchas maneras de ser hombre. Pues bien, ese es la cuestión de la que se va a ocupar esta bitácora: de la adquisición y el desarrollo de la identidad masculina.

Como se menciona en la presentación, de manera inconsciente, se tiende a pensar que el despliegue de la identidad masculina es el resultado natural de haber nacido varón. Pero, en realidad se trata de un proceso complejo en el que intervienen de forma variable diferentes factores y con resultados muy diferentes:

  • el sustrato biológico
  • la educación recibida,
  • los modelos de masculinidad próximos,
  • los medios de comunicación...

Sólo es preciso mirar en nuestro entorno inmediato, para comprobar que muchos de quienes nos rodean no entienden su masculinidad de la misma manera, a pesar de haber nacido varones.

Tal vez que algunos la asocian a la contención de las emociones y a parecer muy duros; otros quizás prioricen ser fuertes y tener un buen aspecto físico; otros puede que se empeñen en destacar en todo y ser muy competitivos; habrá a quienes les guste sobre todo mostrarse independientes y ejercer el liderazgo sobre sus compañeros; otros se pasarán el día preocupados sólo por ligar; otros mezclarán las características anteriores; y otros puede que tengan otras preferencias. Y, si pidiésemos a las chicas que hablasen de cuál sería para ellas el hombre ideal, constataríamos con más rotundidad si cabe que existen muchas masculinidades posibles.


De todas maneras, bajo esta diversidad de ideales y modelos de masculinidad, es posible rastrear e identificar una serie de rasgos que se repiten con mucha frecuencia. En el párrafo anterior se han destacado en negrita algunos. Son los que habitualmente se asocian al modelo de masculinidad tradicional:

  • fortaleza física,
  • dureza,
  • individualismo,
  • agresividad competitiva,
  • poder,
  • apariencia de seguridad,
  • habilidad para seducir, etc.

Piensa en cómo los héroes de los cómics, de los juegos informáticos o del cine siguen reforzando este modelo de conducta. O en tantas series de humor que nos hacen reír presentando a hombres a quienes gustaría seguir estas pautas de conducta, pero que fracasan sistemáticamente al intentarlo.




Son muchas las voces que en el últimos años, nos están recordando que este modelo de conducta es nocivo, inviable e injusto,...
  • porque no permite construir relaciones igualitarias y saludables entre los hombres y las mujeres,
  • porque dificulta el desarrollo integral del hombre al negar dimensiones esenciales de la condición humana,
  • porque, por su carácter irrealizable, es una fuente permanente de dolor, frustración y de conductas patológicas,
  • porque provoca violencia y tensiones constantes en una sociedad que camina hacia las relaciones de género equilibradas, ...
Desde esta bitácora, te invito a profundizar en estos asuntos y a explorar otros modelos de masculinidad más viables que nos permitan construir un mundo mejor. Seas chico o chica, educador o educadora, todos estamos invitados, porque las identidades de género las construimos, trasmitimos y reforzamos entre todos. Me acompañas?